sábado, 22 de noviembre de 2014

Explicación no es justificación.

Maternidad, feminidad y muerte. Carmen
Caamaño Morúa y Ana Constanza Rangel.
Universidad de Costa Rica, 2002.
La noticia, impactante, dolorosa y horrible de que un niño ha sido asesinado por su propia madre, lamentablemente aparece con cierta frecuencia en los periódicos pero, además de informarnos del hecho, la prensa nunca presta atención al antes y después del terrible suceso.
Ningún acto de violencia es aislado. La violencia es más bien una cadena compleja cuyos orígenes, tanto como sus consecuencias, son difíciles de sintetizar y de comprender. Las páginas de sucesos nos informan solamente del punto detonante, pero nunca se asoman a la complejidad del proceso que sufrieron tanto la víctima como quien cometió el crimen.
La reflexión sobre este tema es no solo necesaria sino urgente. El libro Maternidad, feminidad y muerte de Carmen Caamaño Morúa y Ana Constanza Rangel, publicado por el Instituto de Investigaciones de la Universidad de Costa Rica, me dio mucho que pensar.
Se trata de una investigación sobre el infanticidio, entendiéndolo como la muerte de un menor de cero a doce años ocasionada por su madre.
Con gran seriedad y rigor científico, el libro presenta, de forma bastante clara, sintética y oportunamente segmentada, casos concretos de mujeres que han asesinado a sus hijos. Se refiere en forma separada a los casos en que el asesinato ha ocurrido días o años después del parto y cuando ha sido ocasionado por agresión o por falta de cuidado. En apartados posteriores se ocupa de la forma en que la prensa cubre este tipo de hechos, en los procesos judiciales subsiguientes y en la experiencia de la sanción, ya sea en la cárcel o en el Hospital Psiquiátrico. El libro incluye además un ensayo sobre el instinto maternal así como sobre la situación de la mujer en la familia y la mujer víctima de violencia.
Esta investigación, indudablemente valiosa e interesante, cierra con unas conclusiones y recomendaciones controversiales ya que, extrañamente, aunque el tema central sea el infanticidio, no menciona ni en una sola oportunidad el derecho a la vida de los niños y, en las recomendaciones, en vez de abogar por medidas preventivas que protejan a los menores en riesgo, cierra con un llamado a "ponernos en el lugar de a quienes va dirigido el control social establecido".
El estudio es una muestra palpable de cómo la profundidad no está reñida con la brevedad. En apenas 119 páginas las autoras logran exponer entrevistas, tablas de gráficos y consideraciones teóricas sobre la construcción social del concepto de maternidad.
En los primeros apartados, dedicados al propio hecho del infanticidio, aparecen datos reveladores, como por ejemplo que la gran mayoría de mujeres que lo cometieron inmediatamente después del parto eran solteras y menores de edad. A través de fragmentos de entrevistas sobresale el hecho de que el embarazo fue ocultado y que, incluso después del parto y el asesinato del recién nacido, las madres prefieren no mencionar el tema. Por lo general se trata de mujeres agredidas y constantemente en riesgo, que ven en su hijo una amenaza para su integridad ya de por sí bastante vulnerable y vulnerada. El asesinato del recién nacido, entonces, es un acto de desesperación que no podría calificarse como voluntario sino más bien provocado por las circunstancias.
Más adelante se refiere a aquellas madres que han asesinado a sus hijos ya mayores, por agresión, por descuido o, de nuevo, como un acto desesperado ante una realidad hostil a la que no le veían salida.
Seguidamente, el libro se ocupa del proceso de penalización y en este apartado vienen reveladoras evidencias de cómo las leyes y la prensa estimulan la insensibilidad de la opinión pública ante un acontecimiento que está muy lejos de la simpleza con que es presentado.
Particularmente valiosas son las consideraciones sobre la cobertura periodística de infanticidios, que por lo general tiende a reducir la complejidad del hecho. Los periodistas recurren a la medicatura forense del O.I.J. en busca de información, de manera que lo que aparece en los periódicos son detalladas descripciones de heridas y causa de muerte, sin informar adecuadamente sobre el antes y el después de lo ocurrido. Otro dato revelador es que en este tipo de tipo de noticias, que deberían ser solo informativas, se incluyen juicios de valor que de alguna manera afectan su percepción.
Revelador también es el hecho de que nuestra legislación, en el artículo 113 del Código Penal, toma en cuenta la "buena fama" de la imputada para calificar su delito, de manera que una mujer que mate a su primer hijo para ocultar su deshonra, recibirá una sanción menor a otra que ya tenga hijos en el momento de cometer infanticidio. Los párrafos citados de sentencias presentan también juicios de valor que, en más de una ocasión, son profundamente subjetivos.
Para las madres infanticidas sometidas a proceso judicial solamente hay dos caminos: la cárcel o el Hospital Psiquiátrico. Las entrevistas realizadas tanto a reclusas como al personal de los centros hospitalarios o penitenciarios demuestran que en ninguno de los casos se lleva a cabo un proceso de recuperación emocional que le permita a la afectada dejar atrás el episodio para poder seguir adelante con su vida.
Los ensayos sobre Maternidad, feminidad y poder y sobre Mujer, familia y violencia, brindan la explicación teórica y sociológica a los datos expuestos con anterioridad.
Sin lugar a dudas, este libro sensibiliza sobre el drama de las mujeres que cometen un terrible acto de violencia, precisamente porque solo violencia experimentan tanto antes como después de su delito.
Hablar de culpabilidad, tras la lectura de este libro, es ingenuo, ya que en estos casos como en muchos otros, la culpabilidad en buena medida es colectiva.
Las conclusiones indican que el infanticidio es parte de una continua cadena de control social con diversos matices que incluyen, entre sus extremos más violentos, desigualdades de clase y de género. Más adelante, se afirma que la sociedad "asesina" a estas mujeres, sometiéndolas a un proceso en que se les roba la palabra, la historia y se les da un "constructo" estereotipado a cambio. Este proceso por el que atraviesan cumple el papel "resocializador" de legitimación del ser en cuanto madre, excluyéndola de su posibilidad de "construirse".
Respeto, aprecio y considero muy valioso este libro. Sin embargo, no comparto sus conclusiones. El problema es más bien que un fenómeno social envolvente no le permita a ciertas mujeres "construirse" y, a la vez, ser madres si desean serlo. Por otra parte, las circunstancias sociales no eximen de la responsabilidad individual por los propios actos.
El libro es una maravillosa explicación del fenómeno del infanticidio. Pero explicación no es justificación y ciertamente sorprende que no se haga referencia a la vida del niño, la víctima más indefensa, que en este tema debería ser primordial.

INSC: 1456

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