Dr. José María Castro Madriz, paladín de la libertad y de la cultura. Rafael Obregón Loría. Costa Rica. 1949 |
En 1949, a propósito del centenario de la fundación de la República, don Rafael Obregón Loría publicó un pequeño folleto biográfico sobre el Dr. Castro en el que logró resumir, en pocas páginas, la semblanza y la obra de este singular personaje de nuestra historia.
José María Castro Madriz nació en San José, el primero de setiembre de 1818 (tres años antes de la Independencia), hijo único de don Ramón Castro Ramírez y doña Lorenza Madriz Cervantes. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento por su tío paterno, el padre José Antonio Castro. Otro tío sacerdote, pero del lado materno, don Juan de los Santos Madriz, sería fundamental en su formación académica.
No había, en ese tiempo, escuelas organizadas con programas y asignaturas, por lo que la primera educación del niño José María consistió en clases más o menos regulares con Rafael Ramírez, Nazario Toledo y Rosalía Cortés. Con ellos aprendió a leer y a escribir, nociones básicas de aritmética y algo de ciencias naturales. Los conocimientos de gramática, geografía, historia y filosofía los adquirió por sí mismo con los libros de la amplia biblioteca de su tío, el padre Madriz, quien orientaba sus lecturas. Muchos años después, el ya Doctor Castro hizo lo que pudo para que su tío fuera nombrado primer obispo de Costa Rica, pero sus gestiones no tuvieron éxito.
Tras haber leído la biblioteca entera, con apenas veinte años de edad, el joven Castro partió a León, Nicaragua, donde estaba la universidad más cercana, en la que no solo logró ser admitido sin dificultad, sino que obtuvo el Bachillerato en Filosofía por suficiencia apenas llegó.
Permaneció estudiando tres años en León y, en noviembre de 1841, recibió su Doctorado en Derecho Civil. Un dato curioso, es que el Secretario de la Universidad de León, que le entregó el título, era el General y Doctor Máximo Jerez, sería padrino de bautismo de Rubén Darío y, cerca de medio siglo después, durante la temporada que Darío vivió en Costa Rica, uno de sus amigos más cercanos sería Ramón Castro Fernández, hijo del Dr. Castro.
Con su título de Doctor bajo el brazo, don José María Castro Madriz regresó brevemente a Costa Rica y, antes de partir de nuevo a Nicaragua, el joven académico de veintitrés años de edad, logró obtener el compromiso matrimonial con la niña Pacífica Fernández Oreamuno, quien aún no había cumplido los catorce. La boda se celebró en 1842, cuando ya don José María había obtenido un segundo doctorado, esta vez en Filosofía. En ese mismo año, funda el periódico semanal El Mentor Costarricense.
Dr. José María Castro Madriz. (1818-1892) Primer Presidente de Costa Rica. |
Pese a su juventud, Castro Madriz era reconocido por su amplia cultura y todos veían en él gran potencial. El título de Doctor, por el que tanto amigos como enemigos lo llamaron siempre, era pronunciado con verdadera reverencia. El primer cargo público que ocupó, Auditor General de Guerra, le fue otorgado por Francisco Morazán, que por entonces gobernaba Costa Rica. La dictadura de Morazán, con la que Castro simpatizó de entrada pero luego se desencantó, duró poco. El hondureño fue derrocado por Antonio Pinto Soarez, Tata Pinto, pariente político del Dr, Castro quien, aunque apoyó la destitución, no estuvo de acuerdo con el fusilamiento de que fue objeto Morazán.
Castro Madriz pasó a ser ministro en el gobierno de José María Alfaro Zamora. Fue el primer ministro de relaciones exteriores de Costa Rica, cargo que después ocuparía de nuevo en otras administraciones.
El 3 de mayo de 1843, el Dr. Castro funda la Universidad de Santo Tomás, de la que sería primer Rector su tío, el padre Juan de los Santos Madriz. Nazario Toledo, el antiguo maestro del Doctor, así como el propio Castro Madriz, también llegarían a ocupar posteriormente el cargo de Rector de esa casa de estudios. Lamentablemente, la universidad no llegaría a cumplir cincuenta años, ya que fue cerrada en 1888.
