Máximo Fernández. Orlando Salazar Mora. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Costa Rica, 1975. Prólogo de Oscar Aguilar Bulgarelli. |
Construyó el Castillo Azul, publicó la primera antología de poesía costarricense, fue desterrado tres veces, se postuló para la presidencia de la República en tres oportunidades, la tercera de las cuales ganó las elecciones, pero nunca fue presidente.
Máximo Fernández Alvarado (1858-1933), fue el político más influyente y poderoso en Costa Rica en las última década del Siglo XIX y la primera del XX, pero su figura ha sido completamente olvidada. Salvo la biografía realizada por Orlando Salazar Mora, publicada por el Ministerio de Cultura en 1976, pocos libros se ocupan de él a fondo.
Nació en Desamparados, octavo y último hijo de una familia de escasos recursos. Su padre era maestro y su madre poseía un pequeña parcela. Cursó la enseñanza primaria en la escuela del General Máximo Jerez. Se destacó en sus estudios de Derecho y, tras recibir su título de abogado con honores, de manos de José María Castro Madriz, logró hacer una considerable fortuna en el ejercicio de su profesión. Hombre extraordinariamente culto, reunió la biblioteca privada más amplia y completa de su época. Pese a ser un intelectual, le gustaba también trabajar con las manos. No solo se arrollaba las mangas para realizar faenas del campo, al lado de sus peones, en sus fincas de café, caña de azúcar y ganado, sino que también era un hábil ebanista que elaboró con sus propias manos los elegantes muebles de su casa.
Indignado porque un libro sobre poesía hispanoamericana, editado en España, no incluía ni un solo poeta costarricense, publicó, en 1890, La Lira Costarricense, primer libro de poesía impreso en Costa Rica. En aquellos años se decía que en Costa Rica no se cultivaba la poesía, sino que solo se cultivaba el café. En realidad, en Costa Rica se escribían versos desde los tiempos de Domingo Jiménez, el coplero, en época de la Colonia, pero ningún poeta tico había publicado nunca un libro. Los poemas aparecían en los periódicos o circulaban impresos en hojas sueltas. En los dos tomos de La Lira Costarricense, aparecen poemas de Jenaro Cardona, Justo A. Facio, José María Alfaro, Rafael Carranza, Félix Mata Valle, Carlos Gagini y Aquileo Echeverría entre otros. Con la publicación de este libro, don Máximo se ganó un lugar insoslayable en la historia de la literatura costarricense, pero lo suyo no era la literatura, sino la política.
Con apenas veintiún años de edad, junto con otros jóvenes rebeldes, publicó el periódico El Preludio, en que criticaba el gobierno del General Tomás Guardia. Don Tomás, que no se distinguía precisamente por su tolerancia a la crítica, mandó apresarlo y dispuso que el joven Máximo fuera desterrado a la Isla del Coco. En el camino a Puntarenas, con la complicidad de unos amigos, logró zafársele a los guardias y tomó rumbo a Chiriquí. Este primer destierro, como los que vendrían luego, fue breve. Don Máximo fue arrestado el 5 de julio de 1879, se escapó al día siguiente, el 15 de setiembre el General decreta una amnistía y el 2 de octubre don Máximo desembarca de regreso en Puntarenas.
Tras graduarse de abogado, en 1891, empieza a desarrollar tanto su carrera pública como privada. Su bufete atrajo grandes clientes que le depararon cuantiosos ingresos. Fue secretario particular del Presidente Bernardo Soto y, tras este modesto cargo, ocuparía los de munícipe, magistrado, diputado y ministro de diversas carteras. Cuando logró hacerse de extensas y productivas fincas, don Máximo siempre reservó algún espacio para cultivar flores exóticas, entre las que destacaban los tulipanes, introducidos por él en el país. Entre sus características personales más destacadas, estaba su extraordinaria memoria. No solamente podía recitar poemas, fragmentos de libros y códigos enteros sin fallar en una sola palabra, sino que también era capaz de saludar por el nombre y preguntar por los miembros de la familia (también por el nombre) a personas con las que se había encontrado solamente en una ocasión y varios años atrás. Su puntualidad era asombrosa. Si enviaba una carta desde Cartago diciendo "Llego a Liberia tal día a tal hora", aparecía justo en el minuto anunciado.
