miércoles, 3 de agosto de 2016

Hurgando en la Edad Media. Artículos de Franz Sauter.

Hurgando en la Edad Media. Franz Sauter.
Prólogo de Eduardo Ulibarri. Farben Grupo
Editorial Norma. Costa Rica, 2000.
La Edad Media no es considerada un tiempo interesante. La idea general, sobre este largo periodo de la historia, es que fue una época de estancamiento en que no ocurrieron grandes cambios sociales, el pensamiento se mantuvo estático y no hubo descubrimientos científicos ni mejoras tecnológicas.  Es decir, se cree que desde la caída del Imperio Romano hasta el Renacimiento, transcurrió más de un milenio durante el cual Europa se mantuvo inmóvil, sin avance alguno, sumida en un oscurantismo que condenaba cualquier novedad y, más bien, propiciaba el retroceso. 
Es verdad que la vida en la Edad Media no era nada fácil. Se estima que cerca de la mitad de las mujeres moría durante el parto y la mayoría de los recién nacidos no llegaba a cumplir el primer año de vida. Por los escasos conocimientos médicos, prácticamente todas las enfermedades eran mortales. En una de sus tantas acometidas, la peste negra mató a dos tercios de la población que habitaba entre Islandia y la India. Además, para colmo de males, el estado de guerra, que era casi permanente, cobraba numerosas víctimas. El peligro, la enfermedad y la muerte estaban siempre cerca. Difícilmente había quien, a los treinta años de edad, conservara todos sus dientes y los que llegaban a los cincuenta eran ya ancianos. 
Como el paso por este mundo era breve y doloroso, la esperanza de alcanzar la felicidad se concentraba en la vida eterna.
Sin embargo, pese a las duras condiciones de la época, en la Edad Media, contra lo que se cree, hubo también progresos significativos en la organización social, las comunicaciones, la filosofía, el arte, la ciencia y la técnica. Basta hurgar un poco en la historia para encontrar sorpresas inesperadas. En buena medida, la imagen negativa y distorcionada sobre esta época se debe a que los libros sobre temas medievales no abundan y, entre los disponibles, muy pocos tienen caracter introductorio.
Entre 1983 y 1986, el ingeniero civil Franz Sauter, gran conocedor y estudioso de historia medieval, publicó en la página 15 de La Nación una serie de artículos que, en el año 2000, fueron recopilados bajo el título Hurgando en la Edad Media, publicado por Farben Grupo Editorial Norma.
El libro de Sauter, interesante, revelador y ameno, incluye semblanzas de diversos personajes que fueron capaces de plantear propuestas y concretar acciones innovadoras en medio del inmobilismo imperante y, por ello, de alguna forma pueden considerarse precursores del cambio de mentalidad que se impuso a partir del Renacimiento.
Además de retratar figuras verdaderamente fascinantes, las breves notas biográficas acaban, de paso, rompiendo mitos. Veamos algunos. La idea general es que, durante la Edad Media, la religión estuvo alejada tanto del mensaje original del Evangelio como del razonamiento analítico y no fue sino hasta la Reforma de Martín Lutero que el cristianismo intentó reconciliarse con sus orígenes y su entorno filosófico. De manera similar, se dice que, hasta Galileo, el conocimiento científico estaba basado en creencias incuestionables que no habían sido comprobados por medio de la experimentación. Otras afirmaciones comúnmente aceptadas sobre el periodo medieval sostienen que, salvo para hacerse la guerra, los pueblos vivían aislados, que toda la fabricación de utensilios era artesanal y que la forma de gobierno era simplemente el vasallaje ante señores que ejercían su autoridad de manera caprichosa.
Aunque el panorama que pintan estas afirmaciones corresponde al panorama general, el libro de Sauter nos recuerda importantes excepciones. En el plano religioso, San Francisco de Asís logró un gran impacto en su predicación de los valores cristianos fundamentales como el amor, la fraternidad, el desprendimiento, el perdón y el sacrificio, mientras que Santo Tomás de Aquino, por su parte, planteó toda una teología basada en la filosofía aristotélica que era armónica con el razonamiento crítico. En cuanto al desarrollo de la investigación científica, durante la Edad Media nacieron las universidades y aparecieron las primeras obras sobre fenómenos naturales basadas en la observación constante y metódica. Los pueblos tampoco vivían tan aislados como se cree. Además de los viajes de los venecianos Nicolás y Marco Polo (padre e hijo) quienes cruzaron toda Asia hasta llegar a China y visitar las islas del Pacífico, existía un comercio constante, tanto por mar como por tierra, entre todas las regiones europeas y centroasiáticas. A la isla de Sicilia, ubicada prácticamente en el centro del Mediterráneo, arribaban mercancías tanto de las regiones nórdicas, como de Persia o Egipto.
Un rey de Sicilia, por cierto, Federico II de Hohenstaufen, nacido en 1194, podría ser considerado el fundador del primer Estado moderno.   Se preocupó por la alfabetización del pueblo y el desarrollo de las ciencias y las artes, fundó la Universidad de Nápoles, legisló sobre beneficios sociales, creó un sistema de tributos progresivos, directos e indirectos, mandó confeccionar listas de contribuyentes, instituyó el catastro, la medición territorial y el impuesto a la propiedad. Para lograr todo eso, hizo a un lado a los señores feudales y los terratenientes y formó un cuerpo de funcionarios seleccionados por su capacidad para desempeñar el puesto y cuyos ascensos en el escalafón dependían del grado de éxito que lograran en las misiones encomendadas.
