miércoles, 14 de enero de 2015

Fernando Vallejo arremete contra la fe y la religión.

La puta de Babilonia. Fernando Vallejo.
Alfaguara, España, 2012. Esta es la edición
que tengo. La primera edición mexicana,
de 2007, fue publicada por Planeta, en
México y la primera edición española es
de Seix Barral.
De Dios y de la religión, como de cualquier otro tema, se ocupan solamente los interesados. Las personas no creyentes o no religiosas no suelen prestar atención ni dedicar tiempo a estos asuntos. Los ateos sí. De hecho, lo más aburrido de un ateo es que siempre está hablando de Dios, Quien, tanto como la religión, llega a ser para ellos un tema obsesivo. Ese es el caso del escritor colombiano Fernando Vallejo, quien en su libro La puta de Babilonia, publicado en 2007, además de manifestar su ateísmo y su desprecio por el cristianismo, el judaísmo y el Islam, hace gala de una impresionante erudición sobre la Sagrada Escritura y la historia de a Iglesia.
Quienes lo han leído saben que Vallejo, además de su prosa fluida y ágil, se caracteriza por su corrosivo sentido del humor y por su habilidad para insultar con ingenio e ironía. Fidel Castro, Álvaro Uribe, el rey Juan Carlos y Gabriel García Márquez, entre muchos otros, han sido blanco de sus diatribas mordaces y punzantes. Cada vez que Vallejo hace uso de la palabra escandaliza, levanta roncha y no deja títere con cabeza. De hecho, hay quienes lo leen atraídos ante todo por las barbaridades que dispara como ametralladora. Vallejo dice lo que piensa y siempre acaba escandalizando. Llegó a afirmar que los pobres y los feos no deberían reproducirse porque haciéndolo aumentan la pobreza y la fealdad en el mundo. Dicha afirmación, por cierto, es una de las más respetuosas y moderadas que ha proferido.
Ya podrán imaginarse la forma en que se refiere a Cristo, a Moisés, los apóstoles, el profeta Mahoma, los santos y los papas en este libro. Nadie niega que la historia de la Iglesia está llena de episodios oscuros y personajes verdaderamente macabros e indefendibles, desde Torquemada hasta Marcial Maciel, pero Vallejo además de estos dos (que pone por los suelos) califica con insultos hasta a San Francisco de Asís, a quien, de manera anacrónica llama "hippie marihuano". Repitiendo el anacronismo, por cierto, califica el Apocalipsis de San Juan como "el libro más marihuano de la literatura universal."
Una forma de leer este libro, entonces, es con la actitud un tanto morbosa de deleitarse con un panfleto desbocado, escrito con maestría y con furia, cuyo autor no se mide ante nada ni ante nadie. Incluso quienes crean que han perdido el sentido de lo sagrado podrían acabar escandalizados en cada página. 
Yo opté por leerlo de otra forma distinta. Con todo y lo difícil que fue, ya que Vallejo en verdad sorprende, sobresalta y divierte con sus exabruptos, pasé por alto las salidas de tono y me concentré en argumento. Y es que a pesar del tono irreverente y provocativo con que está escrito, este libro es un verdadero ensayo histórico filosófico muy bien argumentado y fundamentado.
La tesis de Vallejo es que Dios no existe, como tampoco existieron Moisés, ni Josué, ni el rey David, ni Cristo ni San Pablo, sino que todos ellos son personajes mitológicos construidos por diversos autores y tradiciones. El pueblo de Israel, dice, no estuvo nunca en Egipto y, por tanto, nunca hubo éxodo. No niega la existencia real e histórica del profeta Mahoma, pero como es fácil de imaginar, el hecho de que en verdad haya existido más bien aumenta, en vez de disminuir, la furia de Vallejo hacia él y el Islam.
Las afirmaciones de Vallejo no son gratuitas ni caprichosas sino fruto de un profundo estudio. La religión en verdad llega a ser una verdadera obsesión para los ateos. Me atrevo a afirmar que muy pocos creyentes tienen una cultura tan amplia sobre la Sagrada Escritora, la historia de la Iglesia o los Santos Padres como la que tiene Vallejo.
