Galería de Valores Femeninos Costarricenses. Jorge Luis Soto Soto. Costa Rica, 1975. |
Años más tarde, durante el gobierno de Teodoro Picado, cuando de nuevo la voluntad popular parecía que iba a ser burlada, ocho mil mujeres desfilaron hasta la Casa Presidencial para exigirle al mandatario garantías electorales. En el desfile participaron las esposas e hijas de los viejos patricios y hasta la propia hija del Presidente Picado. A pesar de la presencia de distinguidas damas de alta sociedad, la manifestación fue disuelta por la fuerza, con golpes y disparos al aire. Curiosamente, aquellas mujeres fueron atropelladas por la policía por pedir transparencia en unas elecciones en las que ellas no podrían votar.
Pero la participación política es solo una de las muchas facetas en que las costarricenses han tenido una actividad que, pareciera, a nadie le interesa recordar.
Ante el desdén con que los libros de historia ignoran la participación femenina, el educador alajuelense Jorge Luis Soto Soto publicó, en 1975, un libro con setenta biografías de mujeres costarricenses titulado Galería de Valores Femeninos. El libro no tuvo la difusión apropiada y la mayor parte del tiraje quedó almacenado. Tras la muerte del autor, sus familiares encontraron varios ejemplares y dispusieron ponerlos en buenas manos. Estoy muy agradecido de que hayan tenido la gentileza de enviarme uno a mí.
La secuencia de biografías aparece en estricto orden alfabético y, por pura coincidencia, arranca con Angela Acuña Braun, la primera mujer costarricense en obtener el bachillerato en el Liceo de Costa Rica y la primera centroamericana en graduarse como abogada. La señora Acuña Braun, además, escribió el prólogo del libro.
De las setenta biografiadas, tuve la oportunidad de conocer en persona a seis. De las obras de algunas otras estaba ligeramente enterado, pero debo confesar que los nombres de la gran mayoría no los había escuchado nunca.
De las setenta biografiadas, tuve la oportunidad de conocer en persona a seis. De las obras de algunas otras estaba ligeramente enterado, pero debo confesar que los nombres de la gran mayoría no los había escuchado nunca.
María Ester Amador León. (1902-1928) Colaboradora del Repertorio Americano. Su único libro Atardederes, fue publicado póstumamente por don Joaquín García Monge. |
También menciona a la escritora y periodista Rosalía Muñoz Picado quien, en 1954, publicó una biografía de Florentino Castro.
Como la docencia era casi la única actividad en que una mujer talentosa podía destacarse, cerca de la mitad de las biografiadas son maestras. Aparecen no solamente las famosas, como Estercita Silva, Julia Lang, Vitalia Madrigal o Emma Gamboa, sino también docentes rurales como doña Livia Hernández Quesada, primera maestra del cantón de Atenas.
Se destacan los aportes de Margarita Esquivel Rohrmoser y Olga Franco Cao en danza, de Albertina Moya y Ana Poltronieri en teatro, de Margarita Bertheau en pintura, de Julita Araya Rojas, Lolita Castegnaro, Marcelina González y Zelmira Segreda en música, de Angelita Pacheco Zamora en escultura, de Carmen Granados en la radio y de Hilda Chen Apuy, Lilia Ramos y Victoria Garrón de Doryan en la investigación histórica y literaria,
Completan la lista Margarita Ortiz Alvarado (diplomática), Edith Chaverri (primera costarricense ingeniera agrónoma), Graciela Morales Flores (fundadora del Servicio Social de la Caja Costarricense del Seguro Social), además de una empresaria, una obstetra, una microbióloga, una socióloga, una farmacéutica, dos médicas y tres abogadas.
Me sorprendió un poco que no mencionara a doña Yvonne Clays Spoelders, primera diplomática del Servicio Exterior costarricense y fundadora, junto con un grupo compuesto exclusivamente por mujeres, de la Orquesta Sinfónica Nacional. Supongo que la omisión pudo deberse a que doña Yvonne no nació en Costa Rica, sino en Bélgica. Otra omisión notable fue la de la Doctora Concepción Cruz Meza de Coblentz, primera odontóloga de Costa Rica, graduada en la Universidad de Tulane, New Orleans, en 1905. Extrañé también una nota sobre doña Adela de Jiménez, la valiente mujer que, tras la muerte de su esposo, el Ing. Lesmes Jiménez, tomó las riendas de su empresa constructora.
A quienes estudian el aporte de mujeres destacadas en la historia suele molestarles, con toda razón, el hecho de que las mujeres no sean mencionadas por sus méritos propios sino por su parentesco con varones famosos. Cuando se menciona al ingeniero Jorge Manuel Dengo, por ejemplo, se hace referencia a su carrera personal y no se considera necesario recordar que era hijo de Omar Dengo. Sin embargo, doña María Teresa Obregón de Dengo y doña María Eugenia Dengo Obregón, a pesar de sus méritos individuales, son presentadas, respectivamente, como la esposa y la hija de Omar Dengo.
Marcelina González Zeledón. (1867-1930) Cantante de ópera nacida en Costa Rica que curso estudios y desarrolló toda su carrera en la ciudad de Nueva York. |
Bastantes años después de ellas, apareció el tenor Melico Salazar, quien cantó también en Nueva York y Milán. Lo curioso es que el nombre de Melico Salazar pasó a la historia, se le levantó un monumento y un teatro lleva su nombre, pero nadie recuerda a Marcelina ni a Zelmira.
Berta González Quesada de Gerli, hija de Magón y sobrina de Marcelina, fue, por cierto, una de las fundadoras de la Orquesta Sinfónica Nacional y Julita Pacheco Pérez, la esposa de Alejandro Morera Soto, fue una gran impulsora de la educación técnica profesional para mujeres.
Dr. Ricardo Moreno Cañas (en el Hospital San Juan de Dios), el de Rafael Yglesias Castro (en el Ferrocarril al Pacífico), el del Marqués de Peralta (en Cartago) y el de don Cleto González Víquez (en Barba de Heredia), Pues bien, pese a que su obra es visible en distintos sitios públicos, ningún libro de historia de la escultura en Costa Rica menciona el nombre de Angelita Pacheco Zamora.
Su caso no es único. Los historiadores de la música en Costa Rica, suelen referirse a la labor pionera del Conservatorio Nacional de Música, dirigido por el pianista Guillermo Aguilar Machado, pero olvidan mencionar que Julita Araya Rojas era la codirectora.
Aunque las biografías que ofrece el libro son breves, tienen el doble mérito de dar a conocer figuras casi olvidadas y despertar la curiosidad por querer saber más sobre ellas. Desde que el libro fue publicado, en 1975, el número de mujeres costarricenses destacadas ha crecido. Si alguien pretendiera, en estos días, emular el esfuerzo y ofrecer una edición aumentada y actualizada, el resultado sería verdaderamente voluminoso. Sin embargo, más que una nueva lista aparte, lo que verdaderamente valdría la pena esperar es una visión más equitativa de los personajes históricos, en la que las actuaciones de las mujeres dejen de ser menospreciadas.
INSC: 0964
Tres maestras. A la izquierda, Estercita Silva (1866-1957). Al centro, Vitalia Madrigal (1882-1927). A la derecha, Julia Lang (1863-1907). |
Muy buena observación, nuevos datos, felicitaciones.
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