domingo, 12 de octubre de 2014

Un momento tenso.

La guerra no declarada. Juan José
Echeverría Brealy. EUNED, Costa Rica, 2006.
Los ticos nos sabemos bien la historia pero no está de más repetirla. En 1948, las fuerzas rebeldes de José Figueres derrocan al gobierno de Picado. Durante el año y medio de la Junta Fundadora de la II República, Figueres debe afrontar dos crisis de seguridad: la invasión, con el apoyo de Somoza que realizó en Dr. Calderón Guardia ese mismo año de 1948 y el intento de golpe de Estado del Ministro Edgar Cardona al año siguiente. La Constitución de 1949 abolió el ejército como institución permanente. En 1955, ya con Costa Rica sin ejército, don Pepe debió de enfrentar una nueva invasión del Dr. Calderón Guardia, desde Nicaragua, respaldada también por Somoza. Desde entonces, no han habido más conflictos bélicos en Costa Rica.
En el año 2005, Costa Rica cumplió medio siglo sin conflictos armados. No se hicieron grandes conmemoraciones porque, por ironías del destino, el presidente en ese momento, el Dr. Abel Pacheco, había sido uno de los soldados invasores de 1955. 
Esta historia que todos los ticos sabemos, pasa por alto unos momentos terriblemente tensos que fueron objeto del libro La guerra no declarada, del Lic. Juan José Echeverría Brealy, publicado por la EUNED, muy oportunamente en 2006, al año siguiente del cincuentenario que no se celebró.
Don Juan José Echeverría Brealey es abogado, tuvo formación militar en los Estados Unidos y fue muy cercano a Rodrigo Carazo Odio, con quien fundó el partido Renovación Democrática en 1970. Fue diputado de 1974 a 1978 y, cuando Carazo ganó la presidencia, lo nombró ministro en su gobierno.
Costa Rica, ya sin fuerzas armadas profesionales, solo contaba entonces con dos cuerpos policiales. La guardia civil, que dependía del Ministerio de Seguridad y la Guardia de Asistencia Rural, que dependía del Ministerio de Gobernación. Para realizar una acción coordinada, Carazo nombró a don Juan José Ministro del Interior, dejando a su cargo ambas carteras, la de Seguridad y la de Gobernación.
Su trabajo fue intenso ya que, casi desde el momento en que asumió funciones, debió hacer frente a una escalada de violencia en la frontera de Nicaragua que se puso cada vez peor. Los incidentes dejaron de ser aislados para tornarse frecuentes. Una niña y dos policías murieron, en territorio costarricense,  a causa de disparos de la Guardia Nacional somocista. Fue necesario, en un país sin ejército, prepararse para la defensa en caso de un ataque. Las gestiones diplomáticas, intensas, complejas y delicadas se realizaban de manera simultánea con el entrenamiento y la adquisición del equipo necesario para que la Guardia Civil y Rural, junto con los voluntarios que integraban la reserva, se prepararan para lo peor. Se logró concretar ayuda de países amigos. Venezuela y Panamá aportaron naves y armamento. Costa Rica rompió relaciones diplomáticas con Nicaragua y todo parecía indicar que el enfrentamiento sería inevitable.
El conflicto armado, sin embargo, no llegó a darse. El régimen de Somoza estaba ya muy desprestigiado a nivel internacional y todos sus oponentes a nivel interno, hasta entonces repartidos en diversos grupos, lograron unirse en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Este episodio de nuestra historia es poco conocido y pocos lo recuerdan, pero quienes lo vivieron, don Juan José Echeverría Brealey muy en primer plano, sufrieron momentos verdaderamente angustiantes. 
El libro de don Juan José es mucho más que sus memorias personales. Todo viene expuesto en orden cronológico en capítulos separados para cada etapa de la crisis. Reseña los hechos junto con las explicaciones oportunas, expone su opinión y memorias personales y, además, cierra con un valioso anexo documental.
La guerra no declarada es un valioso documento histórico sobre un episodio tenso de nuestra historia que no debería, como tantos otros, caer en el olvido.

INSC: 2020

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