lunes, 13 de octubre de 2014

Cocorí.

Cocorí. Joaquín Gutiérrez Mangel.
Primera Edición. Editorial Rapa Nui.
Chile, 1947.
 Mi primer contacto con Cocorí fue en tercer grado de primaria, cuando apenas tenía ocho años de edad. Me atrevería a decir que fue el primer libro que leí. En los silabarios con que aprendí a leer y escribir solo venían líneas breves para ser copiadas. Los primeros libros de cuentos, también breves, eran de páginas enormes ilustradas con solo un pequeño párrafo en cada una. Cocorí fue el primer libro que capturó mi atención para poder seguir una trama compleja llena de aventuras y personajes. El primer libro que me divirtió y me conmovió. El primero que, además de hacerme imaginar, me hizo pensar. Y, lo más importante de todo, el primer libro que llegó para quedarse.
Hay libros que son fascinantes al primer contacto pero que desilusionan en la relectura. A Cocorí he vuelto con frecuencia, de niño, de joven y de adulto y, en cada lectura, ha vuelto a fascinarme. No he llevado la cuenta de las veces que lo he leído ni tampoco de los niños a los que se lo he regalado. No tengo idea de cuántas veces ni en cuántos países ha sido reeditado ni a cuántas lenguas ha sido traducido. La primera edición apareció en Chile, en 1947, pero luego fue editado en muchos otros países de habla hispana, incluyendo, naturalmente Costa Rica, el país del autor. Las primeras traducciones fueron al francés, en 1953, y al alemán en 1956. Vinieron luego las versiones en holandés, ruso, portugués, polaco, inglés, búlgaro y hasta Braille. A Cocorí, como a cualquier clásico, es difícil seguirle la pista. En casi setenta años, sus aventuras han sido leídas tanto en Lituania o Ucrania como en Cuba, Brasil o Argentina.  
Primera edición en francés. 1953.
Cocorí, que acabó siendo conocido en todo el mundo, es un niño travieso e inquieto que vive con su Mamá Drusila en una pequeña aldea que tiene el mar al frente y la selva verde y tupida detrás. En ninguna parte del libro se menciona Limón, el lugar en que nació y vivió su infancia don Joaquín, pero los lectores de Costa Rica asumimos que Cocorí era limonense. 
Cocorí, como cualquier otro niño, está descubriendo el mundo. 
Intenta saciar su curiosidad infantil con observaciones e investigaciones en que presta atención hasta el más mínimo detalle, así como con preguntas 
a los mayores.
"¿Quién gana entre el caimán y la serpiente?" Le pregunta al pescador.
"Todo depende, si el caimán la muerde primero, gana el caimán; pero si
la serpiente lo aprisiona entre sus anillos y comienza a destrozarlo con su abrazo... ¡adiós caimán!"
Al igual que en mito de Narciso, Cocorí se sorprende al ver, no solo su rostro, sino hasta los árboles reflejados en el agua tranquila de la poza. 
Primera edición en alemán. 1956.
Un día, llegó un barco grande. Cocorí fue a curiosear y, a bordo del barco, conoció a una niña. La niña le regaló una rosa que impresionó muchísimo a Cocorí. En la selva hay plantas y animales muy diversos, pero no había nada parecido a una rosa. Cocorí le ofrece a la niña capturar un mono y traérselo de regalo. Cuando logra atraparlo y regresa para entregárselo, ya el barco se había ido. Cocorí se consuela pensando que al menos le quedaba la rosa, con su perfume y su color, pero al regresar a casa descubre que en el vaso en que la había dejado solo había una rama seca y, alrededor, una lluvia de pétalos muertos. 
Cocorí descubrió entonces la muerte, supo que la vida de todos, personas, animales y plantas, termina en algún momento. En su duelo se pregunta por qué la rosa tuvo una vida tan breve, por qué no lo había acompañado hasta que fuera grande. En compañía del mono y de doña Modorra, una tortuga vieja y perezosa, Cocorí se pone a buscar una respuesta. ¿Por qué mi rosa vivió solamente un día si era tan bella y buena y hay animales malos que viven muchos años?
Cocorí le hace su pregunta a todas las personas y animales que se encuentra pero nada de lo que le dicen logra serenarlo.   
Son muchas las razones por las que este libro se convirtió en un clásico. Para empezar, ningún lector, ni niño ni adulto, podría abandonar a Cocorí antes de que encontrara la respuesta que busca. Cada episodio tiene su toque de misterio, de emoción y de humor. Además se aprenden muchas cosas útiles y prácticas como la forma de distinguir cuáles frutas silvestres se pueden comer sin riesgo o la forma más rápida de escapar del ataque de un caimán.
Una de las muchas ediciones
escolares de la Editorial
Costa Rica.
Un punto que hay destacarle, además, es la belleza su prosa, tan cautivante como un poema. Conozco muchos lectores, niños y adultos, que han memorizado fragmentos para recitarlos. Los autores de literatura infantil con frecuencia cometen el error de tratar a los niños como tontos. Utilizan vocabulario básico y oraciones cortas para contar una historia simple. Don Joaquín ni en una sola línea de su basta obra subestima a sus lectores. Cocorí, su única novela para niños, es de una factura literaria y un lenguaje tan elevado como sus otras cinco novelas.
Cocorí empieza con un epígrafe: 

"A breve vida nace destinada,
sus edades son horas en un día"

QUEVEDO

"Soneto ofreciendo a Velisa la primera rosa que abrió el verano."

Así, sin más. ¿Cuántos autores de literatura infantil citan a Quevedo? Recuerdo mi clase de tercer grado en que nosotros los niños, tan curiosos como el mismo Cocorí, soltamos la pregunta ¿Quién es Quevedo? La literatura infantil, en vez de ser condescendiente con la falta de información que puedan tener los niños, debería más estimular la curiosidad por aprender que, de hecho, tienen muy despierta.
Una de las más bellas. La edición de
Editorial Legado, ilustrada por Hugo Díaz.
El hecho mismo de que un libro para niños tenga un tema tan delicado y sensible como la muerte, es muy importante. No hay ningún aspecto de la vida, ni siquiera su final, que deba ocultársele a los niños.
La literatura infantil tiende a concentrarse en dejar una moraleja. Cocorí va mucho más allá. Estimula a los niños a que imaginen y reflexionen. La enseñanza del libro es, más bien, para los padres, porque el libro les recuerda que no tienen todas las respuestas y que hay cosas que los niños deben aprender y descubrir por sí mismos.
Volviendo a la historia, Cocorí finalmente encuentra su respuesta. Fue a preguntarle a los viejos, a los sabios y a los fuertes, pero ninguno supo contestarle. La respuesta la obtuvo del artista, del vago del pueblo, del Cantor. Un hombre que no hacía más que tocar la flauta y que, cuando le preguntaban "¿Por qué no trabajas?" respondía: "Este es mi trabajo."
Para no echarles a perder la sorpresa a quienes aún no han leído Cocorí, me abstengo de contar el final. Hay que leerlo. Les anuncio, simplemente, que el libro se cierra con alegría, serenidad, consuelo y optimismo.


Edición Argentina. 1972
Nota:
Como todos los clásicos, Cocorí ha sido objeto de polémica. El tema merece un artículo aparte, que prometo escribir pronto. 
INSC: 0751

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