viernes, 27 de mayo de 2016

Julio Cortázar y su Vuelta al día en ochenta mundos.

La vuelta al día en ochenta mundos. Julio Cortázar.
Siglo XXI. México. 1986.
En noviembre y diciembre de 1872, el periódico Les Temps publicó por entregas la novela La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne. Al mes siguiente, enero de 1873, apareció la primera edición del libro con la versión completa. Poco antes de que transcurriera un siglo, Julio Cortázar le dio vuelta al título y llamó La vuelta al día en ochenta mundos al collage gráfico-literario que presentó en 1967. 
Además de la coincidencia de que ambos escritores fueran tocayos, no hay ninguna otra relación entre ambas obras. En la primera página del libro de Cortázar se menciona Phileas Fogg, el protagonista de la novela de Verne, pero los dos libros, como se dijo, son cosas totalmente distintas. El que le da la vuelta al mundo en ochenta días es una novela de aventuras con personajes protagónicos y una trama que se desarrolla paso a paso, mientras que el que le da la vuelta al día en ochenta mundos es una variada colección de dibujos, fotografías, recuerdos personales y notas sobre literatura, música y otros temas ociosos.
Tengo entendido que originalmente el libro de Cortázar apareció en dos tomos, pero no he podido averiguar hasta dónde llegaba el primero y dónde empezaba el segundo. El dato, en todo caso, carece de importancia, dado que la obra no tiene unidad y cada página se refiere a un asunto distinto. 
La vuelta al día en ochenta mundos es un verdadero cajón de sastre. Da la impresión de que Cortázar arrancó páginas al azar de su libreta de apuntes y de su álbum de recortes, las metió en una carpeta y se las entregó a su editor. El resultado es un libro que no puede reseñarse en conjunto, sino página por página. Ya sea que uno esté leyéndolo con agrado o con fastidio, al dar la vuelta a la hoja se encontrará en otro mundo. Tras una reflexión sobre los horarios viene una nota de boxeo, seguida por un artículo de jazz y, luego, por gajes del oficio de traductor. Hay una nota dedicada a Carlos Gardel y otra Jack el destripador. Se salta de lo sentimental a lo trágico y de lo cómico a lo sangriento. 
Contra lo que uno pudiera suponer por el título, no son ochenta artículos, sino cuarenta y seis, de los cuales hubo algunos que realmente disfruté. El chiste del velorio es muy divertido y la nota sobre el dilema de escoger entre "estimado" y "querido" cuando se escribe una carta a alguien que uno no conoce en persona es realmente ameno. Mi llamó particularmente la atención el de Hay que ser verdaderamente idiota, en que Cortázar se refiere a quienes van al teatro a disfrutar de lo que ven y no a filosofar sobre el contenido ni a evaluar el montaje. 
Cuando Cortázar escribe sobre música o deporte, lo hace con intensa pasión y amplio conocimiento. En cambio, cuando escribe sobre literatura, aunque suene contradictorio, se pone pesado y superficial al mismo tiempo. El comentario sobre Mallarmé es tan denso que no fluye y en el que se refiere a la novela Paradiso, de José Lezama Lima,  no fue más allá de lo evidente.
Por estar profudamente ilustrado con dibujos y fotografías, el libro, además de agradable, es bonito. La edición que tengo, realizada en México por Siglo XXI, es de letra grande, impresa en buen papel, con cubierta de tapa dura y generosa en imágenes a página completa. Como desde el inicio queda claro no es necesario ir en orden desde el principio hasta el final, uno tiene la libertad de picotear por aquí y por allá, pasando la mirada en zigzag y leyendo distraídamente como se hace con las revistas en la barbería o el consultorio del dentista.
No creo haber sido el único en haber leído este libro por partes, en diferentes momentos y a saltos para detrás y para adelante. Confieso que no leí completos varios artículos, simplemente porque, tras apenas un par de líneas, no lograron atrapar mi atención. La nota dedicada a la máquina para leer Rayuela, que incluye planos e instrucciones de uso, figura entre las de menor atractivo.
Irónicamente, La vuelta al mundo en ochenta días, apareció originalmente en el periódico, pero era un libro, mientras que La vuelta al día en ochenta mundos, ha tenido ediciones de lujo como libro, pero se lee como un periódico.
Julio Cortázar, autor de memorables cuentos, es hábil en el relato breve. Sus propuestas experimentales, como la novela Rayuela (en que los capítulos se pueden leer en cualquier orden) o 62 Modelo para armar (basada en el capítulo 62 de Rayuela, en que no sabe ni el motivo de los hechos ni las relaciones que existen entre los personajes), aunque fueron populares y atractivas en su momento, una vez pasado el asombro de la novedad, el público ha ido perdiendo el entusiasmo que alguna vez tuvo por ellas,  
La vuelta al día en ochenta mundos es una verdadera rareza en la que se encuentran episodios brillantes, Soy de la opinión de que el gran prestigio de Julio Cortázar no se debe a los libros sino a las páginas que escribió.
INSC:2179
Julio Cortázar. (1914-1984)

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