martes, 13 de enero de 2015

Ningún hecho es aislado.

Guirnaldas (bajo tierra). Rodolfo Arias
Lanzallamas, Costa Rica, 2013.
Hay ocasiones, especialmente cuando la cosa se complica, que hacemos un alto en el camino solamente para preguntarnos: ¿Cómo fue que llegamos a este punto?
Rehacer la cadena de acontecimientos, tropiezos y decisiones que nos hicieron llegar a donde estamos no es tarea fácil y, con frecuencia, en el repaso descubrimos que el detonante de todo lo que vino después fue un hecho minúsculo e involuntario.
Lezama Lima decía que si alguien espera la guagua y, cuando la aborda, conoce durante el recorrido a la mujer de su vida, eso no es el azar. El azar, explicaba, es la muchacha que iba en la guagua que pasó antes o en la que pasó después.
En Guirnaldas (bajo tierra), la cuarta novela de Rodolfo Arias, se cuentan muchísimas historias que incluyen cientos de personajes. En la novela, como en la vida, cada uno va recorriendo su camino sin prestar atención a las cosas que botan o a las personas que majan o empujan mientras avanzan. Jamás podrían imaginar la forma en que sus acciones simples y cotidianas son capaces de afectar la vida de otras personas a las que ni conocen ni conocerán nunca.
El más mínimo hecho, comprar un helicóptoero de juguete, dejar perdida una Santa Cena en el bus, pintar el automóvil de determinada manera o perder un bolígrafo, inicia una reacción en cadena capaz de decidir el nacimiento, la vida y hasta la muerte de otros. La novela no solo nos relata los hechos, sino que le sigue la pista a todo lo que ocurre posteriormente hasta las últimas consecuencias.
El propio Rodolfo me contó esta anécdota, que no está en el libro, pero que ilustra bien la dinámica de la novela. Cierto amigo suyo tiene una familia muy feliz con su esposa y sus hijos. Conoció a su esposa cuando ella era su alumna en un curso que él no quería dar. El día que en la facultad asignaban los cursos a los profesores, él pretendía llegar temprano a la reunión para evitar que lo pusieran a dar esa clase pero, poco antes de salir de su casa, se puso a revisar el motor de su vehículo y la tapa del radiador se cayó en un sitio difícil de alcanzar. Este inconveniente le ocasionó una demora y, al llegar a la reunión, ya le habían asignado el curso. ¿Conclusión? Encontró a su pareja y tiene unos hijos a los que ama gracias a que la tapa del radiador se cayó. Cientos de episodios como este, encadenados en asombrosas secuencias, forman la trama de la novela. El encuentro de un desempleado con un viejo conocido, le permite conseguir un trabajo por el que tiene que viajar a otro país, donde deja a una muchacha local que luego lo buscó para dejarle al niño. Un autobús atascado impide que quien maneja el vehículo que iba detrás llegue a tiempo a una cita. La chica que lo esperaba, sin darse cuenta, sube al auto de un desconocido simplemente porque estaba pintado igual al del amigo que esperaba. 
Al ir pasando las páginas, se va descubriendo que en la novela, como en la vida misma, no hay hechos ni personas aisladas, no hay historias paralelas, no hay universos separados. Todo, absolutamente todo, está conectado. De nada vale plantearse la pregunta: "¿Qué habría pasado si...? porque la única respuesta posible es que todo, absolutamente todo, habría sido totalmente distinto e imposible de prever con solo que algo, cualquier cosa, no hubiera ocurrido como ocurrió.
Esta novela hay que leerla. Y hay que leerla porque nadie podría contarla en versión resumida. Cualquier hecho que se omita o se altere la desvirtúa. Es un edificio enorme al que si se le arranca un clavo podría venirse abajo.
El personaje principal, entre los cientos que la habitan es, definitivamente, el azar.
La extraordinaria capacidad narrativa de Rodolfo Arias, la fluidez de su pluma, su siempre oportuno y agudo sentido del humor y, muy especialmente, su habilidad para despertar, sostener y acrecentar el interés del lector, logran que esta novela, a pesar de su compleja trama y estructura, pueda leerse con fluidez y gran placer. Las tres novelas anteriores de Rodolfo Arias: El emperador Tertuliano, Vamos para Panamá y Te llevaré en lo ojos, comparten con esta el remarcable mérito de desarrollar una trama compleja, polifónica y no lineal, con fluidez y claridad.
Desde familias ricachonas hasta maleantes de la zona roja; desde una muchacha de inteligencia brillante dedicada de lleno al estudio, hasta un demente cruel y asesino; desde aquel que pasa la noche en un casino y acaba involucrado con el narco, hasta el pulseador que acepta un trabajo para el que no está calificado... todos ellos, y muchos otros, creen que andan cada uno por su lado.
Pero Guirnaldas (bajo tierra), además de permitirnos asomarnos a sus historias particulares, nos muestra los nudos, entronques, túneles y puentes con los que el azar lo conecta todo.
Este es un libro grueso en el que nada sobra. Ningún hecho es aislado. Ningún personaje es secundario. Todo y todos afectaron el destino de todo y todos los demás.

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