Propuso, el 27 de junio de 1845, la reapertura del Hospital San Juan de Dios. El primer intento de fundar el hospital (también llamado San Juan de Dios) había sido en Cartago, pero acabó cerrando por falta de financiamiento adecuado. El nuevo hospital, que se levantaría pocos años después en San José, aunque en sus inicios no era más que unos galerones de adobe, acabó prestando importantes servicios durante la epidemia de cólera.
También presentó la iniciativa, el 13 de noviembre de 1846, de crear una Escuela Normal para formar adecuadamente nuevos maestros de primaria.
Además de ministro, Castro Madriz ocupaba la Presidencia del Congreso y, como vice Jefe de Estado, le correspondió en algún momento ejercer el poder de manera interina.
En 1847 es electo Jefe de Estado a los veintinueve años de edad, convirtiéndose en el gobernante más joven de la historia de Costa Rica. Su récord, por cierto, es imbatible, puesto que la Constitución actual establece un mínimo de edad de treinta años para postularse al cargo. Aunque no tenía función alguna asignada y, en aquel tiempo, ni siquiera se usaba el título de Primera Dama, el récord de doña Pacífica, su esposa, es más imbatible aún. Tenía apenas dieciocho años cuando su marido asumió el poder.
Durante su gobierno, se fundó el liceo de niñas que, aunque parezca una iniciativa de avanzada, no lo era tanto. La idea era que, además de leer y escribir, las niñas aprendieran costura, tejido, dibujo, música, cocina y otras habilidades que, por entonces, se consideraban "propias de su sexo."
Pero quizá la acción más memorable de su gobierno haya sido la declaración, el 31 de agosto de 1848, de Costa Rica como República Independiente. Por esa declaración, el Dr. Castro es considerado el Fundador de la República y, de hecho, es el primero en ostentar el título Presidente de la República de Costa Rica. Tras la independencia, en 1821, las cinco naciones centromericanas habían quedado de alguna forma unidas en la República Federal Centroamericana. El primer país en separarse fue Nicaragua seguida, casi inmediatamente, por Honduras. Al separarse Costa Rica, El Salvador y Guatemala siguieron un tiempo tratando de restablecer la unión, hasta que aceptaron que dicho proyecto era inviable y que cada país del Istmo seguiría su propio camino.
El primer gobierno del Doctor Castro no fue fácil. Hubo intentos por derrocarlo que él, fiel a su estilo, trató de contrarrestar con el diálogo en vez de que con la fuerza. Sus relaciones con su vicepresidente, don Juan Rafael Mora Porras, nunca fueron y nunca serían amistosas y, ni siquiera, respetuosas. Don Juanito Mora forzó al Doctor Castro a renunciar y, no contento con ello, convocó una junta para expulsarlo del país. La intervención inmediata de don Juan Mora Fernández, primer Jefe de Estado de Costa Rica y pariente del nuevo gobernante, hizo que la junta revocara el destierro que ya había sido decretado.
Como Mora siguió hostigando al Dr. Castro, éste decidió realizar un largo viaje por Europa en compañía de don Nazario Toledo y don Vicente Aguilar. En la escuela se dice que el Dr. Castro estableció los colores de la bandera nacional, inspirada en la de Francia, porque admiraba mucho ese país que había visitado. En realidad, la bandera tricolor es de 1848 y el viaje a Francia, de 1850, fue posterior. En Francia, el Dr. Castro fue condecorado con la Legión de Honor, que le fue otorgada por Luis Napoleón, primer Presidente de la República.
A su regreso a Costa Rica, el Dr. Castro fue confinado lejos de la capital por el presidente Mora quien, en 1852, finalmente decidió expulsarlo del país. Durante la ausencia de su marido, doña Pacífica tuvo que hacer milagros para evitar perder todas sus propiedades, sobre las que hubo intentos de embargos e intervenciones.
Al igual que con Morazán, el Dr. Castro apoyó la destitución de don Juanito Mora, pero no estuvo de acuerdo con el fusilamiento.
