Páginas. Amalia Montagné de Sotela. Lehmann, Costa Rica, 1972. |
Amalia Montagné Carazo de Sotela fue maestra, escritora, diplomática, divulgadora cultural y una de las mujeres más cultas y destacadas de la primera mitad del siglo XX en Costa Rica. Hija de don Ruperto Montagné Rojas y doña Elena Carazo Aguilar, nació en San José el 3 de agosto de 1894. Sus primeras letras las recibió en París, de donde era oriunda su familia paterna. Muy joven trabajó como maestra en la Escuela Julia Lang, bajo la dirección de Estercita Silva, rodeada de un grupo selecto de colaboradoras entre las que se encontraban Carmen Lyra, María Teresa Obregón de Dengo, Lilya González y Marcelina de Loría. El 22 de diciembre de 1917 contrajo matrimonio con el poeta Rogelio Sotela, a quien acompañó en sus giras internacionales como conferencistas y con quien colaboró estrechamente en los programas de difusión cultural de la emisora Radio Athenea, fundada por ambos.
Tuvo una participación activa en diversas causas sociales y benéficas. Realizó campañas por la paz y la justicia social, para la prevención del alcoholismo y en apoyo a la recuperación de los afectados por esa enfermedad, así como por el reconocimiento del derecho al voto de las mujeres. Formó parte de la Liga Interamericana de Mujeres, llegó a ser secretaria de prensa y protocolo de la Unión de Mujeres de América, fundadora de la Mesa Redonda Panamericana y Presidenta del Comité Antillano de la Asociación de Escritores y Artistas que dirigió don Roberto Brenes Mesén. Integró además la directiva del Círculo de Amigos del Arte que presidía Abelardo Bonilla.
Junto con sus amigas Inés de Mezerville y María Fernández de Tinoco, integró el grupo fundador de la Sociedad Teosófica de Costa Rica. Tuvo la oportunidad de conocer personajes singulares como José Santos Chocano, Jacinto Benavente, Gabriela Mistral y Krishnamurti.
Sirvió en el cargo diplomático de Canciller de la Embajada de Costa Rica en México, durante el período de don Carlos Jinesta como Embajador.
Publicó numerosos artículos en periódicos y revistas, especialmente en Repertorio Americano, Ariel, Brecha y la Revista de los Archivos Nacionales de Costa Rica. Era también colaboradora habitual de Horizontes de América (La Habana, Cuba), Elite (Panamá), Espiral (Guatemala), Luz de Oriente (Nicaragua) y Ala (Washington).
Su obra escrita habría quedado dispersa de no haber sido porque su hijo menor, Hiram Sotela Montagné, hizo una compilación originalmente destinada exclusivamente para los familiares. Al ver sus artículos reunidos, doña Amalia se entusiasmó con la idea de publicar su primer libro y una selección muy bien escogida fue publicada, en 1972, con el título de Páginas. Lamentablemente doña Amalia, quien falleció el 11 de noviembre de 1971, no alcanzó a verlo impreso. Su primer y único libro acabó siendo un tributo póstumo.
El artista Manuel de la Cruz González leyó el borrador y, profundamente impresionado por el artículo sobre el árbol de durazno que crecía en el patio, pintó la imagen de la portada. El prólogo lo escribió el abogado y ajedrecista Rogelio Sotela Montagné, hijo mayor de doña Amalia. La autora dedicó el libro a su nieta Marlene Sotela Borbón y fue precisamente Marlene quien tuvo la gentileza de obsequiarme el ejemplar que tengo.
Páginas, de Amalia Montagné Carazo de Sotela, es un libro verdaderamente atractivo. La prosa de doña Amalia es tan concisa como profunda. Los textos son breves y sobre temas sencillos pero llenos de imágenes sugerentes capaces de despertar sensaciones distintas en cada relectura. Ante los lugares en que se encuentra y los objetos que la rodean, doña Amalia observa y reflexiona. Es capaz de pintar el cuadro completo en tan solo un par de líneas y plasmar sus impresiones sin rodeos o divagaciones innecesarias.
La sección titulada Para Rogelio, en que recuerda a su amado esposo, muerto a los cuarenta y nueve años de edad, fue para mí particularmente emotiva. Lo que más me impresiona de la poesía de Rogelio Sotela, además de su gran sabiduría y profunda espiritualidad, es lo sereno de su tono. El poeta mantiene la serenidad tanto ante la muerte, el sufrimiento o las dificultades, como ante las alegrías y las satisfacciones. No hay, en la obra poética de Sotela, ninguna reacción emotiva pregonada con altavoz. Por algo el poeta tituló su antología personal Rimas Serenas. Por otra parte, siempre que leo los poemas de Sotela, incluso los más tristes, me ha parecido que tras todos ellos está la leve sonrisa de quien, por tener un espíritu elevado, es capaz de atravesar los momentos dolorosos de la vida sin perder la calma.
Nadie conoció mejor a don Rogelio que doña Amalia y, al leer las páginas que dedica a su recuerdo, he podido confirmar que la personalidad del poeta era como la imaginamos todos los que, como yo, solo tuvimos la oportunidad de conocerlo a través de su poesía: un hombre de lágrima fácil y sonrisa permanente.
Amalia Montagné de Sotela. |
INSC: 1812
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