martes, 21 de febrero de 2017

La dinastía de los conquistadores de Samuel Stone.

La dinastía de los conquistadores. Samuel
Stone. EDUCA. Costa Rica, 1976.
Aunque tenían apellidos distintos, los presidentes de Costa Rica mantenían entre sí lazos familiares muy estrechos. El Dr. José María Castro Madriz, casado con Pacífica Fernández Oreamuno, era cuñado de Próspero Fernández Oreamuno quien, casado con Cristina Guardia Gutiérrez, era a su vez cuñado del General Tomás Guardia Gutiérrez. Bernardo Soto Alfaro, (tío abuelo de Daniel Oduber), era yerno de Próspero, mientas que su esposa, Pacífica Fernández Guardia era, además de hija de Próspero, sobrina de don Tomás y de Castro Madriz. José Joaquín Rodríguez Zeledón (sobrino nieto de Juan Mora Fernández), era el suegro de Rafael Yglesias Castro que, para completar el círculo, era nieto de José María Castro Madriz.
El asunto no termina allí, porque Próspero Fernández Oreamuno, además de presidente, cuñado de dos presidentes y suegro de otro presidente, era también primo hermano del también presidente José María Montealegre Fernández, cuya primera esposa, Ana María Mora Porras, era hermana de Juan Rafael Mora Porras. Gerónima, la hermana de José María Montealegre, era esposa de Bruno Carranza, quien era también cuñado de Braulio Carrillo. Doña Esmeralda Oreamuno, hija de Francisco María Oreamuno, casada con don Jesús Jiménez Zamora y madre de don Ricardo Jiménez Oreamuno, fue hija, esposa y madre de gobernantes. Estos Jiménez, don Jesús y don Ricardo, tenían cierto parentesco, aunque lejano, con doña Josefa Jiménez Rucavado, madre de don Mario Echandi Jiménez.
Quienes han tenido la paciencia de investigar las genealogías de Costa Rica, desde la Colonia hasta el Siglo XIX, se han topado con una maraña de relaciones en que los mismos individuos aparecen repetidamente en varias ramas del árbol.
La tesis doctoral de Samuel Stone era sobre la clase dirigente en Costa Rica y cuando, tras presentar el primer borrador, sus tutores lo invitaron a explorar más a fondo, pudo notar que las relaciones de los gobernantes y los grandes cafetaleros del país, más que comerciales eran familiares. Después de armar los árboles genalógicos de las familias más ricas e influyentes, descubrió que todos los gobernantes de Costa Rica (así como la gran mayoría de congresistas, grandes hacendados, industriales y comerciantes), descendían de los primeros conquistadores españoles que se asentaron en estas tierras y, por ello, publicó su investigación con el título de La dinastía de los conquistadores.
Desde la Independencia, en 1821, hasta la publicación del libro, en 1975, de los cuarenta y cuatro gobernantes que tuvo Costa Rica, treinta y uno eran descendientes de Juan Vásquez de Coronado, veinticinco de Antonio de Acosta Arévalo y seis de Nicolás González y Oviedo. Veintitrés de los veintiocho firmantes del Acta de Independencia, tenían lazos familiares entre sí. 
Con estos y otros datos similares, Samuel Stone sostiene que el país ha sufrido cuatro siglos de dominación por parte de una clase dirigente que concentró el poder económico y político en manos de pocas familias y llega hasta el extremo de calificar los grandes enfrentamientos políticos de nuestra historia como disputas de poder entre los de arriba.
Aunque la insistencia machacona en este asunto de dominadores y dominados a veces hace la lectura un tanto pesada, el libro es un valioso e interesante recuento de la historia de Costa Rica. Una cosa es cierta y hasta el propio Samuel Stone la reconoce: antes del cultivo y exportación de café, en Costa Rica no se podía hablar de distintas clases sociales. Durante la Colonia, los impuestos no se recogían porque los habitantes no tenían monedas con qué pagarlos y hasta el Gobernador debía cultivar sus propios alimentos. Esa economía de subsistencia empezó a cambiar de manera rápida en 1740, cuando llegaron, procedentes de Martinica, las primeras matas de café a Costa Rica. En 1820 se realizó la primera exportación a Panamá, en 1830 se inició la venta de café costarricense en Chile y, a partir de 1843, gracias al célebre bergantín Monarch de William LeLacheur, se estableció el comercio con Europa. Los precios eran tan buenos que el café fue llamado "nuestro grano de oro". El cultivo no se concentró en pocas manos sino que estuvo siempre repartido entre pequeños y grandes productores, pero la distribución de las ganancias no era pareja. Los que cultivaban café recibían apenas para ir pasando. Al dueño del beneficio le iba un poco mejor y el exportador fue el que se hizo rico. El auge del café fue tan rápido que la primera generación de finqueros con bolsillos llenos de Libras Esterlinas, continuó viviendo y trabajando como campesinos. Se preocuparon, eso sí, por brindarle una buena educación a sus hijos, a quienes acabaron enviando a estudiar a Europa en el mismo barco en que iban sus sacos de café.
