domingo, 10 de abril de 2016

El historiador Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno.

La vida aventurera de Cristóbal
Madrigal y otras noticias de antaño.
Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno.
Editorial Costa Rica, 1983.
Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno tuvo una vida modesta dedicada a la agricultura, el servicio público y el estudio de la historia. Hijo primogénito de don Jesús Jiménez Zamora y doña Esmeralda Oreamuno Gutiérrez, nació en Cartago en 1854 y murió en Alajuela en 1916.  En distintas épocas, sus dos abuelos, su padre y su hermano, gobernaron el país. Su abuelo paterno, Ramón Jiménez Robledo, fue gobernador de la provincia de Costa Rica en los últimos años de la época colonial, durante el reinado de Fernando VII. Su abuelo materno, Francisco María Oreamuno Bonilla, fue Jefe de Estado de 1844 a 1848. Su padre fue Presidente de la República en dos ocasiones, de 1863 a 1866 y de 1868 a 1870. Su hermano menor, Ricardo Jiménez Oreamuno, ha sido el único costarricense en haber ocupado la presidencia de los tres poderes de la República y en ser electo tres veces presidente: de 1910 a 1914, de 1924 a 1928 y de 1932 a 1936.
Miembro de semejante familia, no sorprende que don Manuel de Jesús haya ocupado también distintos cargos públicos. Fue presidente municipal, diputado en varias ocasiones (en total estuvo diez años en el Congreso), Secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda y encabezó misiones diplomáticas fuera del país. En 1894 fue candidato a la Presidencia de la República pero, ante los graves acontecimientos que sucedieron durante la campaña, con suspensión de garantías, alzamientos populares y hasta muertos, se retiró de la contienda y aceptó como inevitable que el Presidente José Joaquín Rodríguez impusiera como su sucesor a su yerno Rafael Yglesias Castro.
Durante la primera administración de su hermano don Ricardo, don Manuel de Jesús fue nombrado por el Congreso "Designado a la Presidencia", que era como se llamaba entonces a los vicepresidentes. 
Irónicamente, don Manuel era muy estudioso pero no tuvo la oportunidad de estudiar. Terminó su bachillerato en el Colegio San Luis Gonzaga en un momento en que su familia atravesaba dificultades económicas por lo que, en vez de ir a la universidad, debió ponerse inmediatamente a trabajar. Su padre, que había sido derrocado por el General Tomás Guardia, estaba muy endeudado y no tenía más recursos que su profesión de médico y una finca, no muy productiva, en Tucurrique.
La gran pasión de don Manuel de Jesús era la historia de Costa Rica, pero esa historia no había sido escrita aún. Entonces, todo el tiempo libre que le quedaba tras cumplir sus deberes como funcionario y atender sus negocios particulares, lo dedicaba a leer documentos antiguos. Atando cabos con los datos que encontraba en protocolos de notarios, informes de gobernadores, testamentos, correspondencia oficial, actas municipales y libros parroquiales, poco a  poco logró reconstruir hechos y retratar a sus protagonistas.
Como todo investigador histórico, se topó con dificultades. Por ejemplo, escribió una detallada reseña de la vida de Diego de Sojo y Peñaranda, fundador de la comunidad de Talamanca, en el Caribe sur de Costa Rica, quien había nacido, en 1567, en una comarca cercana a Madrid llamada precisamente Talamanca. Los datos que brinda son minuciosos. Menciona sus actividades, el recorrido de sus exploraciones, los problemas que debió enfrentar y hasta el nombre de sus dos hijos: Alonso, que se fue a vivir a Esparza, y Juana, que contrajo matrimonio con Lorenzo Sánchez. La esposa de don Diego de Sojo era de apellido Torres, pero don Manuel de Jesús nunca pudo averiguar el nombre porque las polillas se comieron la parte del papel en que estaba escrito. "Así son de voraces los gusanos con el nombre y con el cuerpo de todos los mortales", consignó don Manuel de Jesús al final del estudio.
Cada vez que completaba una de sus crónicas o semblanzas de personajes, las publicaba en el periódico con el título Noticias de Antaño. Más de sesenta años después de su muerte, la Editorial Costa Rica publicó una recopilación de sus trabajos en tres libros: Doña Ana de Cortabarría, La vida aventurera de Cristóbal Madrigal y La cadena de los Juan Mora
Las historias incluidas en el segundo título están llenas de revelaciones impresionantes.
