El hombre del Repertorio Americano. Eugenio García Carrillo. STVDIVM. San José, Costa Rica. 1981 |
Aunque escribió tres novelas y numerosos cuentos, ensayos, discursos y artículos, la gran obra de don Joaquín García Monge fue su revista Repertorio Americano, que circuló por todos los países de habla española de 1919 a 1958. Quizá por ello, su hijo, Eugenio García Carrillo, decidió titular El hombre del Repertorio Americano a la semblanza biográfica que publicó, en 1981, para conmemorar el centenario del nacimiento de don Joaquín.
Educador, escritor, editor y periodista, la vida de don Joaquín García Monge, aunque tuvo momentos de angustia y de gloria, fue sencilla y discreta. Nació en Desamparados, el 20 de enero de 1881. Su padre, que también se llamaba Joaquín García, era originario de Cartago y fue contratado por Mariano Monge, rico cafetalero desamparadeño, para que fuera maestro de sus hijas. El joven tutor acabó casándose con Luisa, una de sus pupilas.
El padre murió cuando Joaquín García Monge, su único hijo, tenía apenas seis años de edad. De herencia, solamente le dejó una modesta biblioteca en la que el pequeño huérfano, tímido y de temperamento discreto y sereno, acabó desarrollando una verdadera pasión por la lectura. Cabe mencionar que el censo de 1892 consignaba que, en la Costa Rica de aquel entonces, solamente una de cada cuatro personas sabía leer y escribir.
El primer relato publicado de Joaquín García Monge, titulado Cuadros, apareció en el periódico en 1898, cuando el joven autor solamente tenía diecisiete años de edad. A los diecinueve años, en 1900, escribió tres novelas: El Moto, Abnegación e Hijas del Campo y, curiosamente, nunca más volvió a escribir novelas.
Le dio a leer El Moto a su maestro, don Carlos Gagini, quien le recomendó que lo publicara. Fue a hablar entonces con doña María de Lines, quien imprimía los cuentos de Gagini, pero la señora lo desanimó al mostrarle la edición casi completa de Chamarasca, de Gagini, llena de polvo bajo el mostrador. "Si no se venden los libros del maestro", le dijo, "menos se van a vender los del discípulo."
Triste por el desaire, le comentó el hecho a José María Zeledón, quien le recomendó la imprenta Greñas. Le publicaron el libro por ciento veinticinco pesos. La edición se agotó en pocas semanas y don Joaquín no solo recuperó la suma invertida, sino que tuvo una ganancia que le alcanzó para mandarse a hacer un traje a la medida. La segunda edición fue impresa en Barcelona y, en vista del talento literario demostrado, el Secretario de Instrucción Pública, el poeta don Justo A. Facio, lo envío a estudiar a Chile por cuenta del Estado. En Santiago, don Joaquín estudió Pedagogía, Gramática y Latín pero, al final de la administración de don Rafael Yglesias, el gobierno se olvidó de él y dejó de enviarle dinero, por lo que el joven estudiante tuvo que ingeniárselas por sí mismo allá tan lejos. Como ya estaba avanzado en los estudios, daba clases en un instituto a cambio de comida y una habitación donde dormir. Por la interrupción de la beca, no pudo, como era su deseo, cursar ninguna especialidad.
De vuelta en Costa Rica, fue nombrado profesor de la Escuela Normal. En 1909 contrajo matrimonio con Celia Carrillo Castro. Su buen amigo, Roberto Brenes Mesén, quien también había estudiado en Chile, se casó con Ana María Carrillo Castro, hermana de Celia y, gracias a ese parentesco, ambos intelectuales fueron muy cercanos toda su vida.
El mismo año de su matrimonio, don Joaquín, en sociedad con José María Zeledón, abrió en San José una librería llamada "Lectura Barata", en que ofrecían ediciones modestas de obras clásicas a precios populares.
Vinieron entonces unos años serenos hasta que en 1917, tras el golpe de Estado que dio Federico Tinoco contra don Alfredo González Flores, don Joaquín fue destituido de su cargo como Director de la Escuela Normal. Mientras Roberto Brenes Mesén se integraba, como Secretario de Instrucción, al gabinete tinoquista, don Joaquín optó por abandonar el país en un destierro voluntario.
Fue durante su estadía en New York que tuvo la idea de fundar una revista cultural que circulara en todo el continente. Decidió llamarla Repertorio Americano, en homenaje a la publicación que, con el mismo nombre y los mismos fines editó Andrés Bello de 1826 a 1827.
