Diablo Guardián. Xavier Velasco. Alfaguara. México. 2003. |
Desde principios de los años noventa, cuando empezó a publicar artículos y reseñas en diversos periódicos y revistas, Xavier Velasco fue ganando seguidores. Su fama, sin embargo, estaba limitada a la ciudad de México y, dentro de la gran urbe, solamente alcanzaba a ciertos círculos muy específicos. La publicación de Diablo Guardián, su segunda novela, en 2003, fue lo que hizo que su nombre llegara a ser conocido internacionalmente.
Diablo Guardián fue ampliamente leída y comentada en toda América Latina. Bastaba leer un par de líneas para quedar enganchado y, casi sin darse cuenta, devorar en apenas un par de días quinientas páginas de aventuras intensas, narradas, por los propios protagonistas, a ritmo acelerado. La novela, que recibió tantos elogios entusiastas como críticas severas, es uno de esos libros que, una vez empezado, no se puede abandonar. Incluso quienes hicieron comentarios negativos sobre ella acabaron leyéndola completa y eso, de alguna forma, tiene su mérito.
Toda la historia gira sobre dos personajes verdaderamente inolvidables: Violetta (con doble T) y Pig. Ambos, para decirlo de una vez, son un par de egoístas caprichosos sin escrúpulos a quienes no les importaría volar el mundo en pedazos si creyeran que podría resultarles divertido o placentero. Se meten en enredos verdaderamente serios, salen de una situación arriesgada para meterse en otra peor y, lejos de buscar sosiego y estabilidad, más bien parece que disfrutan bailar con los ojos cerrados al borde del precipicio.
En todo el libro no hay evolución ni redención. Pig y Violetta son los mismos desde el inicio hasta el final. Las experiencias vividas no los hacen mejores ni peores. No sabemos por qué son como son. Simplemente son así. Dos personas que transitan por la vida a alta velocidad sin prestar la más mínima atención a lo que atropellan en su camino. Incapaces de experimentar remordimientos, no tienen otra meta más que sobrevivir los tropiezos para continuar en lo suyo. La prostitución, el consumo de drogas, el abuso, la violencia, el robo, la estafa y la extorsión forman parte de su vida. Ni ellos, ni el lector que se interese por sus andanzas, se detienen un segundo a cuestionar moralmente nada de lo que ocurre. Hasta las situaciones más humillantes, en este libro no resultan ni siquiera bochornosas.
Pig y Violetta son perversos pero no llegan a ser repugnantes. Al leer sus aventuras se experimenta una extraña contradicción porque, aunque sus acciones sean injustificables e indefendibles, resulta imposible no reírse con ellos y, en el fondo, uno desea que todo les salga bien. Las víctimas de sus jugarretas, en todo caso, tampoco son unas inocentes palomitas.
Aunque la curiosidad morbosa por querer saber lo que vendrá luego es, sin lugar a dudas, una de las razones por las que este libro no puede abandonarse una vez empezado, el tono coloquial en que está escrito y los chispazos de humor presentes en cada página son también buenas razones para no soltarlo.
Tanto los personajes como el autor son mexicanos y, por ello, el libro está lleno de palabras y expresiones que quizá resulten desconocidas para lectores de otras nacionalidades. Sin embargo, como ya mencioné, la novela fue muy bien recibida en toda América Latina. Es una ingenuidad creer que, para trascender fronteras, una obra literaria debe estar escrita en lenguaje neutro. Los localismos, aunque puedan ocultar ciertos detalles a quienes no estén familiarizados con ellos, lejos de ser un obstáculo que impida comprender una narración, acaban impregnándole un delicioso sabor local a la historia.
Diablo Guardián es una novela sabrosamente escrita, que impresiona, entretiene y divierte. Pero su enorme atractivo y la popularidad que obtuvo han sido, por extraño que parezca, el argumento principal de quienes la critican. En literatura, como en muchas otras disciplinas, hay quienes creen que la exquisitez solamente puede ser apreciada por pocos. Aplauden los libros insoportables para el público en general y desprecian los que logran ser atractivos hasta para el común de los mortales. El simple hecho de que un libro logre un buen volumen de ventas, los hace arrugar la cara.
No sorprende, por tanto, que algunos hayan dicho que Diablo Guardián es una lectura fácil, llena de humor y aventuras descabelladas, cuyo argumento no pasa de ser un recuento de frivolidades narradas en clave morbosa. Para ellos, Xavier Velasco tiene méritos como entretenedor, pero no como literato.
La dedicatoria en mi ejemplar de Diablo Guadián: "Para Carlos Porras, por el lector que eres y que soy antes que nada. Xavier Velasco." |
Personalmente creo que quienes opinan así no fueron capaces de ir más allá de lo obvio. Tildan la novela de superficial, cuando en realidad lo verdaderamente superficial fue su lectura. Diablo Guardián es una caricatura. Una caricatura del consumismo, del mundo de las apariencias, del afán trepador de la clase media, del vacío que no se puede llenar con la embriaguez, de la hipocresía que hay detrás del altruismo, de la inconfesada ansia de reposo propia de quienes no pueden detenerse.
La novela, lo repito una vez más, es atractiva, fascinante, cautivadora y se lee a la misma velocidad con que Violetta y Pig entran y salen de los agujeros que ellos mismos cavan. Pero lo que valdría preguntarse es ¿Por qué? ¿Por qué nos interesa saber lo que hará una muchachita adolescente que cruza la frontera con cien mil dólares robados? ¿Por qué es tan entretenido que se hospede en un hotel lujoso de Nueva York del que sale solamente para ir a comer en los mejores restaurantes y comprarse ropa carísima? ¿Por qué cada vez que tiende una trampa estamos de su lado? ¿Por qué disfrutamos su venganza? ¿Por qué, en fin, un libro sobre dos personas que no saben, ni les interesa saber, la cantidad de leyes, normas, límites y preceptos a los que le han pasado por encima, llegó a ser tan popular?
Violetta y Pig no conocen frenos ni barreras, pero detrás de su aparente vida de fiesta hay un vacío, un dolor oculto quizá, que los obliga a vivir permanentemente en riesgo para poder convencerse, con cada suspiro de alivio, de que aún están vivos. Tal vez la mejor forma de apreciar la vida es vivir al lado de la muerte. Tal vez el egoísmo sea la forma más intensa de odiarse a uno mismo.
En alguna parte del libro Violeta pronuncia estas palabras: "Un día me dijeron que la felicidad consiste en no querer moverse de donde uno está. Si eso es verdad, aquel fue el día más feliz de mi vida."
Si eso es verdad, un mundo donde nadie se queda quieto es un mundo donde nadie es feliz. Todos piensan en irse a otro sitio, hacer otra cosa, vivir de manera distinta. En la vida real, el desplazamiento debe hacerse sin quebrantar ciertas reglas, pero a la hora de ponerse a fantasear (y leer un libro es vivir una fantasía) más de uno quisiera tener el arrojo y la suerte de Pig y Violetta.
INSC: 1758
El novelista mexicano Xavier Velasco |
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