Ferderico García Lorca. Prosa. Alianza Editorial. Madrid, 1969. |
Tanto durante su vida, como después de su trágica muerte, Federico García Lorca ha sido reconocido y admirado como poeta y dramaturgo. Sus numerosos libros de poemas siguen cautivando a nuevas generaciones de lectores y sus obras teatrales continúan deleitando al público.
Se ha escrito mucho además sobre su vida y su época, ambas bastante complejas. Los biógrafos de Lorca, verdaderamente minuciosos, no solamente evocan sus dotes de pianista y su labor frente al teatro itinerante La Barraca, sino que hacen conjeturas sobre sus ideas políticas y han llegado al extremo de escudriñar en su correspondencia personal para dedicar abundantes y frecuentes artículos a su vida privada.
De sus múltiples facetas, sin embargo, hay una, en mi opinión bastante importante, que rara vez se menciona y es, por ello, quizá la menos conocida. Federico García Lorca, además de músico, poeta, director tetral y dramaturgo, fue un conferencista verdaderamente admirable.
Todos sabemos que Jorge Luis Borges y Octavio Paz, además de poetas, eran grandes intelectuales que constantemente eran invitados a disertar sobre literatura en distintos países y ante diversos auditorios. A muchos, sin embargo, les resulta difícil imaginarse a Lorca en el mismo papel. Lo cierto es que dictar conferencias no era, para Lorca, una actividad esporádica sino una práctica profesional. Además de en numerosas ciudades españolas, Lorca pronunció conferencias en Argentina y los Estados Unidos. De hecho, la larga temporada que pasó Federico García Lorca en Cuba, se debió a una invitación para dictar conferencias en toda la isla.
Lamentablemente, sus conferencias son bastante difíciles de encontrar. En 1969, Alianza Editorial publicó algunas de ellas en un libro titulado Prosa. Repasarlas es un verdadero deleite porque Lorca, como orador, era cautivante desde que entraba en escena. Nunca improvisaba ya que, como hombre de teatro, sabía que no se le podía faltar el respeto al "respetable".
Sus primeras palabras, estaban dedicadas a ganarse la complicidad del público que estaría, inevitablemente, un tanto receloso. La palabra "conferencia" suena a cátedra, exposición teórica, argumentación y recuento de conclusiones. Se espera que la conferencia tenga más fundamendo que sabor y, en la mayoría de los casos, suele ser nutritiva, pero no deliciosa. En la lectura pública de su romancero gitano, Lorca inicia con estas palabras:
"Yo sé muy bien que eso que se llama conferencia sirve en las salas y teatros para llevar a los ojos de las personas esas puntas de alfiler donde se clavan las irresistibles anémonas de Morfeo, y esos bostezos para los cuales se necesitaría tener boca de caimán."
"Yo he observado que generalmente el conferenciante pone cátedra sin pretender acercarse a su auditorio, habla de lo que sabe sin gastar nervio y con una ausencia absoluta de voluntad de amor, que origina ese odio profundo que se le toma momentáneamente y hace deseemos con ansia que resbale al salir de la tribuna o que estornude de modo tan furioso que se le caigan las gafas sobre el vaso. Por eso, no vengo a dar una conferencia sobre temas que he estudiado y preparado, sino que vengo a comunicarme con vosotros con lo que nadie me ha enseñado, con lo que es sustancia y magia pura, con la poesía".
Solía empezar su disertación sobre las nanas infantiles diciendo: "En esta conferencia no pretendo definir, sino subrayar: no quiero dibujar, sino sugerir. Animar, en su exacto sentido, herir pájaros somnolientos. Donde haya un rincón oscuro, poner un reflejo de nube alargada y regalar unos cuantos espejos de bolsillo a las señoras que asisten". Y, tras semejante introducción, no solamente exponía sus apreciaciones sobre canciones de cuna que había recopilado en diferentes regiones de España, sino que las cantaba mientras tocaba el piano.
Memorable la conferencia que dictó, en 1927, con motivo del tercer aniversario de la muerte de don Luis de Góngora, en la que reivindica e invita a leer con nuevos ojos la obra del reconocido poeta cordobés del Siglo de Oro. El título de la conferencia es La imagen poética en don Luis de Góngora y, dispuesto a entrar en materia cuanto antes, arranca sin rodeos. "Yo os supongo enterados de quién era don Luis de Góngora y de lo que es una imagen poética" y, de inmediato, pasa a cuestionar la forma en que este poeta era presentado en su momento y, pese a los esfuerzos de Lorca, sigue siendo considerado hoy en día.
La idea general es que Góngora es un poeta muy extravagante que lleva el idioma a retorcimientos y ritmos inconcebibles para una cabeza sana. Lorca, para quien la obra de Góngora es "tan palpitante como si estuviera recién hecha", manifiesta su desacuerdo. No entra a discutir el criterio de quienes sostienen posiciones distintas a la suya, como Marcelino Menéndez Pelayo, pero insiste en que quien desprecia a Góngora es porque no se ha esforzado en comprenderlo.
Tras extenderse explicando su punto, Lorca lee versos de Góngora, seguidos de una explicación aclaratoria. Aquello parece una traducción simultánea. Definitivamente requiere su esfuerzo comprender que Góngora solamente describía a un muchacho pálido y ojeroso cuando escribió: "la cara con poca sangre /los ojos con mucha noche", pero, a fin de cuentas, el contenido del poema se muestra sin misterios a un lector paciente y atento. Góngora, según Lorca, no solamente tenía una lengua aparte sino que, como todo gran poeta, tenía un mundo aparte. Intuía que la naturaleza que salió de las manos de Dios no es la que debe residir en el poema. Lorca concluye que Góngora era suntuoso, exquisito, pero no oscuro. "Los oscuros somos nosotros que no tenemos la capacidad de penetrar su inteligencia."
