Al través de mi vida. Carlos Gagini. Editorial Costa Rica, 1976. |
En 1923, junto con García Monge, Brenes Mesén, el Marqués de Peralta, Fabio Baudrit, don Cleto y don Ricardo entre otros, Gagini fue uno de los fundadores de la Academia Costarricense de la Lengua.
Sus memorias, tituladas Al través de mi vida, son sencillamente deliciosas. Se entretiene en recordar sus travesuras de niño consentido, travieso y enamoradizo que se escapaba de clases para nadar en la poza del río Torres e ideó un código en que cambiaba letras por números para enviarle mensajes a su novia. Su padre, el ingeniero suizo Pedro Gagini, era muy cariñoso con él, nunca lo castigó, le regaló un revólver cuando cumplió quince años, lo llevaba al teatro, a las peleas de gallos y a las corridas de toros que se jugaban todos los domingos en la Plaza de la Fábrica, actual parque España.
Doña Mercedes Acuña, madre de don Mauro Fernández (su padrino), fue quien le enseñó a leer a escribir antes de entrar a la escuela, en la que tuvo por maestros a Pío Víquez, el Dr. Ferraz, el músico Pilar Jiménez y Henry Twight (el abuelo de Clorito Picado).
Cuando terminó el bachillerato en el Instituto Nacional, empezó a estudiar Derecho, pero la carrera no le agradó ya que los estudios consistían, casi exclusivamente, en memorizar aforismos. Don Lesmes Jiménez, ingeniero graduado en Bélgica, había abierto unos cursos de ingeniería y el joven Carlos, para cambiar de carrera, solamente debió trasladarse al otro lado del pasillo. La Universidad de Santo Tomás tenía únicamente dos aulas: una para Derecho y otra para Ingeniería. En la de Ingeniería no tenían caballete para montar la pizarra, por lo que debían ponerla acostada sobre una mesa, alrededor de la cual se agrupaban los estudiantes de pie.
Su padre, consciente tanto de la inteligencia de su hijo como de las escasas posibilidades que tenía en Costa Rica de adquirir una formación profesional, pensaba enviarlo a estudiar a Europa, pero cayó enfermo, la enfermedad acabó con sus ahorros y murió al poco tiempo. La familia perdió su patrimonio por deudas y Carlos Gagini, antes de cumplir los veinte años, debió ponerse a trabajar dando clases de lo que fuera, en donde fuera.
Ser ahijado de Mauro Fernández, el Ministro de Educación, no le trajo ningún beneficio. Todo lo contrario. El presidente Bernardo Soto le otorgó una beca para estudiar en Europa pero don Mauro lo hizo permanecer en el país. Los planes que realizó Gagini para adecuar los programas de educación a la realidad urbana o rural, sus propuestas de educación técnica o su reforma al sistema del recién creado Liceo de Costa Rica, también fueron rechazados por don Mauro. Gagini preparó una antología con lecturas explicadas para escuelas. Don Mauro le ofreció publicarla, pero nunca lo hizo. Tras una larga espera, de la frustración, Gagini destruyó el borrador.
Aunque era un hombre sin más entradas que su sueldo, en 1885, cuando Costa Rica se preparaba para la guerra por las amenazas de invasión de Justo Rufino Barrios, Gagini, al igual que muchos otros maestros, siguió dando clases sin cobrar su salario para que los estudiantes no se atrasaran. El filólogo y lingüista autodidacta vivía lleno de deudas y un sábado, para poder comprar leña, debió vender la Gramática Comparada de Bopp.
La Municipalidad de Alajuela le ofreció trabajo, tanto a él como a su hermana Mariana, para que fueran los directores de las escuelas de varones y de niñas respectivamente. Gagini, en sus memorias, sin reparar en lo injusto de la diferencia, cuenta que su sueldo era de ochenta pesos al mes y el de su hermana, por hacer el mismo trabajo, era de cincuenta. En Alajuela, en las elecciones de 1894, en que el Presidente José Joaquín Rodríguez impuso la candidatura de su yerno Rafael Yglesias Castro, Gagini presenció un hecho valiente digno de registrarse en la historia. Los votantes contrarios a la candidatura de Yglesias habían sido encarcelados. Ante una mesa de votación se presentó una mujer que dijo: "Mi marido está preso, pero yo vengo a entregar su voto por el Lic. Félix Montero." No se lo recibieron, pero ese debió haber sido el primer intento de voto femenino en Costa Rica.
