lunes, 2 de marzo de 2020

Escarceos literarios de don Víctor Guardia Quirós.

A mi amigo Tomás Guardia Yglesias, nieto de don Víctor.

Escarceos Literarios.
Víctor Guardia Quirós.
Imprenta Borrasé, San José, Costa Rica. 1938
Los abogados pasan la mayor parte de su tiempo leyendo y escribiendo. Sin embargo, no por eso se les considera grandes lectores ni, mucho menos, grandes escritores. Muchos de ellos, después de pasar todo el día leyendo notificaciones y expedientes, no están dispuestos a leer ni una página más en sus ratos de ocio. Tras haber redactado apelaciones, escrituras, actas y contratos, no les queda energía ni paciencia para escribir un poema, un cuento o una reflexión sobre  alguno de los tantos aspectos de la vida.
Los libros que publican los abogados, generalmente son de interés exclusivo para los colegas, aunque siempre hay honrosas excepciones. Don Víctor Guardia Quirós (1873-1959), cuyo nombre aparece de manera fugaz pero constante en los libros de historia de Costa Rica es una de ellas. Hijo del General Víctor Guardia Gutiérrez y de doña Esmeralda Quirós Morales, cursó sus estudios de Derecho en La Sorbona, donde se graduó en 1897. Fue muy activo en el ejercicio de su profesión y, además de los numerosos e importantes clientes que atendía en su bufete, tuvo una brillante carrera de servicio público. Magistrado desde 1908, llegó a ser Presidente de la Corte Suprema de Justicia, cargo al que renunció, podría decirse que de manera ejemplar y hasta heroica, cuando sus compañeros magistrados, presionados por el poder ejecutivo, se echaron atrás en un recurso de Habeas Corpus que ya habían votado favorablemente. En el primer gobierno de Don Cleto González Víquez, don Víctor fue subsecretario de Relaciones Exteriores. También fue electo diputado, pero estuvo en el cargo solamente durante unos pocos meses. Ocupó su curul en mayo de 1916 pero, en enero del año siguiente, por el golpe de Estado de Federico Tinoco, el Congreso del que formaba parte se desintegró.
Tanto su padre, don Víctor Guardia Gutiérrez, como su célebre tío, el General Tomás Guardia Gutiérrez, participaron como oficiales en la Campaña Nacional contra los filibusteros de William Walker. Muchos años después, en 1921, cuando parecía que iba a estallar una guerra entre Costa Rica y Panamá, a don Victor Guardia Quirós también le tocó empuñar las armas y movilizarse hasta la frontera, pero al final no fue necesario que entrara en combate ya que el asunto se resolvió por las buenas.
Publicó varios tratados de Derecho y numerosos ensayos especializados. Hombre de amplia cultura gran lector de filosofía y obras literarias, ejerció también el periodismo. Inevitablemente afrancesado por su años de estudiante en París, su prosa fue en algún momento comparada con la de Renán, por su elegancia, y con la Voltaire, por su ironía. Desde 1912, además de editoriales y reportajes, publicaba cuentos, reseñas, reflexiones y hasta poemas en La República, periódico que dirigía. En 1951, ingresó a la Academia Costarricense de la Lengua.
Las referencias que tenía de don Víctor eran principalmente como abogado. Algunas personas mayores que lo recordaban, me lo describían como un señor severo que, cuando resultaba apropiado y oportuno, era capaz de sorprender con su ingenio chispeante y su humor afilado. Sin embargo, no había tenido oportunidad de leer ni una sola de sus creaciones literarias que, como dije, fueron publicadas de manera dispersa en el periódico. Por eso, casi salté de alegría cuando mi amigo Tomás Guardia Yglesias, sin darle mayor importancia al asunto me dijo: "¿Te gusta leer? Tomá, te regalo un libro que escribió mi abuelo."  Y puso en mis manos un ejemplar de Escarceos literarios, publicado en 1938.
La estampilla de Nicaragua, de 1937, en que aparece parte de
costa de Honduras como territorio en disputa.
El libro tiene su historia. En 1937, el primer año que Anastasio Somoza era presidente, Nicaragua publicó una estampilla con el mapa del país en que aparecía, como parte de su territorio, un sector de la costa caribeña que, según un laudo de Alfonso XIII en 1906, pertenecía a Honduras.
Las protestas de Honduras fueron airadas y la tal estampilla, que estuvo a punto de provocar una guerra, desató una intensa polémica de Derecho Internacional. Don Víctor Guardia Quirós metió la cuchara y publicó un artículo, que fue reproducido por periódicos de Managua y Tegucigalpa, en el que le daba la razón a Honduras. El Dr. Pedro Joaquín Chamorro Zelaya le respondió con argumentos en favor del reclamo territorial de Nicaragua, que consideraba que la zona incluida en el mapa estaba aún en disputa. Don Víctor Guardia Quirós, en la réplica al Dr. Chamorro, le señaló los errores en que incurría, aportó nuevos datos y argumentos y dejó bien claro que Honduras tenía toda la razón en su reclamo.
