En nombre de Dios. David Yallop. Oveja Negra, Colombia, 1986. |
Al escribir un libro sobre un acontecimiento o un personaje histórico se abren dos posibilidades: apegarse a los hechos y limitarse a consignar aquello sobre lo que se tiene certeza, o elaborar una historia que, aunque utilice los hechos reales como base y referencia, los altere y los mezcle con episodios imaginarios.
Cuando Alejo Carpentier se propuso escribir El siglo de las luces, sobre las andanzas de Víctor Hughes en las Antillas, en vez de lamentarlo, más bien se alegró al descubrir que los documentos que brindaban información sobre su héroe eran escasos y tenían grandes lagunas. Sería más difícil, decía Carpentier, hacer una novela sobre un personaje histórico cuya vida estuviera totalmente documentada, que sobre uno del que se supieran solamente retazos de sus aventuras. La falta de información, que frustra al historiador, más bien estimula al novelista. El investigador histórico puede suponer y sugerir posibilidades, pero no inventar ni presentar como un hecho algo que sería incapaz de confirmar. El novelista, en cambio, es autor de su obra y en ella no solo tiene total libertad de meter en la danza situaciones y personajes que son fruto exclusivo de su imaginación, sino hasta de ignorar o alterar los hechos reales que no encajen con la historia que quiere contar.
El público, en literatura como en muchas otras cosas, con frecuencia come gato por liebre.
Sobre la repentina muerte del papa Juan Pablo I, a solo treinta y tres días de haber sido electo, circulan cualquier cantidad de teorías y se han publicado innumerables libros. El primero en aparecer, que fue el que desató la avalancha de los que vendrían luego, fue En nombre de Dios, de David Yallop. El Papa Luciani murió en 1978 y el libro de Yallop fue publicado en 1984. Tuvo un éxito de ventas impresionante, fue traducido a numerosas lenguas y reeditado constantemente. El ejemplar que tengo es de la sexta edición que publicó la editorial Oveja Negra, de Colombia, en 1986.
El libro enlaza básicamente dos hechos muy sonados que causaron verdaderos escándalos periodísticos en su momento.
En la madrugada del 29 de setiembre de 1978, Sor Vincenza Taffarel, religiosa que trabajaba como enfermera y servidora doméstica del Papa, entró a su habitación y lo encontró muerto con unos papeles en la mano. La oficina de prensa del Vaticano, al dar el anuncio, alteró los hechos. Para no decir que una religiosa había entrado al dormitorio del pontífice de madrugada, dijo que quien lo había encontrado muerto había sido el sacerdote John Magee en primeras horas de la mañana. No es posible decir una sola mentira porque, quién sabe por qué, cuando se suelta la primera viene al menos otra a hacerle compañía. Puestos a inventar, para darle un toque místico al asunto, la oficina de prensa cambió un poco más el hecho y, en vez de unos papeles, informó que el Papa tenía en sus manos La imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. De paso, anunciaron que la causa de la muerte había sido un infarto agudo al miocardio sin que ningún médico lo hubiera certificado.
Aquel retoque informativo fue descubierto casi de inmediato. En el Vaticano, como en todas partes, las paredes oyen y la gente habla. El cuerpo del Papa estaba aún sin sepultar y ya se discutía si había sido encontrado en el baño, en la cama o en el escritorio, si estaba en pijamas o llevaba puesta la sotana, y si había muerto la noche del día 28 o la madrugada del día 29.
La oficina de prensa metió la pata hasta el fondo. La principal labor de los voceros de las instituciones es dar a conocer los hechos y evitar que circulen especulaciones. La información oficial se rectificó, se aclaró que fue Sor Vincenza quien lo encontró con unos papeles en la mano. Pero era demasiado tarde y la oficina de prensa no gozaba de credibilidad ni ante los corresponsales ni, mucho menos, ante el público. Cuando uno descubre que le han mentido, no cree en nada o está dispuesto a creer cualquier cosa.
El otro hecho sonado y escándalo mediático se refiere a los extraños y misteriosos manejos del IOR (Instituto per le Opere di Religione) popularmente conocido como Banco Vaticano. En 1972, el IOR vendió la Banca Cattolica di Vénetto, una institución financiera que pertenecía la diósesis de Venecia, al Banco Ambrosiano dirigido por Roberto Calvi, sin cosultar al Patriarca de Venecia, que era el cardenal Albino Luciani, quien seis años después sería electo Papa con el nombre de Juan Pablo I. Luciani, en público y en privado e incluso cara a cara con el aludido, manifestó su desacuerdo con la forma en que el Arzobispo Paul Marcinkus dirigía el IOR.
En 1984 estalló el escándalo. El Banco Ambrosiano lavaba dinero y custodiaba capitales de una organización mafiosa. Roberto Calvi, el director general, apareció muerto colgado en un puente de Londres. Se dijo que "lo suicidaron" y no se fue solo porque hubo otros asesinatos, que ni siquiera fueron maquillados como suicidios, de personas involucradas en el asunto. Los que siguieron con vida, fueron apresados y debieron hacer frente a un proceso judicial que ocupó los titulares de los periódicos de todo el mundo y fue foco de una gran controversia. El único personaje principal de esta historia que ni murió ni rindió cuentas a la justicia, fue el arzobispo Marcinkus, director del IOR, inmune por el hecho de que el Vaticano es un Estado soberano y sus ciudadanos y su banco no pueden ser objeto de investigaciones ni de juicios por parte de autoridades de otros países.