Una de las conferencias más gustadas era sobre el cante jondo, en la que Lorca, andaluz, explicaba a quienes no lo eran el sentido del duente. En el cante jondo, subraya, no hay medio tono. "El andaluz, o le grita a las estrellas o besa el polvo rojizo de sus caminos." Esta manifestación artística popular, más que la calidad de la ejecución, valora la intensidad del sentimiento. "Los poetas que hacen cantares populares enturbian las claras linfas del verdadero corazón.¡Cómo se nota en las coplas el ritmo seguro y feo del hombre que sabe de gramáticas" "Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica ni la maestría, nos importa otra cosa."
Una de las conferencias más gustadas era sobre el cante jondo, en la que Lorca, andaluz, explicaba a quienes no lo eran el sentido del duente. En el cante jondo, subraya, no hay medio tono. "El andaluz, o le grita a las estrellas o besa el polvo rojizo de sus caminos." Esta manifestación artística popular, más que la calidad de la ejecución, valora la intensidad del sentimiento. "Los poetas que hacen cantares populares enturbian las claras linfas del verdadero corazón.¡Cómo se nota en las coplas el ritmo seguro y feo del hombre que sabe de gramáticas" "Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica ni la maestría, nos importa otra cosa."
La conferencia titulada Imaginación, inspiración, evasión, es quizá la más abstracta de todas. Existe el prejuicio de que la reflexión teórica afecta negativamente la espontaneidad pero, en música, danza y poesía, sucede todo lo contrario. Los bailarines que, aparentemente, se mueven más libremente y con mayor desenvoltura, son los que más a fondo han repasado sus movimientos. Lorca, que en sus versos da la impresión de ser un poeta espontáneo, juguetón y audaz, comparte, en esta conferencia, su particular concepción del proceso creativo sobre el que, evidentemente, ha meditado a profundidad.
Federico García Lorca (1898-1936)
Pianista, poeta, dramaturgo y, también,
brillante conferencista.
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La imaginación es pobre y la realidad la supera porque la naturaleza y el ser humano tienen muchos más matices de los que podemos imaginar.
Al repasar las conferencias de García Lorca, si uno lee entre líneas, logra descubrir que el gran poeta granadino era en verdad un erudito, aunque la posteridad no lo haya considerado como tal. En todo caso, uno podría suponer que tal vez Lorca lo habría preferido así. Otros poetas, y vuelvo a utilizar los ejemplos de Jorge Luis Borges y Octavio Paz, sí son recordados como sabios y eruditos porque ellos mismos no pudieron mantener oculta su amplia cultura ni su aguda inteligencia. En el caso de Lorca, tal parece que procuraba disimular tanto su sabiduría como su erudición. Menciona como de pasada autores medievales y se refiere una que otra vez a ideas filosóficas, pero no se detiene mucho en la referencia y evita siempre abrumar con más información que la estrictamente necesaria.
El mismo Lorca, en una de sus conferencias, confiesa que evita brindar datos porque, cuando no tienen belleza, cansan al auditorio. En cambio, procura subrayar lo emocional porque al público le interesa más saber si una melodía es triste o alegre, que conocer la métrica con la que está escrita o las influencias que se pueden rastrear en ella. La parte técnica o histórica de una obra de arte, dice Lorca, es algo que el poeta "debe saber pero no repetir", y que, en todo caso, ese tipo de información está al alcance de todos los que quieran averiguarla.
Profundamente personales, en sus conferencias Lorca suelta con frecuencia afirmaciones contundentes. Dice, por ejemplo, que la metáfora está siempre regida por la vista y, por ello, ningún ciego de nacimiento puede ser un poeta plástico de imágenes objetivas porque no tiene idea de las proporciones de la naturaleza.
También afirma que, en cuanto a riqueza de arte popular: "En el mundo, solamente México puede cogerse de la mano con mi país." Lorca, como se sabe, nunca estuvo en México. Don Alfonso Reyes estaba planeando su visita para que asistiera a representaciones teatrales de su obra y dictara sus célebres conferencias. La gira estaba programada para 1936 pero, aunque estaba muy ilusionado, por motivos personales Lorca fue posponiendo la partida y fue asesinado el 18 de agosto de ese mismo año.
Además de su riqueza de contenido, su tono coloquial y fluido y el encanto de su prosa llena de imágenes sugerentes, las conferencias de Federico García Lorca tienen el atractivo de ser una invitación a meditar sobre determinados temas más que una cátedra con conclusiones expuestas de manera autoritaria.
Respetuoso de ideas distintas a las suyas, Lorca nunca pretendió decir la última palabra. Consciente de los cambios de opinión que vienen con el tiempo, tenía claro que posiblemente, a la larga, ni él mismo sostendría lo dicho. "Este es mi punto de vista actual" decía, "no sé lo que mañana pensaré. No cesaré de darme golpes contra las disciplinas. Todo menos quedarme sentado ante la ventana mirando el mismo paisaje."
INSC: 0988
Bello, me deleita envontrar en estas páginas esa lectura que parafraseando a nuestro Marti enciende, aviva y redime gracias muchas gracias
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