martes, 31 de marzo de 2015

La familia de Pascual Duarte. Camilo José Cela

La familia de Pascual Duarte. Camilo José Cela.
Editorial Aldecoa, Madrid, 1942.
Este libro empieza con la Nota del transcriptor que relata el hallazgo del manuscrito en una farmacia de Almendralejo. Luego aparece una Carta anunciando el envío del original, firmada por el propio Pascual Duarte, seguida de la Cláusula del testamento de don Joaquín Barrera Gómez, quien era depositario del testimonio escrito por el reo. Al final, hay Otra nota del transcriptor y dos cartas, una del capellán de la cárcel y otra de un guardia civil que presenció la ejecución de Pascual Duarte en el garrote vil. 
Naturalmente, estos documentos del inicio y del final son parte de la ficción de la novela, sin embargo, si le quitamos esos anexos y dejamos solamente el relato de Pascual, quien cuenta su desgracia encerrado en la cárcel mientras espera que se ejecute su sentencia de muerte, todo el libro podría resumirse en dos líneas que son, precisamente, con la que empieza y con la que termina.
Pascual inicia su relato diciendo "Yo, señor, no soy malo" y lo cierra exclamando "Podía respirar..."
Pascual Duarte es un asesino. No es el pobre hombre que en un momento muy particular se sintió acorralado por las circunstancias y, en su desesperación, acabó matando a alguien casi sin querer. Pascual Duarte mata por sed por el deseo de ver derramada la sangre de alguien en particular, planea el crimen con antelación, es parsimonioso a la hora de ejecutarlo ya que sabe que cualquier precipitación, a la hora de matar, puede acarrear terribles consecuencias. Pascual mató de un disparo a su perra, la Chispa, porque no fue capaz de soportar su mirada. Mató a navajazos a su yegua por haber derribado a su esposa. Mató al Estirao, el chulo de su hermana, cuando ya no podía resistir ni una falta de respeto más y, finalmente, mató a su propia madre porque el odio profundo que durante años había sentido hacía ella amenazaba con ahogarlo. 
Lola, la esposa de Pascual, pese al miedo que le tenía se atrevió a decirle: "Es que la sangre parece como el abono de tu vida".
Toda la vida de Pascual está llena de dolor. Para quien disfruta de serenidad y enfrenta ocasionalmente un percance doloroso, la experiencia puede ser traumática. Pero en el caso de Pascual Duarte, como la brutalidad y la violencia han sido constantes desde su infancia, el sufrimiento ha llegado a ser parte de la rutina y lo afronta sin dramas. Desde pequeño presenciaba las palizas que su padre le propinaba a su madre por cualquier motivo. Repartir golpes era la única manera de liberar la tensión. Pascual, al ir creciendo, no hizo más que prepararse para poder sobrevivir en único mundo que conocía, un mundo en que los problemas, que eran frecuentes, se resolvían a golpes y navajazos. 
En otros ambientes, la violencia empieza de manera verbal. Primero se intercambian insultos antes de llegar a las manos. En el mundo de Pascual Duarte, se ahorran las ofensas. Los diálogos son escuetos, con más silencios que palabras, pero la tormenta se puede desatar en cualquier momento. Pascual Duarte es, más que un rústico, un ser primitivo cuyas reacciones se basan en el instinto más que en la razón.
Sin embargo, mientras cuenta, unas veces en detalle y otras de manera sugerida, todo el dolor que ha sufrido y que ha causado, salta a la vista que dijo la verdad en la primera línea de su relato: "Yo, señor, no soy malo."
Pascual Duarte es violento, peligroso y desalmado. Es incapaz de controlar el odio que lleva dentro y su furia no conoce límites, pero no es malo. Todo lo contrario. En el fondo actúa guiado por su sentido, primitivo pero auténtico, de la ética y de la justicia. Pese a ser un hombre tosco, es capaz de amar profundamente a sus hermanos, a su mujer y a su hijo. Y precisamente por el gran amor que siente por ellos, el sufrimiento que le causan lo desespera. No soporta ver a su hermana Rosario permanentemente humillada y agredida. La corta vida de su hermano Mario, con severas limitaciones tanto físicas como mentales, fue algo deprimente. Su esposa Lola, a la que amaba tanto tierna como apasionadamente, le fue infiel y quedó embarazada del hombre que Pascual más detestaba en el mundo. Su hijo, de quien esperaba grandes alegrías al verlo crecer, murió recién nacido. 
Pascual se siente acorralado por la vida. Odia a su madre porque no logra descubrir en ella virtud alguna. Le reprocha el no haber llorado en el entierro de Mario y su alcahuetería para que su mujer le fuera infiel en su ausencia. El Estirao ha ultrajado a su hermana y a su mujer y, además, se lo restriega en la cara. La caída de su mujer del lomo de la yegua la hizo abortar, por tanto la yegua merece morir. 
En la última línea de su relato, Pascual exclama: "Podía respirar..." Había cometido crímenes horribles, es cierto, pero lo había hecho por desesperación, por que le faltaba el aire, porque no podría encontrar la paz mientras ciertas personas vivieran.
Publicada en Madrid en 1942, La Familia de Pascual Duarte fue prohibida por la censura franquista a poco después de su lanzamiento. Quizá los mismos censores quedaron horrorizados al percatarse de que, al leer la historia de un asesino, las víctimas no les inspiraron compasión sino desprecio. El asesino, en esta novela, es la víctima.  
Cuando la censura mandó recoger la novela, ya el primer tiraje se había vendido. La prohibición en España favoreció que el libro fuera publicado en Argentina y muy pronto aparecieron las traducciones al italiano (1944), inglés y sueco (1947), francés (1948) y alemán (1950). Camilo José Cela, que tenía solamente veintiséis años cuando publicó su primera novela, logró convertirse en un clásico instantáneo, un éxito con el que todos los escritores primerizos sueñan pero que muy pocos logran.
Curiosamente, la única crítica que se le puede hacer a este libro consiste en señalar precisamente su mayor mérito. Esta novela está escrita en una prosa impecable que me atrevo a calificar de sublime. Cada párrafo es una obra maestra de elegancia y expresividad. Cada línea es nota tensa y hermosa que, en muchas ocasiones se eleva a una altura que alcanza la maestría. Hay páginas enteras de tal musicalidad y belleza que, más que como una narración, pueden ser leídas como un poema. Las reflexiones filosóficas son profundas y, a la vez, concisas. Definitivamente, estas páginas no pudieron haber sido escritas por un rústico que apenas fue a la escuela unos años a medio aprender a leer, escribir, contar, sumar y restar. El cuento del manuscrito hallado por casualidad no engaña a nadie. La familia de Pascual Duarte no es el testimonio de un reo condenado a muerte, sino la primera obra maestra de uno de los grandes escritores de nuestra lengua. 
INSC: 1738



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