miércoles, 30 de agosto de 2017

Datos biográficos de Daniel Oduber Quirós.

Oduber. Joaquín Alberto Fernández Alfaro.
EUNED. Costa Rica. 1996.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Costa Rica, Máster en Artes por la Universidad McGill de Canadá y Doctor en Filosofía por la Universidad de la Sorbona, en París, Francia, Daniel Oduber Quirós (1921-1991) es considerado el Presidente de Costa Rica con mayor nivel de preparación académica. Hombre inteligente y culto, hablaba varios idiomas y, en su juventud, fue actor de teatro, poeta, cantante y bailarín de tango así como destacado deportista en las disciplinas de natación y basquetball. Tenía apenas catorce años cuando, como miembro del equipo de la Gimnástica Española, levantó el trofeo del Campeonato Nacional de Basquetball de 1935.
Tras la temprana muerte de sus padres y de su hermano mayor, José Francisco, vendió algunas de las propiedades que había recibido como herencia y, con lo recaudado, tanto él como su hermana menor, Dora, cursaron estudios en Canadá.
Miembro del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, llegó a ser editor de la revista Surco y coordinó la recopilación y edición del Ideario Costarricense. Interrumpió sus estudios para regresar a Costa Rica e integrarse, como secretario, a la Junta Fundadora de la Segunda República, presidida por don José Figueres Ferrer. Daniel Oduber no combatió en la guerra civil de marzo de 1948, pero sí tuvo una activa participación en el frente de batalla durante las invasiones calderonistas de diciembre de 1948 y enero de 1955.
Fue uno de los fundadores del Partido Liberación Nacional en 1951, dentro del cual mantuvo un fuerte liderazgo durante exactamente cuarenta años. En su carrera de servicio público ocupó diversos cargos. Fue embajador itinerante en Europa en los años cincuenta y Canciller de la República de 1962 a 1965. Tuvo la experiencia de ser diputado de oposición, de 1958 a 1962, durante el gobierno de don Mario Echandi Jiménez, así como de ser diputado de gobierno, de 1970 a 1973, durante la tercera administración de don Pepe. En este período, ocupó además la Presidencia de la Asamblea Legislativa y, con su temperamento firme, cauto, metódico y disciplinado, mantuvo en orden los debates parlamentarios, forzó a los oradores a ir al grano y evitó confrontaciones innecesarias y discusiones extensas. 
Ana María Quirós Quirós.
Madre de Daniel Oduber Quirós.
Perdió las elecciones presidenciales de 1966 ante el Profesor José Joaquín Trejos Fernández, pero logró alcanzar la presidencia de la República en 1974 a pesar de que la mayoría de los electores no votó por él. La oposición no logró unirse y la suma de los votos por los candidatos Fernando Trejos Escalante, Rodrigo Carazo Odio y Jorge González Martén, que se presentaron por separado, fue mayor a la que recibió Liberación Nacional.
Hay quienes consideran que Oduber fue un estadista pero, por el crecimiento desmedido del aparato del Estado durante su administración, sería más exacto llamarlo un "estatista". Oduber creía en un Estado grande, fuerte e involucrado en prácticamente todas las actividades de la vida del país. Para cada problema, en vez de buscar una solución, creó una institución. El Banco Central acabó financiando la costosa aventura del Estado Empresario que, a la larga, no fue capaz de brindar los frutos esperados. La carga de este experimento social estatista, cayó sobre los hombros del sector privado que, durante su gobierno, no obtuvo el apoyo que merecía y necesitaba. Hasta las organizaciones privadas de beneficencia sufrieron la intromisión del Estado en sus actividades que, a la larga, como en el caso de la unificación hospitalaria bajo la Caja del Seguro Social, las obligó a entregar activos.
Pese a lo dicho, la administración Oduber gozó, en su momento, de gran popularidad tanto a nivel local como internacional. El filósofo formado en Francia, supo manejar una hábil política exterior, mantuvo buenas relaciones con otros gobernantes del área, especialmente con Carlos Andrés Pérez, de Venezuela y Omar Torrijos, de Panamá y, tras su paso por la presidencia, se convirtió en figura protagónica de la Internacional Socialista y fue un orador muy aplaudido en foros de numerosos países.
Porfirio Oduber Soto (1888-1944).
Padre de Daniel Oduber Quirós.
Durante el gobierno de Daniel Oduber, el escritor chileno Alberto Baeza Flores publicó el libro Daniel Oduber una vida y cien imágenes, en el que, de manera bastante caótica y con un poco disimulado afán propagandístico, llenaba de elogios al gobernante. Mucho más completo, estructurado y documentado, es el libro Oduber, de Joaquín Alberto Fernández Alfaro, publicado por la EUNED en 1998.
La obra de Fernández Alfaro, más que una biografía propiamente dicha, es una recopilación de datos que, en capítulos independientes, logra brindar una visión general de las múltiples facetas de este interesante personaje de nuestra historia. Generosamente ilustrado, incluye fotografías poco conocidas de sus antepasados, así como de su infancia y juventud. Reproduce, en una de sus páginas, hasta las calificaciones del Colegio Seminario, en que el joven Daniel Oduber obtuvo en todas las asignaturas "uno corrido".  Los padres paulinos alemanes, que regentaban el Seminario, utilizaban el sistema de evaluación de su país natal, en el que la nota máxima, que significaba "sobresaliente", era un uno.
Daniel, doña Ana María, Dora, don Porfirio y José Francisco.
