domingo, 14 de mayo de 2017

El gobierno de Alfredo González Flores.

Administración González Flores.
Armando Rodríguez Ruiz. Editorial
de la Universidad de Costa Rica. 
La idea generalizada es que don Alfredo González Flores fue un presidente que tuvo el valor de ponerle impuestos a los ricos y, por eso, acabó siendo derrocado. Dicha versión está tan extendida que hasta aparece en los libros escolares. Sin embargo, las circunstancias que rodearon su elección, gobierno y caída son mucho más complejas de lo que comúnmente se cree.
Para empezar, González Flores llegó a ser presidente sin haber sido candidato. Las elecciones de 1914, que desembocaron en su nombramiento, fueron un verdadero laberinto de intrigas que aún hoy, a más de un siglo de distancia, resulta difícil comprender.
Para suceder a don Ricardo Jiménez Oreamuno, cuya primer período presidencial fue de 1910 a 1914, se presentaron tres aspirantes. Don Máximo Fernández, por el partido Republicano, el Dr. Carlos Durán por el partido Unión Nacional y don Rafael Yglesias Castro por el partido civil. Acabó siendo famosa la opinión de don Ricardo quien dijo: "De los republicanos me gusta el partido, pero no el candidato, del Unión Nacional me gusta el candidato pero no el partido y de los civilistas no me gusta ni el candidato ni el partido."
La campaña fue intensa porque aquellas elecciones eran las primeras en que el gobernante sería electo por voto popular y directo, en vez de ser designado por un Colegio Electoral. El ganador, por amplia mayoría en seis de las siete provincias, fue don Máximo Fernádez. El Dr. Durán que ganó en Cartago y obtuvo significativo apoyo en el resto del país, quedó en segundo lugar y muy atrás quedó don Rafael Yglesias, cuyos resultados fueron en verdad decepcionantes. Ninguno de los tres obtuvo el cincuenta por ciento requerido para ser electo y la Constitución de entonces establecía que, en ese caso, el Congreso debería elegir entre los dos que hubieran obtenido mayor número de votos. Estaba claro, entonces, que la elección sería entre don Máximo y el Dr. Durán pero en los días previos a la sesión parlamentaria, empezaron las reuniones entre líderes de todos los partidos para establecer pactos. La intención de Yglesias era lograr (y no se sabe cómo pero la obtuvo), la renuncia de don Máximo Fernández para poder regresar a la lucha y vencer a Durán en el Congreso. La mayoría de los diputados eran republicanos por lo que serían ellos quienes acabarían decidiendo. 
Para no hacer larga la historia (que es larguísima y extraña), al final los tres candidatos renunciaron y el Congreso acabó eligiendo como presidente al herediano Alfredo González Flores, propuesto (más bien impuesto) por su compañero del partido Republicano, don Federico Tinoco Granados.
En aquella sesión se hicieron célebres las palabras de don Arturo Volio Jiménez, quien, en su primer día como diputado y en su primera intervención en el plenario, empezó diciendo: "Yo sé que estoy asistiendo a una farsa, pero al menos estoy del lado de los que ríen y no de los que hacen reír."
El nuevo presidente, joven, soltero y prácticamente desconocido, empezó su mandato con la popularidad en cero. No era nada personal, pero todos los ciudadanos que habían votado, ya fuera por Fernández, por Durán o por Yglesias, estaban defraudados. Las primeras elecciones con voto popular y directo dieron como ganador a alguien que no había recibido ni un solo voto popular y directo.
Serio, metódico, estudioso, don Alfredo González Flores desglosaba minuciosamente los problemas nacionales, elaboraba análisis y propuestas llenas de cifras y gráficos, leía línea por línea los proyectos de ley y era capaz de escribir páginas enteras de alegatos llenas de citas y referencias. Reservado, tímido y callado, evitaba los debates y discusiones y pretendía gobernar desde la burbuja de su biblioteca. Tal parece que no lograba comprender que, en una hoja de papel, es fácil solucionar todos los problemas del país y hasta del mundo, pero que al intentar llevar la propuesta a la práctica, era necesario negociar, convencer o, ya en otro estilo, lograr imponerse. González Flores no tenía ni la firmeza de José Joaquín Rodríguez o Rafael Yglesias, que gobernaron de manera tiránica, ni la habilidad para navegar con calma aguas turbulentas, que caracterizó a don Cleto González Víquez y don Ricardo Jiménez Oreamuno. Entre los epítetos con los que, desde el inicio de su gestión, se calificó a González Flores, el más frecuente no tenía, en verdad, nada de ofensivo. Decían que aquel abogado joven y soltero al que habían puesto de presidente para salir del paso no era más que "un teórico."
Alfredo González Flores (1877-1962).
Por este traje a cuadros, uno de sus favoritos
recibió el apodo de Chinilla, que es como en