Según Vallejo, Cristo, hijo de la Virgen María, es un personaje construido a partir de otros como Atis (hijo de la Virgen Nana), Buda (hijo de la Virgen Maya), Krishna (hijo de la Virgen Devaki), Horus (hijo de la Virgen Isis y nacido en un pesebre), así como de Mitra y Zoroastro. Entre todos estos personajes hay muchísimas coincidencias. La más evidente es que el nacimiento de todos ellos se celebra en el solsticio de invierno, es decir, el 25 de diciembre. Destaca el hecho de que los Evangelios dicen que Cristo nació bajo el reinado de Herodes, pero Herodes murió en el año 750 de la fundación de Roma y el año uno de nuestra era coincide con el 754 de la fundación de Roma.
Es exhaustivo a la hora de citar todos los pasajes de los libros del Antiguo Testamento que autorizan la tortura, el asesinato y la esclavitud, tanto como las incoherencias del Nuevo Testamento. Las contradicciones y distintas versiones de los Evangelios son bastante conocidas. En el Evangelio de Marcos, los dos ladrones crucificados se burlaban de Jesús y en el de Lucas solamente uno. Un Evangelio dice que Judas se ahorcó y otro que se tiró a un barranco. Uno dice que eran cinco panes y dos peces y otro que eran siete panes y unos peces. En fin, las distintas versiones que hay en los Evangelios del mismo hecho son bastante conocidas, pero Vallejo va más allá y señala errores geográficos y de citas.
En Marcos 7:31 dice: "De nuevo saliendo de la región de Tiro vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea que está en la Decápolis". Pero Vallejo señala que el mar de Galilea no está allí. De norte a sur están Sidón, Tiro y el mar de Galilea. Si Cristo salió de Tiro hacia el mar de Galilea, que queda al sur, no pudo pasar por Sidón, que queda al norte. En el Evangelio de Juan (12:21) se habla de Betsaida de Galilea, pero Betsaida no está en Galilea, sino en Gaulanítida y Mateo (19: 1-3) dice: "...partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán", pero tanto Galilea como Judea quedan al mismo lado el Jordán. Por tanto, Vallejo llega a la conclusión de que quienes escribieron los Evangelios nunca estuvieron en la región en que sucedieron los hechos que narran. 
Vallejo afirma incluso que los autores de los Evangelios tampoco conocían las escrituras del Antiguo Testamento. En Mateo (2: 19-23) dice que de vuelta de Egipto, la Sagrada Familia se fue a vivir a Nazaret para "...que se cumpliera lo dicho por los profetas: Será llamado Nazareno", pero ningún profeta del Antiguo Testamento dijo que el Mesías sería llamado Nazareno. El Evangelio de Marcos empieza con una cita errónea: "...como está escrito en el profeta Isaías: He aquí que envío a mi mensajero para que te preceda y prepare tu camino." Pero esas palabras no son de Isaías, como dice Marco, sino del inicio del libro de Malaquías.
Vallejo también hace hincapié en que en el Sínodo de Roma, en el año 380, se declararon como Evangelios Canónicos únicamente los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y todos los otros, que eran varios, fueron declarados apócrifos. Sin embargo, ciertos contenidos de los Evangelios Apócrifos continuaron siendo aceptados. Los nombres de los padres de la Virgen María, Joaquín y Ana, así como los de los ladrones crucificados, Dimas y Gestas y la crucifixión de Pedro cabeza abajo, no se mencionan en los Evangelios Canónicos sino en los Apócrifos. Vallejo olvidó dos detalles más que me permito agregar, el nombre de Longino, el centurión de la lanza, así como la presencia de una mula y un buey en el establo de Belén, también vienen de los Evangelios Apócrifos.
Dispuesto a negar la existencia histórica de Cristo, Vallejo le resta crédito a los escritos de Suetonio, Tácito y Plinio el joven que, sin ser cristianos ni judíos, Lo mencionan. Tampoco le da credibilidad a las obras de Flavio Josefo o al Testimonium Flavianum, documento romano en que se habla de un Jesús que hacía maravillas en tiempos de Poncio Pilatos.
Con gran propiedad y erudición, Vallejo discute a los Padres de la Iglesia, San Agustín, San Ignacio de Antioquía, San Clemente de Roma, San Policarpo de Esmirna, Tertuliano y Orígenes. Defiende apasionadamente los cuestionamientos de Celso, antagonista de Orígenes, quien estudió con Plotino. Por cierto, vale la pena mencionar, para quienes no estén familiarizados con la época, que los primeros místicos no fueron cristianos, sino los neoplatónicos de la escuela de Plotino. Vallejo manifiesta su completo acuerdo y personal simpatía por Porfirio, ya que las objeciones que hizo el antiguo sabio al cristianismo son las mismas suyas. También sostiene que Marción pudo haber sido el inventor del personaje de San Pablo y el autor de la mayoría de sus cartas y recuerda que Orígenes (que es Padre de la Iglesia), dudaba que todas las cartas de Pablo fueran del mismo autor.
