Maremonstrum. Mauricio Molina Delgado. Ediciones Perro Azul, Costa Rica, 2000. |
Los animales de la mitología clásica griega, junto con las fieras medievales europeas, se dan cita en este libro en el que también están presentes la Segua y los Orishas.
Lo bueno es que Maremonstrum, de Mauricio Molina, es un libro de poesía extraordinario. Lo malo es que pocos se van a percatar de ello de primera entrada. El poeta ha asumido un riesgo para nada insignificante. Nos ha entregado un bestiario en el que nos pone en contacto con seres fantásticos que ha ido conociendo a lo largo de sus lecturas.
El título y la portada no pueden ser más explícitos. Bajo la palabra Maremonstrum, Asterión, aquel ser fantástico mitad hombre y mitad toro que vivía su soledad en el laberinto de Creta, mira hacia la lejanía.
Ya dentro del libro aparecen el Leviatán, el Grifo, el Cíclope y el Kraken, todos ellos criaturas fantásticas. A la convocatoria también asistieron la Segua, nuestra mujer con cara de caballo y los Orishas de la religión Yoruba.
Con semejante elenco, en Maremonstrum aparecen cantos y lamentos, reflexiones y ensimismamientos, proclamados con una maestría y una precisión de lenguaje asombrosa. Sin embargo, una propuesta poética tan ambiciosa corre el riesgo de ser recibida con indiferencia.
Como se quejaba Jorge Debravo en su época, aún son muchos los que creen que la poesía no es más que una fábrica de suspiros. Los poemarios más aplaudidos y aclamados con frecuencia no pasan de ser una colección de cursilerías, de lamentos o de ocurrencias. Un trabajo serio y profundo como el de Mauricio, debe recibirse con atención y aprecio.
Hay que saber saltarse la barrera de la intertextualidad. Es posible que un lector sea incapaz de conmoverse ante la soledad del Kraken, si no tiene la más mínima idea de qué es un Kraken. Al escribir sobre monstruos mitológicos, Mauricio ha corrido un riesgo, porque esas criaturas son poco conocidas. Mauricio, como cualquier otro escritor, ha escrito sobre lo que lo inquieta, sobre lo que lo desasosiega. Y Mauricio, como buen poeta, ha depositado su confianza en la complicidad del lector y ha renunciado a las explicaciones. En todo el bestiario no aparece ni una sola descripción, ni una sola referencia, ni un solo dato curioso, ni una nota al pie de página, ni un glosario. En el libro solamente hay poemas sin el más mínimo rastro de la pedantería del erudito que se pone didáctico.
Debe quedar claro que Maremonstrum no es un libro de poesía para intelectuales o personas de amplia cultura clásica. Los poemas son claros y concisos, con una economía de palabras que los hace limpios y directos. Pese a su recreación del universo mitológico, pese a la rica intertextualidad que salpica todas sus páginas, Maremonstrum es un libro que puede ser apreciado y disfrutado por cualquier persona bien intencionada que se le acerque. El problema es que existe un lector de poesía no busca disfrutar del poema sino entenderlo y, al encontrarse con nombres y referencias totalmente desconocidos, renuncia a seguir al poeta hasta el mundo que le está mostrando. Hay poetas a los que se les acusa de oscuros y cerrados cuando la oscuridad y la cerrazón está del lado del lector. Se logre o no descifrar lo que resulte desconocido o enigmático, en los libros de poesía hay que introducirse a sabiendas de que no será posible descifrarlos por completo.
Pese a su aspecto repulsivo y amenazador, los monstruos sufren una soledad y una tristeza conmovedoras. Ya sea el muerto vuelto a la vida de Frankestein, el jorobado de Notre Dame o el Minotauro en el laberinto, todas las criaturas que hemos inventado para asustarnos tienen en común el ser únicos en su especie y, además, saberlo. Son conscientes de que en todo el mundo no hay otro ser similar a ellos.
En La casa de Asterión, Jorge Luis Borges nos hace escuchar los pensamientos del Minotauro. Encerrado en el laberinto, consciente de que no había otro ser ni igual ni parecido a él, el Minotauro confiesa que en las largas horas de soledad se entretenía corriendo, saltando, durmiendo o practicando diversos juegos, pero que su pasatiempo favorito era imaginar que había otro igual a él que llegaba a visitarlo.
Todos los seres que Mauricio Molina ha convocado en este libro podrán ser desconocidos para buena parte de los lectores, pero para nadie es desconocida la soledad, el ansia de comunicación, la sed de amar y el destino de la muerte, que a ellos, como a cualquiera, nos inquieta y atormenta.
Al Leviatán, el monstruo sagrado que reina en el mar, cuyo nombre es temido por las olas y los peces, Mauricio se atreve a recordarle lo pequeño que es, "como pequeño es el océano en la mansión de los astros".
Los sentimientos del monstruo, de cualquier monstruo, pueden ser nuestros propios sentimientos y hasta cabe la sospecha de que todas las civilizaciones que han creado animales fantásticos imaginarios, lo hayan hecho para poder hablar con mayor libertad de sí mismos.
En el poema Los sueños de Beowulf, aparece un cazador que cansado de leones y bestias de segunda, busca hacer de su cuarto un bestiario medieval. "Cuelga en las paredes la cabeza de un dragón de Dinamarca, las alas de un ángel nocturno. Y en la pared desnuda, que espera su último trofeo, coloca el espejo."
Tal vez el peor monstruo que podamos imaginar esté allí, en el espejo. Y tal vez la criatura más abominable no sea ninguna de las imaginadas, sino una tan real como la que Mauricio menciona en su poema La Bestia. Un animal carnicero despreciable que no solo existió, sino que para la época en que apareció el libro aún vivía en este mundo.
El Basilisco
En una taza de café
tus ojos
En el quinto libro de Irineo
tus ojos
Al abrir las puertas
de cualquier mezquita
tus ojos
No puedo recordar la figura de tus besos.
La luz de una tarde larga resistiendo las caídas.
Entre todas las formas posibles del infierno
tus ojos.
La bestia
Como en una película de los años 50
aparecías entre multitudes mutiladas.
Eras el insecto gigante, la araña,
la mantis religiosa y asesina.
Como en una pesadilla de Hollywood
donde no había rollo para las rubias platinadas,
ni deseo para un beso de escenario,
vestías tu disfraz de dinosaurio
haciendo reventar olas del mar austral.
Nosotros leímos tu historia
como un romance de caballería:
la fuente de veneno, el Endriago,
ensuciando las aguas de sangre,
los espejos de vaho y de sudor,
cuando los ojos miraban desde Santiago a todas partes.
Hoy, noviembre 25 de 1998,
es el frío de Londres quien abraza tus cabellos en canas,
congela la sangre que como una lengua
calma la sed en los mares del norte.
Salud, feliz cumpleaños.
Brindaremos a tu salud con vino y odio.
Comeremos el queso de las navidades por siempre en ruinas,
General.
INSC: 1046
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