Yo soy Marlín. Edelmira González. EUNED, Costa Rica, 2002. |
Lo que más desean los escritores es que les pongan atención. Unos lo logran. Otros no. Edelmira González (1904-1988) definitivamente no lo logró. Escribió cuatro novelas. La primera y la segunda no llamaron la atención porque fueron publicadas cuando ya el estilo con que estaban escritas había pasado de moda. Su tercera y cuarta novela se publicaron catorce años después de su muerte y, por crueldad del destino, sufrieron la misma suerte que las dos anteriores.
Su nombre y su obra son desconocidos. Es posible que sus novelas hubieran sido apreciadas de haberse publicado en su momento, pero todas las publicaciones se realizaron cuando ya era demasiado tarde. Además, destacarse como novelista en la Costa Rica de los años cuarenta no era nada fácil ya que había un puñado de escritores que, en materia de novela, eran capaces de hacerle sombra a un roble.
En 1946, la Universidad de Costa Rica convocó a un concurso de novela y Edelmira lo ganó con Alma Llanera, la primera novela costarricense ambientada en Guanacaste en la que, con el hilo conductor de un drama personal, se exponen los problemas sociales de la provincia. Pese a ser la premiada, la Universidad nunca publicó la novela. Edelmira, con sus propios medios, imprimió una edición modestísima en 1958 que no llegó ni a la esquina. En 1977 la Editorial Costa Rica la publicó, pero de los años cuarenta a los años setenta, mucho había cambiado el gusto literario y ya nadie estaba dispuesto a leer novelas paisajísticas y lineales.
En 1956, la Universidad vuelve a convocar al premio de novela y Edelmira lo gana de nuevo, esta vez con Mansión de mis amores, también ambientada en Guanacaste, en la que, además de historias románticas y familiares se ofrece un retrato amplio sobre la vida cotidiana y las tradiciones culturales y religiosas de quienes viven rodeados de cañales. La Universidad, de nuevo, no publicó el libro y la Editorial Costa Rica, de nuevo, hizo una edición en 1973 a la que nadie le prestó atención. Cierto personaje, al que le gustaba jugar de historiador de la literatura y soltar calificaciones lapidarias sin ningún fundamento, afirmó que Mansión de mis amores era "la gran novela guanacasteca". Respeto el derecho de todos a manifestar su opinión y a llamar "gran" a lo que gusten, pero debo señalar el hecho de que en el momento en que profirió semejante sentencia, solo había tres novelas ambientadas en Guanacaste.
Los concursos de novela de la Universidad de Costa Rica de 1946 y 1956 fueron los únicos dos que se realizaron y ambos los ganó Edelmira. El premio no entregaba dinero, sino que consistía, únicamente, en la publicación de la obra galardonada. Pero la Universidad no cumplía ni eso, así que dejaron de convocarlo. De todas formas, un premio que se convoca cada diez años no parece muy serio. Quién sabe si de haberlo seguido convocando Edelmira lo hubiera seguido ganando.
Llamar la atención como novelista es difícil y el tiempo, como siempre, juega en contra. Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Yolanda Oreamuno y Carlos Luis Fallas, todos ellos casi veinte años más jóvenes que Edelmira, empezaron a publicar sus novelas, definitivamente más audaces y mejor logradas que las de la generación anterior, mientras Edelmira permanecía inédita.
En 1973, la Editorial Costa Rica convocó por primera vez su premio de novela. Edelmira envió Yo soy Marlín y, según don Beto Cañas, que era uno de los jurados, aquella historia de una niña limonense que tenía como sitio de juegos un viejo cementerio y como compañero de aventuras a su enamorado Clyton Preachard, se vislumbraba como ganadora segura del certamen. Pero entre los otros manuscritos apareció, participando con la furia de un huracán, Murámonos Federico y los jurados se olvidaron de Marlín y de todas las otras novelas concursantes y dieron el fallo por unanimidad.
Edelmira murió en 1988. En el 2002, don Beto Cañas, que siempre apreció su obra, se encargó de que la Universidad Estatal a Distancia publicara sus cuatro novelas. La cuarta, que junto con Yo soy Marlín, Edelmira nunca vio impresa, se titula Las huellas del puma y es una novela histórica en la que un anciano profesor de Cartago evoca la figura de Gregorio José Ramírez y describe cómo era la ciudad antes del terremoto de 1910.
Hoy las cuatro novelas de Edelmira están disponibles en librerías a precio muy accesible, pero no hay quien las compre ni quien las lea.
Yo leí las cuatro. Son novelas bastante sencillas, con pocos personajes, sin dramas complejos ni audacias narrativas o estructurales. Las historias, lineales y cronológicas, son claras como el agua. Los personajes nunca se salen del canasto. La observación del paisaje y la exploración de los sentimientos, imperan sobre la acción, siempre lenta, que se concentra en unos episodios que, para quien no se involucre a fondo con la trama, pueden parecer intrascendentes.
Tras leer sus cuatro novelas, creo que Edelmira González, como escritora, merecía que se le hubiera prestado un poco de atención. Al menos un poco. Pero no tuvo ni eso.
INSC: 1511
No hay comentarios.:
Publicar un comentario