Por su cultura, capacidad demostrada y prestigio, su nombre empezó a sonar para la presidencia de la República. Fue precandidato en 1893, pero perdió la convención del partido por tres votos ante don Carlos Durán. Las elecciones de 1894 las ganó don Gregorio Trejos, pero el Presidente José Joaquín Rodríguez, mandó arrestar al candidato ganador e impuso como presidente a su yerno Rafael Yglesias Castro. En la localidad de Grecia, hubo un intento de revolución, liderado por el párroco, que dejó catorce muertos.
Se cree que don Máximo fue el fundador del Partido Republicano, pero no es cierto. El fundador del Partido Republicano fue el herediano Dr. Juan J. Flores, pero don Máximo acabó siendo el líder de la agrupación. Como la bandera republicana era azul, don Máximo pintó de ese color la mansión que construyó en el alto de Cuesta de Moras. El Castillo Azul es actualmente la sede de la Presidencia de la Asamblea Legislativa y sirvió también de Casa Presidencial durante los gobiernos de Alfredo González Flores, Federico Tinoco y Julio Acosta.
Para las elecciones de 1902, don Máximo se postula como candidato, pero el Presidente Rafael Yglesias, siguiendo el ejemplo de su suegro, lo destierra a New Orleans para poder reelegirse. Algo similar ocurre en las elecciones de 1906, cuando el presidente Ascensión Esquivel lo despacha a New York. En ese año, hasta el expresidente Bernardo Soto acaba en un calabozo, convirtiéndose en el primer expresidente de la República en ser encarcelado.
Todo parecía indicar que 1910 iba a ser el año en que don Máximo llegaría al poder, pero el caudillo republicano cede la candidatura a don Ricardo Jiménez Oreamuno, quien gana las elecciones. Nadie, ni en ese entonces ni ahora, ha logrado explicar por qué don Máximo no se postuló cuando la tenía segura. Durante el gobierno de don Ricardo, don Máximo se encargó de renegociar la deuda externa de Costa Rica y contó, en esa labor, con la colaboración de su gran amigo Minor Cooper Keith. La afinidad de don Máximo con el magnate norteamericano empezó a generar sospechas. Especialmente por el hecho de que don Máximo recibió del Estado costarricense una jugosa comisión por sus servicios. Las ideas sociales de don Máximo era progresistas y, para el criterio de la época, hasta revolucionarias. Don Cleto y don Ricardo decían que las reformas sociales que proponía don Máximo para favorecer a los campesinos y trabajadores eran "impracticables". Los críticos de don Máximo, entonces, lo atacaban desde los dos extremos. Para unos, era un revolucionario de ideas socialistas peligrosas y, para otros, un amigo cercano de Keith y los millonarios norteamericanos. Lo irónico es que ambas afirmaciones eran ciertas. El partido Republicano, de tendencia progresista, era financiado por la firma Lindo Brothers.
Las elecciones de 1914 fueron las primeras que se realizaron por la modalidad de voto directo. Anteriormente, el pueblo elegía delegados que no estaban obligados a respetar la voluntad popular. Esta vez, los votantes decidirían quién sería el gobernante y, solamente en el caso de que ninguno de los candidatos obtuviera el cincuenta por ciento de los votos, el congreso elegiría entre los dos candidatos con mayor apoyo. Los resultados de las elecciones populares fueron: Don Máximo 42 %, el Dr. Carlos Durán 30% y don Rafael Yglesias 28%.
Empezaron entonces las componendas. Todos con todos y todos contra todos. Se decía que el Dr. Durán renunciaría a su candidatura y los duranistas votarían por Yglesias. También que don Máximo se aliaría con Yglesias (su enemigo) contra Durán (su adversario). Fueron tantos los pactos negociados bajo la mesa que en la sesión del Congreso del 1 de mayo, que el diputado don Arturo Volio Jiménez calificó como "una farsa", se conocieron las renuncias de los tres candidatos y se eligió como Presidente de la República a don Alfredo González Flores que ni siquiera había sido candidato. Días antes, para garantizar la elección de González Flores, el presidente Ricardo Jiménez le había hecho entrega de los cuarteles a Federico Tinoco Granados.
