La Edad de Oro. José Martí. Editorial Gente Nueva. Cuba, 1999. |
La obra de José Martí es tan amplia como diversa. Líder del movimiento de independencia de Cuba, periodista, ensayista y poeta, dentro de sus múltiples actividades Martí creó una hermosa revista para niños llamada La Edad de Oro. La publicación, editada en Nueva York, solamente tuvo cuatro números, los correspondientes a los meses de julio, agosto, setiembre y octubre de 1889.
Era un proyecto muy personal ya que, en todos los números publicados, Martí escribió la revista entera, desde la primera palabra hasta la última. Muy probablemente la traducción al español del poema de Ralph Waldo Emerson y el de Helen Hunt Jackson la haya realizado el propio Martí. Los dos cuentos de Edouard René de Laboulaye y el de Hans Christian Andersen que llegó a publicar en la revista, fueron reescritos por él en una adaptación libre.
Su intención, al fundar la revista, era, según él mismo dejó escrito en la primera entrega, que los niños aprendieran cómo se vivía antes y cómo se vive hoy, no sólo en América, sino también en otras tierras lejanas. Que comprendieran cómo se hacen las cosas de cristal y de hierro, los libros famosos y las religiones de los pueblos antiguos. Que se familiarizaran con lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia.
El proyecto de Martí era ambicioso. Pretendía explicar lo que se sabe del cielo y del fondo del mar. También, por supuesto, incluiría poemas agradables e historias divertidas para que la revista entretuviera a los niños en sus ratos de ocio.
En la primera página del primer número, Martí invita a los niños a que le escriban si quieren saber sobre algo que no encuentren en La Edad de Oro.
Vale la pena hacer un repaso rápido sobre lo publicado. En la edición de julio de 1889, aparece un largo artículo titulado Tres héroes (sobre Simón Bolívar, el cura Miguel Hidalgo y Costilla y José de San Martín), seguido por el cuento Meñique de Laboulaye y un poema de Emerson. Vienen luego una nota sobre La Iliada de Homero, un artículo sobre juegos nuevos y antiguos, y un cuento titulado Bebé y el Señor don Pomposo.
La edición de agosto abre con La historia del hombre contada por sus casas, en que se explica cómo las distintas civilizaciones optaron por formas de arquitectura acordes con sus particulares recursos y necesidades. Aparecen dos poemas, el cuento Nené traviesa, una nota sobre las ruinas precolombinas en México y un artículo sobre cuatro grandes artistas: el pintor Miguel Angel Buonarotti, el compositor Wolfang Amadeus Mozart, el dramaturgo Moliére y el poeta escocés Robert Burns.
El tercer número está dedicado casi en su totalidad a la Feria Mundial que se realizó en París, en julio de 1889 para celebrar el primer centenario de la Revolución Francesa. Ese año se inauguraron dos monumentos que llegarían a convertirse en verdaderos íconos: la torre Eiffel, en París, y la Estatua de la Libertad, en Nueva York, pero Martí ni siquiera los menciona y, en su lugar, opta por describir todas las cosas interesantes que logró ver en los pabellones de los distintos países participantes. Su decisión es verdaderamente sabia. Los editores de revistas dirigidas a un público específico, con frecuencia se sienten obligados a referirse al tema del momento, que ya ha sido cubierto ampliamente por los periódicos de circulación masiva y sobre el que no hay mucho que decir que ya no se sepa. Martí, al concentrarse en los detalles sorprendentes de la Feria Mundial, logró hacer contagioso su asombro. Además de su nota sobre la Feria, en este número vienen el cuento El camarón encantado de Laboulaye, una nota sobre el padre Bartolomé de las Casas y el poema Los zapaticos de Rosa.
Aunque fue publicada en formato de periódico, La Edad de Oro estaba ricamente ilustrada. Esta es la portada del primer número fechado en Nueva York en julio de 1889. |
Cada número cierra con unas palabras de despedida verdaderamente emotivas, como si Martí cerrara cada edición sin saber si habría otra en el futuro. No dispongo de datos sobre el alcance de la publicación ni tengo claro por qué la revista tuvo una vida tan corta pero, definitivamente, La Edad de Oro fue un proyecto valioso que aún hoy, a más de un siglo de distancia, podría servir de ejemplo a quienes escriben textos para niños.
Vistos por encima, los temas que tocó La Edad de Oro no parecen muy infantiles. Sin embargo, Martí supo reconocer que pese las limitaciones de lenguaje o de referencias que puedan tener, la principal cualidad de los niños es la curiosidad por todo lo que los rodea. Cualquier tema puede resultar interesante para ellos si quien se los plantea logra presentarlo como atractivo y fascinante. La curiosidad infantil no solo debe ser satisfecha sino también estimulada y desafiada. Tal vez sea necesario recurrir a un vocabulario no muy elevado y marcarles coordenadas que les permitan ubicarse, pero nunca hay que menospreciar la capacidad de comprensión de los pequeños. "Los niños saben más de lo que parece", dice Martí y, convencido de esta afirmación, actúa consecuentemente. En La Edad de Oro expone los temas de manera clara, pero sin llegar al extremo de explicar lo que no requiere explicación. Martí, el filósofo erudito, se pone al nivel de su joven público, pero no duda que los niños sean capaces de comprender los temas que les plantea.
