Antología Poética. Rubén Darío. Prólogo de Carlos Cortés. Editorial Legado, Costa Rica, 2016. |
La obra de Rubén Darío no pierde actualidad. Un siglo después de su muerte, ocurrida en León, Nicaragua, el 6 de febrero de 1916, el Príncipe de las Letras Castellanas continúa ganando lectores y admiradores. Constantemente aparecen nuevas ediciones de sus cuentos y poemas, el encanto de su personalidad no se ha opacado y hasta los más mínimos detalles de su vida siguen despertando gran interés. Aunque los críticos, académicos e historiadores de la literatura no han dejado de repasar sus escritos ni un minuto en los últimos cien años, siguen encontrando en ellos facetas inexploradas llenas de revelaciones sorprendentes.
Siempre he considerado que Darío ilustra a la perfección el antiguo aforismo que reza ARS LONGA VITA BREVIS. Su paso por este mundo fue breve (murió catorce días después de haber cumplido los cuarenta y nueve años de edad). pero el impacto de su arte marcó todo el Siglo XX. En vida fue considerado el maestro de maestros y, tanto en España como en América Latina, no había un solo poeta que no se quitara el sombrero ante él. Eventualmente, la poesía fue tomando luego otros rumbos, cambió el tono, exploró nuevos recursos y optó por formas de expresión muy distintas a las de Darío. Las nuevas generaciones de poetas iban tomando cada vez más distancia de él, pero Darío, bien instalado en su pedestal, fue capaz de sobrevivir el parricidio.
A propósito del centenario de la muerte del gran escritor, la Editorial Legado, que dirige Sebastián Vaquerano, ha publicado una antología muy bien escogida en que se incluyen los poemas más conocidos de Azul, Prosas Profanas, Cantos de Vida y Esperanza y otros libros. Allí están Walt Whitman, A Roosevelt, Salutación del Optimista, Lo fatal, A Margarita Debayle, Los motivos del lobo, entre otros. Quienes deseen tener en su biblioteca una selección de las más célebres páginas de Darío, no deberían desaprovechar la oportunidad de adquirir esta antología.
Le agradezco mucho a Carlos Cortés, autor del prólogo, que haya tenido la gentileza de obsequiarme un ejemplar recién salido de imprenta.
Sobre la poesía de Darío no tengo mucho que decir. Me limito a invitar a leerla a quienes no la conocen e instar a repasarla a quienes ya la han leído.
Me interesa, eso sí, mencionar, y hasta agregar un par de palabras, al texto introductorio de Carlos Cortés, que nos recuerda una gran verdad que debe ser repetida y subrayada: Rubén Darío fue el primer gran escritor latinoamericano.
Una analogía lo deja claro desde la primera línea. Al referirse a la música popular del Siglo XX, John Lennon dijo que antes de Elvis Presley no había nada. Lo mismo puede decirse de Rubén Darío en cuanto a la literatura latinoamericana.
Acertadamente, Carlos llama "despistados" a quienes tratan de regatearle méritos a Darío.
Lector voraz desde su más tierna infancia, Darío llegó a alcanzar un nivel de erudición universal. Conocía a fondo la Sagrada Escritura y la Historia, los clásicos griegos y latinos, las tradiciones orientales y el Siglo de Oro español. Además de Safo o Píndaro, Ovidio o Virgilio, Dante, Shakespeare, Cervantes, Góngora o Quevedo, leía también con entusiasmo a los autores de tiempos más recientes, como Víctor Hugo, Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe o Walt Whitman, así como a contemporáneos suyos como Verlaine o Juan Valera.
Cito a Carlos Cortés: "Darío fue mucho más que un escritor excepcional. Fue una literatura o, como diría Lezama Lima, un sistema poético hecho a imagen y semejanza de su absoluto poder verbal."
Niño prodigio que escribía poemas desde su infancia y empezó a trabajar como periodista en la adolescencia, Darío, con apenas veintiún años, publica Azul (1888), su primera obra maestra, a la que siguieron Prosas Profanas (1896) y Cantos de Vida y Esperanza (1905).
Los libros de Darío lograron, como se dice ahora, éxito de público y de crítica. A los lectores, Darío los fascinaba y a los autores Darío los influenciaba. José Martí y José Asunción Silva nunca llegaron a alcanzar la fama continental y trasatlántica de Darío, cuya legión de admiradores incluía a Lorca, Machado y Juan Ramón Jiménez.
Al principio, sus admiradores eran también imitadores, pero luego vinieron quienes, como Vicente Huidobro, César Vallejo u Octavio Paz, pese a ser profundamente darianos, exploraron nuevos rumbos. Como bien reconocieron en su momento tanto Octavio Paz como Jorge Luis Borges, quienes supuestamente renegaban de Darío, lejos de destruir su obra, acabaron dándole continuidad. Los cuentos fantásticos de Darío, inauguran un género en que muchos, en décadas posteriores, acabarían destacándose. Los poetas que se nutrieron de tradiciones de otras latitudes y se expresaron de manera novedosa, no hicieron más que seguir el ejemplo del maestro al que declaraban rechazar.
Hoy en día, a algunos lectores les resulta difícil comprender la estatura de Darío. Es verdad que la estética de su poesía puede resultar bastante alejada del gusto de nuestra época, pero no por ello deja de impresionar y conmover. Su obra continúa editándose y leyéndose porque, pese a ser ya antigua, nunca ha dejado de ser fresca. Algunos poetas jóvenes se atreven a afirmar que no le deben nada a Darío, sin reparar en el hecho de que fue él quien, hace más de un siglo, abrió el cauce que pronto se convirtió en torrente.
La lista de grandes escritores latinoamericanos es larga. Solo el tiempo dirá cuántos y cuáles de ellos seguirán atrayendo a los lectores y dando de qué hablar cien años después de su muerte.
INSC: 2733
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