jueves, 4 de agosto de 2016

Pedro Pérez Zeledón: historiador, abogado y diplomático costarricense.

Pedro Pérez Zeledón. Raquel Guevara.
Ministerio de Cultura, Juventud y
Deportes. Costa Rica, 1971.
En la zona sur de Costa Rica, situada en un hermoso valle, se encuentra la ciudad de San Isidro del General, cabecera del cantón  número diecinueve de la provincia de San José. No se sabe con certeza en qué año los criollos empezaron a habitar la zona, pero durante la segunda mitad del Siglo XIX la población del lugar era apenas de un puñado de familias. 
Durante las primeras décadas del Siglo XX, numerosos inmigrantes, provenientes en su mayoría de Santa María de Dota y la zona de los Santos, trasladaron su residencia al valle del General que, muy pronto, fue creciendo hasta convertirse en una comunidad altamente próspera y productiva. En 1931, para contar con sus propias autoridades municipales, los vecinos solicitaron al Congreso que el poblado fuera declarado cantón. El Poder Legislativo accedió a la petición y, por iniciativa del diputado Carlos María Jiménez Ortiz, el nuevo cantón recibió el nombre de Pérez Zeledón, para honrar la memoria del abogado, diplomático e historiador Pedro Pérez Zeledón
Como las inicales de Pérez Zeledón son P.Z., que suena como "peseta", los habitantes de la zona acabaron siendo llamados "peseteros". Sin embargo, pese a que una región de 1.905 kilómetros cuadrados del territorio de Costa Rica lleva su nombre, don Pedro Pérez Zeledón es un personaje bastante poco conocido. 
Su caso, de más está decirlo, no es único. El nombre de otros cantones, como Montes de Oca, Coronado, Goicoechea, Mora y Acosta, también corresponde al apellido de personajes históricos que han venido siendo olvidados. Pocos residentes de San Pedro de Montes de Oca han escuchado el nombre de don Faustino Montes de Oca (1860-1902). No creo que en las escuelas y colegios de Guadalupe de Goicoechea se lea ni una página de las muchas que dejó escritas Fray Antonio de Liendo y Goicoechea (1735-1814). Supongo que los habitantes de Coronado no suelen asociar el nombre del lugar donde viven con un conquistador español, como tampoco los de Aserrí o Curridabat, con el de un cacique indígena. El asunto es de nunca acabar. Sería interesante preguntarle a un vecino de Sarchí quién fue Valverde Vega o a uno de Zarcero quién fue Alfaro Ruiz. Pero, por ahora, concentrémonos en don Pedro.
Pedro Pérez Zeledón nació en San José, el 4 de enero de 1854, hijo de don Miguel Pérez Zamora, vecino de Tibás, y de doña Francisca Zeledón Aguilar. Los abuelos paternos eran don Fermín Pérez, de Alajuela y doña Micaela Zamora, de Esparza, mientras que los maternos eran don Pedro Zeledón y doña Ignacia Aguilar, ambos de San José.
La familia era de escasos recursos pero de buenas conexiones, de manera que desde niño, Pedro, que era un muchachito pobre, tuvo relación cercana con personajes de la alta sociedad. Su maestro de la escuela primaria fue el general nicaragüense don Máximo Jérez. Nunca he logrado averiguar por qué, luego de haber luchado con éxito contra los filibusteros de William Walker, el general Máximo Jerez (padrino de bautizo de Rubén Darío), se vino a Costa Rica a dar clases de primer grado.  Lo interesante del caso es que el tratado de límites entre Nicaragua y Costa Rica, fue firmado por el General José María Cañas, por parte de Costa Rica y el General Máximo Jerez, por Nicaragua y, años después, cuando el Tratado Cañas-Jerez fue sometido al Laudo Cleveland, don Pedro Pérez Zeledón fue el responsable de la negociación por parte de Costa Rica. Es decir, el general Jerez, que firmó el tratado por Nicaragua, fue quien le enseñó a leer y escribir al que  defendió los derechos de Costa Rica plasmados en ese mismo tratado.
El discípulo estuvo a la altura del maestro. Pedro, además de dar muestras de una aguda inteligencia, fue un joven estudioso, metódico y organizado. A los quince años de edad, sin haber obtenido aún el bachillerato, su pariente don José Joaquín Rodríguez Zeledón (que luego sería Presidente de la República) le consiguió un puesto de registrador de hipotecas con una paga de veinte pesos al mes.
En diciembre de 1873, a los diecinueve años de edad, obtuvo con honores su título de abogado en la Universidad de Santo Tomás. Poco más de un año después, en febrero de 1875, contrajo matrimonio con Vicenta Calvo Mora, hija de don Joaquín Bernardo Calvo Rosales y doña Salvadora Mora Pérez.
Continuó trabajando de burócrata un tiempo más y fue ascendido hasta ocupar el puesto de Secretario de la Corte Suprema de Justicia, pero en 1877 decidió separarse de la función pública para ejercer el Derecho e intentar establecer fincas agrícolas y negocios personales.