Samuel Stone deja claro que, gracias al café aparecieron en Costa Rica tanto los ricos como los peones. Antes, cuando se cultivaba apenas lo necesario para vivir y no había comercio con otros países, nadie trabajaba por un sueldo en la tierra del otro. Lo que se acostumbraba era ir a ayudar al vecino un par de días en sus labores con la única recompensa de que el vecino devolviera el favor. 
El libro de Samuel Stone, más que La dinastía de los conquistadores, debió haberse titulado Impacto del cultivo del café en el desarrollo de la economía costarricense pero, seamos francos, con ese título no habría resultado tan atractivo. La obra es una investigación seria, profunda y documentada que abarca la historia de Costa Rica desde la época colonial hasta la década de los setenta del Siglo XX, cuando ya se había abandonado el monocultivo del café y la burocracia surgía como un poder autónomo tanto de los cafetaleros como de los mismos políticos.
Sin embargo, la carga ideológica con que se interpretan los hechos le resta credibilidad y solidez a la obra. Los análisis políticos son simplistas y hasta ingenuos al dar por sentado que todos los miembros de las familias acaudaladas sostenían en bloque la misma posición. La historia está llena de ejemplos de todo lo contrario. En las primeras décadas del Siglo XX, llegaron a ser célebres los encendidos debates que tenían lugar en el Congreso cuando tres diputados, electos por tres partidos distintos, que sostenían posiciones ideológicas totalmente diferentes, intentaban convencer al plenario a la hora de tomar una decisión. Las discusiones acaloradas que, en algunos casos, llegaron a ser hasta violentas, resultaban pintorescas porque Claudio María Volio, Jorge Volio y Arturo Volio Jiménez eran hermanos.  En las elecciones de 1974, los dos principales candidatos, Daniel Oduber Quirós y Fernando Trejos Escalante (hijo de Fernando Trejos Quirós), tenían un tatarabuelo en común (don Calixto Quirós Castro), pero Oduber era estatista mientras que el Dr. Trejos era liberal.
En la que podría ser la línea más lamentable del libro, Samuel Stone define a los pobres y la clase media como los que no tienen relación con las familias de la clase dominante.
El gran error de Samuel Stone fue pretender ver dominadores y dominados en una sociedad pequeña en la que todos, de alguna forma, estamos emparentados. La población de Costa Rica, en 1569, era de veintisiete mil doscientas personas, de las cuales solamente ciento trece eran españoles. Más de doscientos años después, en 1801, la población del país apenas había llegado a ser de cincuenta y dos mil quinientas personas. En Cartago, durante el Siglo XVIII, era prácticamente inevitable que las bodas se realizaran entre primos lejanos o cercanos. 
En sus investigaciones genealógicas Samuel Stone cometió el error de no prestar atención a los parientes pobres. José María Castro Madriz tuvo catorce hijos: Jesús Jiménez, siete: Aniceto Esquivel, trece y Rafael Yglesias, diez. Si le hubiera seguido la pista a todos sus descendientes, habría notado que la mayoría de ellos nunca se han metido en política y, totalmente ajenos a los grandes negocios, viven modestamente de su trabajo. De hecho, las más severas críticas a La dinastía de los conquistadores han sido planteadas por genealogistas. Mi buen amigo, Isidro Sánchez, una vez me dijo: "Es verdad que la mayoría de los presidentes descienden de conquistadores españoles pero muy probablemente la mayoría de los mendigos que piden limosna en la calle también."
