Aquí y ahora. Alberto Cañas. Editorial Costa Rica. Costa Rica, 1965. Incluye la novela La labor de una vida. |
Al romance entre un hombre viejo y rico, con una mujer pobre y joven, suele dársele, de manera casi automática, la que pareciera es la explicación más evidente. El viejo anda en busca de placeres carnales con una joven de fresca belleza, mientras que la muchacha pretende que su amante, canoso y barrigón, le proporcione lujos y diversiones que ella no podría costearse. Visto así, está claro que cada uno puede brindarle al otro lo que más le hace falta y la relación, mientras dure, será sostenida, en ambos extremos, por puro interés. La pasión y la generosidad suben y bajan juntas. A más cariñitos, más regalitos. A menor arrebato, menor patrocinio.
Sin embargo, es probable que, en este tipo de relaciones, tanto él como ella, tengan otros motivos para estar juntos más allá del sexo y el dinero.
Don Alberto Cañas explora esa posibilidad en su novela La labor de una vida, que narra el romance entre Paco Castillo y Nina Molina. A Paco, ya con bastantes años encima, le ha ido bien en la vida, podría decirse que sin merecerlo, mientras que a Nina, en su breve existencia y también sin merecerlo, le ha tocado sufrir bastante. Para decirlo en términos costarricenses, Paco ha sido "derecho" mientras que Nina ha sido "torcida".
No faltará quien considere que una novela sobre el romance entre un viejo divorciado y una joven viuda no es más que literatura ligera. Al respecto cabe anotar que quien lea La labor de una vida simplemente para entretenerse y divertirse, no saldrá defraudado. La trama avanza a un ritmo acelerado que no deja espacio al tedio, cada uno de los personajes que aparece, así sea fugazmente, tiene su gracia y su encanto y la ráfaga de situaciones, absurdas y descabelladas pero muy comunes en este tipo de relaciones, están escritas de manera tan concisa y contundente que inevitablemente se acaban leyendo con una sonrisa en los labios.
Lo del supuestamente inevitable intercambio de sexo por dinero ni siquiera se menciona ya que, en el periodo que abarca la novela no se ha llegado a ese punto. Nina le da a Paco una que otra caricia y uno que otro beso, pero no pasa de allí. Paco, por su parte, la lleva a pasear y la invita a comer sin que que esas salidas impliquen gastos exorbitantes.
Los detalles de cómo se conocieron y la forma gradual en que empezaron su relación son en verdad simpáticos pero tampoco vale la pena detenerse en ellos. Lo verdaderamente interesante es ir descubriendo por qué dos personas tan diferentes acabaron juntas. Más allá de la edad y el nivel de ingresos, los temperamentos y las experiencias de vida de Paco y Nina no podían ser más distintos. A Paco le había ido bien y a Nina le había ido mal pero, en ambos casos, eso fue un asunto de suerte más que de talento o esfuerzo. Paco, propietario de una exitosa empresa comercial, era bastante tonto. Nina, empleada en un puesto humilde, era inteligente. Paco, que venía de una familia en que hubo hasta un prócer, cuyo horrible retrato su madre le enseñó a reverenciar desde que tuvo memoria, era ignorante. Nina, hija de un profesor de literatura, despeinado y con ropa mal planchada, era culta. Paco era débil, Nina era fuerte. Pero la mayor diferencia entre ellos radicaba en que Nina era una mujer independiente dispuesta a tomar sus propias decisiones que fue capaz, cada vez que lo consideró oportuno y necesario, de desafiar la autoridad de sus padres y de su marido, mientras que Paco había estado toda su vida bajo el control de su madre (que en la novela se llama simplemente "doña señora" porque el narrador confiesa que no hay manera que recuerde su nombre) primero, y de Elena, su esposa, después.
Pese a sus dificultades y su precaria situación económica, Nina había vivido a su manera, mientras que Paco, a pesar de sus millones, había estado sometido, casi sin darse cuenta, a la voluntad de otros. Su madre, Doña Señora, había dominado a Paco desde antes de concebirlo. Elena, su esposa, presumía ante sus amigas de tenerlo bajo control. Madre y esposa, no solo le escogían la ropa, las comidas y las actividades recreativas, sino que hasta lo obligaban a asistir a numerosos compromisos sociales y culturales sin tomarse la molestia de preguntarle si le interesaban o no.