Aunque era un hombre sin más entradas que su sueldo, en 1885, cuando Costa Rica se preparaba para la guerra por las amenazas de invasión de Justo Rufino Barrios, Gagini, al igual que muchos otros maestros, siguió dando clases sin cobrar su salario para que los estudiantes no se atrasaran. El filólogo y lingüista autodidacta vivía lleno de deudas y un sábado, para poder comprar leña, debió vender la Gramática Comparada de Bopp.
La Municipalidad de Alajuela le ofreció trabajo, tanto a él como a su hermana Mariana, para que fueran los directores de las escuelas de varones y de niñas respectivamente. Gagini, en sus memorias, sin reparar en lo injusto de la diferencia, cuenta que su sueldo era de ochenta pesos al mes y el de su hermana, por hacer el mismo trabajo, era de cincuenta. En Alajuela, en las elecciones de 1894, en que el Presidente José Joaquín Rodríguez impuso la candidatura de su yerno Rafael Yglesias Castro, Gagini presenció un hecho valiente digno de registrarse en la historia. Los votantes contrarios a la candidatura de Yglesias habían sido encarcelados. Ante una mesa de votación se presentó una mujer que dijo: "Mi marido está preso, pero yo vengo a entregar su voto por el Lic. Félix Montero." No se lo recibieron, pero ese debió haber sido el primer intento de voto femenino en Costa Rica.
El Presidente Rodríguez fue quien hizo posible la publicación, en 1891, de Barbarismos y provincialismos de Costa Rica, el primer libro de Gagini. Don Rafael Yglesias era su amigo cercano y Federico Tinoco estaba casado con una prima suya. Sin embargo, Gagini soñaba con un régimen de democracia y respeto por la ley y, sin entrar a confrontarlos, supo guardar una sana distancia con estos tres gobernantes autoritarios. Debió soportar callado numerosos atropellos. Gagini era el único redactor de Costa Rica Ilustrada, revista que fue clausurada por el presidente Rodríguez, quien consideró que un poema que se había publicado era subversivo.
Al Instituto de Alajuela asístía a clases un estudiante campesino descalzo que, pese a tener que caminar más de cinco kilómetros desde su casa, nunca llegó tarde. La hora del almuerzo la pasaba sentado en una banca. Gagini lo invitó a almorzar y el joven, por vergüenza, mintió y le dijo que él traía comida de su casa. Su caso no era único. Para poder brindarle alimentos y útiles a jóvenes como él, dispuestos a continuar sus estudios a pesar del hambre y las largas caminatas, Gagini les escribió a todas las Municipalidades del país proponiendo que cada una estableciera al menos una beca. Todas se negaron.
En 1887, Gagini formó parte del primer equipo docente del recién fundado Liceo de Costa Rica, del que más tarde llegaría a ser director. En sus clases, introdujo por primera vez en la educación formal la lectura de autores contemporáneos, lo cual despertó verdadero interés en sus pupilos por la literatura.
De la misma forma en que manifestó agradecimiento y admiración por sus profesores, en sus memorias recuerda con afecto a sus alumnos, entre quienes estuvieron Joaquín García Monge, Víctor Guardia Quirós, Teodoro Picado Michalski y Roberto Brenes Mesén, entre otros. A Brenes Mesén, el propio Gagini le enseñó a leer y escribir siendo un niño, pero en la edición que tengo de sus memorias (Editorial Costa Rica, 1976), en la página 99 lo llama "mi amigo" y en la página 114, "mi enemigo". No me queda claro si se trata de un error, de un lapsus o de un cambio de opinión.
