jueves, 16 de enero de 2020

Pancha Carrasco, heroína real y legendaria.

Francisca Carrasco.
Carlos Manuel Zamora Hernández.
Dirección de Mujer y Familia. Ministerio de
Cultura, Juventud y Deportes. Costa Rica, 1985.
En la carta que, el 21 de julio de 1884, dirigió al Congreso para solicitar una pensión que aliviara la pobreza en que vivía, Francisca Carrasco afirmó que ella había sido la única mujer que formó parte del ejército, que sirvió como asistenta del General en Jefe y de su Estado Mayor, que en diversas batallas contra los filibusteros de William Walker, incluyendo la Batalla de Rivas el 11 de abril de 1856, participó también como soldado y que tuvo la fortuna de señalarse entre las más valientes y denodadas patriotas.
No entra en detalles sobre sus acciones militares porque eso sería, además de "inmodesto", innecesario, porque su aporte, dice, es bien conocido por todos los que lucharon en aquella gesta histórica. 
Se dice que las labores asignadas a Francisca Carrasco, o Pancha Carrasco como acabó siendo conocida por la posteridad, eran lavar y coser la ropa de los soldados, así como cocinar y servirles los alimentos, pero que, una vez frente al enemigo, también tomó el fusil y entró en combate. Algunos autores, Luis Ferrero entre ellos, llegaron a publicar que, por su letra grande, clara y redonda, fue secretaria de don Juan Rafael Mora Porras. También hay quienes le atribuyen tareas de enfermera o de mensajera. No faltan tampoco quienes sostienen que el famoso cañoncito que los filibusteros le quitaron a los ticos en la Batalla de Rivas fue recuperado por Pancha.
Con el correr de los años, la figura de Pancha Carrasco ha acabado siendo protagónica en todos los episodios de la Campaña Nacional de 1856, pero muchas de las afirmaciones que circulan sobre ella son poco comprobables o abiertamente falsas. 
Es normal que esto ocurra, porque todos los héroes históricos están construidos con una mezcla de realidad y leyenda en que resulta a veces muy difícil separar lo que en verdad hicieron y lo que les inventaron luego. De primera entrada, en el caso de Pancha Carrasco, resulta un tanto extraño que haya sido la única mujer que acompañara a las tropas de 1856. Ciertamente su nombre es el único que se conoce, pero podría suponerse que debieron de haber otras. Una sola cocinera y lavandera no podría atender a un ejército de más de dos mil soldados. Se sabe que los boyeros que trasladaban el café en carreta, desde el valle central hasta Puntarenas, iban acompañados por sus esposas e hijas para que cocinaran. Sin embargo, si algún historiador quisiera investigar la participación de otras mujeres en el ejército costarricense de 1856, probablemente se encontraría un gran vacío de información. Los reportes describen las acciones de los oficiales de alto rango, pero casi nunca se refieren a los actos individuales de los miembros de la tropa. Si no mencionaban a los soldados, mucho menos a las cocineras y lavanderas.
Francisca "Pancha" Carrasco.
1816-1890
En 1985, la Dirección General de Mujer y Familia del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, publicó el libro Francisca Carrasco, del historiador Carlos Manuel Zamora Hernández. Aunque es una obra muy breve, de poco más de treinta páginas, tiene el mérito de separar adecuadamente lo que consta en documentos de lo que es leyenda popular. El estudio tiene algunos errores. Da a entender que Walker fue enviado por Estados Unidos, cuando en realidad fue llamado a Nicaragua por el contrato que firmó su amigo Byron Cole con Francisco Castellón. Dice que Pancha Carrasco fue a la guerra para acompañar a su marido, Gil Zúñiga, que era soldado, pero en ese tiempo Francisca todavía estaba casada con Espíritu Santo Espinoza quien, por cierto, murió en la Batalla de Rivas. 
Pero haciendo a un lado estos y otros pequeños detalles, lo verdaderamente importante en el trabajo de Carlos Manuel Zamora Hernández, es que recopila la leyenda pero también la cuestiona.
