Cine ´93. Mario Giacomelli. Multimedios, Costa Rica, 1993. |
La tecnología avanza a un ritmo tan acelerado que hasta cosas relativamente nuevas se convierten, en poco tiempo, en verdaderas antigüedades. Un buen ejemplo son estos dos libros. Fueron publicados no hace muchos años, ni siquiera tienen las páginas amarillas y ya son verdaderas piezas de museo. Se trata de dos recopilaciones de las críticas de cine publicadas por Mario Giacomelli en 1993 y 1994.
Giacomelli inició su carrera de comentarista en 1983 en Padova, Italia, su ciudad natal, con artículos sobre rock, jazz y crítica de cine que publicaba en periódicos y revistas como Week End Veneto, Splash, Il matino de Padova, entre otros. También participó en la elaboración del libro Il cinema de John Milius.
En 1986 se trasladó a vivir en Costa Rica, donde ha comentado cine desde entonces en diversos periódicos (Semanario Universidad, La Prensa Libre, La República) así como en radio y televisión.
En 1986 se trasladó a vivir en Costa Rica, donde ha comentado cine desde entonces en diversos periódicos (Semanario Universidad, La Prensa Libre, La República) así como en radio y televisión.
El cine ha cambiado mucho en su poco más de un siglo de historia. Empezó como una simple atracción de feria que iba de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo asombrando a todos con imágenes en movimiento. El entusiasmo que despertó hizo que pronto se convirtiera en industria y llegara a ser, en la primera mitad del Siglo XX, no solo una de las principales formas de entretenimiento y una efectiva herramienta de propaganda sino, también, un verdadero arte. En la segunda mitad del siglo, el cine pasó por tres etapas. Primero, se iba a ver a los directores, luego a los actores y, finalmente, los efectos especiales. Hay quienes lamentan que los espectadores que hoy llenan las salas de cine no vayan a apreciar las propuestas de brillantes directores ni la interpretación de grandes estrellas, sino solamente a dejarse impresionar por todo lo que la tecnología actual en luces y sonido es capaz de lograr. Nunca hay que olvidar el origen porque al origen siempre se vuelve. El cine, que nació como atracción de feria, nunca ha dejado de serlo.
La forma de ver películas también ha cambiado. Los curiosos que hace cien años quisieron ver llegar el tren a la estación o a las obreras salir de la fábrica, debieron apretujarse en cobertizos estrechos presididos por la gran sábana blanca. Luego surgieron por todas partes los cines de barrio, hoy desaparecidos. Con las grandes superproducciones se construyeron las enormes salas de cine que, sin importar lo grandes que fueran, solían estar llenas a reventar los fines de semana. La televisión, primero, y las videocaseteras, después, se encargaron de vaciarlas. En los barrios residenciales, donde desde hacía muchos años no había cines, empezaron a aparecer los videoclubes que alquilaban películas. La vida de estos establecimientos, debido a la Internet, fue corta.
En los años noventa, todas las salas de cine de San José seguían abiertas, exhibiendo grandes afiches a la entrada. El Teatro Moderno aún no se había quemado. Todos los sábados había una pequeña multitud frente al Cine Rex a pesar de que ya muchos habían optado por la comodidad y elegancia del Magaly. Los de gusto clásico seguían yendo al Variedades y quienes se habían perdido la película mientras estuvo de moda, tenían una última oportunidad de verla en el Cinema Real. En esos años, además de sus artículos en los periódicos, Mario Giacomelli tenía su popular programa de radio Cinema 90 en que trasmitía música de películas alternada con sus comentarios llenos de datos curiosos.