Verdaderamente interesantes son las notas genealógicas sobre los ancestros del expresidente. Las genealogías Jiménez (desde Domingo, el coplero), así como Soto, Alfaro y Quirós, son bastante conocidas, pero el apellido Oduber es poco común en Costa Rica y, de hecho, la familia del expresidente, que es la única que lo ostenta, tiene muy pocos miembros. Francisco Oduber Eckemeyer, descendiente de franceses, nació en las Antillas Holandesas y fue bautizado en Coro, Venezuela. Tras cursar estudios de Química y Filosofía en Alemania, contrajo matrimonio en 1886 con doña Eloísa Soto Alfaro (hermana del presidente Bernardo Soto). De ese matrimonio nacieron tres mujeres y un único varón, don Porfirio Oduber Soto, padre de don Daniel. Don Daniel, por su parte, tuvo dos hermanos: José Francisco, que murió siendo adolescente, y Dora, que contrajo matrimonio en California y se radicó en Estados Unidos. 
Don Daniel Oduber Quirós y su esposa, doña Marjorie Elliot, tuvieron dos hijos. Luis Adrián y Ana María que, según parece, deben de ser las únicas dos personas con el apellido Oduber en Costa Rica.
El abuelo materno de don Daniel, don Justo Quirós Montero, fue un rico cafetalero y directivo del Banco Anglo Costarricense. El arzobispo Carlos Humberto Rodríguez Quirós, por su parte, era hijo de doña Luz Quirós, hija de don Justo, hermana de Ana María, la madre de don Daniel. Es decir, el arzobispo y el presidente de la República eran primos hermanos. Como en el gabinete de Oduber figuraron como ministros don Rodolfo Quirós González, don Rodolfo Eduardo Quirós Guardia y don Vidal Quirós Berrocal, en algún momento Constantino Láscaris, en un artículo, y Hugo Díaz, en una caricatura, se refirieron a la "Quirocracia". La familia Quirós, como se sabe, fue el tema del libro Arbol Criollo, de Otto Jiménez Quirós, en el que, de manera jocosa, se repasan episodios descabellados que los parientes habrían preferido mantener en secreto.
El libro de Joaquín Alberto Fernández permite conocer mejor la trayectoria de Daniel Oduber paso a paso. La figura, la obra y las acciones del gobernante, son conocidas y discutidas, pero la gran mayoría de los costarricenses desconoce al niño estudioso o al joven inquieto que, en palabras de su amigo de toda la vida, Danilo Jiménez Veiga, "siempre improvisó caminos y modos para salirse con la suya".
Daniel Oduber Quirós (1921-1991)
Presidente de Costa Rica de 1974 a 1978.
Aunque solamente durante un año, 1949, Daniel Oduber Quirós fue profesor de Introducción a la Filosofía en la Universidad de Costa Rica, su apoyo al desarrollo de la educación superior en el país fue constante. Desde la Asamblea Legislativa, impulsó la creación del Instituto Tecnológico y la Universidad Nacional. Ya como Presidente, fundó la Universidad Estatal a Distancia, la Comisión Nacional de Préstamos para Educación y el Sistema Nacional de Radio y Televisión Cultural. A pesar de su manía estatista, Daniel Oduber fue quien autorizó el funcionamiento de la UACA, primera universidad privada de Costa Rica. Aunque la actividad política lo alejó de la vida académica, Daniel Oduber fue galardonado con el Premio Nacional de Historia y recibió doctorados Honoris Causa de las universidades de Yale, Kent y Emory.
La única crítica que se le puede hacer al libro de Joaquín Alberto Fernández Alfaro sobre Daniel Oduber, es que no se haya atrevido (o no haya querido), entrar en los aspectos polémicos de su personaje. Oduber fue admirado y rechazado, querido y odiado, tanto dentro como fuera de su partido. Los cuestionamientos de que fue objeto fueron numerosos y frecuentes. Las acusaciones que se le hacían eran tan serias que, en más de una oportunidad, él mismo llevó el asunto a los tribunales. Era pública y notoria, tanto dentro como fuera de Liberación Nacional, la clara diferencia de criterios y la poco disimulada rivalidad entre Oduber y don Pepe. Su confrontación llegó a niveles extremos que, en más de una ocasión, trascendieron al público. El Grupo Acción Patria, que acusaba de corrupción al gobierno de Oduber, estaba constituido por liberacionistas. La figura de Oduber fue controversial hasta el último día. El 12 de octubre de 1991, en la asamblea que celebraba los cuarenta años de la fundación del Partido Liberación Nacional, a Oduber, que había sido seriamente cuestionado por haber recibido dinero de personas con oscuros antecedentes, no se le permitió hacer uso de la palabra y al día siguiente amaneció muerto.
El libro de Joaquín Alberto Fernández, que más que biografía es un homenaje, no profundiza en ninguno de estos episodios amargos. Las únicas págicas polémicas del libro son las que afirman que, en las elecciones de 1966, en que Unificación ganó la presidencia, pero Liberación obtuvo mayor número de diputados, se dio ese resultado porque en varias mesas a los liberacionistas se les dieron dos papeletas para diputados y ninguna para presidente, mientras que a los opositores a Liberación. se les dieron dos papeletas para presidente y ninguna para diputados. La afirmación, verdaderamente seria, se basa en un documento, escrito por el propio Oduber, que lo único que demuestra es que no fue un buen perdedor.
Solamente una vez, en el Teatro Nacional, tuve oportunidad de encontrarme en persona con Oduber. Era un señor alto y muy serio, que respondió a mi saludo con un firme apretón de manos. Un amigo mío, que lo trató de cerca, decía que Oduber era tan metódico y organizado que, cuando lo invitaban a cualquier actividad, incluso a una reunión social, al confirmar su asistencia anunciaba la hora en que iba a llegar y la hora en que se iba a ir y cumplía con lo programado con una puntualidad espantosa.
Sobre él se ha dicho todo lo bueno y lo malo imaginable. Abarcar todas sus facetas, en un solo libro es, quizá, misión imposible. Su vida, su obra, su pensamiento y su figura en general, son mucho más complejas de lo que pudieran parecer de primera entrada. Quizá en el futuro aparezcan otros libros dedicados más específicamente a sus facetas de filósofo, ideólogo, político, diplomático, parlamentario, gobernante y poeta.
De la pequeña antología incluida en el libro de Fernández Alfaro, reproduzco, para cerrar esta nota, el tercero de los romances que el joven Daniel Oduber, de apenas veintidós años, publicó en 1943.