Descontento con la dictadura del General Tomás Guardia, don Pedro fundó el periódico El Ciudadano, en el que, amparado a la libertad de prensa que todavía era respetada, criticaba con dureza al gobierno y al gobernante. Un buen día el General no aguantó más y don Pedro acabó "desterrado" por varios meses en Santa María de Dota. Vale la pena recordar que don Tomás Guardia envió a don Rafael Yglesias Castro a Talamanca y a don Julián Volio a San Ramón. En aquella época el destierro no significaba necesariamente salir del país. Para no escuchar al que hablaba mucho, bastaba con enviarlo unos cuantos kilómetros más allá de las montañas que rodean el Valle Central. Además, un enemigo político exiliado en un país vecino puede hacer mucho daño, mientras que uno confinado en una aldea remota es totalmente inofensivo.
La vida profesional de don Pedro Pérez Zeledón fue un constante entrar y salir de la función pública. Por su gran capacidad de trabajo y de estudio y por la forma en que cuidaba los detalles, con frecuencia era llamado a integrar comisiones encargadas de redactar reglamentos o de plantear nuevos proyectos. El presidente Próspero Fernández le encargó la redacción de un reglamento, el presidente Bernardo Soto lo integró a una comisión encargada de elaborar un proyecto de ley sobre delitos fiscales. Don Pedro fue enviado a Europa para investigar técnicas agrícolas en Francia, Suiza y Bélgica. También fue el principal colaborador de don Mauro Fernández en la reforma educativa que llevó a cabo. 
La lista de puestos desempeñados y tareas encomendadas es enorme, sus aportes a las instituciones gubernamentales son valiosos pero no deja de sorprender la inestabilidad de su carrera. Por ejemplo,  el 8 de de noviembre de 1886 se le encargó el Subsecretariado de Guerra y Marina, pero renunció el 4 de diciembre del mismo año. El 26 de febrero de 1887 fue nombrado Profesor de Derecho en la Universidad de Santo Tomás, pero renunció el 12 de abril siguiente. En el primer cargo estuvo menos de un mes y en el segundo apenas mes y medio.
Don Pedro Pérez Zeledón. (1854-1931).
Abogado, diplomático, historiador e
impulsor del desarrollo de la zon sur
de Costa Rica.
En 1888, don Pedro representó a Costa Rica ante el presidente de Estados Unidos Stephen Cleveland, que era el árbitro en un conflicto de interpretación del tratado Cañas-Jerez y logró un resultado favorable para Costa Rica. Poco después, en 1891 viajó a Inglaterra para tratar de rescatar un capital, propiedad del Estado, que estaba en peligro de perderse y, aunque había pocas esperanzas, su gestión fue exitosa.  En reconocimiento a sus dotes diplomáticas, el 4 de marzo de 1892 fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores. Aceptó el cargo, pero renunció el 8 de junio. Al menos en este puesto cumplió los tres meses.
Uno tendería a imaginarse que don Pedro renunciaba a los cargos públicos porque tenía muchos negocios privados que atender pero, lamentablemente, no era así. El bufete de don Pedro no tenía muchos ni grandes clientes, por lo que no generaba mayor cosa y las actividades agrícolas o comerciales a las que dedicó su tiempo y su esfuerzo solamente dieron ingresos modestos, apenas para sobrevivir. 
En el gobierno de Rafael Yglesias Castro, don Pedro aceptó el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores y, para sorpresa de todos, se quedó un buen rato. Sucedió una anécdota simpática. Mientras el presidente estaba fuera del país, hubo un intento de derrocarlo. Don Rafael regresó inmediatamente a Costa Rica. Cuando el barco se acercaba a Limón, don Rafael, apoyado en la baranda de cubierta, miraba hacia tierra silencioso, triste y preocupado pero,de repente, sonrió y soltó un gran suspiro de alivio. Cuando otros pasajeros le preguntaron a qué se debía el cambio de ánimo, don Rafael explicó que, al ver en el muelle a don Pedro Pérez Zeledón esperándolo, supo que todavía era presidente de Costa Rica.
Pese a que no permanecía mucho tiempo en un mismo puesto, en 1912 destacadas figuras, tanto del partido Civilista como del Republicano, propusieron la candidatura de don Pedro a la Presidencia de la República, pero no lograron convencerlo para que se lanzara. Don Pedro también rechazó la iniciativa, presentada en el Congreso, de nombrarlo en la Corte Suprema de Justicia.
Sí participó como representante de Costa Rica, al año siguiente, en el conflicto de interpretación del Laudo Louvet que definía los límites de Costa Rica con Panamá. Gracias a sus gestiones, la mitad de Punta Burica es costarricense, ya que las pretensiones panameñas eran poner la frontera en Golfito.
El año de 1913 fue particularmente triste para don Pedro. El 20 de junio murió su esposa y el 26 de octubre su hija Flora. Don Pedro, que no había hecho carrera en el sector público ni había reunido un capital en actividades privadas, se había quedado solo.
