El emperador Tertuliano y la legión de los superlimpios. Rodolfo Arias. EDUCA, Costa Rica, 1991. Primera edición. |
Recuerdo aquella tarde de 1991 en que conversaba con mi buen amigo el poeta Mauricio Molina y él, con una gran sonrisa me dijo: "Un profesor de informática acaba de publicar una novela. Deberías leerla." Además del largo título El emperador Tertuliano y la legión de los superlimpios, no me dio más detalles. Cuando le mencioné que Tertuliano no era emperador, simplemente me repitió: "Deberías leerla."
No podía suponer entonces que Tertuliano llegaría ser uno de los libros más leídos y comentados en Costa Rica y que su autor, Rodofo Arias, aquel profesor de infórmatica, llegaría a ser, gracias a las otras tres novelas y el libro de cuentos que publicaría luego, uno de los narradores más destacados del país. Los admiradores de Rodolfo y, especialmente, de Tertuliano, forman legión.
Me costó conseguirlo. Visité varias veces la librería Macondo, de Dante Polimeni, quien siempre me salía con la excusa de que había recibido unos ejemplares pero se le habían acabado. Sin reseñas en los periódicos, sin publicidad, solamente con el boca en boca, el libro estaba despertando un entusiasmo contagioso. Lo más impresionante es que la cadena de recomendaciones lleve ya más de veinte años sin detenerse. Ciertamente son pocos los escritores que son su primera obra logran matar tantos pájaros de un tiro. El emperador Tertuliano es un hito en la literatura costarricense, durante más de dos décadas ha sido leído y comentado, impresionó tanto a los intelectuales como al público de la calle y ha conmovido, entretenido y divertido a dos generaciones de costarricenses.
A la primera edición de un libro se le llama "Edición Príncipe". Aunque le corresponde llevar ese nombre tan aristocrático, lo cierto es que la primera edición de Tertuliano no podía ser más humilde. Un librito pequeño de tapas de cartón y páginas interiores en papel periódico.
A pesar de ese soporte tan modesto, su contenido es deslumbrante. Aunque es un libro ameno, divertido y, de primera entrada bastante cómico, sería injusto considerar al Emperador Tertuliano como una obra simplemente entretenida. Quienes han atribuido todo su éxito al humorismo pecan de miopes.
Tertuliano es una novela tan rica que, definitivamente, no hay que quedarse con la primera impresión. La primera lectura de esta obra está marcada por la sorpresa. Todo es impactante, tan impactante que no permite mirar nada entre líneas. Está construida con párrafos aislados sin signos de puntuación que son como cápsulas narrativas en que cada una tiene su planteo, su clímax y su cierre. Los nombres de los personajes es una de las cosas que más llama la atención en el primer encuentro con el libro. El empleado que nunca llega tarde se llama es Asceta Minofén y la joven prostituta la Barbie Quiú. Otros nombre memorables son Creso Quema, el Típico Calvo con Bigote y el Roco Estándar y su homólogo. Altura y Pelos, Sexy Tos y Mao Menon, las secretarias, comparten jornada laboral con el Capitán Austerín y Vespasiano, el mensajero que, naturalmente, se moviliza en una Vespa. El emperador Tertuliano recuerda con frecuencia al gran amor de su vida, cuyo nombre no es revelado ya que la llama solamente ELLA. En la vida de todo hombre, hay una mujer que se recuerda como ELLA con todas letras en mayúscula.
En cada párrafo salta un pacho. La risa resulta incontenible y a las pocas páginas el lector acaba convencido de que el libro es un vacilón y, casi sin pausa, lo devora de principio a fin.
Pero cuando ya nos hemos reído de todas las salidas ingeniosas, cuando nos sabemos todos los chiles de memoria y cuando nos hemos familiarizado con los nombres estrafalarios, una segunda lectura de la obra nos muestra nuevos descubrimientos.
Al repasar Tertuliano, ya curados del impacto inicial, le prestamos atención al impresionante dominio del lenguaje, a la contundencia de cada línea y a la fuerza de las imágenes que transmite.
