viernes, 31 de octubre de 2014

El triunfo de los débiles.

Zulai. María Fernández de Tinoco.
EUNED, Costa Rica, 1995.
La novela Zulai fue la primera novela costarricense de ambientación indígena. Pese a la importancia que debería otorgársele, así sea solamente por ese hecho, lo cierto es que la obra es realmente muy poco conocida. La novela fue escrita por María Fernández de Tinoco y muy probablemente en la persona de su autora se encuentre buena parte de las razones de su ocultamiento.
La señora Fernández (1877-1963), era una refinada dama de principios del siglo pasado, hija del educador Mauro Fernández Acuña y de la también educadora Ada Le Capellain. Su padre fue quien realizó la reforma educativa durante el gobierno de Bernardo Soto y su madre fue una de las fundadoras del Colegio Superior de Señoritas.
De una curiosidad ciertamente voraz, María Fernández de Tinoco leía y hablaba con soltura en francés y, a base de lectura constante, se había formado una cultura general amplia en la que cabían, además de la historia, la literatura y la filosofía, los estudios esotéricos y ocultistas a los cuales era muy aficionada.
Naturalmente, ninguna de estas características explicaría el ocultamiento de su obra por tantos años. Culta, refinada y de buena familia, era de esperar que al incursionar en las letras su obra fuera bien recibida, cosa que realmente ocurrió, en 1909, con la publicación de sus dos novelas en un mismo tomo: Zulai y Yontá.
La razón del ocultamiento posterior de María Fernández de Tinoco se debe a su marido. Ella era la esposa de Federico Tinoco Granados, el ministro de Guerra que le dio un golpe de Estado a Alfredo González Flores en 1917 y gobernó el país dictatorialmente hasta 1919.
Aunque en un principio sus acciones gozaron de la simpatía de las clases dirigentes, la desilusión con su régimen vino muy pronto. Represivo, violento y arbitrario, el régimen de los Tinoco, como llegó a conocerse luego debido a la yunta de Federico con su hermano Joaquín, llegó a ser considerado una de las páginas más negras de la historia de Costa Rica.
Aunque el gabinete ministerial de los Tinoco estuvo formado por las más destacadas figuras de la realidad nacional de entonces al punto que  el propio Hernán Peralta llegó a sostener que la Constitución proclamada por los Tinoco ha sido una de las mejor concebidas en la historia de nuestro país, lo cierto del caso es que al régimen se le recuerda más por el quebranto del establecimiento jurídico, por el asesinato de Rogelio Fernández Güell y por los galanteos y los duelos a muerte de Joaquín.
Haber sido parte del régimen de los Tinoco era considerado, en la primera mitad del siglo XX, poco menos que como una traición a la patria. Incluso hay quienes explican el hecho de que Roberto Brenes Mesén se haya marchado a los Estados Unidos y no haya regresado sino hasta muy entrada la década de los cuarenta, en el hecho de haber formado parte del gabinete de los Tinoco.
Lo cierto del caso es que el apelativo “tinoquista” fue, por casi cincuenta años, el peor insulto con el que se podía calificar a una figura pública costarricense.
Aunque el cargo no tenía mayor protagonismo por entonces, María Fernández de Tinoco fue nuestra Primera Dama durante los dos años de dictadura.
Con el paso de los años el  régimen de los Tinoco cayó en el olvido, al punto que cuando en 1994 don Alberto Cañas, entonces presidente de la Asamblea Legislativa, mandó retirar el retrato del dictador de la sala de expresidentes, buena parte de la opinión pública no tenía idea ni de quién se estaba hablando.
Quizá la única lectura anecdótica que podría hacerse de Zulai, radique en el hecho de que, pese a haber sido escrita por la esposa de un dictador, la novela es una alegoría en que se manifiesta un enorme rechazo por los abusos de autoridad y se subraya la dignidad y la fe en la justicia de las víctimas de esos abusos. No obstante, hay que recordar las fechas: Zulai fue publicada en 1909 y la dictadura empezó en 1917. No podía imaginarse esa escritora que con tanta vehemencia condena los atropellos del cacique Kaurki, que menos de una década después de publicado su libro, su esposo se convertiría en algo así como el Kaurki de los ticos.
La trama de la novela es de una concepción y construcción clásica. Zulai, una indígena joven y hermosa, descubre sin mayor sorpresa que no tiene libertad para tomar sus propias decisiones. Está enamorada de Ivdo, un hombre de padres desconocidos que vive aislado del resto de la población, pero se ve obligada a casarse con el cacique Kaurki para que éste libere a su madre del embrujo que la tenía paralizada. El día de la boda un golpe de suerte la libera del enlace, ya que Kaurki es mordido por una serpiente bocaracá y muere poco después. Ivdo planea el rescate, desea huir con ella lejos del poblado para disfrutar juntos de una vida en libertad dentro de la selva. De no rescatarla, Zulai sería sacrificada para ser enterrada en la misma tumba de Kaurki. Cuando todo parece indicar que nos aproximamos a un final feliz, Irzuma, el nuevo cacique, asesina a Ivdo y le perdona la vida a Zulai a cambio de que ella acceda a convertirse en su esposa. Aunque Irzuma le promete que ella sería su única mujer, Zulai se resiste y, en el forcejeo con sacerdotes y guerreros “cae de espaldas, indefensa, en la hoguera que la envuelve avara entre sus ardientes espirales”.
Zulai es una obra breve, pero rica y compleja, en la que la influencia de las tragedias de Shakespeare o de Sófocles, así como de otras obras clásicas resulta más que evidente.
De contenido híbrido, queda claro desde el principio que la obra no busca retratar a ningún grupo indígena en particular, puesto que se mencionan prácticas que fueron totalmente ajenas a los grupos precolombinos como, por ejemplo, que el Cacique mande a hacer una escultura de sí mismo (como en Roma) o que la viuda sea sacrificada en el funeral de su marido para sepultarla con él (como en la India).
Más que exactidudes históricas o antropológicas, lo que se descubre en la lectura de Zulai es un mensaje alegórico sobre la esperanza de los débiles frente a los abusos de los poderosos. Para dar ese mensaje, María Fernández de Tinoco se valió de todas las muestras que tuvo a mano e imaginó esa sociedad en la que una muchachita no tenía más opción que la muerte frente a la autoridad del cacique, los guerreros y los sacerdotes.
La novela Zulai, ha sido reeditada dentro de la colección Vieja y Nueva Literatura Costarricense que publica la EUNED. Además del texto íntegro de la obra, esta edición viene con un valioso prólogo de Marco Retana y un Epílogo, de la propia María Fernández de Tinoco, en la que ella misma propone una lectura simbólica de los elementos que incluyó en su novela.
En la introducción al epílogo, la Sra. Fernández, como ya se dijo amiga del ocultismo y los fenómenos sobrenaturales, cuenta que, en un sueño, un anciano le dijo que Zulai no fue ni una personalidad ni la representación de un pequeño territorio de indígenas sometidos a ritos crueles y jefes ignorantes, sino que, en esa sencilla narración se encuentran jirones de prehistoria, de historia antigua, contemporánea y tal vez moderna de América Latina.
Zulai, una novela costarricense publicada hace más de cien años y que fue desconocida e inconseguible por más de medio siglo, tiene mucho que mostrar, entre su multitud de símbolos, a los lectores del siglo XXI.

INSC: 1775



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