Por otra parte, Stone tampoco presta atención a los ancestros indígenas o esclavos africanos que formaron la base la sociedad costarricense en la que los españoles eran minoría. El genealogista Mauricio Meléndez Obando, quien ha realizado investigaciones sobre ancestros esclavos africanos en familias costarricenses, hace algunos años anunció, no sé si en broma o en serio, que pensaba publicar un libro titulado "La dinastía de los conquistados."
Los lectores franceses de la tesis de Stone aplaudieron la investigación y le concedieron al autor el doctorado. Tal vez, desde allá, nuestro país les pareció una sociedad compleja, con una masa pauperizada, una clase media marginada y una oligarquía cerrada celosa de su poder. Los que vivimos aquí sabemos que hasta el millonario más encopetado tiene, unas generaciones atrás, a un campesino descalzo y que nuestra historia, al menos hasta mediados del siglo pasado, tuvo como protagonista a una población de cuatro gatos que no discriminaba a la hora de buscar pareja y reproducirse.
INSC: 1414
Arriba: el Dr. José María Castro Madriz, su cuñado Próspero Fernández Oreamuno
y el General Tomás Guardia. Abajo: José Joaquín Rodríguez Zeledón, Bernardo
Soto Alfaro y Rafael Yglesias Castro. Rodríguez era el suegro de Yglesias y Soto,
casado con una sobrina de Guardia, era el yerno de Próspero. Todos fueron
presidentes de Costa Rica.

domingo, 12 de febrero de 2017

Juan Loots y la música en Costa Rica.

Juan Loots y las bandas de música militar.
Ludmila Svatek. Instituto del Libro.
Ministerio de Cultura Juventud y Deporte.
Costa Rica, 1986.
El músico belga Juan Bautista Gihslain Loots Deblaes, compositor, director y flautista que también tocaba oboe y clarinete, puede considerarse el promotor de la educación musical en Costa Rica. Naturalmente, antes de su arribo al país, en 1907, ya habían habido compositores nacionales de importancia, como don Manuel María Gutiérrez (autor del Himno Nacional) y don Rafael Chaves Torres (autor del Duelo de la Patria), sin embargo fue don Juan Loots el primero en intentar que la música, más que una afición ocasional, se convirtiera en una carrera y una profesión.
El aprendizaje de la música era totalmente empírico. Los jóvenes aprendían a tocar un instrumento gracias al vecino que les enseñaba, pero ni a uno ni a otro le pasaba por la cabeza que aquello requiriera un estudio metódico ni, mucho menos, que llegara a convertirse en la actividad principal para ganarse la vida. La única institución dedicada a la música eran las bandas militares que constituían la parte más vistosa y activa del pequeñísimo ejército costarricense. El sueldo de un músico de primera categoría, era el equivalente al de un maestro de tercera categoría, por lo que, para ir pasando, apenas ponían el instrumento en el estuche y colgaban el uniforme de un clavo, los músicos se ocupaban como peones agrícolas, carpinteros, sastres o albañiles.
En 1906, cuando murió el Director General de Bandas, don Rafael Chaves Torres, el recién electo Presidente de la República, don Cleto González Víquez, en vez de nombrar un nuevo director entre los músicos nacionales, decidió mandar a traer de Europa a un maestro profesional con la intención de elevar el nivel de enseñanza y ejecución dentro de las bandas.
El Marqués Manuel María Peralta y Alfaro, único embajador costarricense en el viejo continente, tras analizar varios candidatos, seleccionó a Juan Loots quien aceptó el cargo de inmediato, entre otras razones porque creyó que el clima del trópico le haría soportar mejor su padecimiento de asma. La fría y lluviosa ciudad de San José no era el soleado paraíso tropical que esperaba encontrarse pero puso inmediatamente manos a la obra. En su primera reunión con los músicos de la banda tuvo que recurrir a un intérprete porque aún no hablaba español. Tras presentarse, les pidió que tocaran algo. Roberto Cantillano Vindas, uno de los músicos presentes, quien además era flautista como Loots, recuerda que bajo la batuta de Alfredo Morales tocaron una pieza de Verdi y una marcha militar. Loots escuchó atento y, al final, para sorpresa de todos, aplaudió. Apenas Loots se retiró, los músicos comentaron el aplauso del nuevo director y, según recuerda Cantillano: "...quedamos plenamente convencidos de que éramos profesores."