Andrés Bello nació en 1781, cien años antes que don Joaquín. Ambos concibieron su Repertorio Americano en el exilio: Bello en Londres, en 1826 y don Joaquín en New York en 1919. El de Bello, sin embargo, solamente se publicó durante un año, mientras que el de don Joaquín se mantendría activo por casi cuarenta, de 1919 a 1958.
Al terminar la dictadura de los hermanos Tinoco, don Joaquín regresó a Costa Rica y ocupó el cargo de Secretario de Instrucción Pública durante el breve gobierno de Francisco Aguilar Barquero.
El Repertorio Americano, revista internacional de cultura, arte y literatura, aunque fue ideada en Nueva York, se publicó, desde el primer hasta el último número en San José de Costa Rica. Es verdaderamente impresionante que, con las limitaciones y la lentitud de la comunicación de aquella época, don Joaquín solamente necesitara de un par de años para que su publicación lograra convertirse en un foro hispanoamericano con circulación continental y colaboradores de primer nivel.
El mexicano Alfonso Reyes se convirtió es columnista habitual. Estuviera donde estuviera, cada vez que Gabriela Mistral se encontraba con un joven cuyos versos consideraba que merecían ser publicados, le recomendaba que los enviara al Repertorio. Allí publicaban el colombiano José Eustasio Rivera y el venezolano Rómulo Betancourt, quienes ya eran escritores reconocidos, pero en las páginas del Repertorio tenían cabida también nuevos valores. En 1919, aparecieron en el Repertorio los primeros versos de la cubana Dulce María Loynaz y, en décadas posteriores, un artículo enviado por un joven mexicano llamado Octavio Paz.
En 1921, a los dos años de haber aparecido, don Miguel de Unamuno decía: "El Repertorio Americano, excelente revista que publica en Costa Rica don Joaquín García Monge, es de lo más jugoso y de lo más ponderado y de lo más culto que conocemos de esas tierras."
Al estallar la Guerra Civil española, el Repertorio fue el primer periódico en publicar la noticia de la muerte de Federico García Lorca.
Los escritores costarricenses colaboraban asiduamente con don Joaquín. No solamente los ya consagrados, como Rogelio Sotela, Alejandro Alvarado Quirós o Ricardo Fernández Guardia, sino también los jóvenes como Joaquín Gutiérrez o Fabián Dobles, que en aquel tiempo eran poetas y con el pasar de los años acabaron convirtiéndose en novelistas. El ensayo ¿Qué hora es? de Yolanda Oreamuno, apareció en el Repertorio cuando ella era estudiante de secundaria. Francisco Zúñiga, Juan Manuel Sánchez, don Paco Amighetti y Max Jiménez, ilustraban el Repertorio con sus dibujos.
Visto a la distancia de los años y, especialmente, de los avances tecnológicos, uno se pregunta qué habría sido capaz de hacer don Joaquín si hubiera contado con teléfono, fax o correo electrónico. Pero don Joaquín no tenía ni siquiera un ayudante. "Yo tengo que hacerlo todo", decía, "escojo el material, corrijo las pruebas, rotulo los paquetes, llevo la contabilidad y la correspondencia". Su oficina, situada en la Avenida Segunda (en la cuesta donde hoy está la Caja del Seguro Social) era una habitación iluminada por un único bombillo cuya puerta daba directamente a la acera. Quienes pasaban por enfrente podían ver a don Joaquín en su escritorio o bien, salir cargado de paquetes rumbo al correo.
Además del Repertorio, don Joaquín publicó varias colecciones literarias. La dirigida a jóvenes se llamaba La Edad de Oro, en homenaje a José Martí. En la Colección Ariel (inspirada en el arielismo de José Enrique Rodó) publicó obras de Renán, Carlyle, Ruskin y Emerson entre otros. Publicó una serie de autores costarricenses y otra de autores centroamericanos con los sellos de El Convivio y Ediciones de Repertorio Americano. Entre otros muchos méritos de importancia, hay que destacar que don Joaquín fue quien abrió las puertas de su revista y su editorial a escritoras mujeres, hasta entonces relegadas. Entre ellas, como botón de muestra, Carmen Lyra. Los historiadores de la literatura costarricense, de hecho, identifican toda una etapa como La generación del Repertorio.
A pesar de su sonado éxito, don Joaquín nunca logró hacer dinero ni con el Repertorio ni con la editorial. Don Avelino Alsina y Lloveras, propietario de la imprenta de donde salían tanto la revista como los libros, además de hacerle un considerable descuento en la factura, soportaba con paciencia el atraso en los pagos. Rogelio Sotela anunciaba en el Repertorio sus servicios de abogado, mientras que Max Jiménez publicaba avisos para vender los terneros nacidos en su finca. Sobra decir que la intención de tal "publicidad" no tenía más propósito que ayudar económicamente a don Joaquín. Hubo también mecenas que le brindaron aportes significativos, como Mr. John M. Keith, el peruano Rafael Larco desde Lima y, muy especialmente, la Sociedad Tournón, propietaria de un beneficio de café, que siempre que don Joaquín necesitaba dinero, se lo prestaba sin garantía, sin fiador, sin pagaré, sin plazo y sin intereses.