Tanto González Flores como Federico Tinoco eran simpatizantes de don Máximo, quien acabó como Presidente del Congreso. Es realmente difícil de comprender por qué don Máximo, en vez de ocupar la presidencia, decidió ocupar el poder detrás del trono. Tal vez supuso que manejaría González Flores y a Tinoco, pero si fue así, las cosas no salieron como esperaba.
Como no contaba con el apoyo ni de su propio partido, cuando quebró el Banco Comercial, don Alfredo González se apoderó de los pagarés en que constaban las deudas de los miembros del Congreso, incluido don Máximo. Si los diputados se portaban bien, don Alfredo conservaría los pagarés hasta que prescribieran. Si se le ponían insolentes, los hacía ejecutar (los pagarés, por supuesto, no a los diputados).
La mayor polémica en esa administración, además del debate por la creación de un banco estatal y la creación de impuestos directos, fue el contrato Pinto-Greulich para la explotación petrolera en Costa Rica. El contrato fue aprobado gracias a que el agente de la compañía petrolera en Costa Rica, Lincoln Valentine, sobornó casi al plenario completo. El Sr. Valentine dejó un reporte detallado de las mordidas y los historiadores que han investigado el caso sostienen que es más fácil decir a quién no sobornó que a quién sobornó. Naturalmente, muchos diputados, ministros y funcionarios pidieron que el cheque o el contrato se girara a nombre de otra persona, por aquello de cuidar las apariencias. El de don Máximo consta con nombre, apellidos y firma. Sin embargo, don Máximo no recibió ni un solo centavo del soborno, ya que el contrato estipulaba que el primer giro se haría tres meses después de que la compañía iniciara operaciones en Costa Rica y eso nunca ocurrió.
Las relaciones entre González Flores, Presidente de la República, Máximo Fernández, Presidente del Congreso y Federico Tinoco, Ministro de Guerra, que antes habían sido muy estrechas y cordiales, se rompieron. Don Máximo defendía el contrato con la petrolera, González Flores se oponía y Tinoco prefería buscar opciones con otras compañías. Cuando, en Enero de 1917, Federico Tinoco derrocó a González Flores, don Máximo corrió a refugiarse en la Legación de los Estados Unidos y allí se encontró con González Flores que buscó cobijo bajo el mismo alero. Don Alfredo no quiso reunirse con Tinoco y partió rumbo a Washington a presionar al Presidente Woodrow Wilson para que no reconociera el nuevo régimen de facto. Don Máximo no solo se reunió con Federico Tinoco, quien, en un gesto de buena voluntad, le hizo entrega de los pagarés del Banco Comercial que don Alfredo guardaba en su caja fuerte. Tinoco, vale anotarlo, le devolvió los pagarés a todos los deudores. La última declaración política de don Máximo fue el 30 de marzo de 1917, en que insta a todos sus amigos y antiguos partidarios a que voten por Tinoco.
Tras esta declaración, el viejo líder se retiró a la vida privada y, aunque su nombre fue mencionado en muchas polémicas de la prensa durante los dieciséis años más que vivió, nunca respondió a los cuestionamientos que se le hicieron.
La biografía de don Máximo Fernández fue el trabajo de graduación del historiador Orlando Salazar Mora. La lectura de este libro, además de permitirnos conocer un personaje polémico y fascinante, nos demuestra que la historia de Costa Rica, que consideramos ha sido un modelo de democracia estable durante más de un siglo, ha estado llena de arrestos, decisiones arbitrarias, destierros y componendas bajo la mesa. Máximo Fernández y Gregorio Trejos ganaron las elecciones y nunca fueron presidentes. Rafael Yglesias no ganó las elecciones y fue presidente dos veces.
INSC: 1907
Indignado porque un libro sobre poesía hispanoamericana, editado en España, no incluía ni un solo poeta costarricense, publicó, en 1890, La Lira Costarricense, primer libro de poesía impreso en Costa Rica. En aquellos años se decía que en Costa Rica no se cultivaba la poesía, sino que solo se cultivaba el café. En realidad, en Costa Rica se escribían versos desde los tiempos de Domingo Jiménez, el coplero, en época de la Colonia, pero ningún poeta tico había publicado nunca un libro. Los poemas aparecían en los periódicos o circulaban impresos en hojas sueltas. En los dos tomos de La Lira Costarricense, aparecen poemas de Jenaro Cardona, Justo A. Facio, José María Alfaro, Rafael Carranza, Félix Mata Valle, Carlos Gagini y Aquileo Echeverría entre otros. Con la publicación de este libro, don Máximo se ganó un lugar insoslayable en la historia de la literatura costarricense, pero lo suyo no era la literatura, sino la política.