III

Siempre de ti la presencia
en las cosas sepultadas.
Tu gesto de loto inerte
dormido encima del agua:
tumba de pétalos rotos
sobre la hierba mojada,
rama tronchada y ya seca,
remanso tras la cascada.
Recuerdo de otro recuerdo,
maltrecha barca en la playa,
inquietud de hace diez años,
conversación agotada.
Pero siempre tu presencia
en las voces olvidadas:
como muerte de la muerte
eres rosa deshojada.

INSC: 2737
1886. A la izquierda, Francisco Oduber Eckemeyer, abuelo del Presidente Daniel
Oduber Quirós y, a la derecha, Carlos Guardia Barrios, abuelo del Presidente
Rafael Angel Calderón Guardia. Una de las raras fotografías incluidas en el libro
Oduber de Joaquín Alberto Fernández.




domingo, 20 de agosto de 2017

Materia jubilosa. Poesía de Julio Valle Castillo.

Materia Jubilosa. Julio Valle Castillo.
Editorial Nueva Nicaragua, 1986.
El libro Materia Jubilosa, de Julio Valle Castillo, fue publicado en 1986 pero, de acuerdo con las fechas que aparecen al final de algunos de los poemas, tal parece que fue escrito entre 1977 y 1982, es decir, poco antes y poco después de la caída de Anastasio Somoza Debayle y la toma del poder por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. 
Pese al dolor acumulado por una larga lucha en que se perdieron muchísimas vidas, después de la caída de una dictadura tan prolongada que parecía eterna, por primera vez en décadas en Nicaragua empezaba a mirarse el futuro con optimismo. Lo que pasó luego ya es otra historia, así que concentrémonos en el momento. Terminaba un largo y doloroso capítulo en la vida del país y empezaba una nueva etapa que, de primera entrada, parecía prometedora.
La alegría, el júbilo, era el sentimiento imperante en medio de los destrozos que habían dejado los enfrentamientos armados y el luto que se guardaba por los seres queridos que habían perecido en ellos. Los caídos, cuyos nombres eran recordados con admiración y agradecimiento, adquirieron categoría de héroes. La memoria se remontaba muchos años atrás, hasta el héroe principal, Augusto César Sandino, llamado El General de los hombres líbres, primera víctima del primer Somoza.
La vida de Sandino fue trágica desde antes de su nacimiento. Su padre, Gregorio Sandino, era un rico hacendado que tuvo hijos con varias campesinas que trabajaban en sus tierras. La Margarita Calderón, madre de Sandino, fue una de ellas. Aunque fue reconocido por su padre y llevó su apellido, por ser hijo de una aventura extramarital, la categoría del niño Augusto fue, en la casa paterna, apenas algo más alta que la de los numerosos peones. 
Augusto César Sandino. (1895-1934)
Durante los últimos años veinte y primeros años treinta del siglo pasado, Sandino lideró una rebelión armada contra la presencia de tropas militares norteamericanas en su país. Invitado por el presidente Juan Bautista Sacasa a firmar la paz, Sandino acudió a la cita pero fue secuestrado y asesinado poco después del encuentro. El General Anastasio Somoza García, quien tendió la trampa, acabó derrocando al poco tiempo al presidente Sacasa.
Hubo repetidos intentos por sacar a Somoza del poder, pero todos fracasaron. A la larga, Somoza murió durante una cirugía tras recibir los disparos de Rigoberto López Pérez quien fue ametrallado inmediatamente después del atentado y tal parece que actuó solo. Los hijos de Somoza, Luis y Anastasio, lograron controlar el gobierno durante más de veinte años tras la muerte de su padre, pero finalmente, Anastasio Somoza Debayle acabó abandonando el poder y el país en 1979.
Todo el dolor de la lucha y toda la alegría del triunfo es lo que Julio Valle Castillo logró plasmar en su libro Materia Jubilosa. Pero no se trata de una crónica, ni de un ensayo histórico, ni, mucho menos, de un manifiesto político o un panfleto progandístico, sino de un libro de poemas verdaderamente hermosos, con tenue sabor agridulce, que parece escrito con sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos.
Bellísima es la dedicatoria. "A todos los muertos porque ellos han puesto la vida", como también es bellísima, definitivamente bellísima, es la primera parte, titulada Ronda tribal para el nacimiento de Sandino, en que con imágenes bucólicas retrata el parto y la infancia del héroe, en cuyos labios pone un monólogo impresionante.
Se ocupa luego, hombre por hombre, de los hombres del Estado Mayor de Sandino, nicaragüenses, salvadoreños y hondureños. Salta luego en el tiempo hasta la matanza de Monimbó, en que la Guardia Nacional atacó la población poco después del asesinato del Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Continúa con epitafios de los caídos en la lucha contra la tiranía, dedica a cada uno un poema. Desde los más conocidos, como Rigoberto López y Leonel Rugama, hasta aquel cuyo nombre se ignora. La última parte es la más personal, en que menciona a seres queridos cercanos, amigos y familiares, con quien compartió angustias e ilusiones.
La alegría y el optimismo tras el fin de la dictadura de Somoza fueron intensos, aunque hayan durado poco. No creo que haya hoy nadie que soporte leer los discursos, proclamas, manifiestos, ni propuestas gubernamentales de aquella época. Todo lo dicho entonces, ya se sabe, terminó en letra muerta. Pero quien se acerque a los poemas de Materia Jubilosa, de Julio Valle Castillo, inevitablemente entrará en sintonía con las emociones, tanto dolorosas como alegres, que, en determinado momento de su historia, estremecieron a todo un pueblo.
INSC: 1990