Descubrimos entonces que toda aquella colección de párrafos y frases sueltas, aparentemente inconexos, forman un entramado complejo en el que ninguna palabra sobra ni está fuera de lugar.
El autor, en vez de contar las historias "en orden", las fragmentó en instantes para entregarlas revueltas como las piezas de un rompecabezas.
Si de primera entrada nos cautivó el efecto inmediato de cada frase, ya recuperados del impacto inicial nos impresiona la precisión del engranaje que hace que todo confabule para que nos asomemos a un mundo del que solamente hemos visto retazos.
Pero lo verdaderamente impactante ocurre cuando, tal vez años después, retomamos Tertuliano y ya sin prestarle mucha atención ni al humor, ni a las palabras, ni a la estructura, nos adentramos en lo que se cuenta y descubrimos, con gran asombro, que lo que allí se cuenta no tiene nada de cómico.
Es un fenómeno que a lo largo de todos estos años muchos lectores han experimentado. El libro que de primera entrada nos hizo reír a mandíbula batiente, repasado a la distancia descubrimos que está lleno de tragedias. Lo que conocemos de los personajes, todos ellos pobres diablos y fracasados, son precisamente sus derrotas. Las historias empiezan y acaban mal. Con cierta culpa descubrimos que hemos estado riéndonos de que a los pobres no les alcance la plata, de que una mujer aborte, de que otra se prostituya, que a un hombre se le muera la madre y, a otro, una hija. Nos reímos de que haya alguien tan enamorado que acabe criando hijos que no son suyos, porque cada vez que se separa del amor de su vida, ella regresa embarazada. Entonces comprendemos el epígrafe de Cortázar que abre el libro: "Que risa, todos lloraban". Las tragedias, por alguna extraña razón, parecen comedias para el que no las sufre. Sin darse cuenta, uno ha estado riéndose de los que lloran.
Estamos frente a una novela de gran valor psicológico y sociológico. Tertuliano, más que un retrato, es una radiografía de la clase media baja, con todas sus ilusiones y frustraciones, escrita, además, en su propio lenguaje.
Por el paso de los años, ya a Tertuliano se le notan ciertas canas. El lenguaje popular ha cambiado y muchos lugares de la ciudad de San José que se mencionan en la obra han desaparecido. Sin embargo, todavía quien lea Tertuliano sentirá que los personajes del libro se sientan a su lado en el autobús todos los días. Con diferentes rostros, nombres y broncas, la política y el fútbol siguen siendo como se pintan en el libro y la vida, que está tan dura, sigue metiendo en apuros a quienes viven de un salario.
Tras la primera edición de 1991, que se vendió completa, la Editorial Universitaria Centroamericana EDUCA, publicó una segunda edición de gran tirada, con mejor presentación y mejor papel, en 1997. Como EDUCA desapareció, la tercera edición, en 2009. La primera edición, venía con un prólogo verdaderamente desafortunado en que alguien que hizo una lectura muy superficial del libro, proponía leerlo de la misma forma en que él lo hizo. La segunda edición, afortunadamente, apareció sin prólogo. Cuando se preparaba la tercera edición, el autor, Rodolfo Arias, quizá en agradecimiento por algunos artículos y un par de conferencias que había realizado sobre su obra, me pidió que escribiera un prólogo. Lo escribí, pero mi prólogo no fue incluido ya que un miembro del Consejo Directivo de la Editorial quiso hacerlo. Este prólogo de la tercera edición fue más lamentable que el de la primera. Todos sabemos que, a fin de cuentas, la mayoría de los lectores no leen los prólogos de las novelas y, los que los leen, lo hacen después de leer la novela.
No hace mucho, pasé una agradable tarde conversando con Rodolfo Arias en un café cerca de la Universidad. Cuando nos levantamos para irnos, noté que en la mesa de al lado una muchachita estaba leyendo Tertuliano. Era una muchachita joven, que tal vez había nacido después de la primera edición del libro. La saludé y le dije: "Esta usted leyendo Tertuliano, este señor que está a mi lado lo escribió, ¿quiere que se lo firme?"
