domingo, 9 de julio de 2017

El controversial presidente León Cortés Castro.

León Cortés y su época.
Carlos Calvo Gamboa. EUNED
Costa Rica, 1982.
En 1917, primer año de la dictadura de Federico Tinoco, el gobernador y comandante de plaza de Alajuela cometía tantos abusos de autoridad y excesos de violencia, que el propio Joaquín Tinoco, ministro de Guerra que lo había nombrado en el cargo, debió enviarle un telegrama ordenándole que procediera con cautela, ya que sus acciones le estaban creando antipatías al gobierno.
Como los arrestos, palizas y registros de domicilios y comercios continuaron, los hermanos Tinoco acabaron removiéndolo del cargo.
Con apenas treinta y cinco años, León Cortés Castro, el comandante destituido, ya se había dado a conocer por su carácter hosco, su temperamento autoritario y la severidad con que disciplinaba a cualquiera que considerara bajo su autoridad. Primogénito de los seis hijos del Dr. Roberto Cortés Cortés y de doña Fidelina Castro Ruiz, había nacido en Llano Grande de Alajuela el 8 de diciembre de 1882. Su padre era colombiano y, durante sus estudios de medicina en Alemania, había sido compañero del médico costarricense Pánfilo Valverde, quien lo invitó a pasar una temporada en Costa Rica. Durante la visita, que se suponía iba ser breve, el Dr. Cortés conoció a quien sería su esposa, contrajo matrimonio y se radicó definitivamente en el país. 
El Dr. Roberto Cortés Cortés, su esposa Fidelina Castro Ruiz
y cuatro de sus hijos. A la izquierda Hernán y Adriana. A la
derecha León y Claudio.
Tal parece que la familia gozaba de buenas relaciones sociales, puesto que el presidente Bernardo Soto y su esposa, doña Pacífica Fernández Guardia, fueron los padrinos de bautizo de León Cortés.
Aunque el sueño de juventud de León Cortés era convertirse en médico, como su padre, no le fue posible alcanzarlo. En Costa Rica no se impartía la carrera de medicina y su familia no disponía de recursos suficientes como para costearle estudios en el exterior. Además, por razones que no conocemos, tuvo cierta demora en obtener el bachillerato. Se graduó de bachiller en 1902 en el Colegio San Luis Gonzaga de Cartago, cuando ya contaba con veinte años de edad, mientras que lo normal, en aquel tiempo, era ser bachiller poco después de los quince.
Trabajó como maestro de primaria y fue director de la escuela de Grecia. En 1905, contrajo matrimonio con Julia Fernández Rodríguez, con quien tuvo dos hijos: Otto y Javier.
Ya casado, inició sus estudios de Derecho que también se prolongaron más de lo normal. Se graduó como abogado en 1916.  
Su carrera política, que había iniciado como munícipe, iba en ascenso. Fue diputado tres veces. La primera de 1914 a 1917, en que fue un severo opositor al gobierno de Alfredo González Flores. Tras su tristemente célebre paso por la comandancia de Alajuela, volvió al Congreso de 1922 a 1926 y fue reelecto para el perído siguiente, de 1926 a1932.
De 1925 a 1926, fue presidente del Congreso y los diputados sufrieron, aunque no tanto como los alajuelenses, su temperamento autoritario y enérgico. Trataba a los legisladores como niños de escuela y controlaba hasta extremos obsesivos los menores detalles del funcionamiento del plenario. El poder legislativo está compuesto por representantes electos por el pueblo que sostienen distintas posiciones. Es natural que haya desacuerdos y el Presidente del Congreso debe ser quien facilite la discusión y les garantice a todos su derecho a ser escuchados. Con caballerosidad, cortesía y gentileza, eso era lo que hacía don Arturo Volio Jiménez, quien presidió el Congreso de 1920 a 1925, por lo que, tras el único año de León Cortés en el cargo, los congresistas volvieron a poner a don Arturo al frente del Congreso de 1926 a 1929.
