miércoles, 9 de marzo de 2016

Crónicas y cuentos míos. Aquileo Echeverría.

Crónicas y cuentos míos. Aquileo
Echeverría. Editorial STVDIVM. UACA.
Costa Rica, 1981.
Aquileo Echeverría tuvo una vida breve. Nació el 22 de marzo de 1866 en San José de Costa Rica y murió, en Barcelona, el 11 de marzo de 1909 pocos días antes de cumplir los cuarenta y tres años de edad.  
En vida, solamente pudo publicar dos libros, Romances en 1903 y su célebres Concherías en 1905. Su gran amigo Rubén Darío, con quien había trabajado en el periódico La Unión, de El Salvador, en 1889, en el prólogo que escribió para la segunda edición de Concherías, publicada en Barcelona en 1909, llegó a afirmar que Aquileo era el único poeta de Costa Rica. 
Cuando a Darío estaba yéndole bien en Buenos Aires, le escribió a Aquileo para proponerle que viajara a Argentina y trabajara de nuevo a su lado. El gran poeta nicaragüense consideraba que el talento de Aquileo le permitiría abrirse paso en un universo literario y periodístico más amplio que el del pequeño y aislado país en que vivía. Aquileo declinó la invitación.
Aunque fue edecán del presidente nicaragüense Adán Cárdenas del Castillo, se desempeñó como diplomático en Washington D.C., residió por un par de años en Guatemala, trabajó en El Salvador y, por azares del destino, murió en Europa, Aquileo Echeverría era un gran enamorado de su tierra, de la que no le gustaba separarse por periodos prolongados. Cuando, con los pocos ahorros que había logrado reunir con su modesto sueldo, se trasladó a vivir a la provincia de Heredia, donde puso una pulpería, enviaba sus colaboraciones a los periódicos sin molestarse en venir a la capital.
Aquileo nunca logró la fama internacional que alcanzó Darío. Aparte de las Concherías publicadas en Barcelona en 1909, su obra nunca más fue editada fuera de Costa Rica. Una traducción de sus versos, a cualquier idioma, sería impensable. Aquileo escribió sobre los ticos y para los ticos y, por ello, sus versos quedaron atrapados exclusivamente en su país. 
Naturalmente, la vida en la Costa Rica de hoy es bastante diferente a la de 1905 y los estudiantes de primaria y secundaria, al leer las Concherías,  conforme pasa el tiempo se ven en mayores dificultades para comprender las palabras y expresiones que ha caído en desuso. El disfrute de la picardía y el sentido del humor, sin embargo, se ha mantenido. Casi no hay escolar costarricense que no haya recitado o participado en alguna representación teatral de una conchería.
Benémerito de las Letras Patrias desde 1949, Aquileo es el poeta nacional de Costa Rica. Los premios nacionales de poesía, cuento, novela, ensayo, historia, artes plásticas y música llevan su nombre.
Sin embargo, los relatos en prosa y la obra periodística de Aquileo Echeverría sigue siendo poco conocida.
En 1934, para celebrar los doscientos años de la fundación del primer curato en Heredia, don Joaquín García Monge, por invitación de la Asociación Cultural Ala, seleccionó una muestra de artículos de Aquileo y editó el libro Crónicas y cuentos míos. La antología, que venía presentada con un extenso ensayo de Alejandro Alvarado Quirós, fue muy popular en su momento, pero no fue reeditada.
En 1981, cuando ya de la edición de 1934 no quedaba más que la leyenda, reeditó íntegramente la obra, a la que solamente le agregó una presentación escrita por doña Marilyn Echeverría Zurcher de Sauter, nieta de Aquileo, quien con el seudónimo de Lara Ríos es, como su abuelo, una escritora muy popular. 
Sobra decir que la presentación de doña Marilyn es mucho más agradable que el soporífero ensayo de Alejandro Alvarado Quirós. 
Con prosa abrumadoramente rebuscada y compleja, Alvarado Quirós hace un recuento de la vida y obra de Aquileo que acaba siendo un elogio cauto y con reservas. Las indiscreciones que se permite revelar, totalmente innecesarias, parecieran destinadas a opacar la imagen del poeta a quien le critica el haberse dejado seducir por el éxito del público y no haber realizado una poesía más elevada y universal. Según el, el costumbrismo y el regionalismo no llevan a la gloria, pero lo cierto es que Aquileo sigue siendo leído y admirado en Costa Rica, mientras que Alvarado Quirós no se le recuerda ni aquí ni en ninguna otra parte.
Pero vayamos a los textos de Aquileo. Como colaboraba con distintas publicaciones, sus relatos, crónicas, semblanzas y reportajes aparecieron originalmente en multitud de periódicos y revistas tales como El sol, El noticiero, Páginas Ilustradas, La Patria (donde también aparecían los cuentos de Magón), La República, Pandemónium, El día, La Revista, Notas y letras, El Centinela, Las Fiestas, El periódico, Cuartillas, Guatemala Ilustrada, Revista de Costa Rica El Heraldo, este último dirigido por Pío Víquez. Curiosamente, no hay ni una sola nota de La Unión, de El Salvador, pero no se le puede criticar esta comprensible omisión a don Joaquín García Monge quien sus buenas horas de biblioteca debió haber pasado para reunir tanto material disperso.
