domingo, 14 de septiembre de 2014

La otra novela de Camilo José Cela.

Camilo José Cela. (1916-2002)
Aunque literariamente debutó como poeta y con el correr de los años llegó a ser un popular autor de libros de viajes, un articulista contundente y hasta un acucioso investigador lingüístico, sin lugar a dudas fue en el terreno de la novela donde Camilo José Cela (1916-2002) cosechó sus más altos triunfos y sus más agrias polémicas.
De una madurez literaria precoz, Cela logró demostrar, desde su primera incursión en el género, los altos quilates de su oficio de novelista. La familia de Pascual Duarte, publicada cuando su autor contaba 26 años de edad, no solo fue recibida con desbordante entusiasmo por parte del público y de la crítica, sino que su segunda edición (publicada al año siguiente) tuvo el honor de ser prohibida por la censura franquista, de manera que, para satisfacer la demanda, debió seguir publicándose en Argentina. Su fama se extendió como un incendio y, apenas cumplidos los treinta, Cela veía ya su primera novela en diferentes ediciones europeas y americanas y traducida al inglés, italiano, alemán, francés, búlgaro y ruso. En España se llegó a decir -y finalmente se impuso- que Pascual Duarte era la primera novela española (en importancia, se entiende) posterior a la Guerra Civil y que, por ello, debía considerársele la continuadora de un género cuyo desarrollo había sido interrumpido por el conflicto. Con los años, el Pascual Duarte llegó a ser, después del Quijote, el libro español con mayor número de ediciones en lenguas extranjeras.
Pero el éxito es siempre engañoso, sobre todo cuando se logra en el primer intento. El propio Cela afirmaba que: “Cuando Dios quiere que alguien se desnorte le da confianza en sí mismo”. Son muchos los que, tras haber alcanzado la cima gracias a cierto mecanismo, adquieren, en la cúspide, el miedo a abandonarlo y acaban siendo en adelante imitadores de sí mismos.
Ese no fue el caso de Cela. Tras haber impresionado al mundo entero con una historia llena de pasiones, sangre y asesinatos, en Pabellón de reposo, su segunda novela, relata los monótonos días de unos tuberculosos recluidos en un asilo. Luego de retratar, con maestría, la vida y mentalidad de quienes casi nunca salen de su pequeña aldea campesina, en La colmena, su célebre novela de 1951, al contar lo que le sucede en solamente dos días a 160 personajes, logra un maravilloso retrato del hormigueo urbano del Madrid de la posguerra.
Pero la enorme variedad de la obra novelística de Cela no es solo temática sino, además, de construcción y planteamiento. Mientras que sus primeras obras eran de composición bastante convencional, poco a poco Cela, al igual que sus contemporáneos, fue incursionando en la construcción de novelas de múltiples perspectivas y múltiples voces. Mrs. Caldwell habla con su hijo, está construida a pedacitos, con los párrafos de un diario en que una madre le escribe mensajes a un hijo muerto muy lejos cuyo cuerpo nunca apareció y, por tanto, ella da por un hecho su regreso. Cristo versus Arizona es un alucinante monólogo en que un cowboy relata como eran los salvajes días en que Arizona estaba colmada de prostitutas y pistoleros. Oficio de Tinieblas 5, la más experimental de sus novelas, es una suma de fragmentos inconexos llenos de imágenes sorpresivas.  Cuando, tras sus exploraciones estilísticas, retomó el tema campesino, escribió Mazurca para dos muertos, novela a la cual el comentario menos elogioso que le hicieron fue llamarla obra maestra.
No todo eran elogios. Más allá del prestigio mundial que llegó a poner en sus manos todos los premios literarios de importancia, incluyendo el Cervantes y el Nobel de Literatura de 1989, varias novelas de Cela acabarían siendo verdaderos dolores de cabeza para su autor. Además de los conflictos con la censura franquista que tuvieron Pascual Duarte y La Colmena, La Catira, su novela venezolana encargada (y pagada) por el dictador Pérez Jiménez y La cruz de San Andrés, reescrita a partir de un manuscrito ajeno, fueron las responsables de las polémicas más agrias en la trayectoria del escritor. Hay que hacer notar, sin embargo, que los cuestionamientos más graves hechos a su obra, se basaron en razones morales, éticas, históricas o políticas, es decir, fueron planteados siempre desde un criterio extraliterario.
Literariamente hablando, las novelas de Cela son de una construcción y composición impecable aunque, como ya se dijo, cada una es sumamente particular y definitivamente diferente al resto.
A diferencia de lo que sucede con otros novelistas, cuyos fans terminan aplaudiendo todo lo que publican, con Cela ocurre que quien acaba fascinado con una de sus novelas, por lo general es incapaz, no digamos de apreciar, sino ni siquiera de soportar las otras.
Los estetas decimonónicos decían que un artista solo debía hacer dos cosas: número uno, buscar su lenguaje y, número dos, una vez encontrado no abandonarlo. Pero tal parece que Cela, al igual que su gran amigo Pablo Picasso, siempre que estuvo detrás de un determinado lenguaje, en cuanto llegaba a dominarlo lo abandonaba.
La figura de Camilo José Cela, tan llena de contrastes como su obra, le generó tantas simpatías como antipatías, por lo que solo mentar su nombre acababa provocando una acalorada discusión. Solo en una cosa tanto amigos como enemigos están de acuerdo: fue Cela quien partiendo de los cánones del siglo XIX, a través de sus numerosas incursiones en el género, logró llevar la novela española a la altura de sus contemporáneas de otras lenguas y latitudes.
Seamos francos: escribir una novela es algo que está al alcance de cualquiera que se lo proponga en serio. Escribir una gran novela ya no es tan fácil, pero aún así son muchos los que lo han hecho. Pero la capacidad de escribir otra gran novela, en el sentido de que en verdad sea “otra”, es algo que solo muy pocos han logrado y definitivamente Cela fue uno de ellos. 
Camlo José Cela. Novelista autor de obras maestras como La Familia de
Pascual Duarte, La Colmena, Pabellón de Reposo, Mrs. Caldwell habla
con su hijo, Oficio de Tinieblas 5, Cristo Versus Arizona y Mazurca para
dos muertos.

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