Además de sus dotes de estadista, Federico era poeta, naturalista, filósofo y políglota. Hablaba nueve idiomas, entre ellos árabe, griego, hebreo, latín y alemán. Escribió un tratado sobre la conducta de los halcones que es considerado la primera investigación de zoología estrictamente científica. Dante Alighieri, tras investigar a fondo, llegó a a afirmar que los poemas de Federico son los más antiguos que se conocen escritos en lengua italiana.
Las figuras de San Alberto Magno, profesor de Santo Tomás en la Universidad de París, o de Roger Bacon, primer científico racional de la Universidad de Oxford, muestran que la actividad intelectual no estaba tan estancada como se cree.
La manera en que Franz Sauter retrata a estos personajes es en verdad fascinante. Recuerda, por ejemplo, que el viaje de Marco Polo a China tardó cinco años: salió de Venecia en 1271 y no fue sino hasta 1276 que llegó a Kahnbalug, la actual Beigin. Durante la travesía, tardó un mes en atravesar el desierto Takla Makan y mes y medio en cruzar el desierto de Gobi. Tras quince años al servicio del Khan, emprendió el viaje de retorno por barco, pasando por Java, Sumatra, Ceilán y la India, con lo que logró ahorrarse algo de tiempo. En vez de los cinco años que tardó en el viaje de ida, fue capaz regresar a Venecia, su patria, en "solamente" cuatro años.
También cuenta cómo Santo Tomás de Aquino fue secuestrado y encarcelado por sus propios hermanos con el fin de hacerlo persistir de su deseo de entrar a la Orden de Predicadores, recientemente fundada por Santo Domingo de Guzmán, que era considerada, en aquel entonces, una organización demasiado revolucionaria.
Con este libro, descubrimos en Franz Sauter a un magnífico narrador. En Costa Rica, sin embargo, más que por sus dotes literarias, el Sr. Sauter es reconocido como destacado ingeniero civil. No es de extrañar, entonces, la gran atención que dedica a las Catedrales Góticas.
Arbotantes de la Catedral de Estrasburgo, Francia.
Ante los imponentes templos medievales, lo común es concentrarse en lo artístico, lo religioso o lo histórico. El ingeniero Sauter, por su profesión, invita más bien a observar la estructura. Construidas en la  Baja Edad Media, las catedrales góticas fueron, hasta la aparición de los modernos rascacielos, las edificaciones más altas levantadas por el hombre. Allí están todavía, en Francia, Alemania, España e Italia destacándose en el paisaje, pero, lamentablemente, no se conservan libros, planos ni el más mínimo apunte de cómo las hicieron. Los griegos, romanos, egipcios, persas, mayas, aztecas e incas, así como otras culturas antiguas, levantaron impresionantes construcciones en piedra, pero eran, por lo general, bajas, de muros gruesos y columnas anchas. Las catedrales medievales, algunas con torres de más de cien metros de altura, se caracterizan por tener paredes delgadas y pilares extremadamente esbeltos. Los arbotantes y contrafuertes permitían distribuir el peso de la gigantesca estructura en ciertos puntos seleccionados. Verlo es una cosa, pero concebirlo y planificarlo es otra. El nivel de cálculo requerido es tan complejo que, en la actualidad, ningún ingeniero se ha propuesto levantar una catedral gótica de grandes dimensiones por la sencilla razón de que nadie sabe cómo se diseñan.
Sauter repara también en otros misterios. ¿Cómo transportaban las materiales de construcción que, en la inmensa mayoría de los casos, provenía de regiones lejanas? ¿Con qué tipo de grúas lograban subir pesadísimas esculturas a grandes alturas? ¿Qué clase de andamios utilizaban para construir un techo abovedado de piedra a cincuenta metros del suelo? ¿Cómo habría sido el soplete utilizado para fundir el plomo que une las piezas de los vitrales?
La tecnología, durante la Edad Media, definitivamente no era tan rudimentaria como se cree. Además de la fuerza humana o animal, durante esta época empezó a utilizarse la energía hidráulica. El torrente de los ríos caudalosos se aprovechaba para mover molinos, sierras y telares. Hubo grandes avances en la extracción de metales y fabricación de herramientas. Se perfeccionó el arado lo cual, a la larga, significó mayor producción agrícola. Con mayores cosechas, aumentó el intercambio. En los mercados populares, era común encontrar sacos de cereales o barriles de cecina que venían de muy lejos. Como no era necesario que todos cultivaran la tierra para procurarse alimento, nació la burguesía y aumentó el número de personas dedicadas a oficios manuales o al comercio. La industria de licores, ropa y utensilios llegó a alcanzar altos niveles de producción.
Como los cálculos matemáticos en diversas áreas requerían fracciones, se abandonó la numeración romana (que no tenía cero) y se optó por la árabe.
Definitivamente, la Edad Media fue una época mucho más interesante de lo que comúnmente se cree y, tras leer el libro de Franz Sauter, uno queda convencido que el término "oscurantismo", con que se clasifica este periodo de la historia es inexacto o, al menos, injusto.
INSC: 1126
Catedral de Reims, Francia.

3 comentarios:

  1. Muy interesante como siempre tus publicaciones, Carlos. Coincido en que la Edad Media fue un periodo injustamente denominado como oscurantista por una visiòn sesgada de la Historia. Pero en las clases sociales encumbradas muchos individuos valiosos generaron estas obras monumentales. Abrazo

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  2. Muy interesante como siempre tus publicaciones, Carlos. Coincido en que la Edad Media fue un periodo injustamente denominado como oscurantista por una visiòn sesgada de la Historia. Pero en las clases sociales encumbradas muchos individuos valiosos generaron estas obras monumentales. Abrazo

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  3. Gracias Carlos por acercarnos a la lectura de tan interesante libro. Besos desde este otro lado del charco.

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