miércoles, 5 de noviembre de 2014

Otra perspectiva de Tinoco.

Federico Tinoco Granados en la Historia
Oscar Aguilar Bulgarelli,
Editorial Progreso, Costa Rica, 2008.
La historia es constantemente revisada, reescrita y revalorada. Constantemente pero no frecuentemente. Un buen ejemplo es el caso de la dictadura de Federico Tinoco Granados en Costa Rica. En 1914 se realizaron las primeras elecciones por voto directo. Los candidatos eran Máximo Fernández, el Dr. Carlos Durán y don Rafael Yglesias Castro. Ninguno alcanzó la mayoría requerida para ser electo por lo que, de acuerdo con la constitución de entonces, la designación pasó a ser responsabilidad de Congreso. Se suponía que los diputados debían elegir entre los dos candidatos con mayor número de votos, Fernández y Durán, pero ambos presentaron su renuncia. Se desató entonces una discusión bizantina y una serie de maniobras basadas en acuerdos misteriosos que acabaron en poniendo en la presidencia de la República a don Alfredo González Flores, quien no había sido candidato. El artífice de la jugada fue Federico Tinoco Granados.
El inicio de la administración González Flores coincidió con el estallido de la I Guerra Mundial. El comercio cayó, la situación económica del país se volvió muy difícil y don Alfredo, quien era más tecnócrata que político, planteó importantes reformas bancarias, tributarias y administrativas que fueron poco comprendidas. En enero de 1917, Federico Tinoco, el mismo que había puesto a don Alfredo en la presidencia, le dio un golpe de Estado y gobernó el país hasta 1919.
La versión que se ha manejado durante casi un siglo pinta a don Alfredo como el héroe y víctima y a Federico Tinoco como el malo de la película. Según esta versión, el golpe de Estado se dio porque don Alfredo, con sus reformas tributarias, le tocó el bolsillo a la oligarquía. La dictadura de Tinoco es retratada como un régimen represivo y corrupto.
Federico con Mimita, su es-
posa. Ella fue escritora, y pu-
blicó las primeras novelas de
tema indígena en Costa Rica.
Aunque es uno de los periodos más interesantes de la historia de Costa Rica en el Siglo XIX, ha sido poco estudiado. Federico, su esposa María Fernández Le Capellain y su hermano Joaquín, son personajes fascinantes. La literatura, curiosamente, les ha puesto más atención que la historia. La bibliografía en ambos casos, sigue siendo escasa. En su exilio en París, Federico Tinoco escribió sus memorias tituladas  Páginas de ayer; Gonzalo Chacón Trejos publicó la novela El crimen de Alberto Lobo, sobre el asesinato de Joaquín; Ileana Zambrana compuso una obra de teatro titulada Tinoco, días de tiranía, que fue editada pero no sé si habrá sido montada. Están también los estudios históricos Los Tinoco, de Eduardo Oconitrillo García y Tinoco y los Estados Unidos de Hugo Jiménez.
Particularmente valioso, por lo novedoso de su perspectiva, es el libro Federico Tinoco Granados en la Historia, del Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli, ya que se concentra en aspectos que otros han pasado por alto. En primer lugar, desenmascara un mito. Contra la versión popularmente difundida, de que Tinoco fue un instrumento de la oligarquía golpeada por los nuevos impuestos de González Flores, el libro deja claro que Tinoco no derogó ni el impuesto territorial ni el de la renta. Por otra parte, el libro explica ampliamente como, pese a haber surgido de un golpe de Estado, el gobierno de Tinoco se apresuró por volver a la estabilidad constitucional con la promulgación de una nueva carta magna, sin lugar a dudas legítima.
El libro no entra a valorar los aspectos negativos del régimen de Tinoco pero, muy honestamente, remite a las investigaciones que se han ocupado del tema. Tampoco se distrae en detalles anecdóticos que, sobre esta época, abundan. 
Joaquín Tinoco, hermano de Federico,
asesinado dos días después de que
su hermano renunciara a la presidencia.
El libro de Aguilar Bulgarelli se concentra, especialmente, en el gran fracaso, la gran derrota y el gran enemigo de Tinoco, que se ubicaban, no en Costa Rica, sino en los Estados Unidos. Su gran fracaso fue diplomático, su gran derrota, no haber sido reconocido por los Estados Unidos y su gran enemigo el presidente Woodrow Wilson. 
Julio Acosta se fue a El Salvador y no fue sino por la muerte de Alfredo Volio, que preparaba la revolución armada en Nicaragua junto a su hermano Jorge, que se integró a las fuerzas antitinoquistas. Pero quien le hizo verdaderamente daño al régimen de Tinoco no fueron los revolucionarios en Nicaragua, sino el expresidente Alfredo González Flores quien, apenas derrocado, se trasladó a Washington para evitar que los Estados Unidos reconocieran al nuevo gobierno. Las cartas de González Flores al Departamento de Estado americano, hirieron más efectivamente al gobierno de Tinoco que los balazos de la batalla de El Jobo. Funcionarios de la Legación Americana en San José, se convirtieron en promotores de la agitación popular contra Tinoco. La Compañía de Minor C. Keith, también tuvo parte en el asunto y, un aspecto poco conocido que el libro rescata, se manejaban por entonces contratos petroleros cuyos interesados movieron hilos en Washington para el que el gobierno de Tinoco no fuera reconocido.
Otro mito muy repetido que el libro refuta es el que Federico haya renunciado a la presidencia por el asesinato de su hermano Joaquín. Federico había presentado su renuncia dos días antes de que mataran su hermano. La muerte de Joaquín solamente apresuró su salida del país que ya estaba decidida. Un detalle poco conocido es que, tras la partida de Federico hacia el exilio, el país fue diplomáticamente intervenido por los Estados Unidos, al punto que la Junta de Notables convocada por el presidente interino Juan Bautista Quirós, no hizo más que acatar las instrucciones de Washington. El libro reproduce un artículo vehemente del padre Rosendo Valenciano al respecto.
Vino luego el absurdo de la ley de nulidades, con la que se pretendió borrar dos años de historia, como si Tinoco nunca hubiera ocupado la presidencia. Este es uno de los casos más extraños de la historia, no solo de Costa Rica, sino del mundo. No creo que en ninguna otra parte del mundo, un congreso haya pretendido imponer que un gobierno de dos años simplemente no existió.
El libro relata, también desde una perspectiva nunca antes vista, la quema del diario La Información. Definitivamente, esta obra de Aguilar Bulgarelli brinda una nueva visión sobre esta convulsa época de nuestra historia sobre la que tanto se habla pero tan poco se escribe.
  
INSC: 2312

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