El verdadero profesor era Loots, quien tenía claro que aquellos músicos no habían tenido educación formal y que todos se ganaban la vida con otros trabajos. Cuando alguno se equivocaba, Loots decía: "No se equivocó el músico, sino el albañil o el sastre". Sus metas eran elevadas pero realistas. Era comprensivo con las torpezas, paciente con los errores y, aunque no podía ser muy exigente con la calidad, sí era muy exigente con el compromiso y la disciplina. 
Loots, como maestro, sabía que la cumbre se alcaza subiendo un escalón a la vez. Durante los años que estuvo al frente de las bandas militares en Costa Rica, elevó el nivel de ejecución, amplió el repertorio, alentó a los músicos a componer, fundó la primera escuela de música del país, llevó a los músicos a tocar fuera a otros países realizó el primer intento de establecer una orquesta sinfónica en Costa Rica.
Sobre la figura y la obra de Loots existen pocas investigaciones, aunque las que hay son bien valiosas. Una de ellas, titulada Juan Loots y las bandas de música militar, escrita por Ludmila Svatek, fue publicada por el Ministerio de Cultura en 1986 y ofrece una síntesis tanto de los logros como de los tragos amargos del maestro belga en Costa Rica.
El libro consigna hechos relevantes. Durante la gestión de Loots, se intentó establecer la música como profesión en Costa Rica. Se fundó la Banda de Limón y se equipó con mejores salarios, instrumentos y uniformes a las ya existentes de San José, Puntarenas, Heredia, Cartago y Alajuela. Cada banda tenía de dieciséis a treinta integrantes y solamente la de San José superaba la cincuentena. Pese a las limitaciones, se aumentó el número de presentaciones y la variedad del repertorio. La banda de San José, dirigida personalmente por Loots, realizaba cinco presentaciones por semana. Los retretas eran abiertas a todo público y se realizaban en los parques. En 1910, en honor del nuevo presidente, Loots compuso una marcha titulada "Viva Ricardo Jiménez", que fue su única obra escrita en Costa Rica. La escuela de música que fundó no tuvo el éxito esperado. En 1909 abrió con cincuenta estudiantes que, muy pronto, acabaron siendo solamente treinta y cinco, de los cuales solamente seis lograron formar parte de la primera graduación, en 1912. Ese mismo año de 1912, ocurren dos hechos importantes. Por una parte, en el plano personal, Loots contrae matrimonio con Marie Aumart, francesa radicada en Costa Rica, propietaria de un hotel en San José. Por otra parte, en el plano profesional, la Banda Militar de San José realiza su primera gira internacional  al ser invitada a presentarse en Panamá en la primera toma de posesión del Presidente Belisario Porras. Años después, en 1915, la banda también sería invitada a un festival en San Francisco, California, pero por la política de austeridad del presidente Alfredo González Flores el viaje no se concretó.
En 1913, a propósito del centenario de Richard Wagner, Loots presentó un recital con piezas del compositor alemán y se publicó una severa crítica en el periódico, frimada por Ignacio Trullas, que cuestionaba la habilidad de dirección del maestro belga.
Juan Loots, en Costa Rica, llegó a ser un personaje conocido y respetado pero ciertamente no muy querido. Nadie ponía en duda su dedicación al trabajo y sus dotes para la enseñanza, pero se le criticaba la manera estricta en que imponía disciplina a los músicos. El libro de Svatek menciona que aplicaba castigos severos por las ausencias a los ensayos y la conducta inapropiada (especialmente la embriaguez) de sus subalternos pero, no especifica en qué consistían tales castigos.
Juan Loots. Creador de la primera escuela
de música y la primera orquesta sinfónica
de Costa Rica.
El asunto es que Loots no gozaba de simpatías entre los músicos, quienes solían hablar mal de él a sus espaldas y en torno a su figura se llegó a urdir una leyenda negra que llegó a filtrarse incluso en investigaciones históricas publicadas.
Se decía que Loots despreciaba la música costarricense y se le acusó de haber destruido partituras de autores nacionales, entre ellas valses y mazurcas de Manuel María Gutiérrez. Decían que viajó hasta Puntarenas y Liberia para quemar papeles de música que no era de su gusto. 