Con apenas veintiún años de edad, junto con otros jóvenes rebeldes, publicó el periódico El Preludio, en que criticaba el gobierno del General Tomás Guardia. Don Tomás, que no se distinguía precisamente por su tolerancia a la crítica, mandó apresarlo y dispuso que el joven Máximo fuera desterrado a la Isla del Coco. En el camino a Puntarenas, con la complicidad de unos amigos, logró zafársele a los guardias y tomó rumbo a Chiriquí. Este primer destierro, como los que vendrían luego, fue breve. Don Máximo fue arrestado el 5 de julio de 1879, se escapó al día siguiente, el 15 de setiembre el General decreta una amnistía y el 2 de octubre don Máximo desembarca de regreso en Puntarenas.
Tras graduarse de abogado, en 1891, empieza a desarrollar tanto su carrera pública como privada. Su bufete atrajo grandes clientes que le depararon cuantiosos ingresos. Fue secretario particular del Presidente Bernardo Soto y, tras este modesto cargo, ocuparía los de munícipe, magistrado, diputado y ministro de diversas carteras. Cuando logró hacerse de extensas y productivas fincas, don Máximo siempre reservó algún espacio para cultivar flores exóticas, entre las que destacaban los tulipanes, introducidos por él en el país. Entre sus características personales más destacadas, estaba su extraordinaria memoria. No solamente podía recitar poemas, fragmentos de libros y códigos enteros sin fallar en una sola palabra, sino que también era capaz de saludar por el nombre y preguntar por los miembros de la familia (también por el nombre) a personas con las que se había encontrado solamente en una ocasión y varios años atrás. Su puntualidad era asombrosa. Si enviaba una carta desde Cartago diciendo "Llego a Liberia tal día a tal hora", aparecía justo en el minuto anunciado.
Por su cultura, capacidad demostrada y prestigio, su nombre empezó a sonar para la presidencia de la República. Fue precandidato en 1893, pero perdió la convención del partido por tres votos ante don Carlos Durán. Las elecciones de 1894 las ganó don Gregorio Trejos, pero el Presidente José Joaquín Rodríguez, mandó arrestar al candidato ganador e impuso como presidente a su yerno Rafael Yglesias Castro. En la localidad de Grecia, hubo un intento de revolución, liderado por el párroco, que dejó catorce muertos.
Se cree que don Máximo fue el fundador del Partido Republicano, pero no es cierto. El fundador del Partido Republicano fue el herediano Dr. Juan J. Flores, pero don Máximo acabó siendo el líder de la agrupación. Como la bandera republicana era azul, don Máximo pintó de ese color la mansión que construyó en el alto de Cuesta de Moras. El Castillo Azul es actualmente la sede de la Presidencia de la Asamblea Legislativa y sirvió también de Casa Presidencial durante los gobiernos de Alfredo González Flores, Federico Tinoco y Julio Acosta.
Para las elecciones de 1902, don Máximo se postula como candidato, pero el Presidente Rafael Yglesias, siguiendo el ejemplo de su suegro, lo destierra a New Orleans para poder reelegirse. Algo similar ocurre en las elecciones de 1906, cuando el presidente Ascensión Esquivel lo despacha a New York. En ese año, hasta el expresidente Bernardo Soto acaba en un calabozo, convirtiéndose en el primer expresidente de la República en ser encarcelado.
Máximo Fernández (1858-1933) |
Las elecciones de 1914 fueron las primeras que se realizaron por la modalidad de voto directo. Anteriormente, el pueblo elegía delegados que no estaban obligados a respetar la voluntad popular. Esta vez, los votantes decidirían quién sería el gobernante y, solamente en el caso de que ninguno de los candidatos obtuviera el cincuenta por ciento de los votos, el congreso elegiría entre los dos candidatos con mayor apoyo. Los resultados de las elecciones populares fueron: Don Máximo 42 %, el Dr. Carlos Durán 30% y don Rafael Yglesias 28%.