Augusto César Sandino.
Mientras la Margarita cumple el oficio 
de la mujer preñada que es soñar despierta
hace los menesteres del día: lava y tiende
cocina y vuelve, va y viene y anda dormida
se le caen los párpados, bosteza y bosteza
refriega los ojos llorosos de leña verde.

Otro hijo nacerá sólo de mujer
que la madre es madre para cien hijos
que el hombre padre para ninguno

Si el padre desmemoriado alguna vez lo reconoce, 
recuerda la aventurita
el desliz de la carne
si ya el cabeza de familia honorable teme la mancha
en la solapa y el corbatín
al instante que posa para la foto
con botines de charoles y zapatos blancos de tango,
busca al niño y mete al hijo por el zaguán de la casa
a ser hijo-de-casa, a comer con los criados y conciertos
a vestir ropa vieja, en desuso, de los hermanos.
Y así llega a la adolescencia
y el adolescente a hombre correcto:
capaz de guardar los negocios del padre.
Manojo de zacate, güate, perro bueno, fiel y moto.

El poeta Julio Valle Castillo.

sábado, 19 de agosto de 2017

Mons. José Vicente Salazar y la JOC de Costa Rica.

Memorial a Mons. Dr. José V. Salazar
Fundador de la Juventud Obrera Católica
de Costa Rica. Francisco Vindas Chaves.
Ediciones CECOR, Costa Rica, 1995.
Existen numerosos estudios históricos sobre la acción social de la Iglesia católica en Costa Rica, pero la mayoría de ellos suele concentrarse en las figuras de los obispos Bernardo Augusto Thiel y Víctor Manuel Sanabria, así como en el reformismo del General Jorge Volio y, salvo la honrosa excepción de La Iglesia y el sindicalismo en Costa Rica, de James Backer, suelen pasar por alto la obra y figura de Monseñor José Vicente Salazar Arias (1913-1962), quien fue el lider la Juventud Obrera Católica, dirigió un agerrido semanario, fundó un instituto secular y construyó el templo de la Medalla Milagrosa en calle 20.
En 1995, la Conferencia Episcopal de Costa Rica publicó una investigación realizada por el Dr. Francisco Vindas Chaves sobre la vida y obra de este prelado. El libro brinda un retrato bastante completo de este singular personaje, así como de sus múltiples y, en ocasiones, polémicas actividades.
José Vicente Salazar Arias nació en San José, el 8 de abril de 1913. Fue el primero de los tres hijos que tuvieron José Joaquín Salazar Peraza y Melchora Arias Porras. La familia era muy católica. Siendo joven, su madre quiso ingresar como religiosa en la congregación de las Hermanas de Sión, e incluso viajó a Francia con tal propósito pero, por motivos de salud, regresó a Costa Rica y eventualmente acabó contrayendo matrimonio. Su abuelo paterno, Dionisio Salazar, era ebanista y le enseñó el oficio a su hijo, José Vicente Aguilar Peraza quien era además sacerdote. Los confesionarios de la catedral metropolitana de San José fueron elaborados por el padre José Vicente Salazar Peraza, cuyo nombre sonó como posible candidato al episcopado tras la muerte de Monseñor Thiel en 1901.
Al igual que su tío y tocayo, José Vicente Salazar Arias, optó por el sacerdocio. Como tenía la cara redonda y colorada, en el Seminario le pusieron el apodo de "Manzanita" que, muchos años después y por las mismas razones, también se le dio a Monseñor Román Arrieta Villalobos.
Como el joven seminarista destacó en los estudios, el arzobispo Rafael Ottón Castro lo envío a Europa, en 1938, para que obtuviera un doctorado. En Bélgica, su primera parada en el viejo continente, José Vicente Salazar conoce a quien sería su modelo y mentor, Monseñor Joseph Cardijn (1882-1967), fundador de la Juventud Obrera Católica, gran figura del catolicismo de acción social, quien, casi al final de su vida, fue nombrado cardenal.
La II Guerra Mundial estalló al año siguiente de su arribo a Europa y, aunque logró culminar con éxito su doctorado, sufrió penurias por el conflicto. Cinco jóvenes estudiantes costarricenses quedaron atrapados en Italia por la guerra: el padre Salazar, Otto Jiménez Quirós, que estudiaba arquitectura, Carmelo Calvosa Chacón, Fernando Escalante Pradilla y Carlos Collado Martínez, que estudiaban medicina. Salvo Carlos Collado Martínez, que fue asesinado por los nazis y en cuya memoria se levantó un monumento frente al edificio metálico, los demás estudiantes lograron volver al país, pero a su regreso estaban tan flacos que hasta a sus propios familiares les fue difícil reconocerlos.
Mons. José Vicente Salazar Arias.
(1913-1962)
El padre Salazar regresó en 1942 y tuvo oportunidad de acompañar a sus padres en sus últimos días. Ambos murieron, con una semana de diferencia, en 1943.
Solamente durante un tiempo, y bastante breve por cierto, el padre Salazar ejerció un curato. Fue párroco de Heredia. En Europa, además de aprender a hablar italiano, francés y alemán, estudió a fondo la Doctrina Social de la Iglesia y quiso dedicar sus energías a la promoción cultural e intelectual de los jóvenes trabajadores. La Juventud Obrera Católica (JOC) nació en Bélgica en 1924, fundada por Mons. Cardijn. El 27 de noviembre de 1942, el mismo año de su retorno a la patria, el padre Salazar fundó la JOC de Costa Rica, que pronto logró atraer a numerosos afiliados. Como tribuna y medio de comunicación, publicaba un periódico, El luchador, que circuló sin interrupción cada sábado, desde el 29 de mayo de 1943 hasta el 28 de junio de 1959. El semanario se identificaba como "Organo de combate de las organizaciones obreras católicas" y tenía como propósito "la elevación cultural, religiosa, moral, económica y social de los trabajadores de Costa Rica."