A pesar de las estrecheces económicas en que vivió, Gagini tuvo la oportunidad de realizar un largo viaje por Europa y disfrutó enormemente su estadía en el viejo continente, especialmente en Francia y España. Las mismas estrecheces económicas lo empujaron a emigrar a El Salvador, donde permaneció casi cuatro años regentando un internado para varones. En sus memorias es evidente el cariño por sus estudiantes y la satisfacción por los logros alcanzados en el país hermano, al que se refiere siempre de manera respetuosa y agradecida. Sin embargo, da la impresión de que su período salvadoreño no fue del todo una experiencia agradable.
De vuelta en Costa Rica, Gagini trabajó en el Colegio Superior de Señoritas, en el Liceo de Heredia, en la Escuela Normal, en la Biblioteca, la Imprenta y los Archivos Nacionales. El Estado le ofreció una merecida pensión, pero él se negó a aceptarla mientras tuviera fuerzas para seguir trabajando. Como hombre de honor, cumplió su palabra. Se pensionó en 1924 y murió en 1925.
Sus memorias son breves porque no pudo terminarlas. En ellas ni siquiera se refiere a sus investigaciones lingüisticas y apenas menciona su basta obra literaria. Están escritas, eso sí, con alegría, amenidad y gran sentido del humor. Una de las anécdotas más divertidas es sobre la vez que puso a una niña a hacer un análisis gramatical de un texto frente al Dr. José María Castro Madriz. La joven estudiante señaló todos los errores sin que ella, ni Gagini, supieran que el autor era el propio Dr. Castro, quien, al final, felicitó tanto a la alumna como al maestro. Ya en el plano de revelaciones personales, Gagini cuenta que siendo joven, al mejor estilo de don Juan Tenorio, se introdujo clandestinamente en un internado de mujeres para visitar a su noviecita. Estuvo a punto de ser descubierto, pero logró salir a tiempo. Lo curioso, y hasta injusto si se quiere, es que años después, cuando uno de sus alumnos intentó realizar una proeza similar, con el mismo propósito, lo castigó severamente. Aunque, bueno, tal vez no lo castigó por la audacia de atreverse a hacerlo, sino por la torpeza de dejarse atrapar.
Los estudios filológicos y lingüisticos de Gagini, así sea para cuestionarlos y discutirlos, siguen siendo consultados por los especialistas. Sus novelas, cuentos y obras de teatro, han dejado de reeditarse y cuesta conseguirlos. Pero Al través de mi vida, su breve, divertido e íntimo libro de memorias, pese a haber sido escrito hace más de cien años, sigue siendo una lectura fresca y atractiva que contiene, además, un valioso mensaje: la vida de un maestro es difícil y modesta pero puede estar llena de logros y alegría.
INSC: 2019
Al Instituto de Alajuela asístía a clases un estudiante campesino descalzo que, pese a tener que caminar más de cinco kilómetros desde su casa, nunca llegó tarde. La hora del almuerzo la pasaba sentado en una banca. Gagini lo invitó a almorzar y el joven, por vergüenza, mintió y le dijo que él traía comida de su casa. Su caso no era único. Para poder brindarle alimentos y útiles a jóvenes como él, dispuestos a continuar sus estudios a pesar del hambre y las largas caminatas, Gagini les escribió a todas las Municipalidades del país proponiendo que cada una estableciera al menos una beca. Todas se negaron.
En 1887, Gagini formó parte del primer equipo docente del recién fundado Liceo de Costa Rica, del que más tarde llegaría a ser director. En sus clases, introdujo por primera vez en la educación formal la lectura de autores contemporáneos, lo cual despertó verdadero interés en sus pupilos por la literatura.
De la misma forma en que manifestó agradecimiento y admiración por sus profesores, en sus memorias recuerda con afecto a sus alumnos, entre quienes estuvieron Joaquín García Monge, Víctor Guardia Quirós, Teodoro Picado Michalski y Roberto Brenes Mesén, entre otros. A Brenes Mesén, el propio Gagini le enseñó a leer y escribir siendo un niño, pero en la edición que tengo de sus memorias (Editorial Costa Rica, 1976), en la página 99 lo llama "mi amigo" y en la página 114, "mi enemigo". No me queda claro si se trata de un error, de un lapsus o de un cambio de opinión.
