sábado, 15 de noviembre de 2014

El costarricense.

El costarricense. Constantino Láscaris.
EDUCA, 1975
Constantino Láscaris nació en Zaragoza, España, en 1923. Estudió Filosofía y fue profesor universitario en Madrid hasta que, en 1957, fue contratado por Rodrigo Facio para que viniera a dar clases en Costa Rica. El joven profesor se sintió a gusto en nuestro pequeño país, hizo amigos, escribió varios libros e innumerables artículos en la prensa, tuvo un programa de televisión y, a los trece años de vivir entre nosotros, optó por la ciudadanía costarricense ya que, según sus propias palabras, se le había olvidado que era extranjero. 
Los tratados sobre filosofía de Láscaris nunca llamaron la atención del gran público, pero hubo un libro suyo, El costarricense,  que sí llegó a ser muy leído y comentado. La razón del éxito popular del libro era muy sencilla: el público y el tema eran los mismos. 
No se trata de un estudio histórico, ni sociológico, ni político, ni lingüístico, aunque de alguna forma se refiera más o menos extensamente a estas y otras materias, como la gastronomía y la vida cotidiana, por ejemplo. En El costarricense, Láscaris lo que hace es, simplemente, expresar sus impresiones sobre un pueblo que llamó su atención y del que llegó a formar parte. El hecho de haber nacido y haberse formado en otro país hasta la edad adulta, le brinda la perspectiva necesaria para apreciar lo particular incluso dentro de lo cotidiano. Es un hecho bien sabido que lo que uno ve todos los días, no lo ve. 
Aunque no es un tratado profundo, ni metódico, ni científico, El costarricense es mucho más que las impresiones de un viajero de paso. Láscaris no lo escribió recién llegado, cuando la primera impresión y las primeras sorpresas estaban frescas, sino cuando ya llevaba casi dos décadas de vivir entre costarricenses y, de alguna forma, sus impresiones sobre el país y su gente se habían aclarado por la meditación y la experiencia.
El costarricense fue publicado por EDUCA en 1975. Tuvo una segunda edición en 1977 y tras el cierre de EDUCA y la muerte de Láscaris, no se ha vuelto a editar. Hasta en los establecimientos de libros usados es difícil conseguirlo. 
En su tiempo, los lectores costarricenses se asomaban a las páginas del libro como quien se asoma a un espejo. Ahora, tantos años después, leer este libro no es como verse al espejo sino como verse en una fotografía desteñida por el tiempo.
San José, Limón y Guanacaste han cambiado mucho en estas décadas y la descripción que hace Láscaris de estas provincias ya no es periodística, sino histórica. 
La pulpería, tanto rural como urbana, que conoció Láscaris, ya no existe.
Seguimos hablando más o menos como Láscaris dice que hablamos. Nos tratamos de Vos, a las personas mayores les seguimos diciendo "rocos", a los aparatos los llamamos "chunches" y los verbos "carbonear" y "vacilar" siguen siendo muy usados. Ya no se escucha tanto las palabras terminadas en "era" que tanto llamaron la atención de Láscaris: Bailadera, comedera, contentera, sabrosera, rezadera, etc.
El apartado del libro que se refiere al habla del costarricense es uno de los más simpáticos. Para lograr comprender el lenguaje costarricense, Láscaris debió hacer ciertas listas de palabras que tenían, aquí, un significado distinto al que él conocía. Largo significa lejos y una paloma es una mariposa.
Constantino Láscaris. 1923-1979
En cuanto al habla popular y las expresiones groseras, el pachuco, el libro es totalmente arqueológico. Las expresiones que consigna ya están totalmente en desuso. Las lenguas cambian muy lentamente, pero las expresiones populares cambian con mayor velocidad. De hecho, cada generación crea las suyas.
En estos años, tal parece que los ticos dejamos de piropear. Los piropos que Láscaris consigna en el libro, hoy ningún varón los diría ni ninguna mujer los toleraría.
Nuestra dieta sigue siendo más o menos la misma. No nos puede faltar el gallo pinto en la mesa, pero la olla de carne, que antes era la cena habitual de ricos y pobres, hoy se ha vuelto un plato tan caro que es un verdadero lujo. 
Todavía las fiestas populares se celebran con tope y corridas de toros a la tica, pero las carreras de cintas ya casi no se ven. La monta de toros, en cambio, que Láscaris apenas menciona porque en su época era una actividad casi exclusiva de Guanacaste, hoy se practica en todo el país.
Antes, al leer El Costarricense, uno podía decir: "Así es Costa Rica". Ahora más bien hay que decir: "Así era Costa Rica en los años sesenta y setenta".
INSC: 0652

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