En el libro aparecen reproducidos varios artículos de tono encendido y vehemente, con llamadas a la acción más que a la reflexión. Los temas iban desde las secuelas del divorcio hasta la incoveniencia de los contratos del Estado con las compañías privadas generadoras de energía eléctrica. Las propuestas eran en alguna medida de tono socialista, pero la posición era claramente antibolchevique. Se criticaba al capitalismo y al mercado tanto como al marxismo y a la Unión Soviética. Pese al contenido incendiario de su periódico, el padre Salazar sostenía que la JOC no era, ni sería jamás, un movimiento político.
El 15 de setiembre de 1943, en el desfile a propósito de la promulgación de las Garantías Sociales, los jóvenes de la JOC desfilaron separados de los trabajadores afiliados a la confederación sindical Rerum Novarum, que dirigía el padre Benjamín Núñez y que contaba con el apoyo de Monseñor Sanabria.
Aunque ambos mantenían cierta cortesía en su trato, las diferencias del padre Salazar con Monseñor Sanabria eran profundas y frecuentes. Salazar no estuvo de acuerdo con la decisión del obispo de retirar a los padres paulinos del Seminario y nombrar en su lugar, como formadores, a sacerdotes locales con menor preparación intelectual. También le preocupaba la cercana relación de Sanabria con el líder comunista Manuel Mora Valverde. El padre Salazar mantenía correspondencia con Monseñor Giovanni Battista Montini (el futuro Papa Pablo VI) a quien había conocido en Roma en sus tiempos de estudiante y se dice que escribió a Roma (no se sabe si a Montini o a alguien de menor jerarquía), acusando a su obispo de comunista. 
Entre otras actividades, el padre Salazar fundó La Casa de la Juventud, una pensión para estudiantes y jóvenes trabajadores, el Instituto Vocacional San Pío X y el Instituto Secular Opus Mariae, conocido como "los pericos", por su hábito verde. También creó una organización católica de Boy Scouts para, según él, contrarrestrar la influencia masónica de la organización. Entonces aún no estaba claro si Sir Robert Baden-Powell, el fundador de los Boy Scouts, era masón, pero tras una polémica que sostuvo el padre Salazar con el escritor Roberto Brenes Mesén, Monseñor Sanabria le ordenó mantenerse fuera del escultismo.
Pese a la situación tensa que mantenía con el padre Salazar, Monseñor Sanabria acogió calurosamente la visita que realizó Monseñor Cardijn, fundador de la JOC, a Costa Rica y participó, junto con el Presidente Teodoro Picado, en el congreso nacional de la organización.
En 1948, sin comprometer a los miembros de la JOC en la declaración, el padre Salazar manifestó clara y abiertamente su apoyo a don José Figueres Ferrer. Una vez instalada la Junta Fundadora de la Segunda República, presidida por don Pepe, el padre Salazar participó en una fallida iniciativa de la Junta para solicitar a la Santa Sede que creara más diócesis en Costa Rica. Unos vieron en esta actuación un intento de remover a Sanabria, mientras que otros consideraron que Salazar, en el fondo, no hacía más que procurar su propio nombramiento como obispo.
Tras la muerte de Monseñor Sanabria, su sucesor, Monseñor Rubén Odio tuvo, al menos al inicio, una buena relación con el padre Salazar. Lo nombró canónigo y le brindó total apoyo a sus iniciativas. Sin embargo, tras un incidente en el congreso mundial de la JOC, en Roma, el arzobispo destituyó al padre Salazar de su cargo y puso en su lugar al padre Francisco Herrera Mora. Al momento del cambio, la JOC de Costa Rica estaba ya prácticamente disuelta. El padre Salazar quedó aislado en su Casa de la Juventud, contigua al templo, dedicado a la Medalla Milagrosa, que había construido en calle 20. Cuando alguien lo visitaba solía responder que se encontraba a gusto en su "caracolito".
Monseñor Odio murió el 21 de agosto de 1959 y pasaron más de ocho meses antes de que se anunciara su sucesor. Durante ese periodo, se pensó que existían posibilidades de que Monseñor Salazar fuera nombrado obispo. Era joven y había demostrado estar lleno de energía, tenía título de Doctor, hablaba varios idiomas y, pese a sus conflictos con los obispos Sanabria y Odio, tenía buenas relaciones con el clero, su conducta era intachable y su apego a la doctrina indiscutible. Contaba, además, con poderosas amistades, entre ellas el cardenal Montini, con quien se carteaba y el cardenal Carlo Chiarlo, que había sido Nuncio Apostólico en Costa Rica y le tenía en alta estima.
Pero todas las ilusiones de los simpatizantes del padre Salazar se vinieron abajo el 7 de mayo de 1960, cuando fue anunciado el nombramiento de Monseñor Doctor Carlos Humberto Rodríguez Quirós, como nuevo arzobispo de San José.
Si las relaciones del padre Salazar fueron tensas con Sanabria y Odio, con Monseñor Rodríguez Quirós alcanzaron puntos de verdadera confrontación, ya que no compartían puntos de vista en casi ningún asunto. Mucho más enérgico y mucho menos paciente que sus predecesores, Monseñor Rodríguez Quirós no estuvo dispuesto a tolerar un cura que actuara por la libre como si no hubiera autoridad sobre él y lo tuvo a mecate corto y bajo estricta vigilancia.
En 1961, el padre Salazar celebró sus veinticinco años de sacerdocio con un almuerzo al que invitó a trescientas personas pobres, entre las que había mendigos e indigentes, a quienes atendió espléndidamente y despidió con regalos. Al año siguiente falleció a la edad de cuarenta y nueve años.
Poco antes de morir, viajó a Italia y visitó al Padre Pío de Pieltrecina. El libro recoge el testimonio de alguien que afirma que el padre Pío se le acercó a Monseñor Salazar y le dijo: "Nunca serás obispo. Regresa a tu tierra, porque tu hora está próxima."
INSC:  2736