A pesar de sus maneras bruscas, sus discursos violentos y su actitud autoritaria, León Cortés llegó a gozar de buena fama como hombre honesto, trabajador y eficiente.  Fue Secretario de Fomento de don Cleto González Víquez y de don Ricardo Jiménez Oreamuno, cargo en el que demostró su capacidad para ejecutar obras de infraestructura sin que se perdiera ni un minuto ni un centavo.
En 1932, León Cortés mostró interés por llegar a la presidencia de la República, pero su candidatura no prosperó. Tres años más tarde, cuando ya parecía tener posibilidades reales de alcanzar el poder, cundió la alarma. El 21 de junio de 1935, el Dr. Ricardo Moreno Cañas, el poeta Rogelio Sotela, don Carlos María Jiménez Ortiz y el expresidente Alfredo González Flores, convocaron y encabezaron una manifestación para impedir que "se entronice un régimen tiránico en Costa Rica."
Manuel Mora Valverde quiso ser
candidato presidencial en 1936.
pero no tenía la edad requerida.
Las elecciones de 1936 fueron las primeras en que participó el partido comunista que, originalmente inscribió la candidatura de Manuel Mora Valverde, pero como la Constitución exige que para ser presidente se deben tener treinta años cumplidos y don Manuel solamente tenía veintiséis, debió ser sustituido por Carlos Luis Sáenz. La vieja guardia liberal lanzó la candidatura de Octavio Beeche, presidente de la Corte Suprema de Justicia, pero no logró detener el triunfo de León Cortés Castro, quien ganó la presidencia con amplio margen de ventaja.
El gobierno de León Cortés se distinguió por realizar numerosas obras de infraestructura, entre las que destacan el aeropuerto de La Sabana y el balneario de Ojo de Agua, así como numerosos edificios municipales y escuelas. Se decía que su administración era de cemento y varilla, no solo por las construcciones, sino por el rígido estilo autoritario que lo caracterizaba. Los empleados públicos, incluso los de alto nivel, sabían que contradecirlo o mostrar el más mínimo desacuerdo con él, significaba el despido inmediato.
Además de inflexible, don León era desconfiado. Colocó a sus hermanos, cuñados, sobrinos e hijos en puestos clave del gobierno. En su afán por tener el país bajo su control, llegó hasta a quebrantar la legislación vigente. En las elecciones de medio periodo de 1938, destituyó a los miembros del Consejo Electoral y anuló la elección de Carlos Luis Sáenz como diputado. Persiguió a don Joaquín García Monge por haberse atrevido a publicar, en el Repertorio Americano, artículos antifascistas. También intentó cerrar el diario La Tribuna, de don José María Pinaud. En un desplante de bravuconería, cuando dejó la presidencia, retó al Sr. Pinaud a enfrentarse con él en otro terreno, pero el periodista, muy elegantemente, le respondió que él criticó a León Cortés como presidente, pero no tenía nada personal contra León Cortés como ciudadano.
En 1937, el buque de guerra alemán Schleswing visitó Costa Rica. La bandera nazi con la svástica ondeó junto al pabellón tricolor y los marinos presentaron armas al presidente Cortés en una parada militar frente al Monumento Nacional. Los jóvenes comunistas que protestaron fueron encarcelados. Apenas un año antes, su hijo Otto había estado presente en los juegos olímpicos de Berlín de 1936 y, por carta, le había manifestado a su padre los progresos que había logrado Alemania bajo el control severo de Adolfo Hitler.  Aquellas olimpiadas, por cierto, fueron las primeras en que participó un costarricense, ya que Bernardo de la Guardia compitió en esgrima.
León Cortés Castro. 1882-1946/
Presidente de Costa Rica de 1936 a 1940.
A petición de la Embajada Alemana, León Cortés prohibió la proyección de películas que pudieran perjudicar la imagen de la Alemania Nazi, pero cuando el Sr. Enrique Yankelewitz le llamó la atención sobre el aumento de publicaciones antisemitas en los periódicos, el presidente le respondió que nada podía hacer porque eso iría contra la libertad de prensa.
