Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio. Raúl Zurita, Editorial Andrés Bello, Chile, 2000. |
El chileno Raúl Zurita es reconocido ante todo como poeta, pero en el año 2000, a propósito del cambio de siglo y de su cumpleaños número cincuenta, publicó su primer libro de ensayos, titulado Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio. De más está decir que el libro es una verdadera delicia. Cuando uno lee ensayos escritos por un filósofo, por un erudito o por un académico, es posible que en algún momento se empiece a cabecear. Los ensayos escritos por un poeta nunca cansan. No es un asunto que dependa únicamente de la belleza y musicalidad de las palabras que, en un verdadero poeta, acaba siendo inevitable. La ventaja del poeta, al escribir ensayos, radica en la exposición y la síntesis. Hay cimas de concisión y claridad que el poeta alcanza en una sola línea, pero a las que los eruditos, con sus tratados voluminosos, nunca logran llegar. El intelectual quiere plantear un tema, desarrollar una serie de razonamientos, llegar a conclusiones y decir la última palabra. "Cuando alguien quiere agotar un tema", decía Oscar Wilde, "lo único que logra es agotar a quienes lo atienden". Mientras el intelectual trata de convencer y demostrar, el poeta propone, insinúa y muestra matices. Cuando uno lee un largo ensayo de un intelectual, en el recuerdo permanecen apenas unas cuantas ideas que bien pudieron haberse expuesto con muchísimas menos palabras. Cuando uno lee un ensayo de un poeta son tantas las imágenes e ideas que quedan grabadas en la mente que, después de un tiempo, al tener de nuevo el libro en las manos, uno se sorprende porque lo recordaba más grueso.
Este libro de Zurita lo he repasado varias veces a lo largo de los años y no deja de brindarme revelaciones sorprendentemente nuevas en cada lectura.
El primer ensayo es el único que se refiere al sufrimiento, que siempre es un misterio. Cuando somos felices no pedimos explicaciones ni justificaciones. La felicidad podemos entenderla porque en cierto sentido nos parece debida. El dolor, en cambio, es incomprensible. Nunca preguntamos "¿Por qué?" cuando somos dichosos. Zurita sostiene que el sufrimiento es lo que nos da la magnitud de la existencia y es gracias a él que podemos reafirmar nuestro deseo de vivir. Encontré grandes coincidencias en este primer ensayo con el libro Apología del dolor, del poeta Rogelio Sotela, publicado en 1938 y que no creo que Zurita conozca. Solo grandes poetas como Sotela y Zurita son capaces de mirar el sufrimiento con tanta serenidad y sabiduría.
En los otros ensayos, Zurita reflexiona a partir de referencias literarias e históricas tan amplias que abarcan desde un grafiti de pocas palabras, hasta el Mahabbarata, el antiquísimo poema de la India que es ocho veces más largo que La Iliada y La Odisea juntas, pasando por las cartas de amor que, en 1640, la monja portuguesa Mariana Alcoforado dirigió a Nöel Boutom, Marqués de Chamilly.
Se refiere también al Cantar de los Cantares y a la Carta de San Pablo a los corintios. El libro está lleno de una profunda espiritualidad pese a que Zurita confiesa que no sabe si existe el otro mundo y tampoco sabe si le importa tanto.
No quiero ofrecer un extracto, ni una semblanza, ni una síntesis de este libro. Resumir los ensayos de Zurita sería como resumir uno de sus poemas. Si se dijera lo mismo, con otras palabras, ya no sería lo mismo. Sin embargo hay dos temas de este libro que no resisto la tentación de compartir.
Walt Whitman escribió: "no estás tocando un libro, estás tocando una persona". En opinión de Zurita, esta es una de las frases más conmovedoras que se han escrito, precisamente porque no es cierta. El escritor se aísla de quienes lo rodean para escribir. El lector se aísla de quienes lo rodean para leer. A través de las páginas de un libro, esos dos solitarios se encuentran. La página impresa es el escenario de una cita en la que no caben retrasos. Durante siglos, en la actualidad y también en el futuro, ha habido, hay y habrá lectores que tengan su cita con Homero. Pero, afirma Zurita contradiciendo a Whitman, no hay manera de darle un abrazo al autor que logró conmovernos. Tras el encuentro con su obra, el lector vuelve a su vida y las páginas leídas se convierten en lápidas para quien las escribió, que yace convertido en polvo ajeno a nuestra admiración y respeto.
