Máscara del delirio. Zingonia Zingone. Perro Azul. Costa Rica. 2006. |
La obra literaria de Zingonia Zingone es tan internacional como su propia vida. Nació en Londres, Inglaterra, hija de padres italianos, pasó su infancia y buena parte de su juventud en Costa Rica, residió en Suiza y Nicaragua, terminó su formación profesional en Roma y, ya sea por motivos personales, laborales o literarios, viaja con frecuencia.
Su formación multicultural y multilingüe tiene sus ventajas. En los encuentros literarios que se realizan en América Latina, la invitan como escritora italiana, mientras que en los que se celebran en Europa la presentan como costarricense o nicaragüense.
Ha escrito poesía, novela, cuento, teatro y, por supuesto, crónicas de viajes. También ha publicado artículos en distintos países y ha sido promotora cultural, conferencista, editora y traductora.
Aunque estaba enterado de su intensa actividad literaria, no había tenido oportunidad de leer ninguna de sus obras y, cuando la conocí, me sentí un poco apenado al confesarle que el único libro suyo que tenía en mi biblioteca era Máscara del delirio y que aún no lo había leído.
Su reacción fue tajante: me pidió que no lo leyera. Al ver mi cara de sorpresa, me explicó que ese libro era una obra de juventud que ya no la representaba, que su sensibilidad, su estilo y sus temas habían tomado otro rumbo y que preferiría que yo entrara en contacto con sus trabajos más recientes.
Hasta me dio la impresión de que estaba de alguna manera avergonzada de ese libro y arrepentida de haberlo publicado. Se disculpaba diciendo que Máscara del delirio, no era más que el arranque de una muchacha joven, ingenua y sentimental que escribía sus primeros versos.
Naturalmente, la solicitud de no leer el libro acabó generando el efecto contrario.
Los escritores, por lo general, suelen ser muy severos a la hora de juzgar sus primeros libros quizá porque, con el paso de los años, han cambiado tanto que ya no se reconocen en ellos. Cada cierto tiempo uno se convierte en otra persona. Si alguien de cuarenta años de edad tuviera la oportunidad de conversar con quien fue a los veinte o con quien será a los sesenta, es casi seguro que habrá más puntos de vista en que difieran que en los que estén de acuerdo.
Editado en 2006 dentro de la colección de poesía Perro Azul, Máscara del delirio no es, en todo caso, el primer libro de Zingonia Zingone, quien ya había publicado antes una novela, un poemario y una obra teatral. Es, eso sí, el primer libro que escribe y publica en español, ya que los tres anteriores aparecieron en italiano. El libro viene bien apadrinado y amadrinado. Blanca Castellón escribió el prólogo y Julio Valle Castillo el texto de la tapa. Abre con un epígrafe de Claribel Alegría, con quien Zingonia realizaría, posteriormente, importantes proyectos editoriales.
Máscara del delirio es un libro de poemas de amor o, más bien, de enamoramiento, que no es lo mismo. Estar enamorado puede ser una fascinación, un capricho, una obsesión, un deseo, una atracción o muchas otras cosas distintas al amor genuino que también es una posibilidad. Pero al echar la vista atrás y hacer un recuento de lo vivido, descubrimos que las personas a las que verdaderamente llegamos a amar no coinciden necesariamente con las que nos hicieron revolotear mariposas en el estómago.
El amor es como el calor de una brasa que, cuando el viento sopla, en vez de apagarse se aviva. El enamoramiento es más bien la luz de una bengala, tan intensa al inicio que deslumbra y ciega pero que se apaga tan repentinamente como se encendió. Llegamos a amar a quienes conocemos a fondo. Nos enamoramos de quienes aún no conocemos.
Algo hay, en este libro, de la muchacha joven, ingenua y sentimental que Zingonia mencionó que era al escribirlo pero, como bien anota Blanca Castellón en el prólogo, Zingonia "nos sorprende con una dosis de transparencia vital..." en la que "el lector puede recrearse con la visión agitada de sus entrañas y su reino interior."
Así es. A pesar de su título, Máscara del delirio es un libro sin máscaras ni tapujos, en que una mujer enamorada declara sin reservas la contrariedad en que está sumida, lo dolorosa que puede resultar la ausencia de quien espera que la acompañe, el gran valor que le otorga al más mínimo gesto y lo inusitado de los pensamientos que cruzan por su mente.
La realidad, lo concreto, sirve de base para crear fantasías. Ningún amante real que haya compartido el lecho puede ganar en la comparación con un amante imaginario que apenas se ha visto pasar de lejos.
Ni ella misma logra explicarse por qué, al mirar que el hombre al que le había hablado una única vez en su vida estaba acompañado por una mujer alta y morena, llegó a sentir una molestia que, definitivamente, solo podía llamarse celos.
"Nuesto amor es tan grande que me interesa saber todo lo que piensas", dice en un poema. Pero, "Seguramente te preguntas que pasará por esa mente/ si lo supiera te lo diría", declara en otro.
Es decir, quiero saber todo lo que tienes en tu mente, pero ni yo sé lo que tengo en la mía.
La promesa de no lavar nunca un pañuelo para que conserve el aroma que eternizará un instante. El recuerdo del primer día en que la imagen del ser idealizado llegó a convertirse en tema único de todos sus pensamientos. El reclamo de "¿Por qué no me dejaste dormir?" a quien pasó la noche en otro sitio. La declaración contudente de que "sin ti no hay más que espacios vacíos".
Habrá quienes califiquen todo esto de ingenuo, pero el que nunca haya estado enamorado que arroje la primera piedra.
Max Jiménez decía: "Escribiríamos mejor si no tuviéramos el miedo de que descubran lo que somos." Zingonia tuvo la valentía de escribir sin ocultarse, de mostrar la maraña de emociones que, en determinado momento, la hizo sentir, como a cualquier otra persona enamorada, que se le acababa todo el aire del mundo. Su total honestidad con sus emociones de aquel momento, puede ser la causa de su pudor ante este libro en el presente.
Cuando se retorna a la serenidad, uno se avergüenza de las palabras melosas que dijo al estar enamorado, de los melodramas que armó al sentirse traicionado, del torrente de improperios que soltó cuando estuvo furioso y hasta de la euforia desbordada que lo invadió en los momentos de mayor alegría. El común de los mortales vive diciendo: "Estuve alterado, pero ese no soy yo."
Hay, sin embargo, cierta clase de personas que, lejos de ocultar sus debilidades, sus dudas, sus angustias, sus anhelos, sus temores y sus sueños más descabellados, muestran, a quien quiera verlo, todo su interior y le hacen, además, un recuento de la experiencia que vivieron al estar en la cima, o en el abismo. Esas personas son, de más está decirlo, los poetas.
Cálido, dulce, franco, el libro de Zingonia fue, para mí, una lectura más que memorable, conmovedora. Los poemas, los mensajes, las epístolas y el relato de las páginas finales, titulado Intuición del Amor (o novelita de sueños desnudos), me permitieron asomarme de nuevo a ese pequeño mundo de ilusión y dolor por el que todos, alguna vez, hemos pasado.
Tal vez no hemos acabado enamórandonos de la persona a la que le arrugamos el automóvil, como en la novelita que cierra el libro, pero todos tenemos una o más de una historia similar que contar.
Confío en que Zingonia me perdone el haber leído el libro que me pidió que no leyera. Y, aunque en sus otras obras haya cambiado tema y tono, espero que mantenga siempre la honestidad y la belleza expresiva de las que hizo gala en Máscara del delirio.
Zingonia Zingone. Escritora, editora y traductora italocentroamericana. |
INSC: 2026
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