Prohibió las reuniones del partido comunista y quiso además impedir que circularan publicaciones comunistas por correo. Entre los opositores a esta medida, además de los líderes de izquierda, destacaron los periodistas Joaquín Vargas Coto y Otilio Ulate Blanco, el escritor Mario Sancho y hasta el padre Rosendo Valenciano. A liberales, conservadores y católicos les preocupaba que se creara un organismo que tuviera la autoridad de decidir cuáles publicaciones podían circular y cuáles no. La libertad de reunión, por otra parte, era un derecho constitucional.
Pese a la resistencia general, la mano dura se hizo sentir. Cuando, en agosto de 1939, invitó al General Anastasio Somoza García a visitar Costa Rica, tomó medidas para que no hubiera protestas ni en las calles, ni en las páginas de los periódicos, ni en las emisoras de radio.
Una actuación suya verdaderamente inexplicable fue haber interrogado personalmente a Beltrán Cortés, asesino de su adversario político el Dr. Ricardo Moreno Cañas, la misma noche de los hechos.
En la memoria de Gobernación de 1936, aparece la afirmación de que los judíos son propagadores del socialismo y se propone restringir su ingreso al país. Quizá sin conocer el dato, una organización humanitaria de Estados Unidos, Refugee Economic Corporation, propuso al gobierno costarricense, en 1937, un proyecto para ubicar en Costa Rica mil quinientas familias judías procedentes de Alemania. La iniciativa no le costaría ni un centavo al país, más bien la organización estaba dispuesta a pagar lo que le pidieran y a comprar la finca Tenorio para crear allí una colonia. La respuesta no solo fue negativa sino que, en 1939, el gobierno ordenó la salida de todos los judíos procedentes de Alemania y Austria que estuvieran en Costa Rica, a quienes les recomendaba trasladarse a Bolivia, país que no exigía requisitos para su ingreso.
La firma de don Manuel Francisco Jiménez Ortiz, ministro de Relaciones Exteriores, en un documento continental a favor de la democracia y en contra de las dictaduras, le costó el puesto.
El período presidencial de León Cortés terminó en mayo de 1940. La elección de su sucesor, el Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, fue apoyada por Cortés pero no tardaron en aparecer las diferencias. Para empezar, en diciembre de 1941, tras el ataque a Pearl Harbor, Costa Rica le declaró la guerra a las potencias del eje y cualquier simpatía por la Alemania Nazi empezó a ser mal vista. El Dr. Calderón Guardia, además, se había aliado con el partido comunista, acérrimo enemigo de Cortés.
Con todo y todo, había un punto en que Cortés salía ganando en la comparación. Si bien es cierto que su gobierno fue autoritario y abusó del poder, su gestión se caracterizó por una eficiente e incuestionable administración de los recursos públicos. En el gobierno de Calderón Guardia, en cambio, imperó un desorden administrativo y fiscal y los casos de corrupción fueron frecuentes, notorios y a gran escala. La alianza con los comunistas, por otra parte, no acababa de gustarle a un amplio sector del electorado, especialmente por las acciones violentas que protagonizaban las brigadas de choque comunistas contra los opositores, en un tiempo en que, con el pretexto de la guerra mundial, las garantías individuales estaban suspendidas.
León Cortés fue candidato presidencial de nuevo en 1944, pero perdió ante Teodoro Picado en unas elecciones generalmente consideradas como fraudulentas en las que hasta hubo muertos. En las elecciones para diputados de 1946, León Cortés figuró de nuevo como líder de la oposición. Se repitieron las irregularidades y la violencia de los comicios anteriores. Prematuramente envejecido y enfermo, León Cortés murió el 3 de marzo de 1946.
Tras la guerra civil de 1948, su figura fue exaltada a nivel de héroe. Nadie recordaba entonces los abusos de su administración, sino su honradez como gobernante y su papel como líder de la oposición a los gobiernos de Calderón y Picado. Se le levantó el monumento en La Sabana y hasta se le dio su nombre a un cantón.

León Cortés Castro, su esposa Julia Fernández
Rodríguez y sus dos hijos Otto y Javier.