Trató de soportar su viudez y pobreza discretamente pero su situación económica era casi desesperada. Al enterarse cómo estaban las cosas, los diputados acordaron otorgarle cincuenta mil colones por los servicios brindados al país, que le serían entregados en cinco anualidades de diez mil cada una. Aunque las arcas del Estado no andaban muy bien debido a la guerra europea que acababa de estallar, el presidente Alfredo González Flores firmó el "Ejecútese".
En 1921, don Pedro volvió a ser noticia al criticar severamente al Presidente Julio Acosta García, por la manera impulsiva e imprudente en que manejó un incidente fronterizo con Panamá que pudo haber generado un conflicto armado para el que Costa Rica ni estaba preparada ni tenía posibilidades de ganar.
Dos años después, en 1923, don Pedro apenas tenía sesenta y tres años pero, debido a la enfermedad, estaba muy envejecido. El Congreso, entonces, dispuso otorgarle una pensión de cuatrocientos colones al mes. Firmaron el acuerdo don Arturo Volio Jiménez, Presidente del Congreso y su hermano Jorge Volio Jiménez, Primer Secretario. El presidente Julio Acosta, severamente criticado por don Pedro, firmó el ejecútese.
Otra faceta interesante de don Pedro Pérez Zeledón fueron sus investigaciones históricas. De hecho, don Pedro fue uno de nuestros primeros historiadores. El primer libro de historia de Costa Rica fue Bosquejo de la República de Costa Rica, de Felipe Molina, publicado en Nueva York en 1851. Los documentos se conservaban en los archivos, pero había que bucear en ellos para escribir la historia. Entre los que asumieron la tarea se pueden mencionar a don León Fernández y su hijo Ricardo Fernández Guardia, el obispo Bernardo Augusto Thiel, el marqués Manuel María de Peralta y don Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno, entre otros. Como historiador, don Pedro se interesó por muchos temas, quiso escribir sendas biografías del Dr. José María Castro Madriz y de don Juan Rafael Mora Poras, pero no las terminó. Tampoco pudo concluir su Historia de la esclavitud. Nunca llegó a publicar un libro, pero sí aparecieron, en revistas y periódicos, importantes artículos suyos sobre Gregorio José Ramírez o el Bachiller Osejo. Particularmente valiosas son sus investigaciones sobre la anexión del Partido de Nicoya o la administración del río San Juan durante la Colonia.
Supongo que quienes hayan tenido la paciencia de leer hasta este punto estarán preguntándose: ¿Qué tiene que ver este señor con San Isidro del General?
Cuando estuvo desterrado en Santa María de Dota, don Pedro se involucró a fondo con la comunidad que lo hospedaba, llegó a ser gran amigo de la familia Ureña Zúñiga, de cuyos miembros muchos emigraron al sur del Cerro de la Muerte. Cuando regresó a San José, lejos de olvidarse de sus amigos, se convirtió en un verdadero promotor de la población y el desarrollo del sur del país. Consiguió, entre otras cosas, que el gobierno mejorara el camino de Desamparados a la zona de los Santos y que abriera una vía de comunicación entre Santa María y Copey.
En 1887, junto con cinco personas más, entre los que se contaban un médico, un maestro, un ingeniero y un topógrafo, realizó una exploración a fondo de la zona sur. A bordo de una pequeña embarcación de vela, navegó desde Puntarenas hasta el Golfo Dulce y luego recorrió el río Grande de Térraba, el Pozo, Palmar, Boruca, Térraba, La división, el Cerro de la Muerte, Ojo de Agua, Las Vueltas, Dota, Tarrazú y, finalmente, retornó a San José por Desamparados. Para su sorpresa, en todo su camino se encontró con campesinos, algunos aislados con sus familias en un pequeño espacio que lograron abrir en la montaña para su casa, sus animales y sus cultivos y otros ya concentrados en pequeños pueblos. En el valle que, a partir de 1910 sería conocido como San Isidro del General, don Pedro contó, en 1887, poco más de doscientos vecinos.
A partir de esa expedición, además del ejercicio del derecho o la diplomacia, de sus investigaciones históricas o de sus fallidos negocios personales, don Pedro asumió como un reto personal el desarrollo de la zona sur del país. Promovía proyectos de ley que favorecieran la zona, instaba al gobierno a abrir caminos y construir escuelas, procuraba que los habitantes del sur tuvieran buenas semillas así como ejemplares del mejor ganado.
Don Pedro murió el 31 de mayo de 1930. Cuando, el 7 de octubre del año siguiente, el Congreso, a solicitud de los vecinos, decretó la creación del cantón número 19 de la provincia de San José, el diputado Carlos María Jiménez propuso que la región recibiera el nombre de Pérez Zeledón, en honor de su más grande admirador y benefector.
INSC: 1732
San Isidro del General, cabecera del cantón de Pérez Zeledón, Costa Rica.

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