Costa Rica se llama a este tipo de diseño en
la tela.
El pueblo empezó a hacer chistes sobre su persona (por su traje favorito le pusieron el apodo de Chinilla), quienes escribían en la prensa hacían burla de sus propuestas, la oposición en el Congreso era feroz, los empleados públicos se oponían a sus disposiciones, los comercianes, exportadores, cafetaleros y banqueros escuchaban sus proyectos que, aunque interesantes, consideraban inviables. A la larga, don Alfredo perdió hasta el apoyo de su propio partido, el Republicano, y acabó prácticamente solo, sostenido únicamente por Federico Tinoco, quien lo llevó al poder, lo mantuvo en el cargo y, a la larga, acabó derrocándolo.
Los años que gobernó Alfredo González Flores (1914-1917), no fueron nada tranquilos. Además del estallido de la I Guerra Mundial, que trastornó el comercio internacional, el país se vio inmerso en toda clase de conflictos a los que el joven gobernante debió hacer frente.
El historiador Armando Rodríguez Ruíz hizo un detallado recuento de la época en el libro Administración González Flores, publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica. El trabajo tiene la extraña particularidad de ser ampliamente documentado y, al mismo tiempo, totalmente parcializado. Todos los hechos reseñados, así como todas las citas incluidas, vienen con la referencia de las fuentes consultadas, pero en ocasiones el autor se permite soltar el editorial de manera más que apasionada. Comprendo que un historiador está en su derecho de manifestar sus simpatías o antipatías por los personajes históricos que estudia, pero palabras como "Solo en una mente enferma o malintencionada sería capaz de engendrarse semejante idea" y otras salidas de tono por el estilo, acaban siendo tropiezos molestos en la lectura.
A veces, por no resistirse a soltar la perorata, el autor cae en inocentadas. Cuando el gobierno de González Flores dispuso nombrar a Roberto Brenes Mesén como diplomático en Washington, envió una carta al Departamento de Estado Americano, para saber si estaban de acuerdo con el nombramiento. Al mencionar el documento, don Armando Rodríguez Ruíz suelta un amargo lamento: "Esta actitud del gobierno costarricense pone de manifiesto. muy claramente, su dependencia de la voluntad de la gran fuerza estadounidense. Por desgracia, actitud de sometimiento que deja mucho que desear y nada que admirar. Amarga realidad que vivieron y aún viven las pequeñas y las grandes naciones americanas." Pese a la reacción del historiador, las comunicaciones de este tipo son, más que normales, rutinarias. Antes de enviar un diplomático al exterior, se le pide el beneplácito al gobierno del país de destino. Esta práctica, sobra decirlo, es común en todos los países del mundo y nada tiene que ver con sometimiento o dependencia.
A pesar de su falta de mesura al expresar su opinión personal, el trabajo de recopilación que hizo don Armando Rodríguez Ruiz permite comprender mejor los asuntos que eran tema del día durante el gobierno de Alfredo González Flores.
Preocupaba el aumento del consumo de alcohol, la prostitución y el juego en la ciudad capital. A altas horas de la noche, los juerguistas corrían a toda velocidad en sus automóviles. Los moralistas pretendían imponer una ley seca, los liberales sostenían que el gobierno no debe vigilar la vida privada de nadie y los moderados proponían algún tipo de regulación.
Los empleados públicos vieron reducidos sus salarios para poder pagar los gastos de los partidos en las pasadas elecciones. Pese a predicar austeridad, el gobierno de González Flores creo nuevos altos puestos, incluyendo las Subsecretarías de Estado y el costo anual de su gabinete casi llegó, en el primer año, a ser el doble del de don Ricardo. 
En quince fincas bananeras de la United Fruit Company los trabajadores se declararon en huelga. También hubo huelgas de panaderos y otros artesanos en San José. El movimiento obrero, que ya se manifestaba en las calles, empezaba a organizarse. Juan Rafael Pérez fue uno de sus primeros líderes.
San Ramón, San Carlos, Palmares y Alfaro Ruiz pretendieron separarse de Alajuela y convertirse en una nueva provincia. Hubo un plebiscito, en que ganó la opción separatista, pero al final nada se hizo. Santo Domingo, por su parte, pretendió separarse de Heredia y convertirse en un cantón de San José, pero tampoco se llegó a concretar nada. También quedaron en puras buenas intenciones la idea de crear una fábrica de cemento, propuesta por Lesmes Jiménez, o el proyecto de construir una línea férrea entre Puntarenas y Cañas.
En el plano internacional, se trabajaba en el arreglo de límites con Panamá y existía cierta tensión por las pretensiones de Emiliano Chamorro por construir un canal interoceánico en Nicaragua.
