El presbítero don Juan Garita. Virginia Sandoval de Fonseca. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Costa Rica, 1977. |
Rogelio Sotela, primer historiador de la literatura costarricense, en su obra Escritores de Costa Rica (1942), lo llama "precursor del realismo costarricense, poeta popular de fresca y sencilla musa". Deja constancia, además, que los versos de Garita llegaron a ser muy populares entre los campesinos de su época. Curiosamente no menciona su obra narrativa o periodística.
Abelardo Bonilla, en su Historia de la Literatura Costarricense (1957), considera que la obra de Garita cayó en el olvido porque era muy escasa y de calidad inferior a la de Aquileo o Magón. Álvaro Quesada Soto, por su parte, critica los relatos de Garita por el peso de lo religioso en su visión de mundo. ¿Ignoraría acaso que Garita era sacerdote?
Pese a haber sido hecho a un lado en la historia de la literatura costarricense, la vida y obra de Juan Garita es verdaderamente interesante. Nació el 14 de febrero de 1859, unos dicen que en Tierra Blanca de Cartago y otros que en San Rafael de Oreamuno. Fue el hijo mayor de Juan Garita Víquez y Juana Guillén Mora. La mayoría de notas biográficas consignan, erróneamente, que su padre se llamaba Rosa Garita, cuando en realidad Rosa Garita Sánchez era su abuelo paterno.
Cursó el Bachillerato en el Colegio San Luis Gonzaga y los estudios eclesiásticos en el Seminario de León, Nicaragua. Las biografías suyas dicen que recibió la ordenación sacerdotal el 20 de diciembre de 1884, de manos del Obispo Bernardo Augusto Thiel, sin embargo, el dato genera ciertas dudas. El obispo Thiel fue expulsado de Costa Rica en julio de 1884 y no regresó sino hasta diciembre de 1886, de manera que no pudo haberlo ordenado en diciembre de 1884. Al menos no en Costa Rica.
En el año 1885, ya como sacerdote en ejercicio, publicó una hoja suelta en que protestaba por la expulsión del país de los padres Rosero y Marino, profesores del Seminario. Dicha protesta le valió una pena de veinticuatro azotes y seis meses de prisión en la isla de San Lucas.
Hijo de familia pobre, el padre Garita no disponía de recursos propios. Las comunidades en las que sirvió de párroco (Santa Ana, Santa María de Dota, Paraíso, Escazú, Tabarcia, Térraba, Puriscal, Piedras Negras y Tierra Blanca), eran tan pobres que las limosnas que recolectaba en el templo no le alcanzaban para vivir. Entonces, para ganar su sustento, después de celebrar la Misa al amanecer, se iba a las fincas a trabajar como peón. Cogía café, reparaba cercas y cavaba zanjas junto a las cuadrillas municipales. A los campesinos les impresionaba ver a su párroco trabajando a su lado por el mismo jornal que ellos recibían. El padre Garita, en un pedacito de terreno prestado, cultivaba el maíz y los frijoles que consumía.
En sus ratos libres se dedicaba a estudiar idiomas. En el seminario aprendió con facilidad griego y latín. Más tarde llegó a hablar inglés fluidamente. En una ocasión, mientras conversaba con el obispo Juan Gaspar Stork, empezó a intercalar en la charla palabras sueltas en alemán. El prelado intentó desanimarlo: "Padre Garita, ¿Piensa aprender alemán? Eso no le será muy fácil."
El padre Garita tomó aquella advertencia como un reto y le pidió al obispo que le diera un año para preparar una conferencia en alemán. El obispo, con sonrisa burlona, le respondió: "Si puede hacerlo, queda autorizado." El humilde cura campesino logró dar su conferencia en alemán, no un año sino seis meses después. En sus últimos años de vida, estaba tratando de aprender chino.
Disfrutaba enormemente de la música. Compuso algunas canciones, tocaba violín y guitarra y formó una filarmónica en Tierra Blanca.
La música del Himno Nacional, compuesta en 1852, no tenía letra. La primera que tuvo fue escrita en 1873 por el colombiano Juan Manuel Lleras. En 1879, mientras era seminarista, el Padre Garita escribió una letra para el Himno Nacional que poco a poco empezó a desplazar la de Lleras. En 1888, cuando ya la letra del padre Garita se había impuesto, el profesor español Valeriano Fernández Ferraz escribió otra letra. Desde 1888 hasta 1903, en los actos cívicos se cantaba el Himno con cualquiera de las dos letras, la de Garita o la de Ferraz. En 1903, por medio de un concurso, se eligió "Noble patria tu hermosa bandera" de José María, Billo Zeledón, que es la que se canta desde entonces. El himno nacional ha tenido entonces cuatro letras: dos de costarricenses (Garita y Zeledón), una de un colombiano (Lleras) y otra de un español (Fernández Ferraz).
Como periodista, el padre Garita, además de publicar colaboraciones en el Eco Católico y otros periódicos seglares, editaba su propia revista llamada Hogar Cristiano, en la que aparecían sus famosos Diálogos campesinos. En vez de soltar editoriales pesados o notas llenas de datos, el padre Garita se refería a los temas de actualidad por medio de conversaciones casuales de un par de amigos que se encontraban en la calle. Escritos en lenguaje popular, llenos de palabras y expresiones muy ticas, los Diálogos campesinos tenían con frecuencia como protagonista a un personaje llamado Tío Berrinche, especialista en poner el dedo en la llaga. Aunque en los diálogos era jocoso, sus artículos firmados sobre temas políticos eran bastante pesimistas.
