domingo, 14 de septiembre de 2014

La multidud.

Antes creía, ingenuamente, que el objeto de la Historia era ser constantemente reinterpretada y reescrita. Nuevas investigaciones, bajo nuevos métodos y nuevos criterios, llevarían a nuevas conclusiones que brindarían una interpretación distinta del pasado que, a su vez, obligaría a reescribir la historia de otra forma.
Todavía lo creo, pero ahora reconozco que la idea es ingenua porque pasa por alto la manía, bastante común y frecuente, de falsificar el pasado para adaptarlo al presente.
La Historia, en buena medida, es un invento que, inevitablemente, se fabrica a posteriori y está lleno de falsificaciones.
Si algo sale bien, sobrarán quienes se atribuyan haber contribuido al logro. Si algo acaba mal, nadie aceptará haber participado en el asunto. Al éxito le sobran padres y el fracaso es huérfano. Tanto los que quieran cubrirse de méritos, como quienes pretendan negar sus errores, falsearán el pasado a su conveniencia.
Un buen lector de Historia debe estar atento para evitar tragarse testimonios con versiones falsificadas.
Dos libros de memorias, de dos personajes bastante distintos, acabaron brindándome, cada uno por su lado, dos buenos ejemplos para ilustrar lo dicho.
El cantante español Raphael, publicó con Plaza & Janés sus memorias ¿Y mañana qué? El futbolista Diego Armando Maradona, por su parte, publicó las suyas con Planeta tituladas Yo soy el Diego de la gente. Los dos libros son muy amenos e interesantes. Ambos personajes, que comparten orígenes bastante humildes, lograron superar los tropiezos del camino y alcanzar el éxito, cada uno en su campo.
Cuenta Raphael que, en los años sesenta y setenta, durante la dictadura de Francisco Franco, se realizaban con cierta frecuencia funciones de gala en honor del Caudillo y su esposa. Sin mencionar nombres, Raphael recuerda que a esas galas asistía todo el mundo: cantantes, músicos, deportistas, figuras de la televisión y la radio, empresarios, intelectuales, periodistas, escritores, etcétera. Todo el que era alguien, o aspiraba a serlo, participaba de aquellas actividades que, en el fondo, se realizaban como homenaje al dictador. Raphael recuerda que, en esos actos, el teatro estaba repleto, tanto en el área de butacas como en el escenario. Con toda franqueza, Raphael cuenta que, cada vez que lo invitaron, él fue, cantó y saludó a Franco. Lo extraño, dice, es que aunque recuerda el teatro repleto, conforme la imagen histórica de Franco ha venido en picada, cada vez más asistentes niegan rotundamente haber participado y, de creerles, resultaría que no iba nadie, salvo él, que lo admite. 
El caso de Maradona es totalmente opuesto. Afirma que recuerda claramente que el día que debutó en primera división el estadio estaba casi vacío pero, con el paso de los años, son tantísimas las personas que afirman haber estado allí aquel día que, de creerles, en el estadio no habría cabido un alfiler.
Raphael recuerda un teatro lleno y nadie, en España, reconoce haber ido. Maradona recuerda un estadio vacío y todos, en Argentina, afirman haber estado allí. 
Lo curioso es que, en el futuro, el pasado seguirá cambiando. Una multitud continuará creciendo y, la otra, encogiéndose.



INSC: 1349

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