Las finanzas públicas y privadas andaban mal. El registro de la propiedad estuvo seis meses sin incluir ningún traspaso. Sobre todas las fincas, grandes y pequeñas, pesaban altos gravámenes. El Banco Mercantil quebró poco después de que el gobierno se decidiera a retomar el proyecto de abrir el Banco Internacional, ideado originalmente por los hermanos Lindo. Mientras Cecil Lindo empezaba a exportar panela a Europa, el país debió importar carne.
También se debatía por entonces la importancia de que el obispo fuera costarricense. El primer obispo, Anselmo Llorente y la Fuente, había nacido en Cartago, pero el segundo y el tercero, Bernardo Augusto Thiel y Juan Gaspar Stork, eran alemanes. También en el plano religioso fue tema de polémica el regreso del padre José Manuel Quirós Palma S.J. En 1884 se había establecido una ley que prohibía el ingreso de jesuitas al territorio nacional, pero no estaba previsto el caso de que el jesuita que pretendiera entrar fuera costarricense.
Los grandes temas eran la guerra europea, el contrato petrolero que impulsaba Lincoln Valentine y los proyectos de colonización que se esperaba desarrollar. El gobierno no disponía de recursos más que para sus gastos ordinarios y hubo hasta una disposición de suspender cualquier proyecto que implicara la inversión de dineros públicos. Para colmo de males, hubo un escándalo al descubrirse un desfalco en la Fabrica Nacional de Licores por un monto superior a los seis mil colones, en una época en que podía comprarse una hectárea de tierra a menos de cien colones.
Para liberar de la carga tributaria a las personas de menores recursos, el gobierno de Alfredo González Flores quitó los impuestos al comercio interno de mercancías y, en su lugar, gravó, de manera progresiva, las propiedades inmobiliarias. La medida fue mantenida durante el gobierno de su sucesor, Federico Tinoco, y fue la base del actual impuesto territorial.
Como las primeras obras públicas inauguradas por Alfredo González  fueron el establecimiento de la Escuela Normal, en Heredia y el alumbrado público de Heredia, surgió la idea de que el nuevo gobernante se concentraría en favorecer su provincia natal. 
Sin embargo, don Alfredo, casi desde que ocupó el cargo, realizó giras por todo el territorio nacional. El libro cuenta en detalle la trágica aventura de su viaje a Talamanca y Sixaola. Cuando venía en la lancha de regreso a Limón se desató una tormenta, la embarcación se hundió y los ocupantes debieron regresar a nado, de noche y bajo la lluvia, a la costa. Ya daban al presidente por muerto cuando apareció en Limón, con la barba crecida, la ropa sucia y un hambre de varios días. Afortunadamente, todos los de la comitiva sobrevivieron, pero tuvieron que caminar media costa caribeña para dar la buena noticia.
El libro Administración González Flores nos permite descubrir que el gobierno de don Alfredo fue mucho más que bancos, impuestos y pleitos con los poderosos. Tan misteriosos como los entretelones de su nombramiento, son los motivos de su caída. Nunca, ni en el propio día de su designación, contó con un sector definido que lo apoyara. Sus incondicionales, si los tuvo, estaban todos en el reducido puñado de personas que componía su equipo de colaboradores más cercanos. Todos, desde los líderes políticos hasta el más humilde ciudadano, tenían claro que Alfredo González Flores era presidente "mientras tanto". Su nombramiento había sido la salida a una situación sin salida.
Es triste decirlo, pero a don Alfredo lo quitó quien lo puso. Todos se preguntan: ¿Por qué Federico Tinoco derrocó a don Alfredo? pero pocos cuestionan ¿Por qué lo propuso? ¿Por qué lo sostuvo? y, muy especialmente, ¿Por qué no lo dejó terminar el periodo de cuatro años si ya solo faltaba uno?
Don Alfredo González Flores nació en 1877. Fue nombrado presidente en 1914 a los treinta y seis años de edad y derrocado tres años después. Murió a los ochenta y cinco años en 1962. Desde su expulsión de la presidencia, se mantuvo el resto de su vida fuera de la política.
INSC: 0644

1 comentario:

  1. "Las razones de que Cóbano, Lepanto y Paquera quedarán bajo la administración del Puerto son históricas, el extremo de la Península de Nicoya fue colonizado vía marítima, incluso entiendo que hasta la electricidad llegó desde el Puerto originalmente, no entiendo cómo ahora semejante hecho lo hacen parecer una desacertada decisión del presidente.
    La creación de los impuestos directos, el Banco Internacional, las políticas asistenciales en medio período de guerra.... El Estado intervencionista benefactor que hizo de este país un referente en América Latina, surge precisamente en esa administración, por mucho uno de los mejores ex presidentes de este país"

    Comentario del Prof. Benigno Castro Vargas..

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