El padre Garita escribió tres novelas breves, hoy prácticamente inconseguibles. Pude leerlas gracias a que el libro El presbítero don Juan Garita, de Virginia Sandoval de Fonseca, las incluye completas. Clemente Adán, fue publicada por entregas en el Eco Católico entre mayo y julio de 1901. Conchita fue editada como libro en 1904. Y Juanita Ruiz (Los héroes inéditos) apareció en El independiente en noviembre de 1911. Se dice que el padre Garita escribió una cuarta novela, pero no se conserva ni el título.
Clemente Adán cuenta la historia de un subdiácono de la época de la Colonia que, tras un período de enfermedad, se interna en el bosque y acaba viviendo entre los indígenas de Guatuso. Tiene su toque de aventura y suspenso. Juanita Ruiz (Los héroes inéditos) está también cargada de aventuras. Una pareja joven de Esparza debe huir y acaba refugiándose en la Isla del Caño. Sin mencionar su nombre, en esta obra muestra cómo, en la época del General Tomás Guardia, hasta una denuncia anónima de conspiración podía llevar a un inocente a la cárcel. El obispo Thiel, este sí bien nombrado e identificado, es personaje de la novela. Conchita es un relato inspirado en un hecho real. Esta historia, sentimental y compleja, es, en mi opinión, la mejor lograda de las tres novelas de Garita. Imaginándome los escenarios, los personajes y los acontecimientos, me pareció perfecta para ser adaptada en una película breve.
Algunos críticos, Álvaro Quesada Soto entre ellos, han calificado como ingenuas y pobremente construidas las novelas de Garita. La misma crítica podría hacerse a las de Manuel Argüello Mora, otro narrador fundacional de la literatura costarricense, también hecho a un lado por los historiadores literarios. Tanto el interés del público como los recursos de edición disponibles en aquella época hacían imposible la publicación de obras extensas y complejas.
Un dato interesante. Los historiadores literarios afirman que el costumbrismo estuvo limitado, tanto en temas, personajes, escenarios y público, a la meseta central y no sería sino hasta la generación del cuarenta, con Manglar (ambientada en Guanacaste) y Mamita Yunai y Puerto Limón (ambientadas en el Caribe), que la literatura costarricense se refirió a las costas. Pues bien, la historia de Juanita Ruiz (Los héroes inéditos) empieza en Esparza, sigue en Puntarenas, pasa a Térraba, se detiene un momento en la isla del Caño, vuelve al puerto y termina en Esparza. Esta novela debería ser reconocida al menos como el primer paseo literario por la costa pacífica del país.
Juan Garita Guillén (1859-1914) Sacerdote, periodista, poeta y narrador. |
El padre Juan Garita escribió antes que Magón, que Aquileo o que Joaquín García Monge. Estos tres escritores muestran a los campesinos como personajes ingenuos y en gran medida pintorescos. Escriben sobre ellos con cariño y benevolencia pero, tal vez sin percatarse, en muchas ocasiones los caricaturizaron. Ni Magón, ni Aquileo, ni García Monge cogían café, ni cavaban zanjas, ni reparaban cercas, ni cultivaban la tierra. El padre Garita sí. Pese a dominar varios idiomas y haber estudiado Filosofía y Teología, el padre Garita, hijo de campesinos, fue toda su vida un campesino. No hay, en toda su obra, ni una sola burla a los peones descalzos. Si utiliza el lenguaje campesino, es porque era el suyo también.
Por cierto, me llamó poderosamente la atención que la palabra "salveque" o la expresión "no me cuadra" por "no me gusta", fueran comunes desde hace más de cien años.
Los versos del padre Garita fueron publicados como libro en 1908 con el título Composiciones poéticas. Fábulas y fabulillas. Son, como dijo el poeta Rogelio Sotela, frescos y sencillos. Escribía poemas sobre gallinas, bueyes, yigüirros y otros animales para deslizar preocupaciones sociales o filosóficas. No hay en su poesía temas enigmáticos ni estructuras complejas. Dejó escritas críticas a los poetas grandilocuentes. "Yo les perdonaría ese modo de decir a los sabios de verdad, que siempre resultan claros, pero no a los aprendices, pues se me figura que ni ellos entienden lo que ponen. Yo me figuro que el escribir decente consiste en usar bien las reglas de la gramática y no en escoger palabras desconocidas para una cosa conocida."
En su poema Receta para componer versos, en tono irónico aconseja al aprendiz de poeta lo que debe hacer para conquistar la gloria:
Entresaca un costal de consonantes
vengan o no con materia prima
ponlos en runflas, perlas y diamantes
y ellos solitos buscarán la rima.
De las cosas maldice y de los hombres
pero en lenguaje que ni tú comprendas
nunca llames las cosas por su nombre
así fama tendrás sin soltar prendas.
El poema Los cuatro borricos y el que dedica Al Aguacate son una verdadera delicia de ingenuo y humor. Su poema El mundo, dedicado a don Aquileo Echeverría, pese a ser de tono un tanto pesimista, tiene también sus guiños cómicos.
El padre Juan Garita Guillén murió el 18 de enero de 1914. Fue sepultado en el atrio de la iglesia de Tierra Blanca pero, en 1969, sus restos fueron trasladados al cementerio local.
INSC: 1854
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