Paco fue uno de esos niños que ni corren ni juegan, uno de esos colegiales de zapatos brillantes peinado con vaselina que nunca destacó ni en el estudio, ni en el deporte, ni en las travesuras; uno de esos maridos que no son más que la sombra de una señora que, por ser figura protagónica de la alta sociedad, tiene un compromiso distinto para cada día de la semana; uno de esos empresarios que acaban haciendo crecer el capital heredado por pura inercia.
Su divorcio, sobra decirlo, fue su liberación. Y mientras trataba de descubrir cómo se vive libremente, su mirada tropezó con las esculturales piernas de Nina. Sí, al principio la atracción fue puramente física, pero conforme la conociendo más a fondo, llegó a admirar su soltura al hablar y al actuar, su desenfado, su despreocupación, es decir, su libertad, que era lo que él andaba buscando.
Nina, por su parte, al principio también consideró el hecho de que una salida nocturna se disfrutaba más con alguien que, aunque no fuera muy buen bailarín, ordenaba todo tipo de bebidas y bocadillos sin preocuparse por el monto de la cuenta. Ella no pretendía ni aprovecharse de él ni crearle falsas expectativas, por lo que solamente aceptaba sus invitaciones de manera esporádica pero poco a poco fue encontrando atractivo a ese curioso animal, nacido y criado en cautiverio, que acababa de salir de la jaula y quería insertarse al mundo salvaje sin saber cómo.
Aunque mantenían su relación en secreto ante sus respectivas amistades, llegó un momento en que se veían casi a diario. Ellos pertenecían a mundos distintos y, si la cosa continuaba, como todo indicaba que iba a suceder, sería inevitable que Nina le permitiera a Paco entrar en su mundo y Paco llevara a Nina a conocer el suyo. Ella, que tenía más arrojo, dio el primer paso. Un domingo, Paco faltó a su acostumbrado juego de golf semanal en el Country Club y se fue tomado de la mano de Nina a ver un partido de fútbol en el estadio. "A la gradería de sol", presumiría luego ante sus amigos, "que es donde uno se divierte más."
Paco quedó encantado con el mundo de Nina. En las reuniones que organizaba su esposa para beber vinos caros y comer platos extraños con personajes importantes vestidos de etiqueta, Paco, que era anfitrión, se sentía excluido, casi expulsado del grupo. Pero la noche de año nuevo que pasó con Nina y su familia, comiendo carne asada en el patio de la casa, fue tan bien acogido que llegó a sentirse miembro de pleno derecho del clan.
Para introducir a Nina en su mundo, Paco preparó algo así como una escena de cenicienta. Invitó a Nina a un baile en el club más elitista, encopetado y exclusivo del país, al que asistiría toda la crema y nata, natilla y yogurt de la alta sociedad. Allí estarían todos los que viven preocupados por el qué dirán y todos los que siempre dicen algo. Le compró a Nina bolso, vestido, zapatos y joyas para que no desentonara. Todas las asistentes al baile irían arregladas de manera similar, pero Paco estaba seguro de que Nina acapararía todas las miradas por su frescura, belleza y juventud. Al entrar al salón del brazo de aquella hermosura, experimentó una deliciosa sensación de éxito al descubrir que Elena, su exesposa, a la que sentía la necesidad de eliminar de su vida, estaba allí presente. Paco sonreía satisfecho al imaginar los comentarios que, durante semanas, tal vez meses, todos quienes lo conocían acabarían repitiendo en cuanta oportunidad tuvieran.
Cuando la orquesta empezó a tocar música moderna y las parejas de viejitos fueron a sentarse, Paco supo que había llegado el momento de que Nina se luciera bailando los ritmos en que era especialista. Todos los presentes, con la boca abierta, quedaron perplejos, tanto por la gracia y el encanto de la muchacha, como por la audacia del destape de un Paco prácticamente irreconocible. Nunca lo habían visto sudoroso, nunca lo habían visto frenético, nunca lo habían visto despeinado y contento.
La novela queda abierta. No sabemos si Paco y Nina acabaron esa noche por primera vez en la cama, ni si su relación duró mucho o poco después de hacerse pública. Lo que sí queda claro, y es la principal razón por la que vale la pena leer esta novela, es que, más que un intercambio de sexo por dinero, el romance de Paco, viejo y rico, con Nina, pobre y joven, es la historia de dos personas que vivían en mundos distintos y, sin darse cuenta de lo compleja que era la situación, cada uno quería entrar al mundo del que el otro quería salir.
INSC: 2726
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