Rubén Darío Periodista. Ministerio de Educación. Nicaragua. 1964. |
Para poder ganarse la vida, todos los poetas tienen otro oficio. En el caso de los narradores, si llegan a ser populares, es posible que los derechos que perciban por la venta de sus obras les permitan, no solo vivir dignamente, sino incluso hasta hacerse ricos. Pero ningún poeta puede vivir de sus versos. En cualquier sociedad, los aficionados a la lectura son una minoría y los lectores de poesía, a su vez, son una minoría dentro de la minoría.
Hasta los poetas más célebres y admirados se han visto en apuros para cubrir sus necesidades. El caso de Rubén Darío llega a ser hasta conmovedor. El príncipe de las letras castellanas, el renovador de la expresión poética cuyo estilo fue referencia a ambos lados del Atlántico durante medio siglo, pasó su vida entera agobiado por apremiantes necesidades económicas. Para vivir, trabajó desde muy joven como periodista. A los catorce años de edad, ya era el redactor estrella de La Verdad, periódico de León, Nicaragua. Su talento era reconocido y apreciado en cualquier sitio al que llegara y, como no disponía de otras herramientas de trabajo además de su pluma, ejerció el periodismo en Chile, Argentina, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Uruguay, España y Francia.
La vida de un colaborador de periódico no es fácil. No todos los días se reciben encargos y no todos son bien pagados. La única manera de medio rebuscarse ingresos decentes es tomar lo que ofrezcan sin mucho miramiento. Durante la permanencia de Rubén Darío en Costa Rica, por ejemplo, el poeta, que ocupó la dirección de La Prensa Libre y colaboró con El Heraldo de Pío Víquez, publicó naturalmente cuentos, poemas y artículos sobre literatura, pero también realizó entrevistas, escribió editoriales, reseñó acontecimientos y hasta redactó notas sobre deporte y salud.
El Doctor Emilio Mitre, propietario del diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, contrató a Darío como redactor y corresponsal. Gracias a este trabajo, Darío pudo contar con un ingreso estable. Estuviera donde estuviera, París, Madrid, Roma, New York, Río de Janeiro o La Habana, Darío enviaba semanalmente crónicas y reportajes a Buenos Aires. El Dr. Mitre, por su parte, nunca le falló y le hacía llegar su salario puntualmente. El pago que recibía del periódico argentino, era el sustento de su familia.
Darío se veía muy elegante con su traje de embajador, pero el gobierno de Nicaragua le atrasaba los sueldos y, en más de una ocasión, Darío debía tomar dinero de sus ingresos personales como periodista para cubrir los gastos de la Embajada. Se topó también, lamentablemente, con personas inescrupulosas que lo explotaban. Organizadores de giras de conferencias que le daban una parte mínima de lo recaudado o revistas y editoriales que, además de aprovecharse de su nombre y su prestigio, lo ponían a trabajar jornadas extenuantes y le pagaban menos de lo que merecía.
Con todo y sus penurias, Darío disfrutaba el periodismo. Se estima que el grueso de su producción escrita son artículos publicados en periódicos y revistas. Hasta las semblanzas de escritores de su libro Los Raros fueron publicadas originalmente como artículos periodísticos. Algunos especialistas darianos sostienen que dos terceras partes de la obra de Darío fueron notas de periódico y solamente un tercio lo constituyen poemas y cuentos. Hay quienes estiman que la proporción es mucho mayor. Es difícil determinarlo porque, como ya se dijo, Darío escribió en muchos periódicos de distintos países y su obra, a un siglo de su muerte, sigue sin contar con un índice exhaustivo.
Curiosamente, su obra periodística no es muy conocida. Azul, Cantos de vida y esperanza y selecciones de sus cuentos y poemas están presentes casi en cualquier librería. La publicación de artículos suyos, en cambio, es esporádica y escasa. Ignoro si en Argentina, donde Darío publicó más en la prensa, habrá mayor facilidad de encontrar recopilaciones de sus crónicas y reportajes. Un hecho confirmado por los estudiosos es que, desde 1889, año en que empezó a colaborar con el periódico, hasta su muerte, en 1916, ningún otro redactor o colaborador de La Nación de Buenos Aires publicó más notas que Darío.