Aquella joven estaba tan sorprendida como Rodolfo. Cuando nos despedimos, la muchacha confesó: "Apenas estoy empezando a leerlo. Una amiga me lo recomendó".
Recordé entonces la tarde de 1991 en que Mauricio me recomendó leer Tertuliano, me alegré que la cadena de recomendaciones no se hubiera detenido en más de veinte años y supuse en aquel momento que muy probablemente, al terminar de leer el libro, aquella joven estudiante acabaría recomendándoselo a alguien.
A la primera edición de un libro se le llama "Edición Príncipe". Aunque le corresponde llevar ese nombre tan aristocrático, lo cierto es que la primera edición de Tertuliano no podía ser más humilde. Un librito pequeño de tapas de cartón y páginas interiores en papel periódico.
A pesar de ese soporte tan modesto, su contenido es deslumbrante. Aunque es un libro ameno, divertido y, de primera entrada bastante cómico, sería injusto considerar al Emperador Tertuliano como una obra simplemente entretenida. Quienes han atribuido todo su éxito al humorismo pecan de miopes.
Tertuliano es una novela tan rica que, definitivamente, no hay que quedarse con la primera impresión. La primera lectura de esta obra está marcada por la sorpresa. Todo es impactante, tan impactante que no permite mirar nada entre líneas. Está construida con párrafos aislados sin signos de puntuación que son como cápsulas narrativas en que cada una tiene su planteo, su clímax y su cierre. Los nombres de los personajes es una de las cosas que más llama la atención en el primer encuentro con el libro. El empleado que nunca llega tarde se llama es Asceta Minofén y la joven prostituta la Barbie Quiú. Otros nombre memorables son Creso Quema, el Típico Calvo con Bigote y el Roco Estándar y su homólogo. Altura y Pelos, Sexy Tos y Mao Menon, las secretarias, comparten jornada laboral con el Capitán Austerín y Vespasiano, el mensajero que, naturalmente, se moviliza en una Vespa. El emperador Tertuliano recuerda con frecuencia al gran amor de su vida, cuyo nombre no es revelado ya que la llama solamente ELLA. En la vida de todo hombre, hay una mujer que se recuerda como ELLA con todas letras en mayúscula.
En cada párrafo salta un pacho. La risa resulta incontenible y a las pocas páginas el lector acaba convencido de que el libro es un vacilón y, casi sin pausa, lo devora de principio a fin.
Pero cuando ya nos hemos reído de todas las salidas ingeniosas, cuando nos sabemos todos los chiles de memoria y cuando nos hemos familiarizado con los nombres estrafalarios, una segunda lectura de la obra nos muestra nuevos descubrimientos.
Al repasar Tertuliano, ya curados del impacto inicial, le prestamos atención al impresionante dominio del lenguaje, a la contundencia de cada línea y a la fuerza de las imágenes que transmite.
Descubrimos entonces que toda aquella colección de párrafos y frases sueltas, aparentemente inconexos, forman un entramado complejo en el que ninguna palabra sobra ni está fuera de lugar.
El autor, en vez de contar las historias "en orden", las fragmentó en instantes para entregarlas revueltas como las piezas de un rompecabezas.
Edición de 1997. Editorial Universitaria Centroamericana EDUCA. |
Pero lo verdaderamente impactante ocurre cuando, tal vez años después, retomamos Tertuliano y ya sin prestarle mucha atención ni al humor, ni a las palabras, ni a la estructura, nos adentramos en lo que se cuenta y descubrimos, con gran asombro, que lo que allí se cuenta no tiene nada de cómico.
