martes, 30 de septiembre de 2014

El título engaña.

Mujeres e identidades. Ruth Cubillo. EUCR.
Costa Rica, 2001.
Es poco probable que uno tome del estante del supermercado un frasco con una etiqueta que diga: "Mermelada de guayaba" y, al abrirlo ya en casa, llevarse la sorpresa de que contiene mostaza. Sin embargo, con los libros, situaciones de este tipo ocurren con frecuencia. Una vez fui a visitar a un tío y me regaló un libro titulado Historias de San Francisco. Al preguntarle el motivo del obsequio, me explicó que él quería leer historias de San Francisco de Asís, pero el libro era de historias de San Francisco, California. El venezolano Arturo Gutiérrez Plaza tituló uno de sus libros de poemas Principios de contabilidad, y él mismo se pregunta cuántos pequeños comerciantes lo habrán comprado por error.
A mí me ha ocurrido repetidas veces. Veo un libro en el estante y, con solo leer el título, decido llevármelo. En más de una ocasión el título no tenía absolutamente nada que ver con el contenido.
Una vez vi un libro titulado Mujeres e identidades, con el subtítulo Las escritoras del Repertorio Americano. Esta ha sido una de las pocas veces que he comprado un libro por el subtítulo. Sobre mujer e identidades se ha escrito tanto que resulta absolutamente imposible encontrarse una idea nueva en el tercer libro que uno lea sobre el tema. Sobre las escritoras del Repertorio Americano, hasta donde yo sé, no se ha escrito nada.
El tema es, sin embargo, muy importante. El Repertorio Americano fue, me atrevo a decir, la revista literaria más importante en lengua española en la primera mitad del siglo XX. La editaba don Joaquín García Monge, tenía colaboradores en España y todos los países latinoamericanos. Los ejemplares del Repertorio circulaban por todo el continente. El primer poema publicado de Dulce María Loinaz, cuando era apenas una muchachita de dieciséis años, apareció en el Repertorio, que también publicó una colaboración de un jovencísimo escritor mexicano llamado Octavio Paz. En otro momento, me referiré ampliamente al Repertorio que merece un artículo aparte.
Dentro de las muchas novedades que introdujo el Repertorio, fue la publicación de textos escritos por mujeres. Aunque hubo casos aislados de mujeres escritoras anteriores (María Fernández de Tinoco es quizá el caso más conocido) lo cierto es que fue en las páginas del Repertorio en que las mujeres entraron a la literatura costarricense. Evidentemente, un libro con el subtítulo Las escritoras del Repertorio Americano, no solo había que leerlo, sino que divulgarlo. Con esa intención lo adquirí. Sin embargo, el libro resultó ser uno más de los muchos libros de teoría de género que abundan en el mercado. Uno, además, sin la más mínima aportación original. Los libros de teoría de género son como los centros comerciales globalizados: quien ha visto uno, los ha visto todos.
Para quienes no estén familiarizados con este asunto del género, se los resumo. 
El esquema suele ser más o menos así: se arranca señalando el hecho de que las mujeres, desde tiempos inmemoriales, no solo han sido excluidas del ejercicio del poder y marginadas de los estudios superiores, sino que no han tenido la oportunidad real de regir sus propias vidas. Tras los ejemplos, casi siempre exhaustivos, se llega a la conclusión de que la sociedad patriarcal y falocrática ha hecho que los hombres ejercieran la autoridad y las mujeres solamente la acataran. Seguidamente, se muestra que esta situación ha venido siendo definida con argumentos que, valiéndose de criterios de todo tipo (desde religiosos hasta biológicos), pretendían demostrar la inferioridad de inteligencia y capacidad de las mujeres. Con esa premisa, se concluye que, por no haber contado nunca con voz ni poder, las mujeres han venido definiéndose a sí mismas de acuerdo con los parámetros de la sociedad que las somete. Tras esta argumentación, los libros suelen terminar llamando la atención sobre el hecho de que las situaciones de discriminación ancestrales aún persisten y proponiendo un trabajo reivindicador que favorezca los cambios necesarios que aún están pendientes.
Naturalmente, no discuto estos argumentos. Es más, los suscribo. Lo que me incomoda es que, lo que acabo de resumir en dos párrafos sea el tema de cientos de libros publicados y, a pesar de ello, sigan publicándose más libros para decir lo mismo. Las feministas más críticas, también consideran preocupante esta situación puesto que la repetición de lugares comunes, en vez de fortalecer el mensaje, lo arrala. 
Volviendo al libro, la autora, Ruth Cubillo,  en vez de arrancar de una vez y tomar al toro por los cuernos sin mucho preámbulo, se dejó seducir por tres temas que, en los libros de género, resultan de lo más repetitivos: la maternidad, la mujer en política y la apreciación de la mujer autora de textos literarios.
¿Cuántas mujeres publicaron en el Repertorio Americano? ¿Quiénes eran? ¿De qué nacionalidad? ¿Sobre qué escribieron? ¿Cuáles eran sus temas recurrentes? ¿Llegaron a generar algún tipo de polémica? Estas y muchas otras preguntas por el estilo quedan sin respuesta tras la lectura del libro.
En vez de brindar datos bibliográficos o historiográficos que pudieran servir de referencia para estudios posteriores, la autora se toma la molestia, en una de las páginas más lamentables del libro, que "la lucha de la mujer por liberarse no debe ser contra el hombre como ser humano, sino contra el sistema masculinizante que oprime a la mujer como individuo".
A fin de cuentas, el libro no hizo más que repetir lugares comunes sobre la teoría de género y solo tangencialemente se refirió a los artículos escritos por mujeres en el Repertorio Americano. Las citas de los artículos vienen en función del discurso, de manera que dejan de ser tema central para servir solo de ejemplo.
Con frecuencia machacona en el estudio aparecen asomos de datos como "según los artículos analizados", "solo dos de los artículos analizados", e, incluso, en la parte en que se refiere a la mujer autora da el interesante dato de que encontró veinticuatro artículos escritos por hombres sobre mujeres poetisas, pero solamente dos sobre mujeres ensayistas. El problema es que en ninguna parte consigna cuáles fueros esos artículos, en qué fecha aparecieron ni quién los suscribió. Solamente el dato de las fechas de aparición serviría de mucho para estudios posteriores. El libro que, por su subtítulo, parecía destinado a convertirse en libro de referencia, no da ninguna referencia.
Flaco favor le hizo este libro a los estudios de género, ya que, sobre las mujeres en el Repertorio Americano, una recopilación de fichas habría sido un aporte mucho más valioso que la repetición de lugares comunes harto conocidos ya expuestos en innumerables obras que, como esta, han cometido el error de poner la prédica por encima de la investigación.
Las escritoras del Repertorio Americano, lamentablemente continúan siendo desconocidas. 

