viernes, 8 de abril de 2016

Corazón. Novela de Edmondo di Amicis.

Corazón. Edmondo di Amicis.
Géminis Editora. Colombia. 1988.
Convertida en un verdadero clásico infantil desde el momento mismo de su aparición, en 1886, la novela Corazón de Edmondo de Amicis, además de deleitar con su dulce encanto y delicado humor, ha sido, para innumerables generaciones de jóvenes, una rica fuente de valiosas enseñanzas.
Los autores que escriben para niños rara vez son capaces de alcanzar el balance que logró de Amicis en este libro. Corazón divierte y educa. Las historias, a veces cómicas y a veces tristes, son siempre interesantes y entretenidas. El mensaje educativo, la moraleja que encierra cada situación, se presenta de manera sutil pero clara.
De Amicis tenía claro a quién se dirigía. Esperaba que su libro fuera leído por niños de nueve a trece años. Quizá por consideración a ese público de atención tan volátil, estructuró la novela en apartados breves y concisos. Les habló, además, de un espacio que conocían bien y formaba parte de su vida diaria. Corazón es el diario de un curso lectivo en una escuela pública, escrito por un alumno de tercer grado de primaria, que va desde el primer día de clases hasta los exámenes finales y la salida a vacaciones.
Los adultos, en distintos lugares y distintas épocas, son bastante diferentes, pero los niños de la escuela primaria, en todo tiempo y lugar, viven experiencias similares. Quien lea Corazón, encontrará que ese salón de clase ubicado en Turín a finales del siglo XIX, se asemeja mucho al que asistió siendo niño. Los mejores estudiantes comparaban sus calificaciones y el que obtenía el segundo puesto no podía disimular su frustración y su envidia. Había un muchachote grandulón y corpulento que casi no cabía en el pupitre y otro diminuto y asustado que con frecuencia era víctima de los abusivos. No faltaba tampoco el travieso e inquieto al que se le iba la mano en las bromas. A lo largo del curso lectivo, había accidentes y riñas, pleitos a puñetazos, ofensas y groserías, seguidas por la llamada de atención del maestro que obligaba a la reconciliación forzosa. 
Como en la novela se trata de una escuela pública, quizá la única en la localidad, a ella asistían niños ricos, consentidos por sus padres, bien nutridos y llenos de juguetes, y niños pobres que, tanto antes como después de las clases, debían ayudar a sus padres en la faena. El más pobre de todos, hijo de una verdulera cuyo marido se ausentó del hogar durante años, tiene además un brazo paralizado. En la clase hay también un forastero, ya que en la primera semana del curso llegó a la escuela un niño calabrés.
Gracias a Enrico Bottini, autor del diario que va del 17 de octubre de 1881 al 10 de julio de 1882, uno va conociendo poco a poco a sus compañeros estudiantes del tercer grado elemental.
Rabucco, el albañilito, anda siempre la ropa salpicada de cemento, pintura o cal, pero don Alberto, el padre de Enrico, le explica a su hijo que las manchas en la ropa causadas por el trabajo no pueden considerarse suciedad. Rabucco tiene una cualidad muy particular y es que puede hacer una mueca en que pone boca de liebre. 
Franti es el incorregible, el que desaprovecha las segundas oportunidades y acaba siendo expulsado de la escuela. Precossi, hijo de un herrero alcohólico, recibe malos tratos y palizas de su padre. Crossi es el pelirrojo del brazo inmóvil. Nelli, el jorobado. Votini, el vanidoso. Stardi, el huraño que no habla con nadie. Nobis, el presumido hijo de padre rico. Betti, el hijo del carbonero. Coraci, el calabrés. Derossi, el más inteligente de la clase.
Garoffi es el comerciante, siempre anda vendiendo baratijas y nunca gasta un centavo. Sus compañeros suponen que debe tener una fortuna guardada en su alcancía y que, de seguir así, es casi seguro que en el futuro será un hombre muy rico. Cuando el circo llegó al pueblo, mientras todos los niños disfrutaban la función, Garoffi contaba cabezas para calcular cuánto pudo haber sido lo recaudado esa noche.