Sobre su figura, el historiador Carlos Calvo Gamboa publicó el libro León Cortés y su época. Se trata de un estudio minucioso y profundo al que, sin embargo, se le puede reclamar su posición sesgada. Más que una biografía, Calvo Gamboa quiso plantear una defensa del exgobernante. En su obra repasa las acciones del gobierno de Cortés, tanto las admirables como las cuestionables, pero trata siempre de explicar, justificar, hacer comprender las circunstancias y hasta invita a pasar por alto ciertas situaciones graves. En su afán por limpiar la imagen de Cortés, llega a justificar la censura de prensa, el afectuoso recibimiento a los marinos alemanes y la dura represión contra el partido comunista. Carlos Calvo Gamboa, incluso, se permite entrar en el pensamiento de los personajes históricos, especula sobre sus intenciones y motivos para actuar como lo hicieron. Minimiza las acciones antisemitas de Cortés afirmando que durante el período de Calderón Guardia fueron peores. Trata de hacer parecer como normal, lo que definitivamente fue irregular. Según él. cuando León Cortés ordenó disposiciones arbitrarias lo hizo por haber sido mal asesorado y todas las acciones ilegales de su administración fueron hechas a sus espaldas y sin su consentimiento. Considera injustas las críticas que ha recibido la administración Cortés, aunque su propio libro es una buena fuente de argumentos para criticar el gobierno que intenta defender. 
Atribuye que León Cortés haya sido etiquetado como nazi a una campaña de difamación del partido comunista. En su argumentación logra, eso sí, destruir parte de la leyenda negra en torno a su figura. Mucho se ha hablado de la influencia de los colaboradores alemanes en el gobierno de Cortés. Algunos de los que comentan su gobierno se han dejado decir, sin documentos que lo prueben, que Max Effinger fue quien estuvo a cargo de la restricción de ingreso a inmigrantes judíos, cuando en realidad Effinger, ingeniero de profesión y director general de obras públicas durante el gobierno de Cortés, fue el responsable de instalar, entre otras muchas obras, la cañería de Puntarenas. Carl Hoelkenmayer y Albert Foortuniak, coordinaron trabajos eléctricos en el ferrocarril al Pacífico. Estos tres alemanes, además, fueron contratados durante la administración de don Cleto González Víquez y Cortés no hizo más que dejarlos en su cargo. Irónicamente, el libro no es capaz de mejorar la imagen de Cortés, pero sí logra limpiar el nombre de estos tres profesionales alemanes, cuyas ideas políticas no llegaron a conocerse.
En el prólogo del libro, don Carlos Meléndez Chaverri afirma que la severidad con que se juzga a León Cortés no deja de ser injusta. Innegablemente, durante su gobierno cometió errores, pero al haber sido víctima de un fraude en las elecciones de 1944. acabó convirtiéndose en el símbolo de la lucha por la pureza del sufragio. Ante esta aseveración, se podría recordar que, en las elecciones de 1938, el propio Cortés pasó por alto la voluntad popular manifestada en las urnas.
Sin lugar a dudas un personaje polémico y controversial, León Cortés no deja de ser una figura propia de su tiempo. En muchos países del mundo, los gobernantes autoritarios eran la norma general durante los años treinta y Costa Rica no fue la excepción y tuvo el suyo.
INSC: 1239

domingo, 2 de julio de 2017

Julio Acosta García, el presidente que viajaba en bus.

Julio Acosta, El hombre de la providencia.
Eduardo Oconitrillo García.
Editorial Costa Rica, 1991.
Tanto el gobierno como el pensamiento de Julio Acosta García son bastante difíciles de comprender. Como presidente, tal parece que no quería tomar ninguna decisión y, al escribir, era capaz de llenar páginas y páginas con giros enrevesados sin asumir ninguna posición. Durante su gobierno, se decía que los documentos oficiales que redactaba, en vez de propuestas concretas, parecían más bien textos poéticos escritos para concursar en juegos florales. Teósofo, masón, aficionado al espiritismo y a las mitologías orientales, don Julio tuvo dificultad para poner los pies en la tierra y, cuando se le consultaba por cualquier asunto en particular, su respuesta era siempre ambigua. 