martes, 15 de agosto de 2017

Poesía de Joan Bernal en Puerto Rico.

Como si doliera la quietud de un árbol.
Joan Bernal. Travalis. Puerto Rico. 2016.
Un poeta es alguien que logra retratar un paisaje completo con solamente mostrar la gota de agua en la punta de la hoja. Alguien que logra revivir un período completo de vida al evocar un único instante. El poeta invita a entrar en reflexiones profundas y acompaña durante el recorrido a quienes aceptan el llamado, sin abrumarlos con largas peroratas.
Las cimas de exactitud, decía Federico García Lorca, son difíciles de alcanzar para filósofos, sabios y eruditos, porque a ellas solamente son capaces de llegar los poetas.
Un único verso de pocas palabras, encierra con frecuencia más verdades que un tratado voluminoso. 
La palabrería es una distracción molesta en cualquier género literario, pero muy especialmente en la poesía. Si el poeta cayera en la tentación de la retórica, perdería el rumbo dentro de un laberinto. El poeta no pretende demostrar, argumentar ni convencer, sino, simplemente, compartir. Espera que alguien, al otro lado de la página impresa, lea sus versos con su propia voz y descubra en ellos algo que de alguna manera reconozca como propio.
La lectura de Como si doliera la quietud de un árbol, el poemario de Joan Bernal publicado en Puerto Rico, por la editorial Travalis, me ha hecho volver a reflexionar sobre ese misterioso don de los poetas que les permite decir tanto en tan pocas palabras.
Gracias a la generosidad del propio Joan Bernal, que es mi amigo cercano desde hace muchos años, tengo en mi biblioteca todos los libros que ha publicado. Son libros delgaditos, de pocas páginas, pero en su interior albergan todo un universo de imágenes, emociones y reflexiones.  
Todos los libros de Joan Bernal han sido para mí un deleite y una revelación. Este libro en particular, me ha hecho recordar las palabras de Jorge Luis Borges, cuando afirmó que "la poesía procede de la emoción recordada en la serenidad."
Profundos e intensos, los poemas renuncian a ser patéticos, exaltados o retóricos y se leen en el mismo tono moderado y sereno en que fueron escritos, pero evocando la experiencia de suma alegría, suma tristeza o sumo dolor que los provocaron.
Otra aseveración de Borges calza a la perfección con esta obra. Decía el maestro argentino que "la poesía es, a la vez, íntima y general, porque las cosas que le ocurren a un hombre le ocurren a todos."
Joan Bernal, en una línea, declara que "Yo solo estoy aquí mirando lo que pienso".
Y piensa sobre el amor, sobre la vida, y sobre la muerte. Evoca instantes pasajeros, que tal vez forman ya parte de un pasado lejano, pero cuya memoria persiste por la intensa emoción que experimentó al vivirlos. 
No todo en esta vida son alegrías. Muchas cosas no son como debieran o como uno deseara. Pero Joan Bernal, pese a ser un poeta altamente sensible al dolor propio y al ajeno, tiene claro que el mundo no es perfecto y se alegra por ello. Con fina ironía declara que ni él mismo ni ninguna de las personas que conoce, podría tener un lugar en un mundo perfecto.
Como si doliera la quietud de un árbol, es el primer libro de Joan Bernal en que se aventura a publicar textos largos no escritos en versos. Pero incluso en esas disertaciones, o en su asombroso Inventario, queda claro que, aunque su pensamiento es profundo y su mirada es aguda, su inevitable vocación literaria es la poesía.
Muy apreciado y respetado en Costa Rica, Joan Bernal, que nunca ha pretendido la fama y es más bien esquivo al protagonismo, poco a poco, casi de boca en boca, se ha ido dando a conocer en otras latitudes. Este poemario, por ejemplo, es el primer libro suyo publicado en Puerto Rico, en el que se incluye, además de nuevas creaciones, una pequeña muestra de poemas publicados en sus libros anteriores.
En las primeras páginas, por ejemplo, aparecen los hermosos versos de Los sentidos del paraguas, métafora del abriga, aunque sea en parte, las circunstancias del entorno y evocación a una ausencia que, paradójicamente, a la larga acabó convirtiéndose en una presencia constante.
Puerto Rico es una isla con una larga tradición poética por lo que estoy seguro que los lectores puertorriqueños apreciaran en todo lo que vale estos poemas en los que todo, las reflexiones profundas, las evocaciones meláncolicas, las momentos de vida, las aspiraciones y los sueños (tanto los elevados como los cotidianos), son enunciados con concisión y belleza.
En la tapa del libro, aparece una breve nota biográfica de Joan Bernal. Le agradezco mucho que, entre sus publicaciones, que ya son abundantes y prestigiosas en distintos países, tenga la gentileza de mencionar La Libreta, una modesta revista de corta vida que ya solo pocos amigos recuerdan.