En 1964, con motivo del aniversario número cuarenta y ocho de la muerte del poeta, el Ministerio de Educación de Nicaragua editó el libro Rubén Darío Periodista, en que reúne una pequeña muestra de los artículos que Darío enviaba a La Nación.
Su prosa es cautivante, podría decirse que hipnótica. Las descripciones que hace de su paso por Barcelona, Madrid, París, Roma, Londres y Berlín brindan un retrato profundo de esas ciudades en que se combina tanto la información histórica y social, como el dato curioso y las impresiones personales. Notas de este tipo, hoy en día, vendrían acompañadas con fotos. Pero como en aquella época la fotografía se usaba poco en los periódicos, los artículos son extensos ya que hasta el aspecto visual debía ser escrito. Dicen que una imagen vale por mil palabras, pero las imágenes creadas con palabras son las más impresionantes. Me imagino a los argentinos de principios del Siglo XX viajando con la imaginación por las capitales europeas mientras leían aquellas columnas de letra diminuta.
Particularmente emotivo es el relato de su encuentro con el Papa León XIII, a quien llamó "Beatísimo Padre y querido colega", ya que Gioacchino Pecci (su nombre real) escribió bellísimas poesías, tanto en italiano como en latín. Aunque su público era hispanoparlante, Darío cita, en su nota, los versos del papa en su lengua original. De haberlos traducido, se habría perdido el ritmo y la musicalidad. Darío, que apreciaba la poesía tanto por el contenido como por el sonido, jamás habría contribuido a opacar el brillo de un poema.
En todo caso, supongo que debió haber pensado, en Argentina había ya entonces numerosos inmigrantes italianos que podrían explicarle el significado al vecino gallego.
Además de crónicas de viaje, el libro incluye artículos sobre nuevas teorías educativas y sobre los bailes tradicionales de Nicaragua. Darío hace una exposición clara, profunda y didáctica sobre El Güegüense.
Dominar diferentes estilos es como hablar varios idiomas. El reportaje sobre el conflicto entre los gobiernos británico y nicaragüense por la región de Bluefields es conciso, objetivo, concentrado en reseñar los hechos y analizar su posible desarrollo y consecuencias. La prosa es pura y estrictamente periodística: escrito de manera impersonal, con recuento total del contenido al inicio, párrafos y oraciones breves, citas de fuentes consultadas, tono imparcial, nada de opinión, nada de especulación, nada de ornamentación. Este reportaje de hace más de un siglo podría servir hoy, y por muchos años más, como modelo de estilo para periodistas que deban escribir sobre temas polémicos y complejos. La pluma del Darío poeta es totalmente distinta a la del Darío periodista. La norma de que el estilo debe ajustarse a lo que se escribe y no a quien lo escribe, es una noción que algunos periodistas tardan años en aprender y la gran mayoría ni siquiera la logra comprender nunca.
Aunque las referencias de nombres, compañías y proyectos corresponden a otra época, el artículo sobre el canal interoceánico, eterno tema de Nicaragua, es tan actual que pudo haber sido escrito esta mañana.
Darío, el gran poeta, narrador y literato, fue también un gran periodista. Para él, el periodismo y la literatura son una sola cosa. Sobre este punto, cito sus palabras textualmente:
"Hoy y siempre, un periodista y un escritor se han de confundir. Séneca, Montaigné y de Maitre son periodistas en un amplio sentido de la palabra. Todos los observadores y comentadores de la vida han sido periodistas. Ahora, si os referís simplemente a la parte mecánica del oficio moderno, quedaríamos en que tan solo merecerían el nombre de periodistas los reporters comerciales, los de los sucesos diarios; y hasta ellos pueden ser muy buenos escritores que hagan sobre un asunto árido una página interesante. Hay editoriales políticos escritos por hombres de reflexión y de vuelo, que son verdaderos capítulos de libros fundamentales. Hay crónicas, descripciones de fiestas o ceremoniales escritas por reporters que son artistas, las cuales, aisladamente, tendrían cabida en obras antológicas. El periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como otro cualquiera. Solamente merece la indiferencia y el olvido aquel que, premeditadamente, se propone escribir, para el instante, palabras sin lastre e ideas sin sangre."
INSC: 2402
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