Comentando el libro La vida de Jesús críticamente analizada de David Friederich Straus, publicada en 1835, que es el primer estudio científico sobre el Jesús histórico y que llega a la conclusión de que Jesús es un mito histórico, Vallejo afirma que "mito histórico es una paradoja porque si algo es mito no puede ser historia". En este punto se equivoca, porque hay muchos mitos basados en personajes históricos. Wilhelm Tell, Ricardo Corazón de León y el Cid, por poner ejemplos conocidos, realmente existieron, lo que no sabemos es cuánto de lo que se dice de ellos fue real y cuanto inventado.
Como era de esperarse, Vallejo repasa también muchísimos episodios negros de la historia de los Papas, desde la Edad Media hasta Benedicto XVI. El conocimiento de Vallejo del Papado es asombroso, al punto que en el libro, publicado en 2007, ya Vallejo tenía claro que el cardenal Bergoglio, el actual Papa Francisco, era el gran candidato para la Sede de Pedro. En el 2005 casi lo eligen pero, como todos sabemos, finalmente fue electo Ratzinger. "Por eso" dice Vallejo con su ironía habitual "hoy tenemos un Benedicto XVI y no un Gardel I".
En fin, el libro lo que sostiene es que Dios y la religiones son una farsa. Pero, insisto, no se trata, aunque lo parezca, de un panfleto sino de un estudio minucioso y serio hasta en el más mínimo detalle.
A propósito de detalles, y ya que Vallejo es tan minucioso, yo me tomé la molestia de leer su libro con lupa y le encontré dos errores y una mentirilla. Dice que Ernesto Pacelli, tío del papa Pío XII, fue el fundador del Osservatore Romano, cuando el realidad el fundador del periódico vaticano no era su tío sino su abuelo y no se llamaba Ernesto sino Marcantonio. También dice que Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, fue nuncio ante el Führer, cuando en realidad Pachelli fue nuncio en Munich de 1917 a 1920 y en Berlín de 1920 a 1929. Hitler llegó a ser Canciller en 1933 y Führer en 1934. El nuncio ante el III Reich era el arzobispo Cesare Orsenigo. La mentirilla podría considerarse una licencia literaria. Vallejo dice que en el viaje a Tierra Santa de 1964 el papa Pablo VI inició la tradición de besar el suelo. Se equivoca. El primer país en que el papa Pablo VI besó el suelo fue en 1968 en Colombia, el país natal de Vallejo. "Yo lo vi", afirma Vallejo, "con su velamenta blanca agitada al viento besando el duro asfalto de El Dorado, el aeropuerto de Bogotá". Vallejo, sin embargo, no pudo haberle visto la velamenta blanca agitada al viento porque cuando Pablo VI bajó del avión en El Dorado llevaba puesto un tabarro rojo.
Y para seguir con minucias, a Vallejo, como a todos los ateos, se les sale a veces su pasado de creyente. En la página 121 se refiere a Cristo como "nuestro Redentor" y en la 124 como "mi Redentor". En la página 133 dice: "juro por Dios que me ve y me oye" y en 175 "los cristianos seguimos esperando". No se trata de ironías, son lapsus.
Como este blog está dedicado a los libros, vale la pena ir cerrando esta nota (que se ha hecho larga) con un dato curioso y libresco. En 1440 Gutenberg inventó la imprenta en Europa (en China existía desde hacía siglos) y poco después, en 1557, el papa Pablo IV estableció el Índice de libros prohibidos para evitar la difusión de errores por medio de la imprenta recién inventada. Durante quinientos veintisiete años, grandes autores tuvieron el honor de ser incluidos en el Índice, al punto que bien podría considerarsele como la mejor selección de obras maestras de la literatura occidental, pero en 1967 el papa Pablo VI lo suprimió. Vallejo se refiere al tema ampliamente, quizá con la frustración de que no tuvo oportunidad de que ninguna de sus obras formara parte de esa selecta lista.
Soy un entusiasta lector de Vallejo. Sus novelas, así como sus discursos, ensayos y artículos periodísticos hacen pensar, por el contenido, y deleitan por la prosa. Aunque Vallejo no respete nada ni nadie es, sin lugar a dudas, un escritor más que respetable.
INSC: 2569

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