Mario tiene un verdadero talento para comentar cine. Sabe contar la trama de una película sin echarle a perder sorpresas a quien no la ha visto. Evita referirse a aspectos técnicos. Hacer crítica de cine, comentando la forma en que se suceden los encuadres, es como hacer crítica literaria destacando la habilidad del escritor para poner los signos de puntuación. El comentario va dirigido al público curioso, no al realizador. El público en general inevitablemente se aburre cuando el crítico, en vez de comentar, se pone a evaluar. Toda opinión es personal y discutible, de ahí la importancia de saber justificarla. Ya sea que la película lo haya deslumbrado o desilusionado, Mario siempre deja claras las razones de su impresiones. Sus gustos, como los de todo crítico, acaban a la larga siendo conocidos por sus lectores. Le agrada la ciencia ficción, lo aburren los dramas y no le simpatizan las comedias tontas. A veces, por sus preferencias, ha sido injusto. Con frecuencia ha sobrevalorado películas de ciencia ficción y ha sido severo con producciones que, aunque no sean de su agrado como espectador, debería haber sabido apreciar como comentarista. Sin embargo, Mario siempre ha tenido claro que su trabajo, más que proclamar sus preferencias personales, es informar y orientar a un público que, en muchos casos, busca cosas distintas a las que él recomendaría.
No soy aficionado al cine. Hubo una época en que iba con frecuencia pero, recientemente, ha habido años enteros en los que no he ido ni una sola vez. Sin embargo, no me pierdo los comentarios de Giacomelli ni de su colega Erik Fallas. Ambos son cultos, escriben con concisión y soltura, tienen ideas claras que, por bien pensadas, son capaces de exponer y justificar con propiedad. Se dice que para ser crítico literario no hace falta leer, sino haber leído. Además de haber visto mucho cine, Mario y Erik han reflexionado a fondo más allá de cada película en particular y tienen un criterio formado al que vale la pena prestarle atención, independientemente de que uno vaya al cine o no. El crítico, si escribe de manera atractiva y dice cosas que merezcan ser atendidas, llega a ser leído por quienes no tienen mayor interés en lo que comenta. Conocí a muchas personas que no iban al teatro ni a los conciertos de la Sinfónica, que no se perdían las notas de Andrés Sáenz. A mí nunca me ha interesado el boxeo, pero disfrutaba leer los comentarios de Esteban Gil Girón.
Cine ´94. Mario Giacomelli. Multimedios, Costa Rica, 1994. |
La labor de los comentaristas suele quedar dispersa y olvidada. No hay nada más viejo que el periódico de ayer. Mario Giacomelli tuvo la feliz idea de publicar en un libro cien de sus reseñas de las películas exhibidas en 1993. En el prólogo dice que se trata del primer ejemplar de una serie de obras anuales que representarán una cita editorial con todos los cinéfilos. Al año siguiente, apareció la segunda entrega, que sería la última. La serie de obras anuales fue de solamente dos títulos: Cine ´93 y Cine ´94. Cuando estos libros aparecieron, un amigo me dijo que eran ideales para ponerlos sobre el televisor, al lado de la videocasetera. Ya nadie tiene videocaseteras y el televisor se ha vuelto tan delgado que no se puede poner un libro sobre él. Las fichas técnicas incluidas en cada reseña, que en aquel tiempo eran una información difícil de conseguir, hoy están a la mano con una simple búsqueda en Internet. En el prólogo de Cine ´94, Mario pide a los lectores que le hagan llegar sus observaciones y comentarios y, para que le escriban, ofrece su dirección de apartado postal.
Lo dicho: el avance de la tecnología ha convertido a estos libros en piezas de museo. Quienes hoy comentan cine, o cualquier otra cosa, lo hacen a través de plataformas digitales, lo comparten por medio de redes sociales y todo queda almacenado en la nube disponible para quien lo busque.
Hoy, muchos periódicos y revistas han reducido, o eliminado del todo, sus ejemplares impresos en papel pero, simultáneamente, han visto crecer el número de lectores en sus versiones digitales.
Cuando repaso los libros de Giacomelli, que son de lectura tan agradable, no puedo evitar sentir un poco de nostalgia, pero no al punto de suspirar por los tiempos idos. Las carretas de bueyes son muy lindas, pero hoy las mercancías deben transportarse en camiones. Si Mario tuvo la audacia y la paciencia de recopilar y publicar sus comentarios en dos libros, espero que eche mano de las nuevas oportunidades tecnológicas y pronto suba sus comentarios a la red. De esa forma, un público más amplio tendría acceso a sus valiosas reseñas. Ojalá Erik también lo haga. Ambos, conmigo, ya cuentan con un fiel lector.
INSC: 2004 INSC: 1996
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