El libro del adiós. Osvaldo Sauma. Perro Azul. Costa Rica. 2006. |
Además de los dulces recuerdos que se evocan con nostalgia, cada romance que se vive acaba dejando su cuota de dolor, muchas veces marcada con profundas cicatrices. La ilusión inicial con frecuencia se transforma en frustración continua. Se puede llegar a un punto en que quienes dijeron amarse sin medida, terminen, también sin medida, haciéndose daño uno al otro. Pese a ser necesario y hasta inevitable, el rompimiento no deja de ser doloroso. No hay tristeza más profunda que la de quien termina aplastado por el castillo que construyó en aire. Se pierde la fe en el amor, se lamenta el tiempo perdido y la energía desperdiciada en una relación que nunca fue lo que uno creyó que era. Tras la despedida definitiva, se experimenta un sentimiento de liberación, pero no de alivio.
Sin embargo, el espacio vacío no queda desocupado por mucho tiempo. Tras una experiencia agotadora, desgastante y dolorosa, surge de repente alguien capaz de devolver la esperanza en un futuro prometedor en el que, esta vez sí, la soledad llegue a ser vencida.
Esa montaña rusa de emociones está formidablemente retratada en El libro del Adiós, del poeta Osvaldo Sauma. Las páginas iniciales son desgarradoras, dolorosas y, en algunos casos, hasta violentas. Los Treinta y tres epigramas para una amante difunta, empiezan declarando que "Que quizá toda separación es oportuna y todo despecho es una salvedad." Al aceptar que no hay reparación posible y que la farsa debe terminar porque los actores están cansados de hundirse en el abismo que construyeron juntos, se abre espacio para la recriminación, la queja y el lamento. Con la misma furia con que le reclama a la amante sus traiciones, admite las propias. Llega a decirle que, en el fondo, pese al tiempo compartido, nunca lograron comprenderse, que sus almas jamás fueron capaces de alcanzar el nivel de unión al que llegaron sus cuerpos. La conversación, entre los amantes, no era más que un intercambio de quejas.
Tras la separación, sientiéndose traicionado, burlado y herido, opta por abrazar su soledad como única compañera.
Estos poemas iniciales, que por su furia y contundencia son ciertamente memorables, fueron y siguen siendo ampliamente comentados y reproducidos. Sin embargo, El libro del adiós es mucho más que el diario de un corazón roto. Tras la tormenta, viene la calma. Aplacada la frustración, renace la esperanza. Despedirse de alguien es, en el fondo, abrir espacio para recibir con bienvenida optimista a quien sea capaz de devolver la fe y la esperanza que se creían perdidas.
Los poemas de la segunda y tercera parte del libro, tituladas La memoria del deseo y La mano que nos busca, retoman la ilusión del enamorado que de nuevo es capaz de mirar con una sonrisa tanto el presente como el futuro. No se trata de equilibrar la balanza y, tras escribir de manera violenta contra una mujer, idealizar a otra. Una cosa son los poemas románticos de un ingenuo que suspira sin saber en lo que se está metiendo y otra, muy distinta, es que quien acaba de salir del infierno redescubra que aún es capaz de enamorarse. "Abrázame", le ruega a la amada, "Soy Lázaro, que regresa de sus muertes, con una rosa negra entre los labios.
De todos los libros de Osvaldo Sauma, quizá sea este el más íntimo y personal. Aunque siempre su fuerte figura se mostraba con claridad, en Las huellas del desencanto, Asabis, Retrato en Familia, Madre Fértil Tierra Nuestra y su formidable obra maestra Bitácora del Iluso, se refirió a diversas preocupaciones y obsesiones artísticas, literarias y sociales. En El libro del adiós, con la profunda sabiduría y belleza expresiva que le son características, al compartir su dolor y esperanza, ha hecho la crónica de un trago amargo que todos, en algún momento, hemos probado.
II
ahora la soledades una buena compañera
y en estos casos
ocupa el lugar
de todas las que se han ido
cierto que cuando la abrazo
abrazo el vacío
de todas las que abracé ayer
y que el olvido no basta
para sanar
el vértigo de las noches largas
pero qué le íbamos a hacer
ya en las líneas de la mano
estaba escrita nuestra separación
como una muerte hace tiempo anunciada
y solo nos imponíamos
nuestros propios infiernos
ya no sabíamos amar sin odiarnos
Mirándola dormir
todo hombre es su propio solen la media noche del hastío
cuando los grillos chillan
como fuego endemoniado
y las estrellas
están más distantes que nunca
bajo la luz del aguardiente
todo hombre
apaga
la lumbre interior de la nada
mientras mira dormir
a la mujer que le cedió el destino
no la que le inventó la ilusión
todo hombre
que como yo se emborracha
junto a la mujer
que nos huye en sueños
evade la necesidad del otro
hace de su fracaso
un tintineo abstracto
y se bebe en silencio su perdición
Paradoja
no sé bien
si se aman
o se odian entre sí
si realmente les importamos
o la batalla
es exclusivamente entre ellas
si hay una buena
y otra mala
como en las telenovelas
lo cierto es que
si una nos hunde
otra nos saca a flote
INSC: 2033
No lo conocía, pero los poemas que has puesto me han gustado
ResponderBorrarInvestigaré
Besos