Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica. Constantino Láscaris. STVDIM. Costa Rica, 1984. |
Desde su arribo a Costa Rica, en 1956, Constantino Láscaris se interesó por conocer los escritos filosóficos que, a lo largo de la historia, habían sido publicados en el país. Satisfacer su curiosidad fue tarea difícil porque los ensayos de los pensadores costarricenses no fueron recopilados en libros, sino publicados de manera dispersa en periódicos y revistas. Ya metido en la investigación, el propio Láscaris se mostró sorprendido por la abundancia de material que encontró. Como ya había señalado Rubén Darío, "Costa Rica intelectual posee más savia que flores". en el sentido de que, ya en su tiempo, en el país había más ensayistas que poetas.
En 1965, Láscaris publicó el fruto de sus investigaciones en un voluminoso tomo de más de seiscientas páginas titulado Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica. La obra, a pesar de ser una rica fuente de referencias, no generó reacciones. Los intelectuales ticos, ya fueran escritores, historiadores o, incluso, filósofos, no se molestaron en comentarla.
En el prólogo a la segunda edición, Láscaris mismo declaró que a su obra podría criticársele el hecho de no ser un trabajo exhaustivo ni, tampoco, de síntesis. El libro es extenso pero cada apartado apenas brinda datos indispensables.
Cabe señalar, además, que el ambicioso título no corresponde con el contenido. Ni se expone un desarrollo ni se enfoca en las ideas filosóficas. Empieza haciendo una reseña de la enseñanza de la Filosofía en el país, se detiene a repasar las actividades de la Universidad de Sant Tomás, pero el grueso de la obra no es más que una larga lista de notas sobre escritores costarricenses que se ocupan más de sus vidas que de sus obras. A cada uno lo ubica dentro de una corriente filosófica y consigna la referencia bibliográfica de sus obras publicadas pero la atención está en la persona, no en sus ideas.
Quien mucho abarca, poco aprieta. Es natural que en una obra tan extensa los datos erróneos acaben siendo numerosos, pero no deja de ser molesto que la primera línea del texto empiece con un error histórico al afirmar, como un hecho, la leyenda de que el nombre de Costa Rica fue puesto por Cristóbal Colón. Por otro lado, las fechas de nacimiento y muerte de buena parte de los personajes biografiados suelen estar equivocadas por un par de años.
La clasificación a veces es inexplicable, especialmente por la falta de citas textuales de los autores. Joaquín García Monge y Omar Dengo aparecen como "anarquistas" y el obispo Bernardo Augusto Thiel como "doctrinario católico." Los títulos mismos de los apartados son bastante curiosos. Al pensamiento socialcristiano lo trata por su nombre, pero a la Social Democracia la llama "Social estatismo".
Constantino Láscaris (1923-1979). |
Hay también omisiones de peso. En el apartado de los liberales no incluyó a don Juan Trejos Quirós, quien sí aparece en otro capítulo como estudioso de la Psicología. En la sección sobre pensamiento socialcristiano incluye a Jorge Volio, Mons. Víctor Manuel Sanabria y el Dr. Calderón Guardia, pero no se refirió a don Carlos María Jiménez Ortiz, quien no se menciona del todo. En la parte dedicada a la estética, aparecen el poeta Rogelio Sotela, don Francisco Amighetti y Max Jiménez, quienes fueron ante todo creadores y no teóricos. En la sección de filosofía poética solamente incluyó a Fernando Centeno Güell.
Pero lo verdaderamente desconcertante es la forma en que presenta a los autores. Láscaris, en el prólogo, advirtió: "He procurado ser objetivo y expositivo; no he evitado, sin embargo, dar juicios y opiniones cuando se me han ocurrido."
Ciertamente muchos de sus comentarios solamente pueden ser considerados como ocurrencias.
Al referirse a Teodoro Olarte lo presenta con estas palabras: "Vasco macizo; de presencia que impone respeto, distancia al principio y afecto pronto; fumador de pipa que posee una mente rigurosamente metafísica." Pues bien, quedamos enterados de que el profesor Olarte era un vasco macizo (lo que sea que eso signifique) y que fumaba pipa. Lo que no queda claro es por qué consideró importante mencionarlo
Más inexplicable aún es la forma en que se refiere a Mons. Sanabria. El arzobispo Víctor Manuel Sanabria Martínez, además de clérigo, fue historiador, genealogista, traductor del alemán y empresario periodístico. Autor de rigurosas investigaciones, había obtenido con honores su doctorado y fue figura protagónica en la reforma social de los años cuarenta así como mediador en la guerra civil que empezó poco después. Haciendo a un lado todo esto, Láscaris lo presenta diciendo: "Víctor Sanabria era por su aspecto un indio puro."
Ciertamente las facciones del arzobispo correspondían más a las de un aborigen que a las de un europeo, pero en América Latina, donde todos somos mestizos, no es algo que llame la atención. Láscaris publicó su libro cuando ya tenía una década de vivir en Costa Rica, es decir, no estaba recién llegado, así que es difícil de comprender las razones por las que dejó esa ocurrencia por escrito. Por otra parte, Láscaris no tuvo oportunidad de conocer en persona a Sanabria, quien murió años antes de su arribo al país. En todo caso, juzgar a un pensador por su aspecto no tiene sentido, como tampoco lo tiene hacerlo por su biografía. Salvo lo que se refiere a su formación, la vida personal, así como las andanzas y aventuras de un filósofo, no pasan de ser un aspecto anecdótico sin mayor relevancia para conocer sus ideas.
Lo rescatable y verdaderamente valioso de Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica son las referencias bibliográficas. Quien tenga el interés de buscar ensayos publicados en el país, encontrará en esta obra referencias de gran utilidad. Todo lo demás, lamentablemente, es prescindible, ya que las numerosas biografías aparecen agrupadas en una clasificación caprichosa y están aderezadas con datos erróneos y ocurrencias desconcertantes.
INSC: 1800
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