María sin Casa y sin Amo. Alejandra Gutiérrez. Editorial Costa Rica. Costa Rica, 1980. |
María Espino, la protagonista de la novela María sin Casa y sin Amo, de Alejandra Gutiérrez, ha sufrido tanto que se ha convertido en poco más que una sombra. Pese a ser una sobreviviente de mil tragedias, ha llegado a ser un fantasma en vida que, en distintos lugares y circunstancias, ha enterrado a sus hijos, a sus amigos y a sus amantes. Perdió a sus hijos en las guerras, le quemaron su casa cien veces, la desterraron y, para poder regresar a un paisaje que le fuera familiar, aunque ya no quedara en él nadie que la recordara, debió darle la vuelta al mundo.
Al principio del relato la encontramos cerca del río. Ella hubiera querido contemplar, desde la orilla, su propio cuerpo dejándose llevar corriente abajo. Imagina que recogerían más abajo, hinchada y mordida por los peces. Pero la novela no es, como parece de primera entrada, la crónica de un suicidio, sino la bitácora de un largo viaje a través del tiempo, del espacio y de las emociones.
Para quienes gustan de datos concretos, se puede consignar que la novela está ambientada en Chile. Varias pistas así lo indican. Sin detenerse en descripciones y casi sin mencionarlos, de alguna manera se adivina la presencia de los altos montes y el desierto. La protagonista suspira porque haya "tanta vida y tanta muerte en un país tan pequeño y delgado". Se citan, repetidas veces, versos de Gracias a la Vida, de Violeta Parra. En algún momento aparece un carabinero, la protagonista se abriga con poncho y de vez en cuando, entre las pocas palabras que dice en voz alta, utiliza expresiones coloquiales chilenas. Sin embargo, más que un sitio geográfico concreto, los episodios de la novela ocurren dentro de la memoria de María, un espacio que ha llegado a ser caótico y confuso, en que las imágenes, los hechos y los diálogos se suceden de manera incoherente e inconexa.
No es posible brindar una semblanza cronológica de los hechos. En esta novela, uno no sabe qué ocurrió primero y qué pasó después. Ni siquiera está clara la distinción entre lo ocurrido y lo imaginado, puesto que en la mente de María hay una mezcla de recuerdos, pesadillas, alucinaciones y anhelos. En el recuento de su viaje, no se sabé si va al norte o al sur, si se aleja o regresa, qué le sucedió de ida y qué de vuelta, a dónde va ni de dónde viene.
Abrazando con fuerza su guitarra, para protegerla de los bamboleos de la carreta, María, ante la avalancha de recuerdos que no la dejan ni un minuto en paz, repasa la conversación que sostuvo con el caballo del carabinero y evoca al viejo misterioso, que hacía agua por los ojos mientras sus manos se convertían en raíces, hasta que solamente quedó su sombrero al lado del camino.
Cuando lo imaginario se torna real, lo real deja de serlo. María llora, pero aquello no era llanto, reza, pero aquello no era un rezo.
En el fondo, María es el único personaje de la novela. Sus hijos, amantes, esposos y parientes, no son más que recuerdos borrosos. El cojo, el caballo del carabinero, los compañeros de viaje en la caravana, que muy probablemente ni siquiera existan, sino que hayan sido creados por su imaginación, pasan frente a ella como sombras y acaban disolviéndose como sal, o azúcar, en el agua.
Hay, en la novela, alguna referencia social planteada de manera muy sutil. Los que sufren, como multitudes opacas, marrones o grises, marcharon tras una bandera roja con la aspiración de hacer "el hombre nuevo". Solamente María, la loquita, se atrevió a preguntar si "la mujer nueva" formaba también parte del plan.
El libro está lleno de imágenes sugerentes que, muy probablemente, esconden un buen número de mensajes ocultos. Quien ahonde en los simbolismos que pudieran encerrar los diversos elementos de la novela encontrará, sin duda, amplio material para profundos temas de reflexión. No es mi intención descifrar todo lo que en esta obra hay de misterioso. Una narración literaria, por enigmática que sea, no es un acertijo y, en todo caso, como decía Max Jiménez, "todo esto está escrito de manera distinta para cada uno."
Al terminar de leer María sin casa y sin amo, lo que queda no es el recuerdo de una historia convencional con planteo, desarrollo y desenlace, sino más bien la sensación de haberse sumergido en un sueño algo confuso en el que el sufrimiento acecha, la huida es constante y la esperanza está aún viva.
INSC: 2723
No hay comentarios.:
Publicar un comentario