Julio Acosta. El Hombre de la Providencia, la biografía que Eduardo Oconitrillo García escribió sobre él. pese a su extraño e inexplicable título, es una buena fuente de información para conocer mejor a este particular personaje de nuestra historia. 
Julio Acosta García (1872-1957), nació en San Ramón de Alajuela, hijo de don José Vicente Acosta Chavez y doña Jesús García Zumbado. La familia debió abandonar el cantón de manera abrupta cuando Aquiles Acosta, hermano de don Julio, fue acusado de asesinar a un importante líder político local y los ramonenses, indignados, le prendieron fuego a la casa y la tienda de los Acosta.
Don Julio cursó hasta el segundo año en el Colegio San Luis Gonzaga de Cartago pero no llegó a obtener el bachillerato. A pesar de sus pocos estudios, logró obtener diversos y modestos puestos burocráticos. Fue diputado de 1902 a 1906. En 1907, don Cleto González Víquez lo nombra Cónsul en El Salvador, donde don Julio conocería a Elena Gallegos Rosales, con quien contraería matrimonio, en San Salvador, el 16 de abril de 1910. La pareja tuvo tres hijos, pero dos murieron al nacer, así que la hija única de la familia sería Zulay Acosta Gallegos. La niña fue llamada Zulay, por ser el nombre de la heroína de la novela escrita por María Fernández de Tinoco, esposa de Federico Tinoco Granados y gran amiga de don Julio.
Su vida en El Salvador fue tranquila, aunque le tocó presenciar, a poca distancia, el atentado del que fue víctima el Presidente salvadoreño Manuel Enrique Araujo quien, mientras escuchaba música en un parque, acabó recibiendo un machetazo que le abrió la cabeza.
El sueldo de cónsul no era elevado y, antes de su matrimonio, don Julio alquilaba una casa en San Salvador junto con otros cuatro jóvenes solteros. Entre todos, pagaban los servicios de un criado para que realizara los oficios domésticos. Curiosamente, todos llegaron a ser gobernantes de sus países. Julio Acosta García fue presidente de Costa Rica, Carlos Ibáñez del Campo fue Presidente de Chile, José María Moncada, de Nicaragua, Rafael López Gutiérrez, de Honduras y Jorge Meléndez de El Salvador. El criado, Maximiliano Hernández Ramírez, también fue presidente de El Salvador.
El 1 de octubre de 1914, don Julio ingresa a la Academia Salvadoreña de la Lengua. Años después, también sería miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.
De vuelta en Costa Rica, el Presidente Alfredo González Flores lo nombra secretario de Relaciones Exteriores, en sustitución de Manuel Castro Quesada. Cuando el gobierno de González Flores es derrocado por Federico Tinoco, don Julio regresa a El Salvador, vive en casa de sus suegros y se gana la vida escribiendo editoriales para el Diario de El Salvador.
Los hermanos Alfredo y Jorge Volio Jiménez, quienes se habían trasladado a Nicaragua, intentan desde allí preparar un grupo armado para derrocar a Federico Tinoco. Sin embargo, la muerte de Alfredo Volio, el 26 de de diciembre de 1918 en Granada, deja sin líder a los rebeldes. Julio Acosta, llamado a integrarse al movimiento, adquiere una posición de liderazgo. Los rebeldes sostuvieron una única batalla con las fuerzas del gobierno en mayo de 1919. Poco después, tras el asesinato de Joaquín Tinoco, el 10 de agosto de 1919, su hermano Federico renuncia a la presidencia y abandona el país.
El Dr. José María Soto Alfaro, eminente
médico y hermano del Presidente Bernardo
Soto, candidato en las elecciones de 1919.
que ganó Julio Acosta García.
Don Julio se presenta como candidato presidencial en las elecciones de octubre de 1919. Su popularidad era tan grande que a sus adversarios les costó encontrar a alguien dispuesto a enfrentársele. A última hora se postuló el Dr. José María Soto Alfaro, eminente médico, hermano del expresidente Bernardo Soto Alfaro, pero don Julio ganó por amplia mayoría. La campaña tuvo sus toques pintorescos. Desde las páginas del periódico La Verdad, el padre Rosendo Valenciano en repetidas ocasiones llamó la atención sobre la masonería, la teosofía y el esoterismo de don Julio, preocupado de que sus creencias espirituales y filosóficas fueran a desencadenar encontronazos con la Iglesia. Sus temores fueron infundados y muy pronto, tanto el obispo Stork como el propio padre Valenciano, que fueron muy cercanos a los Tinoco, hicieron buena amistad con el nuevo presidente.