Es un fenómeno que a lo largo de todos estos años muchos lectores han experimentado. El libro que de primera entrada nos hizo reír a mandíbula batiente, repasado a la distancia descubrimos que está lleno de tragedias. Lo que conocemos de los personajes, todos ellos pobres diablos y fracasados, son precisamente sus derrotas. Las historias empiezan y acaban mal. Con cierta culpa descubrimos que hemos estado riéndonos de que a los pobres no les alcance la plata, de que una mujer aborte, de que otra se prostituya, que a un hombre se le muera la madre y, a otro, una hija. Nos reímos de que haya alguien tan enamorado que acabe criando hijos que no son suyos, porque cada vez que se separa del amor de su vida, ella regresa embarazada. Entonces comprendemos el epígrafe de Cortázar que abre el libro: "Que risa, todos lloraban". Las tragedias, por alguna extraña razón, parecen comedias para el que no las sufre. Sin darse cuenta, uno ha estado riéndose de los que lloran.
Estamos frente a una novela de gran valor psicológico y sociológico. Tertuliano, más que un retrato, es una radiografía de la clase media baja, con todas sus ilusiones y frustraciones, escrita, además, en su propio lenguaje.
Por el paso de los años, ya a Tertuliano se le notan ciertas canas. El lenguaje popular ha cambiado y muchos lugares de la ciudad de San José que se mencionan en la obra han desaparecido. Sin embargo, todavía quien lea Tertuliano sentirá que los personajes del libro se sientan a su lado en el autobús todos los días. Con diferentes rostros, nombres y broncas, la política y el fútbol siguen siendo como se pintan en el libro y la vida, que está tan dura, sigue metiendo en apuros a quienes viven de un salario.
Tras la primera edición de 1991, que se vendió completa, la Editorial Universitaria Centroamericana EDUCA, publicó una segunda edición de gran tirada, con mejor presentación y mejor papel, en 1997. Como EDUCA desapareció, la tercera edición, en 2009. La primera edición, venía con un prólogo verdaderamente desafortunado en que alguien que hizo una lectura muy superficial del libro, proponía leerlo de la misma forma en que él lo hizo. La segunda edición, afortunadamente, apareció sin prólogo. Cuando se preparaba la tercera edición, el autor, Rodolfo Arias, quizá en agradecimiento por algunos artículos y un par de conferencias que había realizado sobre su obra, me pidió que escribiera un prólogo. Lo escribí, pero mi prólogo no fue incluido ya que un miembro del Consejo Directivo de la Editorial quiso hacerlo. Este prólogo de la tercera edición fue más lamentable que el de la primera. Todos sabemos que, a fin de cuentas, la mayoría de los lectores no leen los prólogos de las novelas y, los que los leen, lo hacen después de leer la novela.
Edición de la Editorial Costa Rica 2009. |
Aquella joven estaba tan sorprendida como Rodolfo. Cuando nos despedimos, la muchacha confesó: "Apenas estoy empezando a leerlo. Una amiga me lo recomendó".
Recordé entonces la tarde de 1991 en que Mauricio me recomendó leer Tertuliano, me alegré que la cadena de recomendaciones no se hubiera detenido en más de veinte años y supuse en aquel momento que muy probablemente, al terminar de leer el libro, aquella joven estudiante acabaría recomendándoselo a alguien.
Fragmento de El Emperador Tertuliano.
Hace un rato se cumplieron siete años exactos de la tarde
de miércoles aquella en que el Típico Calvo con Bigote que
aún tenía bastante pelo miró hasta el fondo de unos ojos
aterrorizados y de unos labios temblorosos que hablaron por
fin desde un rincón del consultorio siento mucho decirle
que su niña tiene leucemia.
Suave angustia silenciosa del deseo de un ya.
Acodado en cubierta
asomado al borde los labios
perpetuo fluir sin chistar del deseo de un ya.
Un ya no sé de qué pero un ya.
Un ya cualquiera
como el que sería posible si encontrara
en mi camino un tronco caído
o una silla de esas que traquean
o un lujoso sillón mullido donde cayera sentado
y pudiera murmurar para mí mismo que ya.
Rodofo Arias Formoso. Autor de la novela El Emperador Tertuliano y la Legión de los superlimpios (1991). |
Excelente, he disfrutado montones ese libro y tuvimos la suerte de contar con su participación en un taller de lectura que dejó a todos impresionados. Renglon aparte merece felicitación este mismo blog por la descripción que hace de la novela.
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