Pedrarias Dávila mandó fundar la primera villa en la costa pacífica de nuestro país, cerca de donde actualmente está Chomes. Entre los allí destacados estaba el capitán Andrés de Garabito, quien fue el primer español en explorar el interior de Costa Rica. Más tarde, el cacique indígena que resistió la conquista tomó su nombre. 
En 1561, para combatir al Cacique Garabito, Juan de Cavallón vino con noventa soldados y un numeroso grupo de esclavos negros, así que españoles y negros entraron juntos y al mismo tiempo en la historia de Costa Rica. En el grupo venía también un portugués, Juan de Pereira, quien fue el primer europeo en llegar a Turrialba y Tucurrique.
Además de riguroso investigador, don Manuel de Jesús Jiménez es un escritor de estilo ameno que se esmera en que la crónica sea no solamente apegada a los hechos, sino también de agradable lectura. Las andanzas de personajes históricos como Diego Peláez, Álvaro de Acuña, Domingo Jiménez, Juan Solano y Alonso y Juan de Bonilla, parecen salidas de una novela de aventuras. A todos, el autor los retrata con virtudes y defectos y se refiere tanto a las hazañas que realizaron como a las trastadas que constan en actas. Juan Alonso de Guzmán fue el primer español en llegar hasta el Chirripó, lo cual no deja de ser admirable, pero protagonizó un acto que el propio don Manuel de Jesús califica como una página negra de nuestra historia. El hecho hasta resulta difícil de imaginar, o de creer, pero existen numerosos documentos de todo tipo que, por alguna u otra razón, lo mencionan. Resulta que Juan Alonso de Guzmán logró hacer amistad con los indígenas que habitaban las faldas del cerro. Levantó un rancho y convocó a una reunión a toda la comunidad. Cuando los tuvo a todos juntos en un solo lugar, con solamente un puñado de soldados, secuestró al pueblo entero, encadenó a los indígenas unos con otros y se los trajo caminando hasta Cartago.
Los viajes largos, en todo caso, tal parece que eran normales en aquella época. Los habitantes de Cartago tenían sus plantaciones de cacao en Matina y el comercio con mulas hacia Panamá se hacía, de Cartago a Chiriquí, pasando por Aserrí, Quepos y Boruca. Los barcos que viajaban con mercancías entre Cartagena y Veracruz, hacían una parada en Talamanca para abastecerse de alimentos y vender artículos cuyo destino final era Cartago.
Cuando llegó la noticia de que el pirata Mansfelt había desembarcado con setecientos hombres y se disponía a incursionar tierra adentro, los cartagos, que eran pocos, hicieron llegar refuerzos de Aserrí y Barba. Curiosamente, aunque fueron al encuentro de los bucaneros, no hubo combate.  El propio don Manuel de Jesús se pregunta por qué, si los piratas eran tan agresivos en otras latitudes, aquí se marcharon antes de la batalla. 
En 1597, otro pirata, Sir Francis Drake, sorprendió al aparecer por el Pacífico. Le había dado la vuelta al Cabo de Hornos y las autoridades españolas, que pensaban que solamente había piratas en el Caribe, temieron por la seguridad de Perú y peinaron la zona en su búsqueda. Nuestro adelantado, don Gonzalo Vásquez de Coronado, tomó un buque y se integró a la persecución. Llegó hasta el puerto de Acapulco, en México, sin encontrarlo. Nadie sabía que la intención de Sir Francis Drake, al rodear el continente, no era atacar las ciudades españolas del Pacífico, sino tomar rumbo a Asia para ser, como lo logró, el primer inglés en dar la vuelta al mundo.
Mientras la comunidad de Esparza, fundada en 1569, crecía, Cartago se despoblaba por una racha de terremotos e inundaciones. La gente empezó a irse de la que llamaban "la ciudad del lodo", hasta el punto en que hubo un momento en que solamente quedaron nueve vecinos bastante separados entre sí. Para 1571, la ciudad se reestableció y volvió a crecer.