Pero el héroe de la novela, sin lugar a dudas, es Garrone, hijo del maquinista del ferrocarril, un muchacho de catorce años, alto, corpulento y con una enorme cabezota pelada al rape quien, pese a tener voz y cuerpo ya de adulto, cursa el tercer grado debido a que la mala salud de su madre, la pobreza familiar y su propia dificultad para el estudio lo han hecho atrasarse en la escuela que, además, empezó tarde. En el salón, Garrone impone más orden e inspira más respeto que el propio maestro. 
Este grupo tan variopinto, a lo largo del año estudia gramática y aritmética pero lo que realmente aprenden es a convivir unos con otros, a respetarse y a ser comprensivos entre ellos.  
En cada acontecimiento, hay enseñanzas de heroísmo, de caridad, de comprensión y de honor.
Aprovechando que el maestro había salido, un grupo de abusivos empezó a golpear con sus reglas a Crossi, el del brazo paralizado, quien para defenderse les arrojó un tintero que, por mala suerte, cayó sobre el maestro que en ese momento regresaba al aula. "¿Quién ha sido?" Preguntó. Ante el silencio general, repitió la pregunta varias veces. 
Garrone se puso en pie y dijo con firmeza: "Fui yo".  
"No fuiste tú." Replicó el maestro. "El culpable no será castigado. ¡Que se levante!"
Crossi confesó que él había arrojado el tintero contra quienes lo golpeaban. El maestro preguntó quiénes lo habían agredido y les soltó un breve discurso: "Ustedes han golpeado a un débil que no se podía defender. Han cometido una de las acciones más bajas y vergonzosas con que se puede manchar una criatura humana. ¡Cobardes!"
En otra ocasión, Nobis, el hijo del padre rico, discutía con Betti, el hijo del carbonero. En el intercambio de insultos, Nobis le dijo: "Tu padre es un andrajoso". Esa tarde, coincidieron en la escuela los padres de ambos. Enterado de la situación, el Sr. Nobis, que era lo que llamaban "un gran señor", obligó a su hijo a disculparse delante de la clase y delante del carbonero. Seguidamente, Nobis y el carbonero se dieron la mano y le pidieron al maestro que, en adelante, sus hijos se sentaran juntos. Cuando ambos padres se fueron, el maestro les pidió a los niños que se acordaran bien de lo que habían visto porque "Esta es la más importante lección del año".
Además del diario de Enrico, en la novela aparecen varios cuentos, ya que el maestro compartía con los alumnos uno cada mes. Estos relatos también se valen de personajes sencillos para mostrar cómo los actos de generosidad y hasta de heroísmo con frecuencia son realizados por personajes humildes de quienes no se sabe ni su nombre. Varios de los cuentos mensuales exaltan el patriotismo, el amor entre padres e hijos y la unidad de la familia. 
Definitivamente, Corazón es un libro lleno de modelos, de principios, valores y moral, pero no deja por eso de ser una novela agradable y bien contada. Pese a su mensaje educativo, en ninguna página se suelta el sermón. Los niños captan mejor las enseñanzas con un ejemplo que con una prédica.
En la misma Italia hay quienes han hecho severas críticas y parodias de Corazón. La consideran una novela poco realista porque siempre triunfa el bien sobre el mal. En verdad algunos pasajes son más ideales que reales. Por más generosos que sean sus sentimientos, ningún niño se desprende tan fácilmente de su juguete favorito para dárselo al compañero que no tiene ninguno. Sin embargo, a pesar de su idealismo, en la novela hay pobreza, miseria, enfermedad, alcoholismo, violencia dentro de la familia, muerte de seres queridos, frustración y dificultades. Di Amicis no pinta un mundo idílico y color de rosa, sino la realidad con todos sus contrastes y destaca que, incluso en medio de los tragos amargos de la vida, siempre hay quienes hacen a un lado el egoísmo y actúan con solidaridad y consideración hacia los otros.
Corazón, además, es una de esas pocas novelas infantiles que quien no la leyó de pequeño la puede disfrutar de adulto. 
La única cosa difícil de comprender en la novela es el título. Cada vez que repaso el libro (en cuyo texto la palabra corazón aparece solamente un par de veces), me  pregunto por qué Di Amicis decidió llamarla así. 
INSC: 2731

Edmondo di Amicis. (Oneglia, 1846 - Bordighera, 1908)

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