INSC: 2747




domingo, 13 de agosto de 2017

La obra en prosa de Eunice Odio.

La obra en prosa de Eunice Odio.
Rima de Vallbona. Editorial Costa Rica
Costa Rica, 1980
Aunque su vida fue corta y solamente llegó a publicar tres libros de poesía, Eunice Odio ha llegado a ser considerada una de las grandes figuras de la literatura costarricense. Se le han erigido dos monumentos, uno en la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica y otro en los jardines del Teatro Nacional. En los años noventa, su nombre identificó a un memorable taller de poesía activa en que figuraron valiosos escritores jóvenes del momento. Convertida en figura de referencia, cada cierto tiempo algún artículo mantiene despierto el interés por esta gran escritora. Su poesía, pese a lo enigmática que pueda resultar en ciertos momentos, no deja de cautivar a los lectores que entran en contacto con ella.
En una de sus cartas, Eunice comentó, con cierta amargura y hasta resentimiento, que Octavio Paz le dijo "en el colmo de la solemnidad", que su poesía, como la de Blake, Saint John o Pound, al crear una mitología propia, es de la que nadie entiende hasta años, o incluso siglos, después de que los autores han muerto.
Lamentablemente y sin que hubiera que esperar tanto, la poesía de Eunice Odio empezó a ser conocida en Costa Rica cuando ella ya había fallecido.
Nacida en San José, en 1919, Eunice fue una niña curiosa e inquieta que, desde muy pequeña, solía escaparse de la casa para explorar el mundo. Aunque la ciudad de San José no pasaba de ser un pueblo grande en que todos se conocían, sus padres sufrían cada vez que tenían que salir a buscarla. Sin embargo, en cuanto aprendió a leer, dejó de vagabundear sola por las calles y comenzó a sumergirse en el mundo de los libros. Pocos años después de la muerte de su madre, Eunice, muy joven aún, contrajo matrimonio pero la unión no duró mucho.
En 1945, como casi todos los jóvenes inquietos de su generación, publicó algunos escritos suyos en el Repertorio Americano que dirigía don Joaquín García Monge. 
Su primer libro de poesía. Los elementos terrestres (1948), ganó un premio centroamericano en Guatemala. Eunice fue a recogerlo y, fascinada por la intensa actividad social y cultural del gobierno del Dr. Juan José Arévalo. se estableció en Guatemala de 1948 a 1953. Adoptó la ciudadanía guatemalteca, viajó por todo el istmo centroamericano, entabló amistad con Claudia Lars, Miguel Angel Asturias, Augusto Monterroso y Otto Raúl González, y hasta participó activamente en política. En Guatemala, escribió su segundo libro Zona en territorio del alba, que acabaría siendo publicado en Argentina en 1953. Desilusionada de la izquierda guatemalteca del Dr. Arévalo y de su sucesor, el Dr. Arbenz, Eunice se trasladó a vivir a México, país del que también adoptó la nacionalidad y donde escribió su tercer libro, considerado por muchos su obra maestra, El tránsito de fuego, que fue publicado en El Salvador en 1957.
Eunice Odio en su vestido de novia.
Eunice Odio se marchó de Costa Rica cuando era joven y nunca regresó. Los costarricenses, por su parte, le perdieron la pista y, como ya se dijo, su obra empezó a ser conocida en el país cuando ya ella había muerto. Hay quienes han interpretado esta circunstancia como un conflicto entre la escritora y sus coterráneos. En una de sus cartas, Eunice se refiere a sus paisanos como "los costarrisibles", pero el asunto se ha sobredimensionado. Es verdad que Eunice fue severa y tajante en su ensayo sobre la historia de Costa Rica, pero también lo fue al referirse a la realidad de Guatemala o de México, los tres países de los que fue ciudadana. Tenía una mente con gran sentido crítico y no se andaba con rodeos a la hora de expresar sus opiniones. Sin embargo, sus argumentaciones siempre fueron inteligentemente sustentadas y nunca se rebajaron al nivel de resentimientos personales que otros han querido encontrar en sus escritos. De hecho, Eunice estaba muy ilusionada con publicar en Costa Rica y revisó personalmente las pruebas de Territorio del alba y otros poemas, el primer libro suyo que iba a aparecer en el país, editado por EDUCA. Lamentablemente, no pudo llegar a verlo a impreso. En la triste fecha del 23 de marzo de 1974, Eunice fue encontrada muerta en su apartamento de la ciudad de México. El único poema suyo, publicado durante su vida en Costa Rica, fue Proyecto de un caballo, incluido en la antología Poesía Contemporánea de Costa Rica, compilada por Carlos Rafael Duverrán y editada por la Editorial Costa Rica en 1973.