A pesar de las estrecheces económicas en que vivió, Gagini tuvo la oportunidad de realizar un largo viaje por Europa y disfrutó enormemente su estadía en el viejo continente, especialmente en Francia y España. Las mismas estrecheces económicas lo empujaron a emigrar a El Salvador, donde permaneció casi cuatro años regentando un internado para varones. En sus memorias es evidente el cariño por sus estudiantes y la satisfacción por los logros alcanzados en el país hermano, al que se refiere siempre de manera respetuosa y agradecida. Sin embargo, da la impresión de que su período salvadoreño no fue del todo una experiencia agradable.
De izquierda a derecha: Don Carlos Gagini (1865-1925), el poeta Rogelio Sotela (1894- 1943) y el dramaturgo Jacinto Benavente (1866-1954). |
Sus memorias son breves porque no pudo terminarlas. En ellas ni siquiera se refiere a sus investigaciones lingüisticas y apenas menciona su basta obra literaria. Están escritas, eso sí, con alegría, amenidad y gran sentido del humor. Una de las anécdotas más divertidas es sobre la vez que puso a una niña a hacer un análisis gramatical de un texto frente al Dr. José María Castro Madriz. La joven estudiante señaló todos los errores sin que ella, ni Gagini, supieran que el autor era el propio Dr. Castro, quien, al final, felicitó tanto a la alumna como al maestro. Ya en el plano de revelaciones personales, Gagini cuenta que siendo joven, al mejor estilo de don Juan Tenorio, se introdujo clandestinamente en un internado de mujeres para visitar a su noviecita. Estuvo a punto de ser descubierto, pero logró salir a tiempo. Lo curioso, y hasta injusto si se quiere, es que años después, cuando uno de sus alumnos intentó realizar una proeza similar, con el mismo propósito, lo castigó severamente. Aunque, bueno, tal vez no lo castigó por la audacia de atreverse a hacerlo, sino por la torpeza de dejarse atrapar.
Los estudios filológicos y lingüisticos de Gagini, así sea para cuestionarlos y discutirlos, siguen siendo consultados por los especialistas. Sus novelas, cuentos y obras de teatro, han dejado de reeditarse y cuesta conseguirlos. Pero Al través de mi vida, su breve, divertido e íntimo libro de memorias, pese a haber sido escrito hace más de cien años, sigue siendo una lectura fresca y atractiva que contiene, además, un valioso mensaje: la vida de un maestro es difícil y modesta pero puede estar llena de logros y alegría.
INSC: 2019
Me gusta mucho la cita que reza en el blog; "Cada libro que he leído me ha dejado un recuerdo, una impresión, una enseñanza, una reflexión, una herida, un golpe, un morete, una espina clavada. Se me han ido olvidando los libros, pero la huella que cada uno de ellos imprimió tanto en mi mente como en mis emociones, está siempre fresca" No sé si es tuyo pero a mí me sucede lo mismo. Si tuviese que hacer la maleta de urgencia, y meter cuatro cosas en la maleta, seguro que una sería un libro.
ResponderBorrarAnoto tu sugerencia de lectura. No conocía a Gagini pero por lo que se desprende de tu reseña debería leerle. Gracias por compartir.
Un saludo.
Gracias Marybel. La cita es mía. Por eso hice este blog, para compartir las impresiones que los libros me han ido dejando. Gracias de nuevo. Saludos.
BorrarHola, muy bonita la presentación de este hombre a quien Fidel Tristán recuerda en sus Baratijas de Antaño y se refiere a lo pobre que murió y no sólo eso sino el trato duro que por lo que leo siempre recibió incluido su padrino. Un detalle sólo, es vasto cuando es amplio y basto cuando es rudo. Lo felicito
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