Aquileo Echeverría Zeledón. (1866-1909)
En el libro, como en toda muestra antológica, hay un poco de todo. Muy discreto respecto a sí mismo, solamente aparecen unos cuantos recuerdos personales. Cuenta que cuando era niño y se preparaba para hacer la Primera Comunión, al hacer examen de conciencia para confesarse se vio en un apuro. Nunca antes había pensado en sus pecados pero, al repasar los diez mandamientos y toparse con el rotundo "No matarás", recordó que había asesinado a un gato de una pedrada. Suponía que Monseñor Carlos María Ulloa, el confesor, al enterarse de su delito, lo enviaría directamente al infierno.  El día de la confesión estaba tan asustado que se puso a llorar. El cura, para tranquilizarlo, le regaló dulces, Aquileo confesó su pecado y, tras la absolución, logró sacarse la muerte del gato de su conciencia. 
También aparece una nota muy sentimental sobre su hija pequeña, que le pide a Dios protección para sus muñecas. Recuerda que una vez, para ir a echar una serenata, contrataron un músico quien accedió a tocar, siempre y cuando le ayudaran a sacar la guitarra de la casa de empeño. También evoca con nostalgia las veces que iba a nadar a la poza del río Torres, donde comía mango con sal y en la que muchas ocasiones, tras el baño, debió soportar la broma pesada del bizcocho, que consistía en que, quienes se retiraban antes, le hacían numerosos y complicados nudos a la ropa de los que todavía estaban nadando.
Aparecen numerosos obituarios dedicados a José Zorrilla, Manuel Gutiérrez Nájera, Teodoro Yoyo Quirós, Ángel Anselmo Castro, Juan Gutiérrez y Pío Víquez. 
Hay semblanzas de Federico Proaño, Juan Fernández Ferraz (con quien mantuvo encendidas polémicas pero a quien le guardaba un cariño y aprecio que eran correspondidos) y Manuel Argüello Mora, el escritor costarricense sobrino de don Juanito Mora.
Particularmente interesantes son sus reseñas literarias. Comenta los versos de Justo Facio, los cuentos de Ricardo Fernández Guardia y una pieza teatral de Eduardo Casalmigia.
Ya en su labor como reportero, el libro incluye una nota sobre un incendio forestal al norte de Heredia, así como una entrevista que le hizo al presidente peruano Nicolás Pierola quien, al ver impresas sus declaraciones, mandó una carta al periódico en la que afirmaba que Aquileo había tergiversado sus palabras y que la entrevista incluía aseveraciones que él nunca dijo ni diría. Aquileo respondió de manera amable y respetuosa pero contundente. No entró a polemizar con el entrevistado, pero le dejó claro que él, como reportero, pudo haber malinterpretado sus declaraciones pero no inventó nada.
Naturalmente, el libro incluye una buena muestra de notas humorísticas. El artículo en que Aquileo hace una declaración de amor a Miss Tella, es una broma de principio a fin que arranca desde el mismo título. Verdaderamente deliciosas son las páginas dedicadas a la pereza, a las uñas, a la lluvia y al aguacate. Hay hasta una parodia, en verso, de una conversación telefónica, publicada en 1901, cuando el teléfono era una novedad tecnológica asombrosa pero que, como hoy en día, era utilizado para los asuntos más triviales.
El Discurso patriótico y de oposición, es una maestra de ironía en que un orador exaltado denuncia injusticias y atropellos, se queja de la penosa situación que agobia a las mayorías y clama por justicia pero, en cada línea, da muestras de su total ignorancia y queda claro que no sabe de lo que está hablando. Dice que en Inglaterra todo es abundante y barato, al punto que un buen caballo cuesta diez o veinte guineas, de manera que con un racimo uno puede hacerse de una caballeriza. "¿No es ridículo que un país donde el poró brota espontáneamente, se introduzcan parches porosos?" Más adelante afirma que las paperas dan de comer papas, los berrinches de comer peras y la peritonitis de comer peras. El que se casa con una Petra se petrifica y el que se casa con una Ester se esteriliza. Si alguien se casa con una Eva, es inevitable que se evapore.
En cada página de este libro, incluyendo hasta los obituarios y las notas informativas, hay detrás el asomo de una sonrisa. Si hubiera que calificar a Aquileo, habría que decir que era un escritor sonriente. Sus Concherías sigan leyéndose en las escuelas, pero es una verdadera lástima que la recopilación de su obra periodística solamente haya tenido dos ediciones, ambas póstumas, una en 1934 y otra en 1981. 
INSC: 2677

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