Algunos escritores, al dirigirse a los niños, son incapaces de conectar con su sensibilidad, sus intereses y sus vocabulario. Otros, al intentar acercarse a su nivel, los tratan como si fueran tontos. Martí nunca cayó en esos extremos. Consciente de que la mejor forma de captar la atención de un niño es por provocando su asombro, como quien no quiere la cosa, los atrajo a interesarse por civilizaciones antiguas, episodios de la historia o personajes que, muy probablemente, nunca antes habían escuchado mencionar. Episodios tan complejos como las luchas de independencia o la Revolución Francesa, son explicados con claridad y sencillez en apenas un par de párrafos.
Verdaderamente impresionante es la forma en que Martí se refiere a hechos dolorosos con el cuidado de no provocar odio hacia quienes actuaron indebidamente, sino de generar solidaridad con los que sufrieron y admiración por quienes tuvieron la valentía de buscar una solución.
Entre líneas, exalta valores fundamentales como el heroísmo, la libertad o la justicia, pero sus escritos son mucho más que el soporte de una moraleja. No les cuenta historias a los niños solamente para inculcarles principios o enriquecer su cultura general, sino también para deleitarlos con lo atractivo del relato en sí mismo.
Una vez escuché decir a una persona que se presentaba como "especialista", que el propósito de la literatura infantil es enseñarles a los niños a evitar peligros y plantearles problemas para que descubran cómo pueden ser resueltos. Esa opinión, que considera la mente de los niños como un disco duro en blanco al que se le deben introducir programas con funciones específicas es, lamentablemente, la que impera. En la oferta actual de libros para niños, hay pocos que apelen a su capacidad de asombro, su sensibilidad por la belleza, su curiosidad por el entorno, su habilidad de comprensión y su innegables deseos de conocer y disfrutar el mundo que están descubriendo.
Los cuatro números de La Edad de Oro, reunidos en un solo volumen, son un libro pequeño. El ejemplar que tengo, publicado en Cuba por la Editorial Gente Nueva, es de apenas doscientas ochenta y dos páginas.
Bien harían los escritores de literatura infantil de hoy en día en prestar atención a la técnica y el estilo de Martí. Bien harían los padres de niños pequeños en darles a sus hijos a leer La Edad de Oro, un libro que ofrece diversos vistazos sobre el mundo en el que, más que explicar cómo es o cómo funciona, expone lo interesante, complejo y hermoso que es.
INSC: 1522Verdaderamente impresionante es la forma en que Martí se refiere a hechos dolorosos con el cuidado de no provocar odio hacia quienes actuaron indebidamente, sino de generar solidaridad con los que sufrieron y admiración por quienes tuvieron la valentía de buscar una solución.
Entre líneas, exalta valores fundamentales como el heroísmo, la libertad o la justicia, pero sus escritos son mucho más que el soporte de una moraleja. No les cuenta historias a los niños solamente para inculcarles principios o enriquecer su cultura general, sino también para deleitarlos con lo atractivo del relato en sí mismo.
Una vez escuché decir a una persona que se presentaba como "especialista", que el propósito de la literatura infantil es enseñarles a los niños a evitar peligros y plantearles problemas para que descubran cómo pueden ser resueltos. Esa opinión, que considera la mente de los niños como un disco duro en blanco al que se le deben introducir programas con funciones específicas es, lamentablemente, la que impera. En la oferta actual de libros para niños, hay pocos que apelen a su capacidad de asombro, su sensibilidad por la belleza, su curiosidad por el entorno, su habilidad de comprensión y su innegables deseos de conocer y disfrutar el mundo que están descubriendo.
Los cuatro números de La Edad de Oro, reunidos en un solo volumen, son un libro pequeño. El ejemplar que tengo, publicado en Cuba por la Editorial Gente Nueva, es de apenas doscientas ochenta y dos páginas.
Bien harían los escritores de literatura infantil de hoy en día en prestar atención a la técnica y el estilo de Martí. Bien harían los padres de niños pequeños en darles a sus hijos a leer La Edad de Oro, un libro que ofrece diversos vistazos sobre el mundo en el que, más que explicar cómo es o cómo funciona, expone lo interesante, complejo y hermoso que es.
José Martí (1853-1895) Poeta, periodista, ensayista, líder del movimiento de independencia de Cuba y editor de una revista para niños. |
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