Agrego un dato anecdótico. Este libro fue publicado en 2001 y a pocas semanas de su publicación, apareció un artículo mío en el periódico con las consideraciones que acabo de consignar aquí. No conocía entonces, ni he conocido después, a Ruth Cubillo. A pesar de que mi crítica fue dura, porque no hay nadie más duro que un lector interesado y desilusionado, albergaba la esperanza de que la investigadora recapacitara sobre el hecho señalado y ofreciera, de alguna forma, los datos que había recopilado sobre escritoras del Repertorio que, inexplicablemente, olvidó incluir en el libro. No lo hizo.

El libro tiene una dedicatoria: "A Ronny, porque su amor transformó mi vida."
Pues bien, quien le escribió furioso al director del periódico que publicó mi nota, fue Ronny, el del amor transformador, quien, no muy amorosamente, en su extenso mensaje me cubrió de insultos. Ni el director del periódico ni yo le dimos importancia al asunto. En la correspondencia típica de un crítico literario hay desde declaraciones de amor hasta amenazas de muerte. Ronny el amoroso pidió que se publicara su diatriba como un derecho de respuesta. El director le explicó que el derecho de respuesta se aplica solamente en dos casos: cuando hay ofensas personales o cuando se publican datos erróneos. Señalar una falta de información no es una ofensa. Y en cuanto a los datos erróneos, si la lista de artículos analizados está en el libro, que diga en qué pagina está, porque el ejemplar que yo tengo no la trae por ninguna parte.
Menciono la anécdota porque me pareció curioso que una mujer que defiende la autonomía femenina en el campo académico y literario, no haya contestado una crítica, sino que lo haya hecho su marido.

INSC: 1085





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