Por su intervención, don Víctor se vio convertido, de repente, en algo así como un héroe nacional hondureño. El Presidente de Honduras, Tiburcio Carías, le envió una emotiva carta de agradecimiento, el Colegio de Abogados de Honduras lo nombró miembro honorario, la prensa hondureña publicó elogios a la contundente retórica de don Víctor y el público de aquel país quiso tener compilada en un solo tomo sus intervenciones en la polémica, así como conocer algo más de su creación literaria. De hecho, el libro, editado en Costa Rica por la imprenta Borrasé y prologado por Moisés Vincenzi, tiene impreso en la parte de atrás el precio de venta al público: tres colones, en Costa Rica, y un lempira y medio, en Honduras.
Además de la reproducción de los artículos sobre el conflicto limítrofe, que aparecen en el inicio del libro, se reproduce cierta correspondencia con Joaquín Vargas Coto y Víctor Raúl Haya de la Torre y se incluyen también una pequeña selección de las creaciones literarias que don Víctor publicaba en la prensa. El cuento Los sabaneros es una hermosa estampa guanacasteca en que don Víctor recuerda la camaradería y buen humor que imperaba entre quienes arriaban ganado por el lado de Bagaces. Cuando los acompañaba a caballo bajo el sol en medio de las reses, era apenas un muchachito joven del valle central, por lo que aquellos curtidos jinetes lo llamaban cariñosamente "Cartaguito".
Víctor Guardia Quirós.
(1873-1959)
Aunque no era un hombre particularmente religioso, sí tenía una profunda sensibilidad espiritual y su poema "Oración profana" es una larga letanía de los santos, en que se refiere, entre otros, a Santa Teresa de Avila, Santa María Magdalena, San Francisco de Asís y, muy emotivamente, a Santa Teresita del Niño Jesús, la joven y bella monjita de clausura francesa, que murió el mismo año que él se graduó de abogado y de la que era, si no devoto, al menos gran admirador.
Llenos de belleza y sabiduría son los versos que dedica al Delta del Reventazón, y profundamente emotivo es el largo poema "Amable simbolismo" dedicado a la memoria doña Zoila Guardia Tinoco, que murió a los treinta y cinco años de edad y dejó al partir siete hijos pequeños. Doña Zoila era hija de Rudecindo Guardia Solórzano, hijo del General Tomás Guardia y, por tanto, primo hermano de don Víctor. Además, doña Zoila era la esposa de don Arturo Volio Jiménez, quien era el gran amigo de don Víctor. Su amistad era tan estrecha, que don Víctor fue el padrino de don Claudio Volio Guardia, hijo de don Arturo, y don Arturo fue el padrino de Gastón Guardia Uribe, hijo de don Víctor. La muerte de doña Zoila sin lugar a dudas fue un hecho muy doloroso para sus familiares pero, en el poema que escribió como tributo, don Víctor se refiere a la placidez con que las aguas pasan de estero al golfo y del golfo al océano, en un tránsito natural, sereno e inevitable.
El texto que cierra el libro, dedicado a la vejez, fue escrito cuando el autor tenía apenas cuarenta y un años y, desde esa edad tan temprana, acepta con calma que llegará un día en que las cosas ya no serán como eran antes pero, a fin de cuentas, la transformación no implicará necesariamente una pérdida.
Víctor Guardia Quirós no se atrevió a llamarse escritor y tituló su libro "Escarceos Literarios" como si sus escritos fueran apenas una tentativa preliminar. Creía, y así lo manifiesta en su libro, que la creación literaria es mucho más que una manera de disfrutar el ocio. Para él, cultivar la poesía y la narrativa es algo así como un sacerdocio y el hombre de letras, al compartir sus preocupaciones, penas y alegrías, de alguna manera se convierte en oráculo para el pueblo al que le escribe. En vista que tenía un concepto tan elevado de la literatura y los escritores, es comprensible que haya considerado sus creaciones simples escarceos. Sin embargo, tras leer el libro, me entró la sospecha de que, quizá, don Víctor haya más bien puesto en el título un significado oculto. El fluir del agua, en los ríos, las pozas y el mar, es una imagen a la que él recurre con mucha frecuencia. Un escarceo es un intento preliminar, es cierto, pero se llaman escarceos también a las pequeñas olas que se forman en la superficie del agua cuando hay corrientes debajo. Más que intentos preliminares, las páginas literarias que escribió don Víctor podrían considerarse leves ondulaciones que responden a una fuerza interior intensa, pero oculta. En todo caso, ambas interpretaciones del título reflejan una gran modestia.
Como abogado, juez, magistrado, profesor de Derecho y jurista, don Víctor Guardia Quirós debió de haber escrito y leído miles de páginas a lo largo de su carrera. Afortundamente, tuvo la energía, la voluntad y la paciencia para escribir también reflexiones, relatos y poemas. En sus alegatos y sentencias quedó constancia de su profunda preparación y riguroso análisis. En sus escritos literarios, se aprecia su faceta más emocional y profundamente humana: su sensibilidad artística, su pensamiento, su espiritualidad y su amor por la naturaleza.
INSC: 2777

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