Si Eunice no recibió en su país natal la atención que se merecía, se podrían encontrar otros motivos para explicarlo, además de su ausencia. Aunque las creadoras de leyendas han querido pintarla como mujer rebelde, Eunice se declaraba antifeminista, defendía valores familiares tradicionales y consideraba una farsa y una majadería los resentimientos de las mujeres contra la sociedad en que fueron criadas. Rechazaba también el compromiso político en la obra literaria y, a pesar de sus juveniles simpatías por los gobiernos de izquierda en Guatemala, pronto se desencantó de sueños revolucionarios y llegó a manifestar que la simpatías por el comunismo eran una forma ingenua o perversa de promover una tiranía totalitaria. Por otra parte, su poesía, misteriosa y llena de símbolos, se asomaba, hasta en sus episodios eróticos, a un mundo místico lleno de referencias mitológicas, mágicas y bíblicas.
Ella misma dijo: "Tal como entiendo el poeta, es lo contrario de un buscador de sí mismo. El poeta anda buscando a Dios y solo lo encuentra en el fondo de todos los hombres. Y solo es poeta cuando sabe de todos los hombres posibles."
En El tránsito de fuego,  llegó a inventar la palabra pluránimo, porque: "Si un poeta no es la suma de todas las almas, va mal."
Pues bien, una escritora que no era ni feminista ni de izquierdas y cuyos poemas, además, tenían un alto contenido espiritual y estaban construidos con imágenes misteriosas, no calzaba precisamente con el tipo de literatura que se elogiaba en los años sesentas y setentas. Solamente quienes pudieron elevar su visión más allá de la moda del momento, fueron capaces de reconocer en la poesía de Eunice Odio la gran riqueza, belleza y sabiduría que de que estaba llena.
De la poesía no se vive y, por eso, todos los poetas tienen otro oficio. Tanto en Guatemala como en México, Eunice trabajó como periodista. La reconocida investigadora literaria Rima de Vallbona, escuchó por primera vez el nombre de Eunice Odio en labios de un profesor de la Universidad de Middbury, en el Estado de Vermont, cerca de la frontera con Canadá. Hasta allá había llegado la fama de esta escritora a quien los costarricenses desconocían. Deslumbrada al descubrir la obra de esta compatriota de la que no tenía noticias previas, se puso a rastrear, además de sus poemas, sus artículos periodísticos y, en 1980, publicó La obra en prosa de Eunice Odio, en que aparecen ensayos, reseñas de libros, relatos y algunas de las muchas cartas que Eunice le escribió a su amigo, el editor venezolano Juan Lizcano.
Eunice Odio. (1919-1974)
Lamentablemente, el libro no incluye el ensayo que publicó en 1948 sobre la historia de Costa Rica, que es en verdad valioso. Además, como la gran mayoría de obras que se han publicado sobre Eunice, comete el error de ubicar su nacimiento en 1922, cuando en realidad tuvo lugar en 1919. Pero, aparte de estos dos pequeños detalles, el libro es una buena muestra de la amplia cultura, la clara inteligencia, el fuerte temperamento y el estilo contundente y sincero de esta gran escritora costarricense.
En sus comentarios sobre arte y literatura, tanto los elogios como los reclamos están sólidamente argumentados. Fustiga a Siquerios y denuncia que el muralismo mexicano ha llegado a un punto de estancamiento. La reseña que hace de Estirpe Sangrienta, de Pedro Joaquín Chamorro, es tan amplia como emotiva. Al comentar Las buenas conciencias, de Carlos Fuentes, considera que, tras La región más transparente, en esta segunda novela hay un progreso evidente y cierra diciendo que Fuentes, "bien podría depararnos algo que, viéndolo bien, no sería del todo una sorpresa."
Logra ser punzante, irónica y hasta humorística, cuando la situación lo amerita. Al comentar los cuentos de la escritora Guadalupe Amor, (cuyo apellido es antónimo al suyo) los califica como "genuina cursilería" e invita a verla hundirse en "un pantano de mermelada". Sus cuentos, dice, "son, ni más ni menos, chismes de diversos matices y del peor gusto. Homosexuales, solteronas, amantes frustradas, desfilan por el libro, no como una galería de títeres -¡ojalá lo fueran!- sino como una colección de trajes y sombreros pasados de moda,"
La poesía de Eunice Odio, por su complejidad y riqueza simbólica, es posible que requiera algún tipo de esfuerzo, o al menos voluntad y apertura, para entrar en sintonía con ella. Pero sus ensayos, relatos y reseñas son de una contundencia transparente. En cada página, no desaprovecha la oportunidad de compartir su manera personal de comprender el arte, en general, y la literatura, en particular.
En poesía, afirma, oscuro es lo que no trasciende. Hay obras que se llaman oscuras, pero son más bien difíciles de penetrar. Eunice Odio descreía en el arte a la moda, en el éxito taquillero, en seguir la cantaleta del momento. Más que complacer al lector con un texto entretenido, amigable y de fácil digestión, prefería invitarlo a realizar un pequeño esfuerzo por alcanzar una sintonía que acabaría deparándole emociones intensas y reflexiones profundas.
INSC: 1185

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