Gerónimo de Retes, nacido en Cartago en 1597, oyó hablar que había muchos indígenas que emigraban a tierras situadas detrás del volcán Barba, región que todavía los criollos no habían explorado. En enero de 1640 incursionó en la zona con cuarenta y nueve soldados y cien indígenas aliados. Llegaron hasta las llanuras de Sarapiquí y San Carlos. Quedaron asombrados por la belleza del lugar que, pese a su atractivo, tardaría un par de siglos en ser poblado por criollos.
Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno.
1854-1916
Salvador de Torres, nacido en Madrid, fue figura importante durante la conquista. Anduvo por el Chirripó y acompañó a Diego de Sojo y Peñaranda en la fundación de Talamanca. Cuando los indígenas destruyeron la villa y el puerto de Talamanca, Salvador de Torres se instaló en Cartago por un corto tiempo, tras el cual, junto con dos amigos, Francisco Castro y Juan Martínez, acompañados los tres por sus esposas e hijos, decidieron establecerse en un valle deshabitado en el que criaron ganado y sembraron maíz, trigo y caña de azúcar. Estas tres familias fueron las primeras residentes en San José de Costa Rica, actualmente capital de la República. El río Torres, al norte de la ciudad, debe su nombre a este colono. Un descendiente suyo, el padre Manuel Antonio Chapuí de Torres, fue quien regaló a los habitantes de la villa La Sabana de Mata Redonda para que pastara su ganado. Como los habitantes de San José ya no tienen ganado (al menos no en la capital) La Sabana es un parque recreativo y deportivo que, por la generosidad del padre Chapuí, aún les pertenece.
Don Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno se permite también revelar algunos detalles familiares. El fierro de marcar ganado de su hermano, don Ricardo, perteneció a Diego de Peláez y data de los primeros tiempos de la conquista.
Leer las Noticias de Antaño es un verdadero deleite para quienes, como su autor, sean apasionados de la historia de Costa Rica que, precisamente, don Manuel de Jesús fue uno de los primeros en investigarla y escribirla.
Inexplicablemente, la Editorial Costa Rica clasificó la ficha del libro como "leyendas" y "folklore" (sic), cuando en realidad se trata de historia. Ese detalle, en el que en todo caso pocos repararán, puede pasarse por alto. Lo que sí es imperdonable es la nota del editor, consignada en el propio libro, que dice: "De las Noticias de Antaño completas, solamente se han dejado por fuera aquellas intrascendentes que se referían a algún pequeño dato genealógico".
¿Quién habrá sido el editor de este libro? ¿Cómo se atreve a calificar de "intrascendentes" los datos genealógicos de don Manuel de Jesús por pequeños que fueran?"
Tal vez en otros países, de gran población, la genealogía sea un pasatiempo de ociosos. Pero en Costa Rica, donde todos los habitantes formaron prácticamente una sola gran familia durante casi cuatrocientos años, desde los primeros conquistadores hasta las inmigraciones ya numerosas, frecuentes y de diverso origen que empezaron a finales del siglo XIX, los estudios genealógicos son una clave fundamental de nuestra historia.
Todos los Jiménez, Bonilla, Solano, Acuña y Pereira, que tanto abundan en Cartago, descienden de los personajes de este libro. El apellido Retes, que por algún motivo ya casi no hay costarricenses que lo lleven, fue uno de los más comunes en la vieja metrópoli incluso hasta el Siglo XVIII.
Manuel de Jesús Jiménez fue, además de historiador riguroso y ameno narrador, un gran genealogista, al punto que fueron sus investigaciones las que inspiraron y sirvieron de base a Monseñor Víctor Manuel Sanabria en su monumental trabajo de elaboración de las genealogías de Cartago. También, dicho sea de paso, don Manuel colaboró con Monseñor Thiel en la conservación de los archivos eclesiásticos, que antes de la llegada del obispo alemán se mantenían en un descuido lamentable, así como con don León Fernández en la fundación de los Archivos Nacionales.
Don Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno fue candidato presidencial pero no llegó, como sus dos abuelos, su padre y su hermano, a gobernar este país. A diferencia de sus ilustres parientes, don Manuel de Jesús, en lugar de hacer historia, la escribió.
INSC: 2732

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