El segundo tema es revelador. Zurita cree que la poesía elige a quien ella quiere y no a la inversa. Ser poeta, entonces, no es algo que se decide. La tarea de quien dirige un grupo de nuevos poetas es llevar a quien pretende serlo, a despojarse incluso de sí mismo para no interferir con esa fuerza misteriosa que quiere manifestarse a través de él. La cultura literaria, las ideas y los argumentos biográficos, según Zurita, suelen ser grandes trabas en el proceso. Dirigir un taller de poesía no es mucho más que constatar que el fenómeno sucede. Zurita afirma: "Desconozco las reglas, los métodos con que se produce. El poeta no le pide a la poesia algo que no sea ella misma."
INSC: 1012
La dedicatoria de Zurita, al obsequiarme el libro, es muy hermosa: "A Carlos mi amigo el amor y el nuevo milenio y nada con el sufrimiento." |
El primer ensayo es el único que se refiere al sufrimiento, que siempre es un misterio. Cuando somos felices no pedimos explicaciones ni justificaciones. La felicidad podemos entenderla porque en cierto sentido nos parece debida. El dolor, en cambio, es incomprensible. Nunca preguntamos "¿Por qué?" cuando somos dichosos. Zurita sostiene que el sufrimiento es lo que nos da la magnitud de la existencia y es gracias a él que podemos reafirmar nuestro deseo de vivir. Encontré grandes coincidencias en este primer ensayo con el libro Apología del dolor, del poeta Rogelio Sotela, publicado en 1938 y que no creo que Zurita conozca. Solo grandes poetas como Sotela y Zurita son capaces de mirar el sufrimiento con tanta serenidad y sabiduría.
En los otros ensayos, Zurita reflexiona a partir de referencias literarias e históricas tan amplias que abarcan desde un grafiti de pocas palabras, hasta el Mahabbarata, el antiquísimo poema de la India que es ocho veces más largo que La Iliada y La Odisea juntas, pasando por las cartas de amor que, en 1640, la monja portuguesa Mariana Alcoforado dirigió a Nöel Boutom, Marqués de Chamilly.
Se refiere también al Cantar de los Cantares y a la Carta de San Pablo a los corintios. El libro está lleno de una profunda espiritualidad pese a que Zurita confiesa que no sabe si existe el otro mundo y tampoco sabe si le importa tanto.
No quiero ofrecer un extracto, ni una semblanza, ni una síntesis de este libro. Resumir los ensayos de Zurita sería como resumir uno de sus poemas. Si se dijera lo mismo, con otras palabras, ya no sería lo mismo. Sin embargo hay dos temas de este libro que no resisto la tentación de compartir.
Walt Whitman escribió: "no estás tocando un libro, estás tocando una persona". En opinión de Zurita, esta es una de las frases más conmovedoras que se han escrito, precisamente porque no es cierta. El escritor se aísla de quienes lo rodean para escribir. El lector se aísla de quienes lo rodean para leer. A través de las páginas de un libro, esos dos solitarios se encuentran. La página impresa es el escenario de una cita en la que no caben retrasos. Durante siglos, en la actualidad y también en el futuro, ha habido, hay y habrá lectores que tengan su cita con Homero. Pero, afirma Zurita contradiciendo a Whitman, no hay manera de darle un abrazo al autor que logró conmovernos. Tras el encuentro con su obra, el lector vuelve a su vida y las páginas leídas se convierten en lápidas para quien las escribió, que yace convertido en polvo ajeno a nuestra admiración y respeto.
El segundo tema es revelador. Zurita cree que la poesía elige a quien ella quiere y no a la inversa. Ser poeta, entonces, no es algo que se decide. La tarea de quien dirige un grupo de nuevos poetas es llevar a quien pretende serlo, a despojarse incluso de sí mismo para no interferir con esa fuerza misteriosa que quiere manifestarse a través de él. La cultura literaria, las ideas y los argumentos biográficos, según Zurita, suelen ser grandes trabas en el proceso. Dirigir un taller de poesía no es mucho más que constatar que el fenómeno sucede. Zurita afirma: "Desconozco las reglas, los métodos con que se produce. El poeta no le pide a la poesia algo que no sea ella misma."
INSC: 1012
El maestro Raúl Zurita. Gran poeta y ensayista. |
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