miércoles, 19 de noviembre de 2014

Climaterio.

Climaterio. Anabelle Aguilar Brealy.
Perro Azul, Costa Rica, 2002.
La obra literaria de Anabelle Aguilar Brealey es muy amplia. Ha publicado numerosos libros de poesía y narrativa en Venezuela, Costa Rica y España. Climaterio, el libro de poemas breves que publicó en 2002, llamó poderosamente mi atención.
Podría parecer un detalle insignificante o una aclaración innecesaria, pero los médicos no se cansan de aclarar que la palabra menopausia, contra el significado que comúnmente se le da, se refiere únicamente a la última menstruación. Todo el proceso de cambios físicos y emocionales que afectan a las mujeres que se aproximan a la menopausia se llama climaterio, un período de transformación o, más bien, de transformaciones.
A diferencia de la adolescencia, en que la metamorfosis lo que señala es el cambio de la infancia a la edad adulta y es una época en que quien la vive demuestra la energía con la que entra a una nueva etapa de su vida, el climaterio es más bien la antesala de la vejez, el telón que se abre para mostrar el último acto, al que se ingresa consciente de que lo andado es mucho más de lo que queda por andar.
Con ese título, sin embargo, no aparece en el libro ni un solo canto de sirena, ni una lamentación por lo perdido, sino más bien una desbordante energía que logra descubrir en el crepúsculo luces de amanecer.

Mi silencio crepuscular
definitivo
decidido en el momento de mi muerte amorosa

huele a naranja
se mezcla con la calina diaria
es lento
parecido a un insecto sin alas
no admite concesiones

Con este poema arranca el libro, para seguidamente admitir que sus de sus pechos ya no mana leche y que si aún respira en este mundo es mucha la desconsideración de la existencia. En tono irreverente, desenfadado, se pregunta qué habría sido de nosotros si Eva hubiera sido sumisa y María rebelde, y afirma que no cree que Dios la llame a su lado pronto porque sería "un mal ángel y un pésimo demonio".
Nos habla una mujer que sabe lo poco que duran los huesos y que se ha percatado que no todo el cuerpo muere al mismo tiempo.
Son solo treinta y un poemas, todos sin título, todos breves y concisos, los que contienen en sus versos una avalancha de imágenes impactantes y afirmaciones contundentes.
El silencio de todo lo callado, lejos de debilitar, más bien acentúa lo dicho. La que calla, no solo otorga, sino que muestra y, ciertamente, buena parte de la elocuencia de este poemario radica en su asombrosa capacidad de insinuar, más allá de las palabras, todo lo que ellas, a fin de cuentas, habrían sido incapaces de expresar.
Este es un libro cuyo contenido es más amplio que su extensión. En estos poemas de Anabelle Aguilar Brealey, como dijo Carmen Naranjo "hay una música interna, un ritmo parecido al palpitar del corazón que no se oye aunque canta con la voz de un cuerpo olvidado."

Soy la dama 
que prepara mermelada de naranja
que aún caliente
se le escurre entre las piernas

aquella que aprovecha un segundo
para cometer adulterio
con los libros

soy la que hornea panecillos ingleses

quemándose las manos
en la caverna incendiada
Anabelle Aguilar Brealey.
INSC: 1690

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