La acusación parece tener origen en una carta de José María Ríos, director de la banda de Puntarenas, en que dejó constancia que Loots, luego de revisar los archivos de la banda del puerto, había dispuesto quemar una pila de papeles. En su descargo, Loots explicó que se limitó a destruir partituras viejas e incompletas.
Por otra parte, Ludmila Svatek deja claro que lejos de ser enemigo de la música costarricense, Loots fue su gran promotor. Una única vez, en más de veinte años, Loots decidió no incluir "El duelo de la Patria" de Rafael Chaves Torres, en el programa de Semana Santa. Pero mientras fungió como director de bandas, incluyó obras de Alvise Castegnaro, José y Roberto Campabadal, Alejandro Monestel, Emilio León, Enrique Jiménez Núñez y el propio Rafael Chaves Torres. También apoyo las composiones de Roberto Cantillano Vindas y de Eduardo Cuevas, músico de origen puertorriqueño, muerto en 1913, director de la banda de Alajuela, que fue quien compuso la música para la obra "El Marqués de Talamanca" de Carlos Gagini. José Daniel Zúñiga, además, tomó en cuenta a Loots en su planteamiento de nacionalismo musical de 1927.
Durante la dictadura de Federico Tinoco, Loots se mantuvo al margen de toda polémica pero la banda, bajo su batuta, tocó en el funeral de Rogelio Fernández Guell.
En 1921, durante la presidencia de Julio Acosta García, Juan Loots fue removido de su puesto. En su lugar fue nombrado don César Nieto Casabó. En 1925. don Ricardo Jiménez Oreamuno, revierte los papeles y vuelve a nombrar a Loots. Tres años después, de los sesenta y cinco músicos de la banda, cincuenta y tres firman una carta solicitando, sin éxito, el regreso de Nieto. 
El gran proyecto de Loots fue también su más sonado fracaso. Su sueño era fundar la orquesta sinfónica de Costa Rica y, con ese fin, fundó una asociación musical que ya desde 1915 contaba con cincuenta y cinco músicos que, ocasionalmente, ofrecían recitales de música de cámara.
El 25 de mayo de 1926, en el Teatro Moderno, se realizó oficialmente el primer concierto de la Orquesta Sinfónica de Costa Rica. Un empresario, de apellido Nicolai, se ofreció a gestionar una gira internacional. Quizá empujado por el entusiasmo del estreno, Loots aceptó la oferta. La orquesta estaba apenas naciendo y tal vez habría sido más prudente esperar. Nicolai, además, no actuó honestamente. Desde Guatemala, donde realizó gestiones para iniciar la gira, le escribió a Loots indicándole que las dos primeras presentaciones serían en Guatemala y México, le dio fechas y programas de viajes y lo urgió a partir de inmediato. Tras muchas peripecias, Loots llegó con los músicos a Guatemala y allí recibió la triste noticia de que Nicolai había cobrado por adelantado y se había marchado del país. Los músicos realizaron las presentaciones acordadas y, con la ingenua esperanza de encontrar a Nicolai en la segunda escala, partieron a México, donde les fue aún peor, ya que nadie los esperaba y no había nada programado. Pese a saberse víctimas de un engaño, por puro amor a la causa lograron encontrar un espacio para presentarse en la capital mexicana. Las críticas en la prensa fueron demoledoras y, al regresar a San José con el rabo entre las patas, se percataron que los periódicos costarricenses habían reproducido las notas periodísticas de su sonado fracaso en México.
El proyecto de Orquesta Sinfónica se abandonó y no sería sino hasta la década de los años cuarenta que sería retomado. Loots no llegó a verlo, puesto que falleció el 2 de agosto de 1929.
Desde que llegó a Costa Rica, en 1907, Loots estuvo totalmente dedicado a la enseñanza y el desarrollo de la música. Su única ausencia voluntaria del país fue en 1914 cuando, pese a su asma, partió junto con su paisano Aristides Romain a Bélgica, con el fin de servir a las fuerzas armadas de su país en la recién declarada I Guerra Mundial. No pudieron, en todo caso, integrarse a las filas y pasaron un año refugiados en Francia, compartiendo su deseo por volver a Costa Rica que, vista desde allá, ya reconocían como su tierra.
INSC: 2087
Los  maestros Cantillano, Campabadal y Cambronero.

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