miércoles, 5 de noviembre de 2014

Monseñor Romero.

Romero "¡Cese la represión!" Miguel Cavada Díez.
Grupo Maíz, El Salvador, 2006.
Monseñor Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), cuarto arzobispo de San Salvador desde 1977, es uno de los personajes centroamericanos más queridos y respetados. Era un sacerdote piadoso, de vida modesta, caritativo, culto, sabio y recto que supo desempeñar el papel que le correspondía dentro de una sociedad con problemas complejos, convulsa y violenta, que atravesaba uno de los momentos más difíciles y dolorosos de su historia.
De origen humilde, segundo de los ocho hijos de un telegrafista, fue desde pequeño tímido y piadoso. Más que la actividad física, la oratoria o la acción social, lo suyo era la oración y el recogimiento. Mostró, eso sí, gran capacidad intelectual y fue enviado a Roma a cursar sus estudios eclesiásticos. En Roma fue alumno de Monseñor Giovanni Battista Montini (el futuro Pablo VI) con quien lo uniría una gran amistad durante los siguientes cuarenta años. Fue precisamente Pablo VI quien lo nombró obispo auxiliar de la diósesis de Santiago de María en Usulutlan en 1974 y arzobispo metropolitano de San Salvador en 1977.
La relación del nuevo arzobispo con el gobierno de su país fue tensa desde el inicio. Varios sacerdotes del clero arquidiocesano fueron expulsados del país poco antes de que Romero tomara posesión de su sede. A otros sacerdotes, que se encontraban fuera, se les negó el ingreso y tanto miembros del clero secular como del religioso fueron arrestados. Monseñor Romero no había cumplido un mes, al frente de la arquidiócesis, cuando fue asesinado el sacerdote jesuita Rutilio Grande, quien fue ametrallado en la carretera en compañía de un señor de setenta y dos años y un joven de dieciséis, que también murieron en el lugar.
Romero, Miguel Cavada Díez
Grupo Maíz, El Salvador, 2005.
En esas circunstancias, todavía había quienes pensaban el modesto, tímido y piadoso Monseñor Romero asumiría una posición de bajo perfil. El asesinato del padre Grande reveló la energía y la solidez de principios del Arzobispo, quien, valientemente, clamó por el cese a la violencia, el respeto a la dignidad de la persona y la convivencia pacífica.
Eran los años de la Guerra Fría. El mundo estaba dividido en dos bloques antagónicos. En América Latina abundaban tanto las dictaduras militares como los grupos guerrilleros. En El Salvador, su país, los enfrentamientos entre el ejército y los grupos rebeldes armados ensangrentaban constantemente todo el territorio nacional.
¿Cuál era la posición de la Iglesia en el conflicto interno salvadoreño? Es difícil decirlo. Si al hablar de Iglesia, nos referimos al pueblo, había fieles de uno y otro bando. Si por Iglesia entendemos el clero, había sacerdotes en uno y otro bando. Y si por Iglesia nos limitamos al episcopado, también había obispos en ambos bandos.
La posición de Monseñor Romero, contra lo que se ha creído, no era la de apoyo a la guerrilla. Romero simplemente clamaba por la justicia y la paz, por el respeto a la vida humana, por el fin de la represión y la tortura. Sus homilías, transmitidas por radio, eran un mensaje de denuncia y de esperanza. Llegó a escribirle una memorable carta al presidente Carter de los Estados Unidos, solicitándole el cese de asistencia militar al gobierno salvadoreño. 
Monseñor Romero le muesta al Papa Pablo VI, su antiguo
profesor y amigo, la fotografía del padre Rutilio Grande S.J.
que fue asesinado en 1977.
Un día antes de su muerte pronunció por la radio estas palabras: "Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos: son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes su conciencia que a la orden del pecado."
Esas palabras le costaron la vida. El 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la misa, un disparo le dio en el pecho. Los fieles, en vez de huir, fueron a recogerlo y trataron de auxiliarlo pero su muerte fue instantánea. La bala dio alcanzó a Monseñor Romero en el momento del ofertorio, el momento en que el sacerdote ofrece al Señor el pan y el vino. Monseñor Romero ofreció su propia vida.
Sobre Monseñor Romero se han publicado diversos artículos y se han producido películas y documentales. Dos libros que considero muy valiosos y completos son Romero, publicado en 2005 y Romero "¡Cese la represión!" en 2006. Ambos libros fueron editados en El Salvador por el Grupo Maíz e incluyen semblanzas biográficas, fragmentos muy bien escogidos de sus discursos, una reseña del conflicto salvadoreño y abundante material fotográfico.
La vida, las palabras y el ejemplo de Monseñor Romero, conmueven al recordar un pasado doloroso e inspiran a crear un mundo mejor.
Tras el disparo, los fieles, en vez de huir, lo levantaron y trataron de auxiliarlo
pero su muerte fue instantánea.
INSC: 2563 / 2564

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