miércoles, 7 de enero de 2015

Las memorias del Yogui Paramahansa Yogananda, maestro del kriya yoga.

Autobiografía de un Yogui.
Paramanhansa Yogananda. Self
Realization Fellowship, USA, 2006.
No soy aficionado ni al yoga ni a las culturas orientales, pero en una interesante charla que sostuve que mi amiga Anabelle Aguilar Brealey, me mencionó a Paramahansa Yoganda y me recomendó leer sus memorias. Días después, como presente navideño, Anabelle me obsequió el libro. En verdad se lo agradezco, fue una lectura realmente interesante.
Yogananda nació con el nombre de Mukunda Lal Gosh  en la India en 1893. Cambió su nombre al hacerse monge de la orden de los swamis. En 1920 viajó a los Estados Unidos para difundir el Kriya Yoga, una disciplina espiritual para acercar el alma a Dios. Nada tiene que ver con el Hatha Yoga, que son esos ejercicios físicos que se han vuelto tan populares para mantener la salud, la flexibilidad y lograr un envejecimiento lleno de agilidad. Además de dar conferencias por todo el país, Yogananda fundó en Estados Unidos la Self Realization Felowship. Es interesante que en las versiones en español del libro no traduzcan el nombre del grupo. En verdad es algo complicado. Es algo así como la asociación para percatarse, enterarse o darse cuenta de uno mismo. Tienen razón en no traducirlo. Sonaría extraño "autopercatamiento" o "autoenteramiento". 
En 1946 Yoganda publicó sus memorias tituladas La vida de un yogui, que han venido reeditándose y traduciéndose desde entonces. Tal parece que es un libro muy conocido que ha tenido buena crítica y amplia aceptación a lo largo de los años. Yo, lo confieso, nunca lo había escuchado mencionar antes.
Es una lectura amena, sabrosa y entretenida. Más que a otra época, parece que se refiere a otro mundo. Desde niño, Yoganda quiso elevar su alma, por medio de la meditación, hasta alcanzar una estrecha armonía con el mundo espiritual. La idea de Dios, así como las prácticas religiosas que tenemos en occidente, son bastante distintas a  las de la India. Me llamó poderosamente la atención que en India se considere que Dios es una Trinidad, pero más que de distintas personas, de distintas funciones: el Creador, el Protector y el Destructor. El libro, en todo caso, aunque fue escrito para un público occidental y poco conocedor del panteón de deidades indias (que es enorme), no brinda más información que la estrictamente necesaria sobre este tema. Curiosamente, tampoco es amplio al referirse a la formación de Yogananda durante su juventud, ni a las actividades de enseñanza a las que se dedicó en su madurez. Ni siquiera explica qué es el Kriya Yoga, debido a que es algo sobre lo que, según dice, no puede brindar información detallada en un libro destinado a un público amplio y no iniciado. 
El libro, entonces, es una recopilación de episodios de su vida, todos ellos con acontecimientos inexplicables y sobrenaturales: grandes y pequeños milagros, visiones y profecías.  Ignoro si en la actualidad las calles y los mercados de la India seguirán siendo escenario de tan asombrosos portentos, pero tal parece que en durante la juventud de Yoganada abundaban personas con dotes extraordinarias que eran una mezcla de sabios, guías espirituales y espectáculo ambulante. Uno levitaba, otro peleaba con tigres, algún otro detenía los latidos de su corazón. En algún momento, uno se cansa de leer maravillas sobre hechos insólitos.
Yogananda almuerza con Ghandi. Ambos eran vegetarianos
y Yogananda quedó de enviarle a Ghandi unos arbolitos de
aguacate.
El mismo Yogananda llega a cuestionar todo aquel show. Había un hombre que era capaz de perfumar a quienes se le acercaban. El primero salió oliendo a jazmín, el segundo a sándalo y Yogananda a rosas. Cuando llegó a su casa, todavía el perfume era intenso. Definitivamente un hecho asombroso e inexplicable pero el propio Yogananda se preguntaba en qué podía ayudarle a elevar su espiritualidad. Aquellas maravillas eran más un asunto de circo que de templo. "Las prácticas de milagros" dice Yogananda "como los que realizaba el santo de los perfumes, son espectaculares pero inútiles desde el punto de vista espiritual. Su propósito es apenas algo más que un pequeño entretenimiento y, en realidad, desvían de la verdadera investigación de Dios." Pese a estas afirmaciones, Yoganda fue aficionado a los encuentros con este tipo de personas toda su vida. Visitó en Alemania a Teresa Newmann, una campesina a la que le sangraban los ojos los viernes, entrevistó a una ancianita que llevaba décadas sin comer y, en fin, donde hubiera alguien con dotes extraordinarias, allí estaba Yogananda para presenciarlo y documentarlo.
Mucho más que los milagros y los hechos asombrosos, me conmovieron profundamente unas sabias palabras sabias de su padre. El señor trabajaba para la compañía de trenes y había recibido una bonificación millonaria. Cuando un hermano de Yogananda revisó la cuenta bancaria y vio el enorme depósito, fue a preguntarle y él, sin darle importancia al asunto, le contó de la bonificación. Tanto Yogananda como su hermano se asombraron de que su padre no estuviera alegre, pero él les dijo que si uno se alegraba cuando obtenía algo material, se entristecería cuando lo perdiera y aprovechó la ocasión para aconsejarles que, en su vida, no asociaran la alegría ni la tristeza con ganancias o pérdidas materiales. En lo personal, encuentro mayores muestras de una espiritualidad elevada en estas palabras, que en levitaciones o bilocaciones.