Julio Acosta inició su gobierno con una política de "perdón y olvido". Como buen tico, después de que ha pasado algo, y algo serio además, quiso decir: "Aquí no ha pasado nada". Esa posición, que pretendía ser conciliadora, surgió el efecto contrario. Don Julio se atrajo las simpatías de los antiguos tinoquistas y se ganó la oposición de quienes habían luchado contra el régimen de los Tinoco.
Uno de los primeros conflictos con sus antiguos compañeros surgió a partir de la ley de recompensas, según la cual, el Estado pagaría los servicios prestados a quienes participaron en el movimiento armado contra los Tinoco. La ley fue aprobada, pero don Julio la vetó. En el veto, fue donde escribió su famosa frase: "Si hay paga, no hay gloria y si hay gloria, no hay paga." Aunque años después esas palabras llegaron a considerarse admirables, en aquel momento cayeron como un balde de agua fría. Muchos costarricenses habían arriesgado su patrimonio y su vida en la lucha y entonces se consideraba una cuestión de honor pagarles. Nadie negaba la gloria de los combatientes de la guerra contra los filibusteros, a quienes se les había pagado. A los diputados les resultaba difícil de comprender que se apelara al honor para dejar deudas sin pagar, cuando lo honorable es, precisamente, pagar las deudas. La ley de recompensas fue resellada por el Congreso y, en su aplicación, hubo de todo. Desde quienes rechazaron el pago, como Jorge Volio, hasta quienes pidieron más, como Manuel Castro Quesada.
El Presidente Julio Acosta García leyendo un discurso ante el
Congreso. A su lado, don Arturo Volio Jiménez, 
Presidente del Congreso.
Aquel no fue el único veto. Pronto se estableció una dinámica verdaderamente extraña. El Congreso, presidido por don Arturo Volio Jiménez, promulgaba una ley, luego el presidente Acosta la vetaba y, finalmente, el Congreso la resellaba. La ruptura entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, además de evidente, era constante.
Empezó a circular el dicho de que "no había gobierno". Muchos años después, don Julio Acosta se declaró autor de esa afirmación: "La frase es mía, pero nadie entendió lo que quise decir."
En realidad, nadie entendendía lo que don Julio escribía. Mario Sancho, quien calificaba a don Julio como "impenitente retórico", decía que incluso releyendo una y otra vez sus escritos, nunca quedaba claro lo que quiso decir. Lo acusaba de haber defraudado las esperanzas de la revolución y de no tener méritos que justificaran su ascenso al poder. Por su parte, José María Zeledón, autor de la letra del Himno Nacional, acusaba a don Julio de "predicar un idealismo que no tiene". Ramón Zelaya fue más allá al afirmar: "Don Julio no sabe nada de nada. No es abogado, ni ingeniero, ni bachiller, ni cafetalero, ni finquero, ni ganadero, ni industrial, ni artesano y... ¡ni siquiera es millonario!"
Durante su gobierno se fue quedando cada vez más solo. Los ministros renunciaban y le costaba encontrar a alguien que aceptara tomar el puesto vacante. Fue un gobernante accesible, recibía las visitas sin necesidad de cita previa, caminaba solo por el centro de San José y en muchas ocasiones concedió entrevistas a los periodistas a bordo del autobús que tomaba para regresar a su casa.
Se mostraba tranquilo ante la adversidad. Siendo presidente, decidió dar un paseo en avión con su hija. A los pocos minutos del despegue, el motor del aparato se descompuso y la hélice se desprendió. Quienes miraban desde tierra estaban asustados pero, tras el aterrizaje, don Julio se bajó de la nave sonriente y sereno.
Julio Acosta, siendo presidente, en
el acto de entrega de un autobús.