Pancha Carrasco nació en Cartago, hija de José Francisco Carrasco Méndez y María de la Trinidad Jiménez Rodríguez. El acta de matrimonio de sus padres, celebrado en marzo de 1815, se conserva, así como también el registro de bautismo de tres hijos de la pareja: Petronila de Jesús (1817), Andrea de Jesús (1818) y Pablo de Jesús (1824). Sin embargo, no se han encontrado registros sobre el bautismo de Francisca que, se supone, era la mayor y debió de haber nacido en 1816.
En sus Crónicas de Antaño, don Ricardo Fernández Guardia cuenta que el 10 de setiembre de 1842, mientras Francisco Morazán montaba a caballo por el centro de San José, fue insultado por un pequeño grupo de mujeres y una de ellas le lanzó una pedrada que le dio en la cara. Morazán no le dio importancia al hecho y se refugió en el cuartel. A la mañana siguiente lo que recibió no fueron piedras sino balas de los hombres liderados por Tata Pinto, que acabaron fusilándolo cuatro días después. Aunque Fernández Guardia no menciona nombres, escritores posteriores han llegado a afirmar que Pancha Carrasco era la lideresa de aquel grupo de mujeres y no faltará alguno que diga que ella en persona fue quien arrojó la piedra.
Cuando don Juanito Mora llama a la movilización de tropas para ir a luchar a Nicaragua, Pancha ya era una mujer de cuarenta años de edad que se había casado, había tenido dos hijas de las cuales una murió pequeña, había enviudado y se había vuelto a casar. Su primer marido, Juan Manuel Solano Montoya, era el padre de sus hijas. Su segundo marido, Espíritu Santo Espinoza Ríos, como ya se dijo, murió en la Batalla de Rivas el 11 de abril de 1856. Cuando se desató la peste del cólera, las tropas regresaron a la capital y, el 30 de mayo de 1856, Pancha contrajo matrimonio con Gil Zúñiga Solano, quien también luchó en Rivas. La madre de Pancha murió en 1856, pero no se conoce la causa ni la fecha, así que no se podría afirmar que haya sido víctima de la epidemia.
No hay documentos en que conste la participación de Pancha Carrasco en acciones bélicas. Sobre el episodio del cañón recuperado, así como sobre la gesta de Juan Santamaría, existen distintas versiones. Aunque en Costa Rica se conmemora la Batalla de Rivas como un triunfo sobre los filibusteros, el enfrentamiento dejó en las tropas costarricenses centenares de muertos y heridos. Se dice que el día siguiente a la batalla, mientras los soldados enterraban a sus compañeros caídos, Pancha le servía de enfermera al Dr.Carl Hoffman que debió realizar numerosas curaciones, cirugías y hasta amputaciones. Sin embargo, hay que repetirlo, no hay documentos en que consten estas acciones de Francisca.
Lo que sí quedó ampliamente documentado en los archivos fue una serie de expedientes judiciales, posteriores a la guerra, sobre diversas querellas que Pancha planteó en los Tribunales. Tal parece que su vida familiar fue mucho más que complicada. Denunció a una vecina, primero, y a una hija de su tercer marido, después, por haberla insultado en vía pública. A su marido Gil Zúñiga Solano, lo acusó por agresión. "Me ha querido matar a golpes y no me da lo suficiente para vivir." Como su marido mantenía una relación extraconyugal con una vecina llamada Fulgencia Palma, a él le abrió una demanda de divorcio y a "la otra" la acusó de adulterio. Los cargos contra su marido agresor e infiel fueron retirados y, tras la muerte de Pancha, Gil Zúñiga Solano se apropió de los pocos bienes de su esposa fallecida, razón por la cual, María Manuela Solano Carrasco, la hija de Pancha, planteó una demanda en su contra.