Yogananda adquirió su formación al lado de su gurú Sri Yukestar. Lamentablemente, de nuevo la información que brinda es principalmente anecdótica. La veneración hacia su gurú, por cierto, llegó a parecerme extrema. El gurú lo sabía todo y lo decidía todo. Era severo con sus discípulos, quienes debían obedecerlo ciegamente. Tras describir ese régimen de control total, Yogananda afirma: "Me encuentro infinitamente agradecido por cada uno de los humillantes golpes que asestó él a mi vanidad."
Me llamó mucho la atención la cantidad de veces que se menciona a Cristo. De hecho, en el libro hay más citas de los Evangelios que del Majabarata. Me pregunto si esta insistencia en mencionar a Cristo se debe que escribió para un público occidental o si Cristo es tan conocido en la India. Es verdaderamente interesante prestarle atención a la forma en que Sri Yukestar explicaba el Evangelio. Por ejemplo, cuando Cristo dijo "Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí." En occidente entendemos que el camino es Cristo, pero según Yukestar, el camino es "Yo", es decir, el yo de cada uno. Yukestar sostenía que Dios debe buscarse dentro de uno mismo y Cristo dijo: "Yo soy el camino..." porque él había alcanzado una integración con Dios en su interior. 
El libro, sin embargo, no entra en especulaciones teológicas. La teología, tan practicada en occidente, no goza de prestigio en India. Allá tienen claro que Dios es insondable. Ni siquiera la vida eterna en Su presencia basta para apreciar a Dios en su totalidad.  Por eso, en vez de especular sobre la Divinidad, buscan aproximarse a ella por medio de la meditación y no de la erudición. Me impresionó mucho la forma en que Yogananda concebía el Dharma y la armonía en el universo. Me hizo recordar las palabras que me dijo, hace algunos años, mi gran amiga M.T.: "Cada criatura tiene una forma particular de relacionarse con su Creador."
Yogananda es un escritor amenísimo y su estilo es sereno y elegante.  Sabe contar cada historia con la dosis justa de suspenso y de humor. Interesantísimos son sus encuentros con Jagdish Chandra Bose y Rabindranath Tagore, los primeros Premios Nobel de la India, el primero en Medicina y el segundo en Literatura. Su entrevista con Ghandi, por cierto, presta mucha atención a lo gastronómico y describe en detalle los platos que consumieron. Como ambos eran vegetarianos y Yogananda ya había estado en California, ofreció enviarle al Mahatma unos arbolitos de aguacate, fruto desconocido en India. Yogananda le habló maravillas del aguacate pero también le informó que en Estados Unidos no había mangos.
Entre los personajes inolvidables del libro está un Ford modelo T que Yogananda se trajo de América. En un pueblito remoto le recomendaron dejar el automóvil guardado y realizar la expedición en una carreta de bueyes. Yogananda y sus compañeros de viaje manifestaron que aquel vehículo era el orgullo de Detroit y que sería capaz de llevarlos a cualquier parte. Debieron montarlo en balsas, empujarlo, tirarlo con cuerdas y, en más de una ocasión, alzarlo entre todos. Con gran sentido del humor, Yogananda dice que ellos llevaban al automóvil y no el automóvil a ellos.
Paramahansa Yogananda. 1893-1952
Esta es su última fotografía, poco antes del
Mahasamadhi.
Yogananda enseñaba que el mundo material está supeditado al espiritual, que un alma elevada llega a estar alojada inevitablemente en un cuerpo saludable y que una sociedad de altos valores alcanza la prosperidad y la paz. Llega  a comparar a William Penn, el fundador de Pennsylvania, con el Mahatma Ghandi. Los colonos liderados por Penn, un filósofo y místico, fiel creyente en la libertad, la democracia y la convivencia pacífica, lograron establecer su proyecto colonizador en perfecta armonía con los indios lenape que habitaban aquellos territorios. Tras la muerte de Penn, las nuevas autoridades hicieron a un lado sus valores y vinieron los conflictos.
En 1952, Yogananda disfrutó de un agradable encuentro con sus seguidores. La sociedad que había fundado estaba tomando auge, el número de miembros era creciente y la sede era una mansión amplia y hermosa en una colina californiana. Yogananda disfrutó de la alegre fiesta, comió con buen apetito, conversó con cariño y buen humor con sus amigos, estuvo sonriente y contento toda la velada y, al día siguiente, estaba muerto.
Su final fue interpretado por sus discípulos como un Mahasamadhi, que consiste en que alguien que goza de perfecta salud y tiene un alma elevada, en determinado momento, de manera consciente y voluntaria, decide ascender y abandonar definitivamente su cuerpo. El concepto me parece no solo fascinante sino atractivo. Uno está en este mundo mientras el cuerpo aguante y la vida termina cuando el cuerpo ya no da más. Sinceramente, me parece mucho mejor que la decisión de poner punto final a la existencia la tome el alma y no el cuerpo.
Yogananda me parece un personaje simpático y un escritor notable. Su autobiografía es un libro ameno y agradable que, también, da mucho en qué pensar. Hay quienes leen por puro entretenimiento. Otros leen para que en su mente despierten ideas y reflexiones. Estos dos tipos de lectores suelen leer libros distintos, pero estoy seguro que ambos disfrutarían enormemente con la vida de Yogananda.
INSC: 2706

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