Albino Luciani (1912-1978) Papa Juan Pablo I del 26 de agosto al 29 de setiembre de 1978. |
Con estos precedentes, resulta fácil suponer la hipótesis que sostiene el libro. Luciani, quien estaba al tanto desde 1972, de las misteriosas y poco claras maniobras del IOR, una vez electo Papa decidió poner orden, pero la mafia lo mató para evitar que se destapara el asunto que, a fin de cuentas, acabó estallando cuatro años después de su muerte. Los papeles que el Papa sostenía en sus manos al ser hallado muerto serían, según Yallop, su plan de acción para sacar a los mercaderes del templo.
En nombre de Dios, cuya primera edición apareció en 1984, el mismo año en que las noticias del escándalo del Banco Ambrosiano eran el tema del día, fue recibido por el público como un amplio reportaje basado tanto en investigación documental como en entrevistas. El libro, de hecho, viene presentado con el subtítulo: Investigación sobre el asesinato de Juan Pablo I que así, de primera entrada y desde la misma portada, da por un hecho que el Papa fue asesinado.
Sin embargo, a pesar del contundente subtítulo, al leer el libro se tiene la sensación de estar frente a una novela más que ante una investigación. Curándose en salud ante un posible lector desconfiado y atento, Yallop explica en el prólogo que en su libro aparecen conversaciones privadas porque quienes participaron en ellas se las contaron a otros que, a su vez, se las contaron a él.
En todo el libro no hay una línea clara entre lo que Yallop averiguó y lo que supuso. Llega a consignar, con número exactos de votos, nombres de los candidatos y motivos de cambio de decisión de los electores, todos los detalles del cónclave en que fue electo el Papa Luciani. Esta audacia es, por decir lo menos, poco seria. Se sabe que en un cónclave los cardenales electores están aislados, juran no revelar lo ocurrido y, una vez que el Papa es electo, todas las papeletas y los apuntes, junto con cualquier otro escrito, son arrojados al fuego antes de que termine el aislamiento. Nada de lo que se diga de un cónclave podría ser confirmado. Brindar hasta los más mínimos detalles, como hace Yallop, desacredita su obra como investigación.
El libro, además, está lleno de inexactitudes y exageraciones. Para no entrar en temas delicados ni polémicos pongo este ejemplo. Yallop afirma que: "A muy temprana edad, Albino Luciani ya era un voraz lector. A los siete años, ya se había devorado las obras completas de Julio Verne, Dickens y Mark Twain". Ante semejante afirmación, uno se pregunta a qué edad aprendió a leer, puesto que los tres autores que cita escribieron tanto que sus obras completas requieren bastantes años para ser leídas. Es cierto que Luciani era un lector voraz y tenía una amplia cultura literaria, pero era hijo de una familia pobre que vivía en un pueblito de las montañas Dolomitas. A los diez años le escribió una carta a su padre, que trabajaba como obrero de la construcción en Alemania, en la que le solicitaba que le comprara Corazón, de Edmundo de Amicis, que fue el primer libro que tuvo.
No cabe duda que Yallop debió haber investigado, pero se tomó tantas licencias que su libro definitivamente no puede ser considerado una investigación. Recrea episodios de las vidas de todos los personajes que definitivamente no pudieron ser averiguados, sino imaginados. Reproduce conversaciones secretas y personales. Conoce los temores, motivaciones y planes que están en lo más hondo de la mente de los protagonistas. Además del desarrollo paso a paso del cónclave, Yallop parece estar al tanto de todas las actividades de la mafia, de todas las transacciones bancarias y de todas las operaciones criminales.
Al mezclar, en esta obra de ficción, hechos y nombres conocidos, logró cierta credibilidad. Al lanzar la obra en el momento justo en que el escándalo del Banco Ambrosiano era el centro de la atención, consiguió que fuera divulgada internacionalmente. El audaz subtítulo hizo que las ventas se dispararan. Los aficionados a teorías de conspiración, que no suelen ser muy meticulosos con la confirmación de datos siempre y cuando la historia sea emocionante y llena de intrigas oscuras, quedaron fascinados con el libro de Yallop. Otros autores han seguido su ejemplo y, con la misma mezcla de datos reales adobados con imaginación desbordada, han realizado nuevas publicaciones al punto que hoy, la muerte del papa Luciani tiene tantas versiones como libros se han hecho. Cada nuevo autor que toca el tema hace más grande el asunto y, además de la mafia, han acabado metidos en la danza la CIA, la KGB y hasta las dictaduras latinoamericanas de los años setenta.
El libro de Yallop no es una investigación, es una novela. Y ni siquiera es una novela histórica, es una novela policiaca. Una novela policiaca que inauguró toda una serie de réplicas posteriores.
Jamás se habría imaginado el Papa Luciani, gran aficionado a la literatura, que su muerte acabaría siendo tema de un tipo de literatura a la que él no era aficionado.
INSC: 0370
Buen post. No he leído el libro pero me has animado!! Gracias.
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