Empezaron entonces las componendas. Todos con todos y todos contra todos. Se decía que el Dr. Durán renunciaría a su candidatura y los duranistas votarían por Yglesias. También que don Máximo se aliaría con Yglesias (su enemigo) contra Durán (su adversario). Fueron tantos los pactos negociados bajo la mesa que en la sesión del Congreso del 1 de mayo, que el diputado don Arturo Volio Jiménez calificó como "una farsa", se conocieron las renuncias de los tres candidatos y se eligió como Presidente de la República a don Alfredo González Flores que ni siquiera había sido candidato. Días antes, para garantizar la elección de González Flores, el presidente Ricardo Jiménez le había hecho entrega de los cuarteles a Federico Tinoco Granados.
Tanto González Flores como Federico Tinoco eran simpatizantes de don Máximo, quien acabó como Presidente del Congreso. Es realmente difícil de comprender por qué don Máximo, en vez de ocupar la presidencia, decidió ocupar el poder detrás del trono. Tal vez supuso que manejaría González Flores y a Tinoco, pero si fue así, las cosas no salieron como esperaba.
Como no contaba con el apoyo ni de su propio partido, cuando quebró el Banco Comercial, don Alfredo González se apoderó de los pagarés en que constaban las deudas de los miembros del Congreso, incluido don Máximo. Si los diputados se portaban bien, don Alfredo conservaría los pagarés hasta que prescribieran. Si se le ponían insolentes, los hacía ejecutar (los pagarés, por supuesto, no a los diputados).
La mayor polémica en esa administración, además del debate por la creación de un banco estatal y la creación de impuestos directos, fue el contrato Pinto-Greulich para la explotación petrolera en Costa Rica. El contrato fue aprobado gracias a que el agente de la compañía petrolera en Costa Rica, Lincoln Valentine, sobornó casi al plenario completo. El Sr. Valentine dejó un reporte detallado de las mordidas y los historiadores que han investigado el caso sostienen que es más fácil decir a quién no sobornó que a quién sobornó. Naturalmente, muchos diputados, ministros y funcionarios pidieron que el cheque o el contrato se girara a nombre de otra persona, por aquello de cuidar las apariencias. El de don Máximo consta con nombre, apellidos y firma. Sin embargo, don Máximo no recibió ni un solo centavo del soborno, ya que el contrato estipulaba que el primer giro se haría tres meses después de que la compañía iniciara operaciones en Costa Rica y eso nunca ocurrió.
Las relaciones entre González Flores, Presidente de la República, Máximo Fernández, Presidente del Congreso y Federico Tinoco, Ministro de Guerra, que antes habían sido muy estrechas y cordiales, se rompieron. Don Máximo defendía el contrato con la petrolera, González Flores se oponía y Tinoco prefería buscar opciones con otras compañías. Cuando, en Enero de 1917, Federico Tinoco derrocó a González Flores, don Máximo corrió a refugiarse en la Legación de los Estados Unidos y allí se encontró con González Flores que buscó cobijo bajo el mismo alero. Don Alfredo no quiso reunirse con Tinoco y partió rumbo a Washington a presionar al Presidente Woodrow Wilson para que no reconociera el nuevo régimen de facto. Don Máximo no solo se reunió con Federico Tinoco, quien, en un gesto de buena voluntad, le hizo entrega de los pagarés del Banco Comercial que don Alfredo guardaba en su caja fuerte. Tinoco, vale anotarlo, le devolvió los pagarés a todos los deudores. La última declaración política de don Máximo fue el 30 de marzo de 1917, en que insta a todos sus amigos y antiguos partidarios a que voten por Tinoco.
Tras esta declaración, el viejo líder se retiró a la vida privada y, aunque su nombre fue mencionado en muchas polémicas de la prensa durante los dieciséis años más que vivió, nunca respondió a los cuestionamientos que se le hicieron.
La biografía de don Máximo Fernández fue el trabajo de graduación del historiador Orlando Salazar Mora. La lectura de este libro, además de permitirnos conocer un personaje polémico y fascinante, nos demuestra que la historia de Costa Rica, que consideramos ha sido un modelo de democracia estable durante más de un siglo, ha estado llena de arrestos, decisiones arbitrarias, destierros y componendas bajo la mesa. Máximo Fernández y Gregorio Trejos ganaron las elecciones y nunca fueron presidentes. Rafael Yglesias no ganó las elecciones y fue presidente dos veces.
INSC: 1907
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