Lo verdaderamente revelador de todos estos expedientes, es que Pancha los presentó verbalmente y al pie de los documentos se dejó anotado que ella no sabía firmar. En aquellos tiempos, algunas personas que no sabían leer y escribir, al menos eran capaces de trazar una firma, pero Pancha ni siquiera podía hacer eso, ya que era completamente analfabeta. Al toparse con tal descubrimiento, Carlos Manuel Zamora, el autor del libro, fue a entrevistar a Luis Ferrero Acosta, quien en una serie de artículos había afirmado que Pancha había sido secretaria de don Juanito. Don Luis manifestó desconocer esos expedientes judiciales y afirmó que en el Museo Histórico Juan Santamaría estuvieron expuestas al público cartas escritas por Pancha Carrasco. Esas cartas, naturalmente, desaparecieron en cuanto se supo que Pancha no sabía leer ni escribir.
La carta que envió al Congreso, solicitando una pensión, en que recordaba sus méritos y se declaraba pobre y vieja, fue firmada por Gil Zúñiga, su marido.
La respuesta tardó en llegar. Pancha planteó su solicitud el 21 de julio de 1884 y no fue sino hasta el 8 de setiembre de 1886, más de dos años después, que el presidente Bernardo Soto Alfaro dispuso concederle una pensión de quince pesos mensuales por haber servido "en calidad de cantinera" en el ejército costarricense. Vale aclarar que, aunque popularmente se le llama cantina a un establecimiento que vende licores, en el lenguaje militar se le llama cantina al comedor.  Es decir, Francisca trabajaba cocinando y sirviendo alimentos a los soldados.
Cuando Pancha Carrasco murió, el 31 de diciembre de 1890, a los 74 años de edad, el gobierno de José Joaquín Rodríguez Zeledón decretó duelo nacional y dispuso que sus funerales fueran oficiales y con honores militares.
El libro de Carlos Manuel Zamora Hernández fue publicado en 1985 y menciona una iniciativa que, ese mismo año, presentó la diputada Matilde Marín de Soto, para que Pancha Carrasco fuera declarada Heroína Nacional. La propuesta, como la solicitud de pensión, se demoró bastante. En 1994, Pancha Carrasco fue declarada "Defensora de las Libertades Patrias"  y en 2012 "Heroína Nacional",
El reconocido genealogista Mauricio Meléndez Obando publicó en 2006 un valioso estudio sobre Pancha Carrasco, en que se refiere ampliamente a los mitos que se han creado en torno a su figura.
Bien mirado, a Pancha Carrasco no hay que inventarle episodios grandiosos para considerar que su vida fue heroica. Por lo que sabemos, ella era una mujer modesta, analfabeta y de orígenes humildes, que debió afrontar, durante toda su vida, circunstancias muy difíciles. Sufrió la muerte de su hija mayor así como la de su primer y segundo marido. Para mantenerse, debió estirar el poco dinero que ganaba como cocinera o lavandera. Estuvo en la guerra y le tocó ver caer muertos a sus compañeros de travesía y a su propio esposo. Regresó a la patria viuda y, al final de su vida, debió soportar la pobreza, la infidelidad, los maltratos y la violencia en su propia casa. La Patria reconoció sus servicios con una pensión mensual de quince pesos. Cincuenta céntimos diarios en un tiempo en que la cajuela de frijoles costaba un peso y las maestras de escuela, que recibían sueldos muy bajos, ganaban cincuenta pesos al mes.
Más que una mujer guerrera, fue una mujer sufrida y, como ella, en la guerra de 1856 y en toda la historia de Costa Rica, debieron de haber habido muchas otras. Si la medalla que llevó en su pecho, el recuerdo de su nombre, la pensión de quince pesos, los funerales con honores militares y la declaratoria de Heroína Nacional, sirven de alguna forma para que tengamos presente en nuestra memoria a otras mujeres con vidas tan heroicas como la suya, su figura, sin necesidad de agregarle nada legendario o mitológico, es de gran importancia en la actualidad y lo será también en el futuro.
INSC: 2225 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...