Su administración transcurrió sin sobresaltos, limitándose a ejecutar lo que el Congreso, que sostenía ideas distintas a las suyas, le imponía. El único momento tenso de su administración fue cuando hubo un breve conflicto armado com Panamá, que después se conoció como la Guerra de Coto. Una vez más, el Ejecutivo y el Legislativo sostuvieron posiciones distintas y, pasado el susto, en el Congreso tildaron la actitud del Presidente como imprudente e insensata.
El libro de Oconitrillo García incluye la reproducción de varios documentos. Uno de los más interesantes es la carta que, desde Cuba, le escribió Patrocinio Araya al presidente Acosta, solicitándole permiso para regresar al país. Patrocinio Araya, uno de los personajes más temidos del régimen de los Tinoco, fue quien asesinó a Rogelio Fernández Güell y sus compañeros en la Zona Sur, crimen presenciado por Marcelino García Flamenco. Con tono paternal, don Julio le responde a Araya que considera su retorno inconveniente y le deja claro que, pese a su política de perdón y olvido, no puede garantizar la seguridad de su persona en el país.
Después de haber dejado la presidencia, don Julio realizó un viaje a Europa. En París, en una recepción en la que estuvieron presentes el Marqués de Peralta y el Mariscal Petain, se encontró con Federico Tinoco y su esposa Mimita, viejos amigos suyos. En 1931, a propósito de la muerte de Federico Tinoco, escribió un artículo en que elogiaba tanto a Federico como a Joaquín.
Cuando ya era expresidente, don Julio escribió artículos en La Tribuna con el seudónimo de Eufrasio Méndez, pero dejó de hacerlo cuando trascendió que era él quien firmaba con ese nombre. Durante los gobiernos de Ricardo Jiménez (1924-1928), Cleto González Víquez (1928-1932), Ricardo Jiménez (1932-1936) y León Cortés Castro (1936-1940), a don Julio no le fue asignado ningún cargo de importancia, pero el Dr. Calderón Guardia lo nombró en 1941 primer gerente de la recién creada Caja Costarricense del Seguro Social. Durante el gobierno de Teodoro Picado (1940-1948), don Julio se desempeñó como Secretario de Relaciones Exteriores y, en ese cargo, le tocó firmar por Costa Rica, en San Francisco California, el acta de fundación de la Organización de las Naciones Unidas.
Los escritos de don Julio, conforme pasaba el tiempo, se fueron volviendo cada vez más etéreos. Escribía extensas respuestas a las cartas que le dirigían. Eran páginas y páginas llenas de conceptos abstractos y divagaciones que no aterrizaban. Por ejemplo, nunca quedó totalmente clara la posición de Costa Rica frente a la dictadura de Francisco Franco en España. La obsesión de don Julio por la eternidad, el espacio astral y los estados del alma, así como su activa participación en la masonería, la teosofía y el espiritismo, lo llevaron a un razonamiento complejo y abstracto que acababa despreciando lo concreto y lo práctico.
Tras la guerra civil de 1948, don Julio, pese a formar parte del bando derrotado, permaneció en el país. Una tarde, iba don José Figueres Ferrer, presidente del Junta Fundadora de la Segunda República, a bordo de un automóvil, cuando vio a don Julio, ya de setenta y siete años de edad, haciendo fila en la parada del autobús. Apenas llegó a su despacho, don Pepe pidió que le averiguaran de cuánto era la pensión que recibía Julio Acosta. La suma era modestísima y don Pepe dispuso aumentarla a un monto que le permitiera vivir con mayor holgura. El propio don Pepe le comunicó por carta a don Julio el aumento de su pensión. En su respuesta, don Julio, en vez de repetir lo de la paga y la gloria, no solo le agradece a su adversario político el amable gesto, sino que se atreve a solicitarle que le aumente también la pensión a Mimita, la viuda de Federico Tinoco. Don Pepe, por supuesto, accedió a la petición.
INSC: 0948
Julio Acosta García firma, por Costa Rica, el acta de fundación de la
Organización de las Naciones Unidas. San Francisco, California, 1945.


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