En 1935, don Joaquín viajó Ginebra, Suiza, invitado por la Liga de las Naciones. Aprovechando su permanencia en Europa, don Salvador de Madariaga lo invitó a visitar España, donde fue recibido por Azorín, Américo Castro, Ramón Gómez de la Serna, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y León Felipe y tuvo oportunidad de participar en el XXVI Congreso Interancional de Americanistas, presidido por Gregorio Marañón. Durante ese viaje, don Joaquín reafirmó su apoyo a la República Española y su rechazo al fascismo de Mussolini y a la Alemania Nazi.
Ya de regreso en Costa Rica, en 1936, al ser electo como Presidente de la República León Cortés Castro, se le notificó que sería destituido de su cargo de maestro. Para evitar el despido, se acogió a su pensión. Al año siguiente, Francisco Marín Cañas publicó en el Repertorio una diatriba contra Mussolini y el gobierno de León Cortés, ante una protesta de la representación diplomática italiana, demandó judicialmente a don Joaquín, pero los tribunales fallaron a su favor.
"Una de mis amarguras ha sido la de haber vivido siempre como empleado público y no haber quedado bien con nadie". Expresó don Joaquín.
Finalizada la II Guerra Mundial, la celebración de los veinticinco años del Repertorio coincidió con la publicación del número mil, el 20 de enero de 1946.
Mucho se ha hablado de las ideas políticas de don Joaquín pero, a decir verdad, lo dicho no pasa de ser pura especulación. Don Joaquín era en verdad discreto en este aspecto. Apoyó a su coterráneo, el también desamparadeño Máximo Fernández, todas las veces que fue candidato. Esperaba que su amigo el Dr. Ricardo Moreno Cañas llegara a ser presidente en 1940, pero el asesinato del médico truncó sus planes y nunca volvió a manifestarse a favor de ningún candidato o partido. Se declaró contrario a los gobiernos de Ascención Esquivel (1902-1906), Federico Tinoco (1917-1919) y León Cortés Castro (1936-1940). Sobre los demás gobiernos que le tocó vivir, no se manifestó. Ni siquiera está clara su posición sobre el conflicto armado de 1948.
Participó, en 1913, en la organización de la primera celebración del primero de mayo en Costa Rica, pero don Joaquín llamaba a los comunistas "el bando de los que estorban", porque se quejan de lo que otros hacen o pretenden hacer, pero no proponen nada en concreto.
Irónicamente, en las elecciones de 1953, don Joaquín García Monge fue candidato a diputado por el Partido Progresista Independiente, pero la agrupación fue proscrita por considerarse comunista.
En 1922 don Joaquín fue nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y, al año siguiente, formó parte del grupo fundador de la Academia Costarricense de la Lengua. Sin embargo, pese a ser el principal editor, educador y periodista de Costa Rica, además de la figura de mayor relevancia internacional en el país, don Joaquín no fue llamado a formar parte de la Universidad de Costa Rica que se fundó en 1940.
En 1944 ganó el premio de periodismo Maria Moors Cabot, pero un quebranto de salud impidió que fuera a New York a recogerlo. Fue condecorado por Ecuador (1935), México (1941), Chile (1944), Nicaragua y Perú (ambos en 1958). El 26 de octubre de 1958, la Asamblea Legislativa de Costa Rica lo declara Benemérito de la Patria. Murió cinco días después, el 31 de octubre.
El Repertorio Americano murió con él.
El Repertorio Americano murió con él.
A Gilbert Laporte, su amigo de muchos años, le manifestó su última voluntad: "Nada de flores, ni iglesia, ni discursos. Sencillez en mi muerte, como en todo lo mío. Mi vida fue sencilla. Nada de complicaciones ni cumplidos."
El niño huérfano que alivió su soledad con los pocos libros que heredó de su padre, dejó al morir una biblioteca de unos diecisiete mil volúmenes que, al ser inventariada, reveló la sorpresa de que el sesenta por ciento de los libros estaban dedicados a don Joaquín de puño y letra del autor.
INSC: 2614
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Wow, excelente! Que bueno este tipo de notas. Gracias por compartir!
ResponderBorrarExcelente siempre quise saber la historia de Joaquín García Monge
ResponderBorrarPorque aunq estudie en esa escuela solamente el nombre y un busto de El hay. Historia cero