El nuevo presidente, el Dr. José María Montealegre, nombró al Dr, Castro como Secretario de Estado y le encargó especialmente la tarea de hacer regresar a todas las personas que el presidente Mora había desterrado (incluyento al obispo Anselmo Llorente), o que había confinado en lugares lejanos de la República. También participó como diputado y Presidente de la Asamblea Constituyente y realizó un importante viaje a Colombia, para definir los límites de la frontera sur del país, que fracasó por causas totalmente imprevistas.
En 1866, el Dr. Castro es electo de nuevo Presidente de la República y continuó con sus iniciativas del desarrollo de la educación y en defensa de las garantías y libertades. No pudo terminar su periodo porque fue derrocado por el General Lorenzo Salazar, el mismo que, pese a haber luchado al lado de don Juanito Mora en la Batalla de Rivas, había sido el ejecutor del derrocamiento de Mora. Se dice que el motivo del segundo derrocamiento del Dr. Castro fue su intención de promover la candidatura de don Julián Volio Llorente, su gran colaborador.
Vino luego el gobierno de don Jesús Jiménez Zamora, que acabaría siendo derrocado por Tomás Guardia. Al principio, el Dr. Castro se opuso a Guardia y, por ello, se ganó ser arrestado y encadenado con grilletes. Sin embargo, poco después el Doctor y el General hicieron las paces y Castro pasó a ser ministro de Guardia. Siempre se le ha atribuido a doña Emilia Solórzano Alfaro, la esposa de don Tomás Guardia, la iniciativa por la abolición de la pena de muerte, decretada por su marido. Sin embargo, no es de extrañar que el Dr. Castro también tuviera participación destacada en el asunto, ya que son abundantes los discursos y ensayos en que hace defensa de la inviolabilidad de la vida humana.
Tras la muerte de Guardia, ocupó la presidencia Próspero Fernández Oreamuno, hermano de doña Pacífica. Pero, más que un cuñado, Próspero era como un hijo del Dr. Castro, ya que desde pequeño había vivido en su casa. Un dato curioso de Próspero es que combatió en la guerra contra los filibusteros pero, cuando don Juanito Mora regresó en 1860 tras ser derrocado, Próspero fue a Puntarenas a repeler su retorno.
Tras la muerte de Próspero, el Dr. Castro, convertido ya en ministro permanente, siguió sirviendo en el gabinete de Bernardo Soto.
Al igual que don Julián Volio, el General Guardia, Próspero Fernández y Bernardo Soto, el Dr. Castro era un miembro prominente de la Logia Masónica. Pese a ser un hombre adinerado (tenía cafetales, cañales y fincas de ganado por todo el valle central), llevaba una vida austera. Fiel al personaje, vestía siempre de negro con levita, chaleco, sombrero de copa y bastón. En la solapa lucía la legión de honor y, al caminar por la calle, al ser reconocido por los campesinos descalzos que se topaba en el camino, los saludaba ceremoniosamente inclinándose y quitándose el sombrero. Su manera de expresarse era un tanto rebuscada y, tal vez en nuestra época, podría considerarse algo empalagosa, pero en sus escritos salta a la vista su optimismo, su fe en el futuro y su espíritu de conciliación. No se encuentran, en sus escritos, palabras duras contra nadie y su trayectoria en la compleja época en que le tocó vivir, demuestra que siempre estuvo dispuesto a dejar en el pasado los disgustos y tragos amargos para mirar sin resentimientos y con mayor claridad hacia adelante.
El Doctor Castro fue hijo único, algo raro en su época, pero con doña Pacífica Fernández procreó nada menos que catorce hijos. La considerable fortuna que acumuló, acabó diluyéndose al ser repartida entre tantos y sus nietos acabaron viviendo de manera digna, pero modesta.
Al terminar el gobierno de Bernardo Soto, en 1889, el Doctor Castro puso fin a su larga carrera de cuarenta y siete años de servicio público. Tres años después, el 4 de abril de 1892, murió a los setenta y tres años y medio de edad. En su funeral, fue llamado paladín del derecho, la educación, la libertad y la cultura. Rubén Darío, quien lo trató de cerca, lo había calificado como un hombre "extraño a nuestros tiempos y digno del mármol."
INSC: 2238
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